Egipto
Al-Sisi celebra una década en el poder en Egipto con una farsa electoral

El presidente egipcio busca revalidar su cargo en las urnas, en un contexto de profunda crisis económica y dura represión ante cualquier crítica.
Cairo pobreza
Una calle de El Cairo. Foto: Jim
9 dic 2023 06:00

Una década después de dar el golpe de Estado que puso fin a la transición democrática en Egipto nacida en la plaza Tahrir, el presidente Abdelfattá al-Sisi busca reforzar su maltrecha legitimidad en unas elecciones presidenciales que se celebrarán durante tres días, entre el próximo domingo y el martes, y en plena guerra en la vecina Gaza. Como sucedió en anteriores comicios, cualquier atisbo de pluralismo es una farsa en una dictadura militar que mantiene entre rejas a decenas de miles de presos políticos, incluidos líderes de la oposición, activistas, e incluso influencers o artistas que no encajan en la estrecha visión moral de los uniformados.

Esta vez, al-Sisi, un mariscal de 69 años, contará con tres adversarios de paja: Abdel Senad Yamama, líder del histórico partido Wafd, convertido en una plataforma de intereses empresariales; Hazem Omar, de un oscuro partido del entorno del ex dictador Mubarak; y Farid Zahran, presidente del Partido Social Demócrata Egipcio. En sus mítines y entrevistas, ninguno de los tres ha criticado directamente al presidente o a sus políticas, siempre atentos a no cruzar ninguna de las líneas rojas establecidas por el régimen. Sin competición real, es muy probable que al-Sisi vuelva a obtener cerca de un 90% de los votos.

El único aspirante a candidato dispuesto a ejercer realmente de opositor frente al-Sisi fue el ex diputado Ahmed al-Tantawi, quien se halla procesado por “circular documentos electorales sin permiso oficial“

El único aspirante a candidato dispuesto a ejercer realmente de opositor fue el ex diputado Ahmed al-Tantawi, miembro de una coalición opositora progresista que agrupa una docena de formaciones. No obstante, al-Tantawi se halla procesado por “circular documentos electorales sin permiso oficial“. Es decir, por haber simplemente intentado reunir las firmas suficientes para concurrir a los comicios, según lo establecido en la ley. Algunos de sus colaboradores fueron arrestados, y otros acosados por la policía, lo que impidió lograr las 25.000 firmas requeridas.

Ante todos estos abusos, una vez más, la mayoría de los componentes de la oposición legal ha optado por boicotear los comicios. Ahora bien, la decisión no ha estado exenta de agrias tensiones internas, pues algunos sectores abogan por intentar aprovechar cualquier resquicio para tener presencia institucional. Esta, por ejemplo, ha sido la apuesta del partido socialdemócrata del candidato Zahran, que ha criticado que al-Tantawi pretenda tener un control hegemónico sobre la alianza opositora.

Para los Hermanos Musulmanes, el potente movimiento islamista que ganó todos los comicios durante el breve periodo de la transición democrática, no había elección, pues está ilegalizado. “Llamamos al pueblo egipcio a desenmascarar esta farsa y a no participar en esta legitimación de un régimen injusto, que ha corrompido la vida política y social del país, y malgastado los recursos del país”, dice en un mensaje telefónico Mohamed Emad, un líder de la Hermandad exiliado en Turquía. Descabezado y desmoralizado por una durísima represión bajo el argumento de que se trata de una “organización terrorista”, este grupo intenta sobrevivir en la clandestinidad y es imposible medir su grado de apoyo.

Para muchos analistas, el dato más interesante del proceso electoral será el de la participación, que ha mostrado una progresiva tendencia a la baja. En 2019, sólo el 41% de los egipcios acudieron a la cita con las urnas, a pesar de que el Estado movilizó todos sus recursos para promover el voto, incluidas fuertes presiones a los funcionarios e incluso la amenaza de multas a los abstencionistas. Timothy Kaldas, subdirector del Think Tank TIMEP, matiza esta interpretación: “La popularidad de al-Sisi es muy baja. Lo que medirá la participación es más bien cuánto dinero ha querido invertir el régimen en movilizar a una parte de la población, porque muchos electores votarán a cambio de dinero, o por presiones de su patrón”.

La pérdida de apoyo popular de el-Sisi está directamente vinculada a la difícil situación económica del país. En poco más de un año la libra egipcia perdió la mitad de su valor frente al dólar.

Esta pérdida de apoyo popular está directamente vinculada a la difícil situación económica del país. A pesar de haber recibido 114.000 millones de dólares por parte de sus aliados del Golfo Pérsico en diez años, y de haber firmado tres créditos con el FMI desde 2016, hace un año El Cairo tuvo que pedir un cuarto préstamo de 3.000 millones de dólares al Fondo para evitar su bancarrota. En poco más de un año la libra egipcia perdió la mitad de su valor frente al dólar, sumiendo a millones de personas en la pobreza.  

Ahora bien, el Fondo exige una nueva devaluación de la libra y más recortes en el gasto público, y esa podría haber sido la razón por la que al-Sisi adelantó unas elecciones previstas para mitad del año próximo. “El régimen ha malgastado miles de millones en proyectos que han enriquecido a los generales, pero no han generado un tejido productivo más fuerte. De hecho, el sector privado lleva años encogiéndose”, asevera Kaldas.

Egipto
“Estamos viviendo en la República del miedo”

A pesar de su tenebroso curriculum en materia de derechos humanos, el presidente egipcio Abdel Fatah El-Sisi goza de una buena relación con los países europeos. Diez años después de la primavera árabe, miles de presos políticos soportan la represión del Estado. Hablamos con uno de ellos.

Esta degradación de la situación económica y social explica la sensación de inseguridad que transmite el régimen, que no deja ningún espacio para la crítica. Incluso algunas protestas de tipo exclusivamente laboral, como las de un grupo de maestros de primaria en octubre, o las de apoyo a Palestina a causa de la guerra de Gaza que no habían sido expresamente autorizadas han sido reprimidas con extrema dureza.

“Una vez más, las autoridades egipcias evidenciaron su absoluta intolerancia incluso ante el más mínimo susurro de disensión. No sólo están las personas que se atreven a imaginar un futuro político alternativo, sino también aquellos que, al expresar pacíficamente la solidaridad pro palestina, se desviaron de la retórica respaldada por el Estado acaban atrapados en una asfixiante red de represión ”, afirmó Philip Luther, investigador de Amnistía Internacional para Oriente Medio y Norte de África.

Así las cosas, la guerra en Gaza representa un arma de doble filo para al-Sisi. Por un lado, puede reducir los ingresos del turismo, un sector clave. Por el otro, puede resucitar en Occidente el miedo cíclico a un colapso del país árabe más poblado, algo que el régimen militar egipcio lleva utilizando durante lustros para recabar más asistencia de los países occidentales y poder capear sus repetidas tormentas financieras. 

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