Feminismos
(N)O.M.A.D.A.S: “Las putas siempre hemos estado en el movimiento feminista y lo vamos a seguir estando”

El colectivo (N)O.M.A.D.A.S saldrá a la calle este 8 de marzo, Día Internacional de la Mujer Trabajadora, bajo el lema “Desde los márgenes avanzamos con fuerSa” y con una clara perspectiva antirracista y proderechos. Dos activistas y trabajadoras sexuales, María y Leo, explican sus planteamientos políticos, reivindicaciones y detallan sus cuestionamientos al feminismo abolicionista.

DOS PERSONAS ENCAPUCHADAS
"María y Leo del Grupo de Trabajo Sexual de (N)O.M.A.D.A.S. en la sede de la asociación. De espaldas debido a las violencias causadas por el estigma de ser sexotrabajadora". | Foto: (N)Ó.M.A.D.A.S

El 17 de diciembre las trabajadoras sexuales del colectivo (N)O.M.A.D.A.S se manifestaron con motivo del Día por el Cese de las Violencias contra las Trabajadoras Sexuales. Lo hicieron junto con la Asociación CATS —Comité de Apoyo a las Trabajadoras del Sexo— y varias trabajadoras sexuales independientes en la ciudad de València. Reclamaron, entre sus consignas, la derogación de la Ley de Extranjería, y reivindicaron que “los derechos de las trabajadoras sexuales son derechos humanos” y que “sin putas no hay feminismo”.

El complicado debate entre feministas abolicionistas y proderechos es ampliamente conocido, y ellas mantienen que la cuestión de los privilegios es central. Explican que es muy difícil encontrar espacios en los que las trabajadoras sexuales se sientan seguras para exponer su discurso. Argumentan que cuando hay un debate entre una compañera abolicionista y otra proderechos, generalmente la abolicionista goza de mayores privilegios, dado que “normalmente es blanca, con estudios universitarios, con papeles, etcétera”. Las trabajadoras sexuales exponen que encontrarse en ese debate hipotético puede incluso derivar en privilegios profesionales para las abolicionistas, en cambio para ellas es un riesgo visibilizarse: la sociedad suele responder violentamente ante el estigma de ser prostituta.

Este 8M en València, las trabajadoras sexuales salen una vez más a la calle para reivindicar, junto con otros “colectivos marginalizados por el feminismo institucional”, que “desde los márgenes avanzan con fuerSa”. En representación de su colectivo, dos activistas y trabajadoras sexuales de la asociación (N)O.M.A.D.A.S, María y Leo [nombres ficticios], explican sus planteamientos políticos, reivindicaciones y cuestionamientos al feminismo abolicionista.

¿Qué es (N)O.M.A.D.A.S. y qué papel juega el grupo de trabajo sexual? 
María: (N)O.M.A.D.A.S. es una asociación sin ánimo de lucro constituida en València en 2018 por parte de activistas, artistas, investigadorxs, etc. que provenimos de diferentes sectores de las luchas por las disidencias sexuales y feministas, anarquistas, pro derechos, pro Palestina, etcétera, que identificamos el eje de migración y de raza como centrales en el desarrollo económico social y político en el escenario contemporáneo de la desigualdad. Nos dimos cuenta de que no podíamos continuar en una lucha autoreferencial, y quisimos dar el paso y que el apoyo mutuo dejara de ser simplemente un eslogan. En (N)O.M.A.D.A.S. intentamos llevar a la práctica cuestiones fundamentales antirracistas y decoloniales tanto en la propia praxis interna del colectivo como en la manera en la que interactuamos con las compañeras migrantes que pasan por aquí.

Leo: Uno de los puntos fuertes de (N)O.M.A.D.A.S es la Oficina de Atención que abrimos entre semana para atender a personas que necesitan algún tipo de apoyo relacionado con su proceso migratorio. Nos hemos dado cuenta de que la sociedad en la que vivimos se sigue beneficiando de relaciones coloniales y para romper con esto, tenemos acuerdos como que la gente migrante no necesite pagar para disfrutar de este espacio, de actividades que realizamos o de recursos materiales y no materiales con los que cuenta la Oficina.

