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Ecologismo
El guardián del páramo

Además de leer, también puedes escuchar este relato.
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Me gustan los sonidos del páramo, el ulular del viento, los cánticos del chivito, el correr del agua cuando se abre paso entre la tierra, el goteo de humedades a través de musgos verdes y fucsias, el eco de la bruma al caer sobre mis hombros y envolver mi cuerpo. Muchas veces busco explicarlos y pienso en ellos como ruidos y así los nombro. En ese “explicar” busco poner mis sonidos y racionamientos.
“Mis racionamientos y mis sonidos”, cuáles? Si, esos que aprendí a repetir con las monjas en la escuela, por ejemplo, grabé cuando llegó Cristóbal Colón a América y que gracias a él los latinoamericanos tenemos “cultura”; memoricé la biografía de Gonzalo Jiménez de Quesada, quien puso ropas sobre los cuerpos de las indias muiscas. Repetí hasta el cansancio que el agua es H2O. Que Colombia tiene tres ríos importantes: el Magdalena, el Cauca y el Amazonas; y que en Colombia estaba el río más caudaloso del planeta, el Amazonas – nunca pude imaginarlo-, pero la palabra resonaba en mi caudal, caudALO, CAUDALOSSSSOOOOOO. Tiempo después y al interior de una pequeña embarcación en el río Amazonas, supe que la palabra que repetía era insuficiente ante su presencia majestuosa.
Luego de memorizar muchas palabras, ya en la Facultad de Ciencias Sociales, usé esos vocabularios que aprendí de memoria para explicar… explicaba mi entorno, algún pasado, explicaba las relaciones, explicaba y argumentaba, para construir discursos “racionales y coherentes” este afán, por nombrar, por explicar, por interpretar que se fue pegando desde que era niña, logró formar una masa razones pegajosas y pesadas: mi emplegostao racional.
Así que, cuando llegué por primera vez al páramo, y cargando sobre mis hombros, mi emplegostao intenté explicar: el frío, la humedad, el agua, la montaña, el río, explicar, interpretar, demostrar y seguir explicado. Creo que no paraba de hablar, nombraba la importancia de esto o aquello y, en mi afán por hacer “algo” interrumpía los sonidos del páramo con los estruendos de mi voz de mujer habitante de ciudad con el clic clic de mi cámara fotográfica, siempre buscando la mejor pose para el estado de WhatsApp.
El emplegostao hacía gala de su pesadez a través de mi boca, que no paraba de repetir sustentable, sostenible, defendible, razonable, perdurable. Con mi emplegostao cada vez más pesado, mi travesía por el páramo se hacía difícil, y las palabras que con facilidad me eran de utilidad para explicarme, se hicieron repetición infinita: defendible, sostenible, sustentable, razonable, perdurable, factible, sostenible, sustentable, perdurable…
Pero algo raro sucedió y el guion empezó a fallar. Ocurrió que mis visitas al páramo se hicieron frecuentes y las palabras que repetía con facilidad se me fueron escapando a través del bosque de niebla, ¿cómo sucedió? No lo sé, al principio achaqué la confusión a problemas de memoria o esté a frío que me congela hasta los pensamientos — decía sonriendo, pero sabía que no era así.
Aconteció que un día quería decir defendible y de mi boca brotó un sonido, aaaaacccchhhhhssssssssss, prrrrrreeeeee,,,,, y luego una frase: la niebla nos saluda. En otra ocasión en la que visitamos el nacimiento del río Blanco, y días después preparando el informe de la salida de campo, las únicas palabras que brotaron a través de mis dedos, escribieron:
Cuerpo Blanco.
Secreción, flujo, fluido
Agrietas la espesura
el cuerpo irrumpe
Relente, rocío, humedad
Emerges entre musgos y
líquenes fluorescentes.
Cuerpo blanco que irrumpe e interrumpe
El silencio del páramo.
Cuerpo blanco,
aguas prístinas
Secreción, flujo, fluido
Vida y movimiento
Relente, rocío, humedad
Viertes la miel, te haces camino,
vorágine de vida,
Inflexión de agua.
