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La pregunta surge casi cada vez que un director se atreve a afrontar el reto de llevar a los cines una adaptación de la leyenda artúrica. Quizá por la mayor proyección propagandística que alcanza el formato audiovisual, esto genera unas expectativas y unas críticas mucho mayores que las múltiples versiones escritas de un mito milenario que sigue sumando adeptos.
Sin duda, en parte el problema se debe a la longitud y complejidad de la narración. Si se desea abarcar toda la vida de Arturo, las dificultades para hacerlo durante la duración de una película son tremendas: las circunstancias que envuelven su concepción, su salto a la vida pública tras descubrirse que es el rey, las guerras a las que se enfrenta, su relación con Ginebra y Lancelot (y la de estos dos), la caída de su sueño… y todo esto dejando fuera las numerosas aventuras que tienen lugar en su corte o que desempeñan personas que viven en ella.
Arturo, Lancelot y Ginebra
Quizá por ello, algunas de las películas que más éxito han tenido reflejando la tradición artúrica han sido, precisamente, las que se centran sólo en una parte de su historia. Así, el musical Camelot (1960), adaptado en 1967 al cine, trabaja únicamente con algunos aspectos de la vida de Arturo: su compromiso con la creación de una época de justicia, el triángulo de relaciones que se forma entre él, Ginebra y Lancelot, y lo que supone para ambos aspectos la irrupción de Mordred en sus vidas. En una línea semejante pero reflejando fundamentalmente el conflicto por el trono encontramos Los caballeros del rey Arturo (1953). Otro ejemplo sería Merlín el Encantador, de Disney, que aunque se dirige claramente a un público infantil, hace un buen retrato de la infancia de Arturo, al centrarse únicamente en ese período. En cambio Excalibur (1981), que sí busca abarcar la totalidad de la vida de Arturo, se ve obligada a realizar selecciones que quedan más forzadas, como por ejemplo el triángulo que forma el protagonista con Ginebra y Lancelot, desapareciendo estos últimos de la trama de manera algo brusca.Otra de las opciones que se han planteado a la hora de fragmentar el ciclo artúrico ha sido la de realizar películas dedicadas a un personaje en concreto. Destacan por su popularidad Tristán e Isolda (2006), basada en la leyenda céltica y la adaptación de El primer caballero (1995), protagonizada por Richard Gere y Sean Connery. Ejemplos menos conocidos por el público general pero también señalables son las diversas adaptaciones realizadas en torno a Lancelot, Lancelot Du Lac (1974) de Robert Bresson y Lancelot y Ginebra (1963). Ocurre lo mismo con Percival, al igual que Lancelot, caballero de la mesa redonda; Perceval el Galo (1978) o Parsifal (1982) basada en la ópera de Wagner. Conocidos por ser el ejemplo del perfecto caballero y el responsable de la búsqueda del grial, respectivamente. Además de las diversas adaptaciones de El Príncipe Valiente (1954 y 1997) basadas en los cómics de Harold Foster.
Un aspecto diferente han explorado las películas que directamente se salían de los cauces habituales de la leyenda, buscando situar a Arturo en el contexto en que debió vivir el personaje histórico que sirviera de base a la leyenda, u optando por el humor frente al rigor. Entre las primeras, cabe destacar El rey Arturo (2004), que se presentó a los espectadores como la “verdadera historia” del personaje. Arturo pasaba a ser en esta narración un general romano que defendía su Britania natal de la invasión sajona. La película recibió una acogida variada, tanto por parte de los fans como de historiadores.
Mejor resultado han tenido las comedias basadas en la leyenda artúrica, siendo sin lugar a dudas la más popular y exitosa Los caballeros de la mesa cuadrada (1974), de los Monty Python, donde los mitos son parodiados y que dio como resultado algunas escenas inolvidables. Kaamelott (2005), serie de televisión francesa, es menos conocida, pero en los países de habla francófona ha gozado de gran popularidad.Arturo en las series tampoco funciona
El auge de las series debería permitir una mayor facilidad para hacer justicia a una narración tan compleja. Sin embargo, pocos directores se han atrevido a apostar por el mito artúrico, y los que lo han hecho no se han encontrado con un éxito notable: Camelot (2011), por ejemplo, fue cancelada tras la primera temporada, mientras que Merlín (2008), aunque logró mayor aprecio y fidelidad por parte del público, cosechó numerosas críticas durante toda su duración por parte de los amantes de las leyendas. En cuanto a Las brumas de Avalon, (2001) miniserie adaptación de la novela homónima, es recordada con cierto cariño por los espectadores, pero tampoco considerada un éxito.
El rey Arturo: la leyenda de Excalibur (2016), la última tentativa de llevar la leyenda a la gran pantalla, estaba pensada para constituir la primera de una serie de seis películas. Podría haber resultado una buena solución, pero el fracaso sin paliativos que ha constituido su recaudación, a causa de un guión que ha recibido todo tipo de críticas, probablemente acabe con el proyecto, dejando de nuevo a los fans sin una saga de películas al respecto. La decepción que ha constituido ha llevado una vez más a formular la pregunta: ¿es imposible hacer una buena adaptación del rey Arturo? Quizá imposible no, como demuestran las películas y series que han logrado éxito al respecto. Sin embargo, no cabe duda de que es difícil, y este nuevo fracaso complica intentos en el futuro próximo.