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Masculinidades
¿Por qué las chicas salieron a defender a los del Colegio Mayor Elías Ahuja?
Durante cinco años viví en el Colegio Santa Isabel —el más barato de España, 280 euros; cuando entré, cocinábamos y hacíamos todo nosotros, era bastante autogestionado— y era común que nos despertásemos algunas noches con el cántico “salid, putas, al balcón; los del Cerbuna ya estamos aquí…”. Eran los del colegio vecino, el Pedro Cerbuna. Los cánticos se remontan a cuando el Santa Isabel era colegio mayor de mujeres, y el Cerbuna de hombres. Este tipo de interacciones está bastante más extendido de lo que podríamos pensar…
Todas sabemos ya sobre los cánticos misóginos de los jóvenes del CMU Elías Ahuja hacia las mujeres del colegio vecino, el Santa Mónica. Creo que no solo se trata de una tradición de machismo y pique mutuo entre colegios diferenciados por género. Creo que la cosa va más allá. Creo que en esto tenemos importantes elementos para hablar sobre misoginia en clases altas y ritos machistas pero también sobre deseo y pertenencia.
Fraternidades masculinas
El acto en sí sigue punto por punto lo que analiza Kimmel en Guyland cuando estudia comunidades universitarias de hombres jóvenes. En esta época se definen con fuerza los rasgos de género y se construyen entornos de reproducción social masculina según unos valores basados en la acumulación de poder, la solidaridad (“bros before hos”, ‘los hermanos antes que las zorras’), consumo abusivo de alcohol, novatadas… Entre ellos, su papel es el de ser policía fronteriza del género: fluir entre fronteras no está permitido, o dentro o fuera, o con nosotros o te vas.
Vivir en una residencia era una exposición constante y permanente a la mirada de policía de género de los hombres con los que convivía: esos años me gané motes que odié, risas que me atravesaron y humillaciones que aún me duelen
Recordemos que una parte importante de la masculinidad se define dentro del propio género, en las relaciones entre hombres. El cántico de los residentes del Elías Ahuja es una interacción con las jóvenes del Santa Mónica, pero también entre ellos. Recuerdo cómo vivir en una residencia era una exposición constante y permanente a la mirada de policía de género de los hombres con los que convivía. Esos años me gané motes que odié, risas que me atravesaron la carne, humillaciones que aún me duelen…
Hay que cumplir el Código Masculino si quieres encajar, y estos espacios de homosocialidad difícilmente puedes huir de miradas masculinas monitorizantes. Pero hay que apuntar a que estos espacios no son solo —aunque también— espacios de confirmación y reproducción de la violencia como clave de la masculinidad. Son también espacios donde los hombres ganan algo —si no, no se entiende su éxito—: si funciona bien y encajas, ganas sensación de pertenencia, fraternidad, puedes ganar amigos para toda la vida y capital social. Desde luego, si sale mal y no encajas, ojalá te ignoren, porque si tienes mala suerte te juegas los motes, el señalamiento y la burla.
El papel de las mónicas
Entre las áreas de reproducción de ideales de género, la sexualidad es clave. Y si el hombre busca afirmar virilidad, fuerza y poder, la sexualidad es uno de los espacios predilectos para hacerlo (es para algunos más difícil afirmarse en lo económico o lo político). Y como esta masculinidad opera desde un marco heterosexista claro, su afirmación sexual necesita de un interlocutor femenino (qué distinto sería si se gritasen guarradas entre ellos de habitación a habitación, ¿eh?). Aquí aparecen las mujeres como interlocutoras de esa masculinidad y podemos entender perfectamente qué queremos decir con aquello de que el género es relacional. La masculinidad no existe sin una feminidad que mira y valida (así como la feminidad no existe sin una masculinidad que hace lo mismo).
Una de las cosas que más desconcierta sobre el tema es cómo las chicas del colegio Santa Mónica están saliendo a defender a los jóvenes del Elías Ahuja. Están hablando de que los cánticos son una tradición entre los colegios (pasa todos los años, y ellas mismas les responden en cánticos parecidos), que los chavales son majos y buena gente… Este gesto es, por un lado, ignorado por ahora en los entornos críticos y, por otro, aprovechado por los contextos neomachistas (como Wallstreet Wolwerine), para quitarle hierro al asunto y demostrar que muchos comportamientos machistas son puros malentendidos y el feminismo es exageración.
