En el margen
Artemisa Semedo: “Representar obras clásicas como mujeres negras me parece algo primordial, porque este territorio también nos pertenece”

Artemisa Semedo es socióloga de formación, pero poeta, actriz y artista multidisciplinar por vocación.
12 jun 2021 06:00

Artemisa Semedo nació en Cabo Verde, pero llegó a los cinco años a Burela, Galicia, acompañada de su madre y su hermano mayor para reunirse con su padre. Después de pasar por la Universidad en A Coruña y comenzar a formar parte del colectivo Afrogalegas, se mudó a Madrid y empezó a desarrollar diferentes proyectos artísticos.

Ha dado talleres de escritura creativa en diferentes espacios y asociaciones, ha participado en recitales de poesía y ha co-desarrollado proyectos como “Lua Sua y Artemisa” o “Bailando versos” donde mezcla la poesía con otras disciplinas artísticas.

Luchadora, activista, lesbiana (y “asumida”), ahora se encuentra inmersa en el proyecto “Hijas de Bernarda” en el que distintas actrices versionarán desde sus corporalidades negras el clásico de Lorca.

¿Cuándo y por qué comenzaste a sentirte afrogallega o a tomar consciencia de esa identidad?
Fue ya más quizás en la adolescencia, en bachiller, por ahí más o menos. Cuando llegué había pocas familias de Cabo Verde en el pueblo y las pocas que había sí que nos conocíamos y compartíamos ese sentimiento de pertenencia. Luego también sentía pertenencia a Galicia fuera de la casa, porque de algún modo los amigos que tenía y con los que estaba creciendo eran gallegos. Ahora, el sentirme afrogallega vino mucho más tarde, yo creo.

Cuando me fui a la Universidad a estudiar en A Coruña, no había prácticamente personas africanas o muy pocas. Eso sí que fue como entrar en un mundo nuevo. Porque, como ya expliqué, con ese sentimiento de pertenencia de Cabo Verde que había en las familias de mi pueblo, nos sentimos también un poco resguardados del exterior.

Con el paso del tiempo, ya en Coruña, fui conociendo a otras compañeras y empezó a germinar en mí la idea de afrogallega, también la aspiración de crear comunidad entre esas pocas personas negras que había en la ciudad.

¿O sea que ahí podemos decir que encuentras una nueva identidad o, más bien, tu identidad se completa con una arista más a partir de ese momento?
Sí, con el sentimiento de pertenencia a un territorio en el que llevo prácticamente viviendo toda mi vida, y el sentimiento de que esa identidad también está compartida con otras identidades diversas: la caboverdiana y también la de Coruña, porque el estar viviendo la ciudad también me produjo un cierto sentimiento de pertenencia. En ese momento empecé a ser consciente de que las identidades pueden ser múltiples y que no pasa nada porque tú te sientas de varios territorios.

Hay una pregunta que siempre te hacen los gallegos que a mí me dejaba sin saber qué contestar: ¿Eres de dónde naces o de dónde paces? Soy caboverdiana y soy gallega.

Y esa idea de las identidades múltiples, ¿tú cómo la has vivido, cómo ha sido ese proceso?
Hay una pregunta que siempre te hacen los gallegos que a mí me dejaba sin saber qué contestar: ¿Eres de dónde naces o de dónde paces? Soy caboverdiana y soy gallega también y no me tengo que negar ninguna de las dos partes, porque los dos territorios forman parte de mi identidad.

Fue también en la Universidad que empezaste a formar parte del colectivo Afrogalegas cuéntame un poco ese proyecto: ¿Quiénes lo iniciáis o lo integráis, qué ideas hay detrás, qué actividades habéis llevado a cabo?
Afrogalegas fue un cúmulo de cosas, en ningún momento estaba previsto que naciera como tal. Había una compañera con la que hablaba mucho sobre identidad, Yosi, que me propuso participar en una sesión de fotos con todas las mujeres africanas y negras que ella conocía en la ciudad. Después, nos fuimos a cenar y a conocernos entre todas y en esta cena empezamos a hablar de muchas cosas, entre ellas del racismo o de cómo nos trataba la ciudad, y nos dimos cuenta de que había muchas opresiones que compartíamos.

A partir de ahí se generó una rabia y la idea de que había que hacer algo con esa rabia. Comenzamos con una pegada de carteles por la ciudad, con lemas como “No me llames negrita, llámame negra”. También surgió por eso la idea de denominarnos como Afrogalegas porque, por un lado, sentíamos que estábamos en un territorio al que también nos ligaba una pertenencia, pero, por otro, en ese territorio donde estábamos nos rechazaban. De alguna manera tenían una mirada sesgada sobre nuestros cuerpos y no nos gustaba cómo nos veía la gente.

Ahora seguimos activas, pero, desde el Covid, hemos tenido que aprender a organizarnos de otra manera, más hacia dentro. En los años anteriores, hemos proyectado documentales y películas que nos parecían importantes para abrir debate, estuvimos dando charlas en Institutos y también en la Universidad, estuvimos haciendo actividades con mujeres africanas y afrodescendientes de otras provincias de Galicia.