Sonido, cuerpo en inflexión
Desgarras la espesura y la niebla
Cuerpo manantial, soplo de vida
Secreción, flujo, fluido, fuerza
Blanco puñal en la densidad y la niebla
Devenir en arroyos de vida
Vida río, río blanco.
Al principio, no entendía lo que me sucedía y me dediqué a memorizar más contenidos para mi emplegostao racional, en busca de los motivos que me habían llevado al páramo y que ahora hacen, que siempre quiera volver. Regresé a los libros, retomé las memorias y luchas de ecologistas y ambientalistas en Colombia, mientras tomaba una botella con agua cuyo eslogan publicitario es “sostenible ambientalmente”, con lo que me siento bien. A fin de cuentas, por eso luchamos, digo para mí y pego con babas lo que queda de mi emplegostao racional.
Así que retorno a la escritura del informe, en el cual mencionaré las razones por le debemos luchar en contra de la sequía y las únicas palabras que brotaron a través de mis dedos, escribieron
Sequía.
La gota sigilosa
se abre paso a través de rugosidades,
Recorre la sien.
el cuerpo escamado
yace tendido en el catre
zozobra, desespero silencio
desespero, zozobra
un chasquido adusto, thaaa.
Resbala silenciosa
por la dermis porosa
y en su parsimonioso trasegar
zozobra, desespero, silencio
Desespero, zozobra, ansiedad.
Pómulos, cachetes, nariz, labios, boca, lengu….lija
Lira, grieta, sequedad, reseque dad, escamas.
La gota se desliza,
recorre, humidifica,
Se prepara para el amor.
El cuerpo espera.
Dispone los labios y la lengua.
La gota avanza, ama, recorre, humidifica.
Se acerca, avanza, casi hasta caer
ama, recorre y desaparece
El pegote se resiste y a veces yo le ayudo. Es difícil abandonar la condición de eco memorizada en el paso por la escuela, temo renunciar al hábito copiado de plantear hipótesis desde marcos teóricos construidos en la metrópoli; me produce pánico perder el vicio de interpretar todo lo que veo a través de los conceptos que he pegoteado. Sin embargo, en otras ocasiones, en medio del bosque de niebla dejó de lado mi emplegostao racional, y entró en el tiempo delicado y lento de la bruma, y solo cuandosucede, permito que los sonidos del páramo habiten en mí para hacernos un cuerpo de niebla, una guardiana del páramo.
***
Varias de mis visitas al páramo de Sumapaz [1] se concentran en el avistamiento de aves; allí estoy junto a mis cómplices —los compañeros de clase, Huguito y algún perro de páramo que acompaña nuestras travesías—. siempre con la misma esperanza, ver y escuchar a un chivito de páramo [2], ave endémica, un pequeño colibrí barbudito, un señorito elegante y conversador; con nuestras cámaras y binoculares profesiones siempre estábamos a la espera; sin embargo, él rehuía el encuentro a toda costa, creo que, no deseaba ser fotografiado, las luces de nuestras cámaras y nuestras voces lo fastidiaban.
Pero en alguna ocasión en que dejamos nuestros equipos en la buseta por la lluvia, en medio del silencio del páramo, de ese silencio en el que solo se escucha el juego incesante del viento y el caer de la calígine, el barbudito se hizo presente. Apareció en los tunjos [3], hemos aprendido a permiso en silencio a la laguna para entrar en el páramo y ese día yo conservaba los ojos cerrados y daba rienda suelta a los sonidos de mi páramo, a sus aguas, y sus brumas cuando una vocecilla aguda se hizo presente, y, uuuuuiiiiiii…. Y otras respondían jjiiiiiuuuujjjiiii, resistí la tentación de abrir los ojos y dejé a mis oídos libres.
No sé cuánto tiempo mantuve los ojos cerrados y cuántos sonidos páramunos habitaron en mí en este momento, el caso es que, al abrirlos, la niebla había mermado y ante mi mirada atónita se hacía presente Chisacá, siempre protegida por la calígine -creo que prefiere que no la veamos, me refiero a los humanos, al parecer todo lo que vemos lo queremos convertir en dinero – y eso, la niebla lo sabe, por lo que protege a Chisacá de nuestra avaricia y crueldad.
