Opinión
Escuela feminista: una necesidad urgente

El feminismo tiene una presencia testimonial en la escuela, a pesar de ser esta un entorno feminizado. Por lo tanto, es una necesidad urgente y cada vez más acuciante.
30 ene 2022 06:00

En una reunión, una psicóloga de unos 35 años hace el siguiente comentario: “Dejémonos de feminismo ni de machismo, si no queremos polémica”.

En varias reuniones, la jefa de un grupo formado solo por mujeres se dirige constantemente a ellas usando el masculino genérico.

Una jefa entra en una sala llena de personas y les da la siguiente orden:

“A ver, las chicas, que se levanten para que yo vea lo que llevan puesto”. “ ¡Con eso no se puede venir aquí!”.

Adivina, adivinanza, ¿Dónde sucede todo esto? y ¿en qué década o, más bien, en qué siglo? Por impactante e inaudito que nos resulte, ha sucedido en centros escolares madrileños, y en los últimos años o meses (de hecho, lo segundo sigue sucediendo).

Desde documentos excluyentes y anticuados hasta la forma de ocupación del espacio por parte de chicas y chicos, pasando por una brecha de datos de género en torno a quién realiza la mayor parte del trabajo prácticamente no remunerado en algunos centros escolares (léase, tutorías); desde la distinta forma de aplicar normas y disciplina y la más estricta censura de ciertos comportamientos en alumnas que en alumnos hasta el peso e importancia que se da a las mujeres en los contenidos de las distintas asignaturas y la presencia de estereotipos incluso en las últimas ediciones de los libros de texto, el Currículum Oculto del que ya Marina Subirats1 advirtiera a finales de los 80 (sobre el papel fundamental de la escuela para perpetuar- o no-el sexismo) sigue su curso como si tal cosa.

Esto se debe, tal vez, a que en algún momento se instaló un espejismo y tanto la sociedad en general, como la propia comunidad educativa en particular, dieron por hecho que la escuela pública es igualitaria y que genera igualdad, lo que nos ha llevado a una bajada de la guardia cuyas consecuencias resultan vergonzosas y peligrosas. O quizás se deba a que el antifeminismo golpea tan fuerte que ser abiertamente machista ya no acompleja y que, al reconocernos como feministas y poner freno a este retroceso, no nos sentimos tan respaldadas como hace escasos años, cuando el feminismo aquí tomaba la calle y era un modelo de inspiración internacional.

La extrema derecha española —como las europeas— ha contribuido a la crítica “sin complejos” de realidades que ya no deberían discutirse, como la experiencia y las  aportaciones de entidades y expertas feministas o, incluso, las subvenciones a entidades que luchan por la igualdad o la mera existencia de agencias, institutos y observatorios con ese fin.

Tal vez y en cierta medida sea debido al terreno ganado por la reacción; lo cierto es que, si ahora parte del alumnado-en Madrid y en el resto de las comunidades, a excepción de la Comunidad Canaria, aprende sobre igualdad y en igualdad, es gracias, casi siempre, a iniciativas particulares fruto de buenas voluntades que se toman tal propósito en serio. Es decir: el feminismo tiene una presencia testimonial en la escuela, a pesar de ser esta un entorno feminizado. Por lo tanto, es una necesidad urgente y cada vez más acuciante.

Grupo de iguales

Bien sabemos que, en este país como en la mayor parte del mundo, el machismo se impone a través del grupo de iguales, la familia o los medios de comunicación, plagados de estereotipos y con escasa aparición de mujeres, especialmente no normativas, en los mismos, entre otras formas de invisibilización. Sigue siendo común la hipersexualización de mujeres y niñas y la pornografía cosifica cada vez más a la mujer (principalmente) y erotiza la violencia. La pornografía, en ausencia total de una formación sana e igualitaria, puede convertirse en el modelo a seguir en las relaciones sexuales, lo que no hace sino perpetuar la violencia en la “vida real” (entrecomillado porque el propio porno es, casi siempre, violencia en sí mismo)

De hecho, según datos del Ministerio del Interior, los delitos sexuales en todas sus tipificaciones han aumentado en nuestro país en el último año. Concretamente, el número de violaciones se ha incrementado un 30,6% y el de los delitos contra la libertad sexual un 32,8%.

