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Opinión
Salud mental, relaciones y la verdadera guerra contra el terror
Quien lea estas líneas comprenderá que la incertidumbre es el dolor de nuestro tiempo. Para entender por qué las relaciones humanas son tan complicadas hay que partir de la premisa de que el caos es la naturaleza propia de la vida social. De que los detalles más insignificantes son los que te destrozan. La verdadera guerra contra el terror es la guerra contra sí mismos. Es la lucha contra las lógicas sociales de atomización, soledad y exterminio. La guerra contra el terror es la guerra contra los propios monstruos. Es la gestión de los fantasmas del miedo, la gestión de digerir que vivimos en el mundo. En un mundo de expectativas, competitividad y soledad. En una sociedad de la imagen plagada de estímulos. Y en un planeta repleto de barbarie. En todo ese contexto estamos nosotras y nosotros en un estado de conflicto eterno.
Salud mental
Salud mental España sigue sin un plan de prevención ante el aumento de los suicidios
Las relaciones humanas son conflictivas por naturaleza y su juego de equilibrios siempre tiene perdedores. Asumir la realidad de los hechos puede llegar a ser un ejercicio complicado que se acaba maquillando bajo premisas positivistas y esperanzas muertas. El impacto de las relaciones humanas y su gestión en la salud mental de la población es el ingrediente principal a la hora de abordar la pandemia silenciosa. La importancia y el peso que le den las administraciones públicas a esta ola de auto-terror constituirá una clara diferencia. Abordar las condiciones materiales de existencia para ganarle la guerra al terror debe encontrarse al mismo nivel que el derecho a acceder a una psicóloga/o por la vía pública. Si uno de estos elementos cojea, la guadaña de la muerte conocerá muchos más cuellos.
El impacto de las relaciones humanas y su gestión en la salud mental de la población es el ingrediente principal a la hora de abordar la pandemia silenciosa
2023 se caracterizará por el año en que se batieron récords de muertes autoinducidas, de suicidios. Enseñar a vivir bajo el empírico paradigma de que las relaciones sociales y humanas son, por naturaleza, conflictivas e hirientes es clave para inmunizarse ante las mismas. Las relaciones humanas son la base de la existencia, pero, tal vez, la existencia es demasiado pesada para sus individuos. La pesadez existencial puede soportarse gracias a las relaciones que tenemos con los allegados. Pero también esas relaciones son, paradójicamente, las que empujan a muchas personas a abandonar la vida. En aquellas acciones que pasan desapercibidas y aquellos comentarios que parecen efímeros es en donde se fraguan las taras.
Toda patología relacionada con la salud mental tiene su origen, de una u otra forma, en un factor social. La infancia, la familia, la amistad, las relaciones de pareja, el modelo socioeconómico. En cualquier cuadro de ansiedad o depresión se dibuja una perturbación que relaciona, de una u otra manera, a personas. Y para abordar la pandemia silenciosa de salud mental que resquebraja el tejido social hay que abrir un melón incómodo. Reconocer que el suicidio es un acto legítimo y que el hecho de existir o no es una decisión individual. Esto sería situar en el debate público un problema social de primer orden y poder abordarlo sin tabúes.
Abordar las condiciones materiales de existencia para ganarle la guerra al terror debe encontrarse al mismo nivel que el derecho a acceder a una psicóloga/o por la vía pública
Somos las personas que conocemos. Las personas con las que reímos y, también, con las que lloramos. Aquellas con las que compartimos emociones, sentimientos y odio. Somos las personas que queremos y amamos. Pero también somos el abismo al cual miramos. No habrá paz ante los monstruos que emergen de él. La paz sólo se maquilla y disfraza de utopía. Nos esforzamos tanto en repararnos que no nos damos cuenta de que no pasa nada por estar un poco rotos. Y es que no hay personas sanas en una sociedad enferma.
Salud mental
Salud mental Marta Carmona: “Para que la gente no se suicide tiene que vivir en un medio menos hostil”
Aferrarse a clavos ardiendo con personas que constituyen el perfil perfecto de potenciales terroristas emocionales es una actitud casi universal. Obviando las señales. Rechazando las llamadas de advertencia de allegados. Para que al final todo devenga en las voces de auxilio de nuestros gritos helados. Las personas repiten en las piedras por su fe ingenua en que las cosas van a salir bien de una maldita vez. En que el camino ha servido. Pero en el mundo de las relaciones sociales no hay determinismos ni destinos. Donde el conflicto es la regla, el caos es la ley.
Donde el conflicto es la regla, el caos es la ley
Cada persona con la que nos topamos está librando una guerra contra sí misma. Y, paradójicamente a todo, el único antídoto contra ello es la propia vida social. Por eso algunas y algunos se refugian en sus amistades frente a los tormentos que le causan otras personas. Y es precisamente con quién te relaciones quien definirá tu recuperación o tu destrucción.
En el año 2024 la guerra contra el terror continuará librándose de forma silenciosa. Continuará siendo un año en el que los cadáveres sociales se contarán por miles al metro cuadrado, porque nadie enseña en las escuelas y en las casas de gestión emocional ni de gestión de la derrota. Ni de la necesidad de escuchar y de sentirse comprendidos. La gente continuará apalancada en los deseos incumplidos. Porque de ilusiones se vive. Algunos muestran cierta esperanza. Algunas dicen que ya se ha puesto el foco en esta pandemia silenciosa, pero, muy a mi pesar, me temo que ya es demasiado tarde para salvarnos de nosotros mismos.