En el margen
胡陈臻 Julio Hu: “Las historias que se crean no son por parte de las personas de la diáspora”

Tras pasar su infancia entre Vallecas y Usera, Julio estudió Lenguas modernas e investiga a través de la militancia, el idioma o la interpretación, las diversas dimensiones de su identidad como diáspora china en España.
Julio Hu
Julio Hu. Foto: Yun Ping (昀平)
10 mar 2023 06:00

Julio nació en Madrid de padres chinos originarios de la provincia de Zhejiang y estudió Lenguas Modernas e Investigación aplicada a Medios de Comunicación. Cuenta que, en realidad, lo que más le apasiona es el mundo de la interpretación, al que se acercó gracias a la película de Arantxa Echeverría Chinas, que se ha rodado en Madrid en 2022 y está pendiente de estreno en el próximo octubre.

Desde la infancia Julio ha sufrido episodios de racismo, al que ahora intenta combatir desde algunas de las iniciativas que se están llevando a cabo por parte de la comunidad asiáticodescendiente, cada vez más empoderada y unida.

¿Cómo recuerdas tu infancia en Madrid en los albores del nuevo siglo?
Crecí los primeros años en Vallecas, luego, como a los seis años, me cambié de colegio y, como mis padres también se podían cambiar de sitio, nos fuimos a Usera. Esos primeros años los asocio mucho al colegio, tampoco es que saliera mucho por el barrio porque era una edad muy temprana. Sí que recuerdo que en el colegio muchas veces lo pasaba mal y no quería ir, porque no tenía muchas amistades y había entornos muy hostiles y racistas. Una de las pocas personas con las que iba en los recreos era una niña china y a veces iba yo sola por mi cuenta, eso es lo que más recuerdo en los primeros años de mi vida: entornos racistas.

Vallekas no tanto, pero Usera para esa época sí que tenía mucha población china, ¿no?
Sí, empezó a haber cada vez más población china por aquel entonces, y los comercios locales se incrementaron bastante. En el colegio en el que estuve cuando ya vivía por Usera no éramos muchas personas de origen chino. La escuela en la que aprendía chino los fines de semana se encontraba justo por el barrio y ahí era donde más gente china de mi edad me encontraba.

Mis padres eran profesores de autoescuela, con la diferencia de que se dedicaban a enseñar a personas chinas por las barreras lingüísticas y la burocracia. Estuve cerca de Alicante durante varios años, pero volví a Madrid después.

¿Cómo ves el (re)surgimiento de la diáspora china y esas nuevas relaciones que se están intentando crear?
Realmente siempre ha habido mucho tejido social y asociacionismo entre la diáspora china más mayor aquí migrada, pero eso se queda ahí porque, al ser de generaciones más mayores, muchas veces no salen de la comunidad.

Bueno, y ha sido un asociacionismo más dedicado al ámbito económico, ¿no?
Sí, y mucho también de índole de encuentros sociales y de amistades. En el sentido de la ayuda primaban el ámbito económico y las relaciones sociales, también para conocer gente o realizar recomendaciones para llevar a cabo matrimonios. De todas formas, ese tejido de asociacionismo suele venir de las regiones del sur, que es de donde es mi familia. Hay muchas dinámicas en este proceso. Hay regiones donde las asociaciones no están tan representadas. Ha habido personas migradas que han llegado y tenían un grupo donde adherirse y otras que no tanto.

En estos últimos años, ha habido movimientos más jóvenes entre la comunidad china, que deben mucho a los movimientos antirracistas de otros colectivos, nos inspiramos mucho en ellos. En este caso ya tenemos más interacción con otras diásporas asiáticas

Luego, en estos últimos años, ha habido movimientos más jóvenes, que deben mucho a los movimientos antirracistas de otros colectivos y comunidades, nos inspiramos mucho en ellos. En este caso ya tenemos más interacción con otras diásporas asiáticas. En Barcelona está Catàrsia, en Madrid teníamos un pequeño grupo que no llegó a fraguar porque no había mucha continuidad. Pero por 2019 nos planteamos crear un grupo de manera más activista y la inclusión de las demás comunidades asiáticas.

