We can't find the internet
Attempting to reconnect
Something went wrong!
Hang in there while we get back on track
Feminismos
Pensaba que no eras como todas
Durante siglos, el patriarcado ha empleado el lenguaje como un mecanismo sofisticado de control para ordenar el comportamiento de las mujeres en sociedad y preservar el status quo. Esa violencia simbólica, que no deja marca ni huella, ha sido especialmente cruenta para aquellas que hemos ansiado ser personas deseantes y no meros objetos de deseo. Y lo cierto es que andamos bastante cansadas del binarismo “putas o santas” al que nos ha relegado una cultura profundamente machista, donde una ya no sabe bien qué se espera de ella. Si te cierras al sexo, eres una estrecha, y si abres tu corriente de placer, eres una cualquiera. Cualquiera se aclara. Parece mentira que nuestra valía como seres humanos siga siendo evaluada por patrones de conducta encorsetados, hechos a medida con costuras que violan nuestros Derechos Humanos y niegan nuestra libertad sexual.
Lo del “¡Mónicas, putas! ¡Salid de vuestras madrigueras como conejas! Sois unas putas ninfómanas” deja claro que colegiales y colegialas necesitan inexorablemente de una educación sexual con perspectiva de género, que es precisamente lo que recoge la Ley del “solo sí es sí” que entró en vigor el 7 de octubre. Lo que han hecho ellos es gritar a pleno pulmón que las violencias contra las mujeres la ejercen hombres machistas sin distinción de edad, clase social ni ideología. Lo que han hecho ellas, es recordarnos que la culpa siempre es de quien agrede y que ser mujeres no implica saber nada sobre el movimiento social que las ha blindado de derechos: el feminismo. ¿Recuerdan al negro negrero de Django Desencadenado?
La violencia simbólica se cuela por los recovecos de nuestra mente de modo que tendemos a negar o minimizar las agresiones porque son parte de “lo normal”
La violencia simbólica se cuela por los recovecos de nuestra mente de modo que tendemos a negar o minimizar las agresiones porque son parte de “lo normal”. Pero la tradición solo implica que algo se ha hecho durante mucho tiempo. También fue tradición que en este país las mujeres, por no tener, no tuviéramos ni derecho al voto, ni a abrir una cuenta bancaria. El problema es que cuando el único lenguaje que dominamos es uno preñado de esterotipia y misoginia es difícil no nombrarse y pensarse en torno a él, entrando en las dinámicas de La dominación masculina (Bordieu, 2000). Además, a ninguna mujer le es agradable reconocerse en el tópico de víctima doliente y sin agencia. Viven en un colegio mayor, no en la casa de Bernarda Alba.
Sé bien que la rabia es tentadora ante estos jóvenes que dibujan una España a la que no queremos regresar. Pero ¿de dónde los expulsamos? ¿De la sociedad que los ha criado? Tenemos que seguir educando y tender la mano a las y los que están por llegar. La polarización, el odio y el miedo que se propagan a golpe de tweet no ayudan a resolver problemas sociales complejos como la violencia machista. Que se lo digan a la ministra Irene Montero ante el bulo que la acusa de apología de la pederastia, cuando lo que hizo fue reclamar el derecho a la educación sexual y al consentimiento de los menores de 16 y 17 años.
Es tiempo también de saber ver los avances de una España donde hace 30 años la violencia de género estaba invisibilizada
Entiendo que estemos sedientas de emancipación, entre otras cosas, porque nos va la vida en ello. Pero es tiempo también de saber ver los avances de una España donde hace 30 años la violencia de género estaba invisibilizada. Hoy somos el primer país de Europa en incluir en las estadísticas los feminicidios fuera de la pareja y, en 2023, se prevé que todas las provincias cuenten con centros para las supervivientes de violencias sexuales.
A mi ex le diría que sí, que soy como todas: una mujer que busca su libertad.