Además, la compañera Zinthia, como proyecto individual que nosotras apoyamos, realizó el libro “Mujeres negras en la ciencia”.

¿Cómo fue la llegada a Madrid? Lo cuentas un poco en un poema en tu último espectáculo “Bailando versos”
Bueno, antes de venirme definitivamente a vivir a Madrid había venido ya bastantes veces y sentía una atracción hacia Madrid, la veía grande y había conocido pequeños focos que me llamaban, pero no me apetecía vivir en una ciudad tan grande como Madrid.

Casualidades de la vida, en ese momento estaba con un grupo de teatro comunitario, en el que me ofrecieron venir para cuatro meses para llevar a cabo “Tránsitos”, bajo la dirección de Ángel de la Aleja, que se llegó a exponer en el Museo Reina Sofía. Empezaron a surgirme inquietudes y propuestas artísticas, que era imposible hacer en Coruña, y por eso también tomé la decisión de quedarme.

El hecho de vivir por primera vez en una ciudad tan grande me supuso tener que aprender a gestionar la ansiedad, que para mí era algo nuevo. Mi etapa de adaptación ha sido dura y difícil. Me ha costado mucho adaptarme a los ruidos, al funcionamiento de la gente, a los ritmos de Madrid… Se me pasaban las horas volando y sentía que no había hecho nada en el día. Me sentía muy, muy fuera de mi espacio de confort, lo cual no deja de ser un continuo aprendizaje

¿Cómo fue el encuentro con la comunidad africana y afrodescendiente en Madrid, qué encontraste?
Había tenido una primera toma de contacto en un Encuentro de Afroféminas en Madrid en 2018 y algún contacto con la Kúpula e inevitablemente me sentía atraída por este tipo de espacios que no se daban en Galicia.

Ya en Madrid, como yo tenía el horario bastante tranquilo, intentaba aprovechar todo mi tiempo libre en asistir a charlas y talleres de la comunidad para intentar absorber todo lo posible. Así fue como poco a poco fui conociendo a personas de la comunidad de aquí de Madrid y empecé a empaparme en todo este mundo creativo y político.

Dices que en Madrid te surgen otros proyectos y, a raíz de esas y otras cosas, decides quedarte ¿Por qué dejas de lado el mundo académico después de haber estudiado Sociología y apuestas y te centras en el mundo artístico?
Sentía que el mundo académico es muy cerrado y no llega a las personas, sentía una gran necesidad de expresarme de otra forma para que llegase el mensaje. Venirme a Madrid también supuso un cambio personal y profesional individual. Empezar a recitar yo sola, al margen del colectivo de poetas con el que estaba en Galicia, Esbardalle, está siendo un viaje que no me hubiera imaginado de ninguna manera, pero que me está sirviendo para romper muchas barreras, miedos personales y escénicos.

Lo que intento con la poesía es mezclarla con diferentes campos artísticos, salirme de esas barreras conceptuales de lo que tiene que ser o no ser la poesía, y poder crear algo diferente
Eres poeta, también actriz, ¿te defines como algo más?
Yo me defino como poeta, pero creo también que la gente tiene una idea antigua de lo que es la poesía en la actualidad y romper con esa idea me gusta. Lo que intento con la poesía es mezclarla con diferentes campos artísticos, salirme de esas barreras conceptuales de lo que tiene que ser o no ser la poesía, y poder crear algo diferente que le interese tanto a mí como a la gente que viene a verlo.

¿Y qué otros proyectos te van surgiendo en Madrid?
Es algo curioso, porque estando en Madrid, llaman de Galicia, me piden que haga una propuesta y al final presento un proyecto poético musical en el que a través de mis poemas muestro cómo el lenguaje racista que usamos afecta también a nuestros cuerpos negros. Este proyecto interesa mucho y así empezó “Bienvenid@s a la Tierra”, que me ha llevado a diferentes puntos de Madrid, Galicia y Cataluña y con el que empiezo un poco mi andadura personal.

Ahora estás con el proyecto de “Bailando versos”, que yo he tenido la oportunidad de ver y que es súper espectacular, ¿cómo surge ese proyecto y por qué, y qué te ha aportado?
“Bailando versos” surge de una beca que hice en el Matadero con el curso POP’S del colectivo Ayllu. Una de las clases la dio Daniel B.Coleman, un bailarín trans, y estuvimos haciendo un ejercicio, que me pareció súper interesante, que consistía en otorgar a una palabra un movimiento. Me gustó y pensé en la idea de probarlo con mis versos.

Después vino el Covid, todos los proyectos personales artísticos que tenía se vinieron abajo y entré en una situación precaria por la que tuve que ir cuatro meses a trabajar a Francia en el campo. Allí conocí a la que hoy es mi compañera en el espectáculo, Jelen, ella hace flamenco, es bailaora. Le conté el proyecto, le pareció genial y cuando regresamos a Madrid en octubre nos pusimos a darle forma. En enero lo presentamos por primera vez en “La Marimala” en Lavapiés y estamos muy contentas porque siempre se ha llenado el espacio.