No sé si estoy equivocada, pero la sensación que da en otras comunidades y pueblos es que la comunidad asiática está muy poco movilizada, que la juventud de la diáspora está en otras cosas.
El año pasado, por ejemplo, dos de mis amigas Xirou Xiao y Yue Fu, que pertenecen a un colectivo de mediación intercultural llamado Liwai, para personas migradas o nacidas aquí, acudieron a un encuentro con el CEDRE (Consejo para la Eliminación de la Discriminación Racial o Étnica) y también han hecho colaboraciones con otras instituciones. En su caso es más en la comunidad china, pero sí que han planteado líneas para gente asiáticodescendiente.

Creo que hay que comentar también lo importante que es la barrera lingüística para muchas comunidades asiáticas.
Cierto, pero la barrera lingüística afecta a las generaciones mayores, no tanto a las jóvenes.

Sí. Muchas de las generaciones jóvenes nos conocemos, pero no coincidimos en un espacio, no tenemos mucha ocasión de entablar relaciones. Tenemos grupos en redes sociales pero hay épocas en las que se comparte más y otras en las que menos, nos cuesta un poco arrancar porque nos falta un poco de bagaje. Para el encuentro anual que realizamos en Matadero, en Madrid, es más fácil porque tenemos ejemplos de referencia, pero también cuesta mantener la constancia.

En los casos que te he contado de la gente mayor ha habido movilizaciones porque ha habido un asesinato en un bazar o muchas agresiones o un racismo sistemático desde los bancos, que bloqueaban cuentas. Era lo que básicamente denunciaban.

Los grupos jóvenes que buscan un poco de unidad dentro de las comunidades asiáticas han sido menos frecuentes en Madrid, pero en Barcelona, como te dije, sí han estado más presentes. Poco a poco vamos viendo cómo crece a lo largo y ancho del territorio.

Quisiera que me hablases un poco sobre el tema de los nombres en la comunidad asiática, qué importancia tiene el nombre o cuál no tiene.
Si, pues justamente también por un tema de investigación mía y por un grupo de colaboración en Matadero, organicé un taller sobre los nombres junto a una de mis amistades, Luna Wang. Vinieron personas de distintos puntos y les preguntamos cómo se sentían con su nombre o si tenían más de uno, cosa que pasaba en la mayoría de los casos. La gente tenía un nombre chino y otro español, que no tenían por qué estar en los documentos oficiales. En el taller también se vio que hay gente que se cambiaba su nombre por facilidad y otra que lo mantiene, pero hace un cambio de pronunciación para realizar una versión más españolizada.

A veces esto supone hasta un problema institucional, porque asumían que el apellido iba antes del nombre y luego tenían mucho lío con la burocracia.

El hecho de que de igual un nombre que otro depende ya de la persona. En mi caso me llamo Julio de nacimiento, mis padres no me pusieron un nombre chino porque ya nací aquí y les pareció que ese nombre rimaba con mi apellido. Más tarde le pedí ayuda a mi abuela para que me ayudase a buscar un nombre chino más neutro. A menudo los nombres chinos se deciden por los caracteres.

¿Y la dificultad de pronunciar algunos nombres chinos para el español medio? Te pueden acabar llamando cosas que no son tu nombre.
Sí, eso salió en el taller también. Había gente a la que le pronunciaban mal el nombre y al final acababa cambiándolo por aquel que solían llamarle. Hablo mucho del acto de nombrar porque parece algo muy básico y es a la vez aquello por lo que muchas veces se nos conoce primero, lo que señala que existimos en relación a otras personas y en una comunidad. Y para los nombres chinos y muchos otros de otras diásporas asiáticas, vivir un cambio de nombre o recibir insultos para nombrarnos es parte de nuestras vivencias. Cuestionarte por cómo te llamas y relacionarlo con cómo te perciben revela una experiencia colectiva que muestra nuestro lugar (in)visible en la sociedad.

¿No sería más reivindicativo y a la vez empoderante aprenderse los nombres chinos tal y como se pronuncian?
Esa cuestión no se ha puesto demasiado sobre la mesa en el contexto español, no sé si pasa igual en otros. En el mundo anglo, por las historias de racialización, migración y todo el trabajo que hay detrás, creo que hay más conciencia a ese respecto, te suelen preguntar cómo se pronuncia. Pero a la vez veo que es una estrategia tener tu propio nombre y cambiarle la pronunciación para que se ajuste más a lo local.

Es verdad que sería un trabajo necesario reivindicar la buena pronunciación de un nombre, pero también creo que es un esfuerzo que a menudo se deja de lado.