María: Quisimos poner nuestro privilegio blanco a trabajar para facilitar los procesos migratorios así como las propuestas emancipatorias de los grupos de personas migrantes y racializadas. Lo que pasa es que tenemos, la verdad, muchos frentes abiertos y mucho, mucho trabajo por hacer.

¿Y respecto al grupo de trabajo sexual?
L: Ese grupo nace de la propia práctica de la Oficina de Atención de (N)O.M.A.D.A.S, donde nos dimos cuenta rápidamente de cómo las políticas criminalizadoras de la prostitución estaban encubriendo dinámicas racistas, xenófobas y transmisóginas, teniendo en cuenta que una gran parte de la población que ejerce el trabajo sexual es migrante y que la tónica general es silenciar y desatender a este colectivo.

M: El grupo de trabajo sexual está para apoyar la experiencia específica de las trabajadoras sexuales migrantes. Consideramos que en el trabajo sexual también existe racismo, y nosotras, que somos trabajadoras sexuales euroblancas, hemos querido poner en práctica nuestro privilegio para apoyar a las compañeras migrantes. La forma que tenemos de ejercer el trabajo sexual cada una de nosotras es totalmente diferente, nuestros recursos y estrategias son distintos, pero nos une un compromiso de solidaridad y una consciencia sobre el recrudecimiento legal y social del trabajo sexual, que afecta mucho más gravemente a las trabajadoras racializadas o migrantes.

“Nosotras, que somos trabajadoras sexuales euroblancas, hemos querido poner en práctica nuestro privilegio para apoyar a las compañeras migrantes”

¿Cómo definiríais prostitución y qué opinais sobre la idea de vender el cuerpo?
M: La prostitución se define como el intercambio voluntario de dinero por sexo o compañía entre personas adultas y sin coacción. A veces se reivindican otras maneras de decirlo como cuando hablamos de trabajo sexual, porque parece que implica más dignidad social “trabajar” que “prostituir”, que comúnmente se utiliza como una manera de degradar algo. Nosotras no nos consideramos degradadas, por eso nos reapropiamos de la palabra “puta”. Entendemos prostitución como una de las muchas formas de ejercer el trabajo sexual en general: hay trabajo sexual en clubs, en la web, en casas de masajes, en sets de rodaje porno, en club de strip-tease, en la calle, en pisos, etc. A nosotras nos parecen todas igual de válidas como formas de ganarse la vida en el capitalismo, el cual nos obliga a trabajar.

L: La idea de vender el cuerpo nos parece una forma de aumentar el estigma y la violencia contra nosotras. En el fondo, es bastante sexófobo y moralista. Nuestro cuerpo es nuestra herramienta de trabajo, como la de cualquier trabajadora o trabajador que use cualquier parte de su cuerpo o más bien que utilice su cuerpo para ofrecer un servicio. En el fondo, nos parece bastante inquietante cómo se hace tanto énfasis en nuestro cuerpo cuando el cuerpo de los y las trabajadoras en general está tan vulnerabilizado —casos evidentes son las empleadas del hogar, de hotel, internas, trabajadoras agrarias, textil…— y vemos que hay una vulnerabilización de derechos enorme.

¿Qué modelos de prostitución existen y cuál es el que defendéis vosotras?
M: Mucho se habla de “regulación” contra “abolición” de la prostitución, pero poco se habla de derechos para las trabajadoras. Quiero remarcar que estas dos posibilidades no son las únicas que se llevan trabajando desde hace mucho tiempo, pero curiosamente son las dos únicas vías por las cuales el Estado o el empresariado saca tajada de nosotras. Nosotras defendemos el trabajo sexual de las trabajadoras sexuales, cualquiera que sea su salida emancipatoria de este sistema que ahoga especialmente a los cuerpos feminizados.

Dicho esto, nos parece imperativo un modelo integral de desestigmatización de las sexotrabajadoras; esto, para quien le interese, no pasa ni por la regulación ni por la abolición sino por un modelo de descriminalización, de generar un lenguaje en las prácticas de vida, representaciones culturales e institucionales, juicios de valor —y de no valor— sobre nuestro trabajo y, por encima de todo, la derogación de la Ley de Extranjería, que es el mayor problema al que se enfrentan las trabajadoras sexuales.