El encuentro con el chivito, amplió mí repertorio de sonidos páramunos, el azul profundo de Chisacá se hizo canto y en sus aguas prístinas, movimiento. Como ya dije, no puedo negar que al principio sentí temor de lo que en mí sucedía y que era difícil renunciar a la “racionalidad” o entender que mi emplegostao, tantos años cultivado, siempre sólido y firme ahora se hacía fluido con el agua, abriendo paso para que en mí, habitara un bosque de niebla; él, dejó de ser emplegostao y se hizo bruma, viento, silencio, sonido, goteo, humedad, movimiento. El que era racionalidad de varón, blanco, hetero patriarcal y colonial y que habitaba de manera violenta en mi cuerpo femenino, se diluía con las brumas del páramo y por mis humedades de la mujer, no para desaparecer o para ser reemplazado por algo mejor; el emplegostao racional se fusionó con la bruma para estar siendo relente, rocío, humedad, flujo, fluido y fuerza, para estar siendo un cuerpo de agua.
El cuerpo reposa sin movimiento,
su sexo disminuido a una minúscula fracción de piel,
su piel entumecida y morada,
tan solo pesadez…
algunos sonidos, confusión,
tal vez una sirena o el chillido de algún animal,
tal vez gritos de una mujer enfurecida
tal vez alguna ranchera,
tal vez los ladridos de un perro o un pájaro que canta….
Trata de recordar, la alarma, los gritos, la música, el perro, el pájaro.
Al fondo muy al fondo el viento, tranquilidad….
Y un golpe (tas) fuerte y seco….
Tan solo la caída, el cuerpo se sumerge
al principio lucha se resiste quiere salir,
sus brazos se mueven con desesperación
La nariz busca aire, sin embargo, sus extremidades pesan como bultos de hierro.
Cierra la boca con fuerza, aprieta los ojos y cubre su nariz con las manos,
Entonces percibe sus orificios… por primera vez, el cuerpo se siente…
Advierte sus manos, sus piernas, su barriga, su cuello, su estómago, sus orejas, sus cejas, sus pestañas, sus uñas, sus poros….
Las manos,
los poros,
las uñas,
las pestañas,
las cejas,
el estómago,
la barriga,
las piernas,
las manos…, tanto que había hecho con ellas…
Sentir… se había esforzado el cuerpo por ello…
tal había sido su brío… que imaginaba amar hasta perder…
bebía hasta caer,
se inyectaba lo que fuera necesario
sus venas eran testigos silenciosas,
comprando cuerpos tuvo maratones de sexo
hasta que se volvió de plastilina y humedad…
todo por sentir, sin embargo,
Nada, vacío…
Y ahora estaba allí,
sus ojos se abren, no se resiste,
placidez, a su alrededor el sonido del agua que corre,
primero corre por los oídos invadidos por un silbido silencioso,
corre por su piel, ella se torna azulada, es hermosa,
corre por su sexo y ahí se combina con sus propias aguas,
corre por su ano, se cargará, tan solo lo deja salir,
corre por su intestino y llega a su estómago, llena todo,
se acaba el vacío,
Siente al agua correr…
Abre los ojos,
se vuelve acuoso,
un cuerpo de agua
***
A través mi bosque de niebla, mi cuerpo se mueve con la agilidad de un venado Soche, la bruma humedece mi cabello rizado con delicadeza, conjugándole con la calígine en una sinfonía de frescura, allí donde el cielo desciende sobre la cordillera y su soplo frío abraza los cuerpos, allí donde, con mi silencio, rindo honores a la madre que da la vida, honro xie [4] y a sus guardianes. Ya en la laguna el Mapa, un cántico para la aprobación de la madre: agüita, Agüita, Lavame, Agüita, Agüita, Limpiame, déjame ir al río agüita, déjame ir al ancho mar, Ir a la montaña, ir a la laguna, Déjame entrar.