Para los nombres chinos y muchos otros de otras diásporas asiáticas, vivir un cambio de nombre o recibir insultos para nombrarnos es parte de nuestras vivencias. Cuestionarte por cómo te llamas y relacionarlo con cómo te perciben revela una experiencia colectiva

¿Qué me puedes decir del mito sobre la pasividad de las personas chinas que dice que no se mezclan en las iniciativas del barrio si no pertenecen a sus organizaciones?
En 2023, en este contexto, esto tiene una respuesta distinta a la que hubiese tenido hace 10 años. La gente que habla chino, normalmente está en grupos y chats donde se habla chino. En estos espacios hay muchas quejas sobre la inseguridad en sus comercios y sobre el miedo a salir fuera por la posibilidad de que alguien les atraque, porque existe el mito de que los chinos suelen tener mucho dinero. Se nos racializa no solo en el sentido de que somos cuerpos más vulnerables, sino de que no vamos a defendernos y de que no vamos a denunciar. Esta idea se da no solo en el ámbito de las agresiones físicas. Hay mucho peso de lo lingüístico en este caso y mucha desconfianza hacia las instituciones. Se busca más la colaboración entre la población china, pero esto en un ámbito más privado.

Por ejemplo, en el casting de la película que se va a realizar sobre la comunidad china, mis amigas Yue y Xirou estuvieron ayudando a Arantxa Echevarría, la directora, pues ella no tenía esa facilidad para encontrar población. Ellas supieron difundir mucho el proyecto entre la comunidad china, o sea que el hecho de que se va a hacer una película sobre la diáspora se conoce bastante dentro de ella.

En el caso de la comunidad china hay un miedo no solo económico sino tecnológico, eso se llama el tecno-orientalismo y se vio mucho cuando iban a implantar el 5G. Desde el norte global se ve a China y al este de Asia no solo como una región económicamente desarrollada, sino que avanza con más rapidez que la europea, con una suerte de ansiedad por el futuro de los recursos y el progreso. Está cambiando la lógica de que Europa está tecnológicamente más avanzada y eso se ha plasmado en el discurso de que tenemos mucho dinero y no paramos de trabajar.

Existe el mito de que los chinos suelen tener mucho dinero. Se nos racializa no solo en el sentido de que somos cuerpos más vulnerables, sino de que no vamos a defendernos y de que no vamos a denunciar

También hay un abismo grande entre las realidades de los hijos e hijas de la comunidad china que han nacido aquí y las personas que han sido adoptadas de pequeñas.
Sí, pero a pesar de esas diferencias se las suele ver como parte de la misma realidad. Obviamente no es nada así.

En el taller que organizamos sobre los nombres había también gente adoptada. Me gustó mucho el encuentro porque, aunque la realidad sea muy dispar, hay semejanzas, como por ejemplo la forma en la que nos racializan. En ese sentido, cada persona responde de una manera u otra. La diferencia principal es la familia con la que creces y el tipo de socialización que conlleva eso.

Incluso el acceso al idioma
Sí, ese sería otro tema. Hay gente que no aprende nada de chino porque lo relaciona de manera negativa con su familia.

¿Tú hablas chino?
Sí, diría que hablo un poco. Durante mi infancia y adolescencia estuve yendo por las mañanas de los domingos a aprender chino.

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¿Cómo te definirías con respecto a tu identidad, teniendo también en cuenta que tienes un nombre español desde el nacimiento?
Me identifico como diáspora china en España, como una persona diaspórica, entendiendo diáspora como un lugar sin raíz que se va transformando, como un rizoma que se multiplica y reclama lugares nuevos.

¿Qué piensas de la mayor unificación del antirracismo que se está dando últimamente?
Creo que hay un poco de desconfianza entre algunas comunidades y por eso es más importante aún. Hay que construir más cosas a partir de los puntos en común. Es algo que creo que lleva su tiempo, son movimientos todavía recientes en la práctica, lo que no quiere decir que históricamente no haya habido resistencia desde hace siglos, pero está muy bien que estemos empezando a plantearlo con más seriedad y ver qué puntos en común y qué diferencias tenemos. Comprender por qué cada comunidad es racializada de una forma distinta y, a pesar de eso, las semejanzas que se dan entre ellas. Por eso es importante saber qué le pasa a cada colectivo y a cada comunidad. Al final también hay que tener mucho cuidado con discursos fascistas que son muy peligrosos e incluyen jerarquías para comparar entre las comunidades, las que se integran mejor, las que ponen menos problemas. Ese racismo forma parte de la lógica colonial europea y española que no tiene porqué encontrarse exclusivamente en grupos fascistas, sino que termina por calar en buena parte de la población local.