Una escuela feminista es lo único que de verdad puede prevenir (y, por tanto, erradicar) las violencias machistas, ya sean premeditadas o ejercidas inconscientemente por individuos educados en  una sociedad patriarcal, y transformar la sociedad

Por todo esto nos indignamos, manifestamos, exigimos en las calles que se tomen medidas. Pues, bien: una escuela feminista es lo único que de verdad puede prevenir (y, por tanto, erradicar) las violencias machistas, ya sean premeditadas o ejercidas inconscientemente por individuos educados en  una sociedad patriarcal, y transformar la sociedad. Es por ello que debe llevarse a cabo un plan estatal que elimine todas las formas de sexismo en la escuela y la convierta en escuela de igualdad. Este plan debe consistir en:

En primer lugar, formar en feminismo de manera exhaustiva, obligatoria y en su horario laboral a la totalidad del profesorado de cara a un uso no sexista del lenguaje, la selección no sexista de los recursos didácticos y las buenas prácticas igualitarias en sus relaciones entre sí, con el alumnado y con las familias.

En segundo lugar, incorporar a los currículos, permanentemente:

Una visión crítica de la existencia del patriarcado y de la opresión y violencia que ejerce sobre las mujeres y que desenmascare su carácter limitante- principalmente para las mujeres, pero también para los hombres.

Contenidos que, en todas y cada una de las asignaturas incluyan, visiblilicen y den el valor suficiente a las mujeres y sus logros, a la lucha feminista y sus logros y a la importancia de defender los derechos humanos de las mujeres.

En tercer lugar, pero no menos importante, crear de verdad y para siempre la asignatura obligatoria de Coeducación Afectivo-Sexual, dado que es la única manera de asegurarse de que la totalidad de la población aprende a vivir sus relaciones y su experiencia sexual desde el respeto y entre iguales y, por tanto, la única manera de prevenir las violencias machistas,  incluida la violencia sexual. 

Argumentar que la familia es la que debe ocuparse de esto (algo que suelen hacer las mismas personas que no cuestionan la existencia de la asignatura de religión en la escuela) muestra una hipocresía que mantiene en un infierno a muchas menores de este país. Si son precisamente las familias, primer agente de socialización (que, si no se trata de una familia feminista, será socialización diferencial de género) las que transmiten más directamente el machismo; si la versión más extrema-pero no excepcional y sí mayoritariamente silenciada- de este machismo será la violencia sexual sobre las propias menores (algo que, mientras el sexo se mantenga como un tabú en la escuela, seguirán ejerciendo más impunemente), ¿cómo puede confiarse en la familia para educar en sexualidad al individuo?  

Menores

Miguel Lorente, médico forense y experto del Observatorio contra la Violencia Doméstica y de Género del CGPJ, en un estudio pionero sobre violencia sexual a partir de las 94 sentencias —del total de 102— dictadas por Tribunal Supremo en 2020 desvela que de los casos estudiados, en 64 había víctimas menores de edad. En varios, más de una, lo que eleva a 95 (65 niñas y 30 niños) el número de víctimas menores total incluido en el informe. En 49 de las sentencias la violencia sexual que se había prolongado en el tiempo.

Esto indica claramente que el agresor era una persona de confianza, probablemente un miembro de la familia.

Por si esto fuera poco, en diciembre de 2021, varios relatores de la ONU señalaron al sistema judicial español por no proteger a menores de “padres abusivos”. Aseguran que un “sesgo discriminatorio” hace que el testimonio de las mujeres sea menos creíble que el de los hombres, aún teniendo pruebas de haber sufrido maltrato. Instan a España a tomar medidas.