Pedirle al agua que me deje entrar. Años atrás habría pensado en que deliro, sin embargo, ahora me es imposible dejar de hacerlo y se hace necesidad cada vez que voy al páramo; en Guacheneque [5], hogar de musgos y líquenes fluorescentes, el permiso es a la montaña, a ese jergón de aguas prístinas que fusionada con la bruma permite a mis ojos y oídos un panorama en el cual la vida brota en todas sus formas posibles: frailejones, colibríes, insectos, zorros, ranas, guaches, armadillos y sus guardianes, todos con su generosidad, nutren el páramo que en mí habita desde hace años.
Recuerdo que en mis primeras caminatas, buscaba con angustia a los guardianes del páramo. Los habían nombrado en la prensa y el presidente de la época hacía una cierto gesto, de hipocresía, cuando alguien se los mencionaba; se habían convertido para mí y mi afán de ecologista, en un mito urbano. Alla en Villa Pinzon, unos campesinos le habían dicho no al Presidente de la república y se negaron a la locomotora minera, unos hombres y mujeres de ruana y sombrero que defendían los tonos fosforescentes de la montaña, y que se negaban a vivir en un lugar negro como el carbón.
Al llegar al Guacheneque, tuve pudor, cada vez que me invitaban a consumir agua del nacimiento y buscaba alguna razón para no hacerlo o me hacía la -loca - según del dicho, popular, pero no puedo negar que en mí, habitaba también la idea de que, el agua potable es la que pagó con mi dinero y es mejor si la compró en una botella; sin embargo, al ver las gotas que emergían del suelo, sentía un deseo incontrolable por beberlas, por besarla-, por fusionarlas con mis saliva, y sentir el agua de ese río vivo, prístino, sonoro, sentir sus humedades y sus colores.
Finalmente, en una de las visitas a la “laguna azul” y su caída de agua sucedió, vivir en la ciudad que comparte nombre con su río más importante y que paradójicamente ha condenado al último a la muerte, en función del “desarrollo” urbano”, me llevó a la laguna; tras caminar más de dos horas por un sendero pedregoso en bajada a través de la humedad y los colores fluorescentes del páramo. Siempre recordaré, una sensación de miedo y emoción con cada paso que daba en bajada -aunque siendo franca, no di muchos- tenía miedo de resbalarme y caer, no lograba sostenerme en pie dada la humedad del suelo y la presencia de una bruma espesa que nos acompañó durante todo el trayecto.
Pero también tenía emoción, mis ojos llenos de lágrimas no podían creer lo poco que veían en medio de la bruma, solo lágrimas de alegría y gotas de agua por todo el cuerpo las cuales nutren mi páramo interno, para estar siendo relente, rocío, humedad, flujo, fluido y fuerza.
Guacheneque
Brotas como miel
a través de el bosque,
brotas como miel
En medio de plantas primitivas.
Brotas como miel
a través de la floresta luminosa
y te compones con la bruma,
Te haces, humedad, gota, rocío, agua.
Brotas como miel,
humedades,
cuerpos,
sabores,
aromas,
brotas,
fecundo,
prolífico,
fructífero,
feraz.
Eres miel en la espesura.
***
Cuando llegamos a la laguna nuestros cuerpos, eran uno con el páramo, tan solo escuchábamos a ese río que conocíamos como un ser insonoro de agua oscuras y olores putrefactos en la ciudad; a ese río de pocas palabras y muchos lamentos, a ese, al rio Bogotá, y que en Guacheneque era jolgorio, algaravia, fuerza, vida, cantico incesante, en medio de la bruma.
Esa bruma, que cubría con delicadeza el cuerpo de Vidal Gonzales [6] para traerlo hacia nuestro encuentro. El cuerpoperrobruma, él guardia, cuidador, amante, guardabisques y de él un gesto, una sonrisa y una mirada y palabras fértiles, en medio del terreno yermo, adornado por pajonales, matorrales y bosques de arboles pequeños; él, guardian del páramo.
Guardian el páramo.
I
Fluidez
Cuerpo caminante,
Otro deambulante
Rapidez, avidez, cuerpos
Cuerpo ajado
Cuerpo pardo
caminante
deambulante,
Fluidez, avidez, placidez, cuerpos…
Cuerpo
palabra
Cuerpo aullido
caricia lamido.