Vi en Instagram una foto de un grupo de personas asiáticas que apoyaban a los Panteras Negras. Me pareció una imagen muy bonita de una historia muy desconocida.
Sí, la unión en EEUU entre ambas comunidades lleva mucho recorrido, con puntos muy bonitos y otros de desencuentros. Es algo que sale a debate cuando se habla de la necesidad de la solidaridad, sobre todo la solidaridad afro-asiática. En España creo que aún queda mucho camino en ese sentido, pero también hay antecedentes. Con la abolición de la esclavitud y la importación de coolies a las colonias españolas, se veía que había un encuentro y una solidaridad entre ambas comunidades. Nos lo imaginamos más desde un punto de activismo antirracista, pero a nivel histórico llegaba más allá. Tenía que ver con los puntos en común y con la resistencia contra el racismo y la modernidad colonial, además de la temporalidad lineal dictada por el capitalismo y los nuevos nacionalismos liberales.

Hay que tener mucho cuidado con discursos fascistas que son muy peligrosos e incluyen jerarquías para comparar entre las comunidades, las que se integran mejor, las que ponen menos problemas

Y la película de Arantxa Echevarría que va a estrenarse en breve sobre la comunidad china, ¿qué podrías decirme sobre ella?
Se ha rodado sobre todo en Usera y en Cobo Calleja. Es mi primer trabajo como actor y me gustó mucho la experiencia. No pensé nunca que iba a realizar esta película, como persona racializada siempre pensé que, en caso de hacer algo en el mundo de la interpretación, encajaría solo en determinados papeles.

La película explora temas como las generaciones más jóvenes y su crecimiento en España desde distintas perspectivas. También aborda mucho las relaciones intergeneracionales que vivimos en la diáspora china en España, que es algo de lo que siempre se habla inevitablemente.

La directora ha intentado abordarlo desde su propia experiencia, pero, al no formar parte de la propia comunidad, tuvo en cuenta nuestras sugerencias para la película aunque, obviamente, al ser la historia que ella quería contar, hay aspectos que no necesariamente reflejan nuestras experiencias del todo. Pese a las diferencias, explorar nuestra cotidianidad en espacios como Usera o los bazares como intérpretes en la ficción siempre abre debates necesarios. Tengo por seguro que dará mucho de lo que hablar.

¿Te has sentido cómodo en tu papel?
Con mi personaje me he sentido bien, hay cosas que no son las que yo haría, pero creo que ha intentado aproximarse lo máximo posible desde su posición.

Al final hay cosas más sutiles en esta película, no son estereotipos al uso. También con la ayuda de Xirou y Yue como colaboradoras creo que ha integrado cosas que respetan a la comunidad, le ha añadido complejidad y no lo presenta todo tan estereotipado. Sin la labor de ellas, tengo por seguro que hubiera sido muy distinto. Sus voces han sido determinantes y creo que no miento si afirmo que gracias a ellas me he podido sentir bien en mi papel.

¿En qué consisten los papeles estereotipados que se dan en algunos trabajos de ficción?
Las características que adjudican a esos personajes pasan por una vestimenta muy exotizada, con colores muy marcados, que ya en el imaginario están referenciando a Asia del Este, y con materiales como la seda. También está muy ligado al género, si es una mujer, suele llevar un moño con dos palillos. La forma de hablar también está estereotipada, con un lenguaje que “suena a chino”. Las personas aparecen más como un objeto estético. Anne Anlin Cheng, una crítica literaria que acuñó el término de ornamentalismo, comentaba cómo el cuerpo femenino asiático es tratado como un objeto de decoración, como la porcelana o la seda, mientras que la racialización de la masculinidad asiática se asocia a una máquina, a una producción interminable de trabajo y mano de obra.

¿Crees que hay exotización o hipersexualización de los cuerpos asiáticodescendientes?
Aquí en España llega mucho de lo que se produce en EEUU, por tanto, podría decir que hay una hipersexualización de la mujer asiática y una de-sexualización del hombre asiático. Por otra parte, me ha sorprendido que a veces en España, a pesar de la ausencia de representación, se ha explorado el tema de la homosexualidad varias veces.