Avanzaríamos mucho si analizásemos cómo la feminidad está involucrada en la reproducción de la masculinidad: el conservadurismo femenino es un tema importante en un momento en que la hegemonía del feminismo empieza a resquebrajarse por el rebrote de la ultraderecha
Sinceramente, creo que avanzaríamos mucho en los debates de género si analizásemos cómo la feminidad está involucrada en la reproducción de la masculinidad, como apuntó hoy Roy Galán en su Instagram. Creo que este es un tema que no podemos ignorar ni reducir al argumento de la “alienación”. Considero que gran parte de los rasgos de la masculinidad más dañinos no serían tan persistentes sin unas instituciones que las validan, sí, pero tampoco si los entornos sociales (en los que participan las mujeres) no los aceptasen, cobijasen y valorasen. Muchos de los que cantaron son chavales exitosos con las mujeres. En los espacios ajenos al discurso feminista (que son muchos), el valor de una masculinidad viril, exitosa y dominante sigue cotizando a la alta.
El conservadurismo femenino es un tema importante, especialmente en un momento donde la hegemonía del feminismo empieza a resquebrajarse por el rebrote de la ultraderecha. Muchas mujeres reproducen valores de feminidad tradicional (o enfatizada) que forman una alianza perfecta con masculinidades dominantes. La normalización de la pasividad, de agresiones masculinas soft (que forman parte de “las cosas de chicos”), de cánones de comportamiento, estética y pensamiento, son un oasis cómodo para los hombres donde es perfectamente posible seguir actuando según mandatos de género tradicional.
Opinión
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Élites y conservadurismo
Esto es especialmente más heavy en el caso de las élites, porque no olvidemos que ambos Colegios Mayores forman parte de la élite madrileña (¿quién puede pagar los 1.190 euros por habitación al mes que cuesta el Elías Ahuja o los 930 euros del Santa Mónica?), de corte cristiano, que separan fuertemente en colegios distintos a hombres y mujeres, y donde han asistido humildes y nada conservadores personajes como Pablo Casado que, como recordó hace unos años La Marea, publicó en su estancia en el CMU un texto donde hablaba del animal lupus ahujus que se caracterizaba por su capacidad de beber alcohol y su voraz instinto carnívoro para cazar a mujeres.
En estos casos, la masculinidad crece en estos jóvenes que aprenden poco a poco que todo les está permitido, que el mundo es suyo si consiguen desarrollar una mentalidad de Lobo de Wall Street, si consiguen hacerse fuertes y poderosos. Como comentaba la genial Mar Gallego en su Instagram, esto se entiende mejor cuando se hace lectura interseccional y se entiende la intersección clase y género.
Si estos cánticos que vimos son tan bestiales y agresivos, es porque en estas élites conservadoras hay una viralidad terrible del antifeminismo y una actitud macarra, prepotente e insultante con los valores de igualdad. Poco a poco el nihilismo antifeminista crece: ya no es indignación o rabia, es directamente mofa y desprecio. Y esto es preocupante.
Qué estamos ofreciendo
Me gustaría terminar apuntando un tema delicado pero que creo vital. Estas afirmaciones de poder no están al margen de las relaciones de deseo. El cántico de los chavales de la residencia no va sólo de machismo y amenazas, eso sería reducirlo y convertir a estos hombres en perfectos militantes malvados del activismo misógino. Pero es que no va solo de poder, va también de deseo.
No creo que deba leerse solo como una manifestación pura de la voluntad violadora y violenta de unos soldados del patriarcado. Creo que habla de cuánto de hegemónicas son las interacciones de deseo agresivas, competitivas; de cómo muchas de las relaciones de jugueteo entre géneros se encuentran saturadas por códigos machistas.
A veces ignoramos lo importante que son estos espacios para la gente que participa en ello; siento que estamos pidiendo renuncias sin ofrecer otras opciones y que nuestro mensaje de cancelación solo reafirma sus posiciones
Y sinceramente, creo que la solución no pasa por obligarles a renunciar a los momentos de júbilo y creación de comunidad —para ellos, pero también para ellas— sin ofrecerles contranarrativas, sin hacer una pedagogía del deseo alternativa, sin dar herramientas para construir comunidades desde otras coordenadas.
Siento que a veces ignoramos lo importante que son estos espacios para la gente que participa en ellos, que no entendemos la función que cumplen estos espacios en la construcción de identidades sociales. Siento que estamos pidiendo renuncias sin ofrecer otras opciones y que nuestro mensaje de cancelación solo reafirma sus posiciones. Siento que tampoco tenemos muchas formas de pensar espacios alternativos de ocio, de jugueteo y de afirmación comunitaria para los hombres o para espacios mixtos. Pero creo, también, que esto revela una tarea pendiente y nos da una oportunidad para reflexionar.
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