Esa conexión con Jelen imagino que será muy importante entre dos artistas como para llevar algo a escena con dos ámbitos artísticos con tanto peso como la poesía y el flamenco. ¿Cómo vives tú ese proceso?
Para mí que fuera flamenco también tenía cierto sentido porque, al fin y al cabo, siento que es algo que tiene una pertenencia, sino exclusivamente a mí, sí a mi identidad española y el flamenco no solo pertenece a la identidad española sino también mucho a la identidad afro.

Con Jelen ha sido un viaje muy hermoso, han surgido muchas inseguridades y nos hemos ido apoyando.

Ya hablando más concretamente de algunas de los poemas/escenas de “Bailando versos”, tuve el honor de que me dedicases la de “A mis hermanas”, ¿cuál es la idea detrás?
“A mis hermanas” está escrito desde mi sentir empoderado, desde sentir la negritud que me pertenece y de sentir también ese valor cuando se nos rechaza. Es un grito de libertad hacia mí misma y también hacia esa mirada que tienen sobre nuestros cuerpos negres.

También tienes otra muy potente, “Asumida” sobre el lesbianismo en Cabo Verde, y que habla de otra parte de tu identidad que también te conforma.
Sí, “Asumida” es, como dices, empoderamiento de alzar la voz y decir: “Esto es lo que soy y que no tengo miedo al qué dirán ni a lo que piensen los demás”. No solo vivir la opresión como mujer negra, sino también vivir la opresión como mujer negra lesbiana, significa alzar la voz también con ello y decir que aquí estamos y aquí seguiremos.

Háblame un poco del proyecto de “Hijas de Bernarda”. ¿Cómo surge, en qué consiste y quiénes estáis implicadas?
Conocí a Bea Mbula, yo estaba deseosa de poder iniciar algún proyecto con otras artistas afrodescendientes o africanas y ella me comentó que estaba interesada en representar obras clásicas desde corporalidades negras. A partir de ahí empecé a conocer a otras personas involucradas en el proyecto, y empezamos a juntarnos tímidamente en casa de Bea para investigar la obra “Hijas de Bernarda”.

Bea se lo cuenta a Silvia Albert, que es como nuestra “madrina”, y le propusimos el proyecto a El Teatro del Barrio. Estamos muy contentas porque somos nosotras las que lo estamos creando de cero.
Mis compañeras actrices están bastante hartas de que los papeles que siempre les ofrecen o les toca hacer sean papeles enjuiciados hacia una mirada que no nos gusta y que sentimos que no representa la realidad.
Me parece muy interesante esa idea de Bea Mbula de representar las obras clásicas desde las corporalidades negras. ¿Qué crees que esta idea puede aportar al escenario artístico en general?
Principalmente, visibilidad. Mis compañeras actrices están bastante hartas de que los papeles que siempre les ofrecen o les toca hacer sean papeles enjuiciados hacia una mirada que no nos gusta y que sentimos que no representa la realidad. Representar obras clásicas como mujeres negras me parece algo primordial porque, al fin y al cabo, este territorio también nos pertenece y siempre se nos excluye de él.

¿Y, en este caso, por qué elegís para empezar a Lorca y una obra tan potente? ¿Qué creéis que, como mujeres negras, podéis decir que no se haya dicho antes sobre “La Casa de Bernarda Alba”?
Nuestras vivencias de este territorio como mujeres negras. El hecho de entrar en el Universo de Lorca, que a mí también es un poeta que me encanta, es algo mágico. Aunque la obra esté escrita y ambientada en un contexto un tanto lejano, creo que en todas las casas hay hijas de Bernarda.

Hablamos este verano por teléfono, en ese momento estabas en Francia trabajando como temporera y a las pocas semanas te ibas a Suiza. Has hablado de la precarización que se dio en el mundo artístico a raíz de la pandemia del Covid19, pero creo que es una salida a la que también se ven obligadas mayormente las personas racializadas y, desde luego, las personas negro-africanas y afrodescendientes.
Comparto esa idea, pero también hay algo diferente. El hecho de tener el estatus de tener el DNI me ha dado cierto privilegio y seguridad de que iba a cobrar un dinero. Me he encontrado allí con personas trabajando en las mismas condiciones duras que yo y que cobraban mucho menos. He sentido el privilegio de tener un DNI y las consecuencias que ello conlleva.

Me tocó vivir experiencias muy incómodas, muy racistas y me surgió la necesidad de encontrar herramientas que me ayuden a lidiar con este tipo de situaciones tan violentas. Pero he aprendido mucho, he tenido la oportunidad de convivir con personas con las que probablemente no me hubiese encontrado o me hubiese encontrado en otro espacio totalmente distinto.

Cuéntame alguno de los últimos proyectos en los que estés colaborando
Uno de los últimos proyectos en el que estoy colaborando es un libro que se puede descargar directamente desde mi Instagram, “Diversas Libres Nuestras. Vidas de mujeres LBT”

El proyecto habla de nuestras experiencias personales como mujeres lesbianas y lo que significa hoy en día. Yo soy la única mujer negra que sale.

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