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Editorial
Señales
Como en el título de la magnífica novela de Yuri Herrera, las señales que preceden al fin del mundo se han dispuesto una detrás de otra en un 2022 que no da respiro. La guerra de Ucrania, el colapso de las cadenas de suministro que comenzó con la pandemia, el precio del cereal y su impacto en los países más pobres de África, la inflación y las olas de calor en India y Pakistán, provocadas por el fenómeno de la jet stream asociado al calentamiento global, son los signos de un momento difícil a nivel global.
En España, mientras se cerraba el número de junio de El Salto, el Tribunal Supremo modificaba su propio criterio y entraba a analizar la validez jurídica de los indultos a los líderes del Procés catalán. Una hipotética reversión de la medida de gracia aprobada en 2021 por el Gobierno de Sánchez situaría el reloj de la convivencia en sus horas más críticas desde 2017.
Suena inocente decir que no es momento para desesperarse cuando todas esas señales están ahí. Y, sin embargo, esa parece ser la única solución
La conformación de un partido de la judicatura preparado y especializado en intervenir en política ha lanzado su próximo paso para sabotear las corrientes democráticas que, pese a todo, sobreviven en el Estado español en contra de todos los pronósticos. Mientras eso sucedía, el rey Juan Carlos I regresaba a España para demostrar que no tiene nada que temer de la justicia ni de la respuesta social a 40 años de negocios a costa de los contribuyentes. Y, en escasas semanas, se producirá —salvo un vuelco espectacular— una nueva debacle de la izquierda en las urnas y un nuevo banquete para la extrema derecha, por segunda vez en Andalucía.
Encuesta monarquía
Juan Carlos I La inoportuna vuelta a casa del miembro de la familia real peor valorado por los españoles
“Los salarios menguan, la cesta de la compra encoge, las calles no arden” se titula el primero de los reportajes de esta edición del mensual de El Salto. Las calles no arden quizá porque hay demasiado que conservar, quizá porque hay demasiadas incógnitas sobre qué pasaría si las calles ardieran, muy posiblemente porque no se ha derogado la Ley de Seguridad Ciudadana, porque, a cada momento de desobediencia civil le sigue un reguero de multas y persecución política.
Hay señas que muestran, ante todo, el cansancio. El fin del ciclo de Podemos en las instituciones, el temor a las consecuencias de la ley mordaza y el shock de la pandemia han debilitado a los movimientos sociales, que no han conseguido enfrentar la nueva oleada de la crisis con capacidad para repensarse, reforzarse o al menos retomar el ciclo de movilización anterior. ¿Qué hacer? Suena inocente decir que no es momento para desesperarse cuando todas esas señales están ahí. Y, sin embargo, esa parece ser la única solución. Seguir adelante y no desesperar, no resignarse al fin del mundo y seguir trabajando por el futuro es una urgencia y, al mismo tiempo, el tipo de anclaje en la realidad que puede servir en un momento de zozobra como este.
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Creo que el error es seguir analizando la realidad con los parámetros del s XX. La globalización creada por el neocapitalismo ha cambiado las relaciones sociales completamente. Muy revelador el libro La Tiranía de la Meritocracia de Michael Sandel. Sugiere que ahora no se busca justicia, se busca poder consumir.
Por otro lado el deterioro medioambiental nos está afectando como individuos, bajando nuestro confidente intelectual
https://www.bbc.com/mundo/noticias-44504603
Pero no de forma uniforme. Por ejemplo los bisfenoles, que son sustancias que evitan que los plásticos ardan y están en todos los envases de plástico, son disruptores hormonales afectando al tiroides encargado del correcto crecimiento del cerebro en bebés. Y como siempre los pobres no podemos optar a otros alimentos que los que vienen en plástico por su precio. La historia se repite, los pobres volveremos a ser más tontos y por tanto más manipulables.
Hola. Disculpa el atrevimiento, pero, aún suscribiendo tus palabras, me asomo a puntualizar un detalle creo desgraciadamente relevante. Y no es otro, que decir que la gente pobre es muy difícil seamos más tontos de lo que ya somos. No hay más que ver la realidad, el resultado de las elecciones, etc.
Un saludo
Las señales para provocar un estallido social están ahí. Conforme pase la legislatura y la gente vea al timorato del PXXE poner palos en las ruedas de Podemos y a la ultraderecha y al fascio con posibilidades reales de cambiar sus vidas a peor es posible la esperanza de las protestas masivas capitalizadas por frentes amplios. Y Podemos siempre ha reclamado la presión de la sociedad civil para hacer posible los cambios; nunca ha sido un freno por mucho que nos lo quieran vender.Pero primero hay que derogar la ley mordaza. Es probable que el 2023 sea un año calentito y cambien las tendencias actuales.