Anne Anlin Cheng comentaba cómo el cuerpo femenino asiático es tratado como un objeto de decoración, mientras que la racialización de la masculinidad asiática se asocia a una máquina, a una producción interminable de trabajo y mano de obra

Estas dos amigas que me mencionas, ¿qué importancia tienen para ti? ¿Quiénes son y qué hacen?
En el primer encuentro de Matadero nos conocimos y empezamos a colaborar para organizar más cosas. Las menciono tanto porque han estado en la organización de muchos encuentros de este tipo. Ahora están trabajando con gente adoptada de origen chino y han salido ideas y actividades muy interesantes.

Xirou viene más del terreno de las artes, estos últimos meses han estado trabajando en la performance “Vamos al chino” que se representó de nuevo hace unos meses en Sevilla en el encuentro del Ministerio de Cultura.

También creo que es importante que las hayan llamado al CEDRE como representantes de la comunidad porque tienen mucho contacto con gente del antirracismo, pero también hablan chino y están en contacto con la comunidad china, algo que no siempre se da.

¿Crees que es importante que se sigan desarrollando estos encuentros de la comunidad china en Matadero?
Sí, creo que es muy importante. Todo fue mixto excepto el taller que te he comentado de los nombres, pero también creo importante que se lleven a cabo estos encuentros más allá de Madrid o Barcelona, porque también hay mucha población en otras comunidades.

¿Qué es Madrid para ti que ya has nacido aquí?
Hasta que estuve viviendo una temporada en Elche no había pensado mucho sobre esta pregunta. Madrid para mi es el hogar, no en el sentido del lugar al que pertenezco sino mi casa física. También es un lugar de comunidad, de encuentros con mucha gente que me ha ayudado a crecer. También tengo aquí familia. Ha sido un lugar muy importante para mi aprendizaje, si no hubiera estado aquí no habría encontrado determinados espacios.

Ahora que lo pienso, me gustaría decir que el hecho de haber hecho la película me ha hecho pensar que me gustaría trabajar con mi cuerpo con conciencia y desde lo queer. Quiero expresarme desde lo no binario. Me atrae de manera inconsciente trabajar sobre este cuerpo racializado.

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Hablando de eso, ahora estás estudiando un Máster y también te has metido a clases de interpretación, ¿no?
Sí, es en lo que estoy me estoy centrando más ahora mismo. Era una espinita que tenía clavada de siempre, a veces durante la infancia lo imaginaba, pero se quedó ahí porque me disuadí de cualquier intento de formarme en artes escénicas, no me imaginaba en ese espacio por la falta de representación y las pocas oportunidades que se nos presentan. Las historias que se crean no son por parte de las personas de la diáspora. Esto también pasa en teatro, donde obras como “Manolita Chen” llevan años y años de representación con un claro yellowface y en televisión española en series tan populares como Aída y La que se avecina.

Sin embargo, a raíz de la película me fui convenciendo de que me apetecía probar. Es algo que me llena bastante, es una forma de relacionarme con mi cuerpo y con mis propias experiencias como persona asiática en España.

¿Crees que las realidades queer y no binaries están suficientemente contempladas, entendidas y representadas dentro de las comunidades asiáticas?
En España, no sé si es casualidad, yo conozco bastante gente, pero sí que es verdad que no están suficientemente representadas. Han impulsado mucho este conocimiento trabajos como el de Chenta (Putochinomaricón), los festivales que ha organizado Catàrsia (Furiasia), proyectos fotográficos como el de Yun Ping y también el trabajo en comunidad con otros colectivos.

¿Cuáles son los retos que tiene la diáspora china por delante?
Esto se podría abarcar desde muchos frentes. Uno de los retos es reclamar un espacio cultural y artístico que tenga voz propia, aunque eso es algo que ya se está empezando a ver, con iniciativas como Cangrejo Pro, una compañía de performance de mujeres jóvenes chinas que formó Xirou. Otra es tejer más colaboraciones con otras diásporas, tanto asiáticas como pertenecientes a comunidades migrantes y racializadas. Estoy viviendo de cerca y en primera persona muchos encuentros bonitos en espacios culturales donde coincidimos distintos grupos de personas racializadas y es maravilloso y precioso.

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