“La Ley de Extranjería es el mayor problema al que se enfrentan las trabajadoras sexuales”

L: A ninguna nos gusta la idea de ese “famoso modelo alemán” o de Holanda y su zonificación del trabajo sexual, que expone a las trabajadoras al sector más salvaje del turismo alcoholizado. Nunca se ha conseguido en toda la historia del capitalismo que se regule una industria partiendo de la garantía de derechos de las y los trabajadores, eso sí sería una revolución social. En realidad, basándonos en la experiencia, lo que ocurre es todo lo contrario, se regula en base a los intereses del capital. Por tanto, nuestra lectura es bastante negativa sobre las “soluciones” que se pretenden hacia nuestro colectivo por parte de las instituciones, pues como únicos beneficiarios de las mismas están los empresarios, las mafias, las fronteras y los gobernantes.

¿Distinguís trata de prostitución?
M: Nos parece parte de la estrategia política actual confundir estas dos realidades tan diferentes porque. por una parte, el concepto de trata sirve para legitimar la industria del rescate. Es decir, con la excusa de combatir la trata, por un lado lo que hacen es controlar los cuerpos de las mujeres que vienen de países empobrecidos —para deportar, por ejemplo— mientras que por otro sirve para encubrir otras formas de esclavitud moderna en otros sectores de la economía, como podría ser el trabajo doméstico o del campo. Obviamente condenamos la trata como condenamos todo tipo de violencia laboral y de violencia sexual en cualquier entorno laboral, sea en la industria del sexo o en otra.

L: El imaginario estigmatizante en torno al trabajo sexual no ayuda. Parece que si trabajas con tu sexualidad tienes que estar obligada, coaccionada o loca. Hay muchas personas que consideran el trabajo sexual como parte de las pocas oportunidades que Europa les brinda para sobrevivir. Por ello pensamos que hay que darle un poco de textura a la idea de trata y no acabar por norma castigando el trabajo sexual en contextos de migración. La lucha contra las fronteras y por la libre circulación de las personas nos parece la única opción para realmente acabar con la trata.

He oído que utilizáis el término “putofobia”, ¿qué quiere decir exactamente?
M: La putofobia como fenómeno social se ve muy bien en creencias como que “nadie quiere que su hija sea puta”. La putofobia social tiene mucho que ver con el machismo, la misoginia, el odio a lo femenino, a las mujeres, y sin embargo, en contra de lo esperable, en ciertos sectores del feminismo más institucional, que deberían de luchar precisamente por estas cuestiones, es donde hay más putofobia. Este enfrentamiento ni siquiera es nuevo, es un debate histórico en asuntos morales y característico de la violencia intragénero.

L: Putofobia lo utilizamos para visibilizar los comentarios y actitudes que perjudican a las putas. La putofobia está muy insertada en la cotidianeidad, todos los días alguien se caga en la puta, e igual que los comentarios machistas u homófobos se señalan, pues estamos señalando la putofobia. Putofobia es incluso cuando alguien dice: “Mira, ese tiene una pinta de putero impresionante”, ignorando que los clientes tienen la pinta de cualquier hombre del mundo. Es común en las representaciones culturales como el cine o la televisión que el personaje de la sexotrabajadora acaba muerta. Ya sabes, “o follamos todos o la puta al río”.

¿Qué repercusiones tiene para vosotras poder pagar la cuota de autónomo/a como trabajador/a sexual?¿Es la solución?
M: La repercusión de pagar la cuota de autónomo es la pobreza en nuestro bolsillo. Es muy caro. Se acerca bastante al 50/50 que te pediría cualquier proxeneta; teniendo en cuenta que el proxeneta sería el Estado, que es además el que debería ser el garante de tus derechos… resulta un poco desalentador. Y eso quienes pueden acceder a ello por cuestiones administrativas. Como hemos dicho antes, la mayoría de las trabajadoras sexuales son migrantes y muchas están en situación irregular. Es bastante preocupante que la única opción que te permite tener un mínimo de derechos humanos dentro del trabajo sexual solo la pueda recibir el sector europeo. Esta cuestión, además, tiene que ver no solo con el trabajo sexual en general, sino con los problemas que cualquier persona puede tener al gestionar una iniciativa laboral de autoempleo.

