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Salvo 'Star Wars', no hay ninguna saga tan influyente y significativa en el fantástico/cf que 'Star Trek', y los más de 50 años de historia a sus espaldas.
Creada por Gene Roddenberry, la serie original aterrizó en Estados Unidos mediados los años sesenta, para mostrarnos un futuro donde la humanidad había superado las guerras y diferencias sociales, y exploraba el espacio buscando nuevas formas de vida y civilizaciones.
Llegando con audacia donde ninguna serie televisiva había llegado, marcó una serie de hitos que ya son historia, como el primer beso interracial visto sin tapujos en la pequeña pantalla, o la composición multicultural de la tripulación del USS Enterprise, donde todos eran iguales y tenían un peso significativo en cada aventura.
Cancelada tras tres temporadas, el empuje de los fans y su enorme éxito en las reposiciones consiguió que regresara como serie animada y, dos años después del hit de George Lucas con el episodio IV, irrumpió a bombo y platillo en la gran pantalla con 'Star Trek: la película'.
El resto es historia, y harían falta decenas de escritos como éste para hacerle justicia.
Siete series, trece películas, cientos de novelas, cómics, videojuegos, merchandising, premios, récords y millones y millones de dólares después, Netflix apadrina el regreso trekkie con 'Star Trek: Discovery', que supone una pequeña revolución en los cimientos de la franquicia.
Regreso por la puerta grande
Grandes nombres que participaron en crear la legendaria mitología de la saga, como Bryan Fuller y Nicholas Meyer (director de la segunda y sexta entregas cinematográficas que, para muchos fans, son las mejores), colaboran activamente en ésta.
Son muchos los elementos que Discovery comparte con sus predecesoras, pero también existen importantes diferencias que generan opiniones divergentes entre los fans más entregados. Cronológicamente, la serie se desarrolla después de 'Enterprise' y antes de 'Star Trek: la serie original'. En plena guerra contra un supremacista Imperio Klingon, la tripulación de la Discovery dispone de una tecnología capaz de cambiar el curso de la contienda. La defenestrada Michael Burnham (Sonequa Martin-Green), humana criada en Vulcano, encabezará los esfuerzos de la incipiente Federación por sobrevivir.
Heredera del look implantado por J.J. Abrams desde el reboot de 'Star Trek (2009)', el show presume de logrados efectos visuales y una colorista fotografía (con destello de lente incluido), que convierten cada episodio en un placer para las retinas.
Comparte con sus hermanas el espíritu explorador (tanto de la Galaxia como de nuestra inherente necesidad de descubrir nuestro universo interior), el hermanamiento entre las especies, la multiculturalidad (con la primera protagonista de raza negra encabezando el reparto. Todo un desafío al Test de Bechdel) el uso de la ciencia-ficción como vehículo para tratar los avatares contemporáneos y la búsqueda de la paz y concordia entre los pueblos.
Sin embargo, quizás motivado por la herencia de Abrams y su paulatino acercamiento a la vertiente más oscura del género, 'Discovery' orbita en torno a un conflicto bélico (siendo éste su principal hilo conductor), en detrimento del descubrimiento (científico, moral, vital, inteligente y razonado) que, episodio tras episodio, hizo a Star Trek tan grande, y diferente, a todas las demás. No falta acción en la serie, y sin duda cada episodio transcurre en un suspiro.
Ciertos valores clásicos de Star Trek, desaparecidos en Discovery
Pero la emoción ante lo inexplorado, la fascinación tan presente en la inmensa mayoría de las otras series de la franquicia, el discurso y conflicto humanista, la permanente creencia en que podemos (y debemos) ser mejores, se difuminan en Discovery .
Aunque todo esté milimétricamente planificado para lograr un resultado diferente, lo cierto es que la serie genera indiferencia durante la mayor parte de su metraje, pues fallan elementos vitales que, aún estando presentes, no brillan con la intensidad y relevancia que, por ejemplo, sobraba en la Trinidad Kirk-Spock-McCoy, la entidad dramática de 'Star Trek: La Nueva Generación' y 'Espacio Profundo Nueve', o las emocionantes composiciones de Alexander Courage, Jerry Goldsmith, James Horner y Michael Giachinno, entre otros.
Ni un solo tripulante de la Discovery goza del mínimo carisma.
No por los actores que les dan vida, sino por cimentarse en torno a clichés, cuotas y obligaciones políticamente correctas que, en el futuro y sobre todo en el universo de 'Star Trek', deberían darse por sentadas, sentirse y fluir de manera orgánica, no impostada.
Al escaso (e inédito hasta la fecha) carisma de la tripulación en una serie trek, se suma otro elemento que, hasta ahora, la había diferenciado de la mayoría de productos televisivos y cinematográficos: su portentosa banda sonora.
Cientos de horas de música inolvidable concluyen aquí, pues el Score de Discovery es genérico, desganado, totalmente alejado de la épica e incapaz de grabarse en la memoria, mucho menos a largo plazo.
Bien podría ser la partitura de relleno de cualquier episodio random de una serie random (y no de las buenas) de SyFy. Por último (y no menos importante), la reinvención de la raza más conocida y relevante de Star Trek, los Klingon, patina aquí. Lo hace con un vestuario aparatoso y colorido, un diseño de naves y armas que tira por tierra 50 años de estilo y funcionalidad y, sobre todo, la perversión de la mitología de los hijos de Kronos.
Una mitología tan explorada y variada que no necesitaba de inventos poco acertados, donde el traicionero discurso Nazi galáctico, soterrara (entre otros, también importantes, como la lealtad) el elemento clave sobre el que se sustenta la cultura Klingon: el honor .
Discovery es a Star Trek lo que el episodio VIII a Star Wars.
Disfrutable, sin duda. Por encima de la media de la cf general, también.
Pero, para llegar donde nadie ha llegado, primero hay que saber recoger lo mejor de una historia tan larga y rica, sin perder de vista la esencia que Roddenberry, Berman, Meyer, Frakes, Nimoy, Stewart y el larguísimo y talentoso etcétera, preservaron pese al inexorable avance de los tiempos
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La era progre, que puto asco, ¿porque esta miserable especie de monos vestidos no puede dejar vivir en paz a sus congéneres? a ver si cae un meteorito que lo arrase todo que no queden vivas ni las bacterias.