“La ONU acaba de poner el foco en el sistema judicial español para advertir de la desprotección de los niños y niñas ante la violencia o los abusos sexuales cuando estos los cometen sus padres”.

Si el poder de la familia es tal y si el sistema judicial a menudo abandona a las supervivientes menores de violencia sexual (hasta el punto de silenciarlas aún más), es la escuela —a través de la formación del profesorado que, no lo olvidemos, se encuentra legalmente en lugar de la familia el tiempo que tiene a su cargo a esas personas menores— la responsable de proporcionar un entorno en el que aprender y hablar de manera segura y abierta sobre sexualidad. 

La necesidad de prevenir desde la escuela es algo que muchas instituciones fuera de nuestro país ya han comprendido. Basta una búsqueda de “prevención de violencia sexual” en internet para que aparezcan diversos programas de formación obligatoria para el profesorado. 

Mientras, aquí, en la mayoría de los centros, en estos últimos cursos, han desaparecido incluso los talleres de prevención de embarazos no deseados y enfermedades de transmisión sexual, lo que no hace sino confirmar que la Coeducación Afectivo-Sexual en el sistema educativo es la única herramienta eficaz de la ciudadanía para contrarrestar toda la presión social patriarcal y, por tanto, opresora. 

Sin embargo, mencionar el asunto a un equipo directivo dará, probablemente, lugar a una respuesta estándar fruto del desconocimiento o de un puritanismo sin complejos, que prefiere ser fiel a su ideología conservadora a cumplir con sus obligaciones éticas y legales, ante la total inacción de una inspección educativa que puede cebarse en aspectos formales de las programaciones y pasar por alto todo la ausencia de un plan por la igualdad en la escuela.

Igualdad que no es solo cuestión de sentido común: nuestra legislación, además de convenios internacionales y otros textos, nos obliga a ello .

Así, el Convenio del Consejo de Europa, sobre prevención y lucha contra la violencia contra las mujeres y la violencia doméstica, de Estambul, en su artículo 14: “Las Partes emprenderán, en su caso, las acciones necesarias para incluir en los programas de estudios oficiales y a todos los niveles de enseñanza material didáctico sobre temas como la igualdad entre mujeres y hombres, los papeles no estereotipados de los géneros, el respeto mutuo, la solución no violenta de conflictos en las relaciones interpersonales, la violencia contra las mujeres por razones de género, y el derecho a la integridad personal, adaptado a la fase de desarrollo de los alumnos”.

La Ley de Educación más reciente, la LOMLOE, habla claramente de “educación afectivo-sexual, adaptada al nivel madurativo, y de la prevención de la violencia de género”. Seguir ignorando esta obligación y permitir que siga sin cumplirse nuestro propio ordenamiento jurídico por miedo a la ola reaccionaria que quiere arrasar con la igualdad en Europa sería aún peor que aceptar el tan cacareado “pin parental”. 

Como puede verse en el mapa, son mayoría los países de la UE en que la Educación Sexual es obligatoria, y no opcional (de facto) En ellos, además de los aspectos biológicos de la sexualidad, que se incluyen en los contenidos de todos los países que imparten esta asignatura de manera obligatoria, en diez países de la EU se tratan roles de género y consentimiento mutuo en las clases, en 16 países se dan a conocer las distintas orientaciones sexuales y en 18 se trata la violencia de género, incluída la violencia sexual.13

Para finalizar, y por todo lo anterior, urge apelar a asociaciones ciudadanas, agrupaciones y asociaciones feministas, sindicatos y miembros de la comunidad educativa a elaborar un Manifiesto por una Escuela Feminista y por la Prevención de las Violencias machistas a través de la Coeducación Afectivo-Sexual obligatoria, con exigencias concretas a las instituciones competentes implicadas: Ministerio de Educación y Consejerías de Educación, entre otras, para que se haga cumplir con la obligatoriedad de hacer de la escuela una Escuela de Igualdad que será la raíz de una sociedad sin violencias. Pongámonos en marcha ya. Mañana será tarde.

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