L: La verdad no me gusta mucho este tema. Parece que poder darte de alta de autónomo va a ser el fin de nuestros problemas. Nuestro problema va mucho más allá del ámbito económico o administrativo. Tenemos muchos otras dificultades referentes a la estigmatización, la patologización y el desagenciamiento de nuestras vidas. El problema es cómo la sociedad nos trata, cómo nos ve, y eso afecta también a cómo nos vemos nosotras.

¿Qué opináis sobre el concepto de derechos?
M: El concepto derechos nos parece un temazo a debatir, pero no deja de ser una herramienta a la que aferrarse para pedir mejoras en la calidad de vida de las personas. Ninguna persona te puede negar que revindiques que quieres vivir con unas condiciones más dignas. Por ejemplo, estamos en contra de las fronteras, pero no por ello vamos a dejar de apoyar a la gente para que consiga sus papeles. Alguna de nosotras es anti-leyes, pero estamos apoyando que se defienda la ley que permita la interrupción del embarazo, una ley que proteja a las personas trans, etc.

L: ¿A quién le preocupan los derechos? A quien no los tiene. No podemos negar la falta de derechos laborales y en general en nuestra propia ciudad, de aquellas trabajadoras sexuales que tienen turnos interminables, abusos por parte de la policía y demás. Nosotras estamos por los derechos precisamente de quienes se quedan fuera porque identificamos que existe un reparto desigual al respecto de la garantía de derechos fundamentales. Las trabajadoras sexuales, en este sentido, todavía tenemos una posición marginal en relación a este reparto.

Hay un sector del feminismo que acusa vuestra perspectiva de ser privilegiada.

M: [Risas] Es curioso cómo se nos acusa a nosotras de ser privilegiadas en el tema del trabajo sexual, cuando las acusadoras tienen el privilegio de no ser putas en una sociedad putófoba. Además, la inmensa mayoría de las feministas que ocupan este sector arcaico conocen muy poco nuestra realidad, sin embargo su voz se pone por encima de las que vivimos la industria en nuestras propias carnes.

Por otra parte, esto no significa que no estemos políticamente ubicadas. Aunque en nuestra diversidad, tenemos el privilegio de ser blancas y de no ser migrantes —lo que hace que ejerzamos el trabajo sexual de una manera concreta, relacionada con cómo el mundo nos ve y las posibilidades que ello nos ofrece en nuestro trabajo—, precisamente por eso decidimos tener un trabajo de solidaridad directa con aquellas que no tienen esta situación, que es bastante más que dedicarnos a vulnerabilizarlas y violentarlas aún más.

No pensamos que para reivindicar los derechos de nuestro colectivo tengamos que estar viviendo en contextos de extrema precariedad. Esto no legitima más unas demandas sobre otras básicas que deberían de ser reivindicadas no solo por nosotras, sino por todo el mundo.

Cuando habláis de feminismos lo hacéis así, en plural.
L: Sí, porque hace ya mucho que se puso en cuestión que sólo existe un sujeto mujer. En los últimos tiempos hay un cierto sector de los feminismos que, en alianza con los poderes, el gobierno y la Fortaleza Europea, están poniendo en el punto de mira la autogestión y la autonomía de las mujeres desde una perspectiva económica, su derecho a migrar, a trabajar de lo que quieran, a conseguir su propio camino.

El movimiento feminista se ha caracterizado durante su historia por su pluralidad y nos apena bastante los posicionamientos reaccionarios que ciertos sectores del feminismo se afanan en universalizar, convirtiendo nuestras formas de vida en una línea roja o tema tabú a evitar. Lo sentimos, las putas siempre hemos estado en el movimiento feminista, y lo vamos a seguir estando. Este 8 de Marzo estaremos en Valencia bajo el lema “Desde los márgenes avanzamos con fuerSa” junto con otros sujetos marginalizados por el feminismo institucional, con una clara reivindicación antirracista y proderechos. Por eso nos encontraremos a la una frente al Centro de Internamiento para Extranjeras de la calle Zapadores (CIE) e invitamos a todo el mundo a venir.

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