II
Deambulando entre brumas
Cuerpos que confluyen
Impavidez, avidez,
Lamidos, aullidos, palabras, caricias,
Cuerpos que convergen.
Deambulando entre brumas,
Cuerpos se interconectan
Cuerpo tuso, cuerpo guardián,
Deambulando entre brumas
Liquidez, Fluidez.
III
Humedad, vaho, bruma
Cuerpo descendiendo
Frescura que se hace escarcha
Escarcha que se hace frescura
Liquidez.
Escarcha hecha gota
En la penumbra
Gota manantial
Manantial vida
Vida cuerpo
Cuerpo descendiendo
Bruma, vaho, manantial.
IV
Fluidez, liquidez, cuerpos
Interconexión composición
Composición interconexión
Cuerpo niebla
Cuerpo can
Cuerpo Río
Río blanco
Cuerpo guardián.
***
El encuentro con el páramo y sus guardianes, pájaros, frailejones, niebla, aguas, cuerpoperrobruma, entre otros transfomo mi en emplegostao racional en flujo y fluido y con ello, cai en cuenta, de que las palabras memorizadas me habian metido en una caja diminuta que no me permitía ver lo que sucedía a mi alrededor. Son embargo en el bosque de niebla pude darme cuenta que no tengo mucho que ver, con canciones que hablan de héroes, patrias o banderas.
Pero sí tiene mucho que ver con esta montaña de colores y humedades, ya que nuestra conexión va más allá del nombre o el significado; esa conexión es la que me permite estar siendo. Es la que me permite llorar cuando muere algún guardián y que me da la posibilidad de escuchar los quejidos de las montañas con cada burrada cometida por los seres humanos, es la misma que me posibilita soñar, cuidar y defender el páramo que en mí habita y que seguro también está en los de mi especie.
[1] El páramo tiene una extensión de 333.420 hectáreas. Es una de las fuentes hídricas más importantes del país. Dentro de su ecosistema habitan osos de anteojos, venados, águilas y cóndores, además de otras especies. Aloja gran cantidad de lagunas todas ellas de origen glacial. Entre ellas destacan: lagunas de Boca Grande, laguna de Chisacá, laguna Larga, laguna la Guitarra, laguna el Cajón, laguna del Nevado. Adicionalmente, alberga uno de los picos más altos en las cercanías de la capital el Cerro Nevado del Sumapaz con una altura de 4,306 km. Hace parte de las 64 áreas naturales protegidas pertenecientes al Sistema de Parques Nacionales Naturales (SPNN).
[2] El colibrí chivito o barbudito canelo (OxypogonStuebelii) es una especie de ave de la familia Trochilidae. Hasta hace poco se reconocían cuatro subespecies, pero ahora se considera a cada una de ellas una especie: Oxypogon cyanolaemus, Oxypogon lindenii, Oxypogon gueriniy y Oxypogon stuebelii.
[3] La Laguna de los Tunjos es una represa natural de agua ubicada en la localidad del Sumapaz en el sur de Bogotá dentro del páramo de Sumapaz y del parque nacional natural Sumapaz, cuyas fuentes de agua es el lugar de nacimiento de los ríos Chisaca y Mugroso, fuentes de nacimiento del río Tunjuelo, que recorre toda la zona sur de la capital desembocando en el río Bogotá.Este afluente de agua es alimentado por los frailejones y las quebradas que bajan de las zonas más altas del páramo de Sumapaz.
[4] Agua en muisca.
[5] El Páramo Guacheneque representa un ecosistema estratégico en la parte alta de la cuenca del río Bogotá, debido al alto potencial hídrico para la sabana bogotana y también para el territorio del Valle de Tenza. Es un ecosistema regional compartido entre los departamentos de Cundinamarca y Boyacá, abarcando cinco municipios: Villapinzón, Machetá, Chocontá, Úmbita y Turmequé. Su ubicación, a sólo 80 km de Bogotá, ha influido en formas de ocupación antrópica enfocadas principalmente en la implementación de sistemas agrícolas.
[6] El único guardabosques de las 8.900 hectáreas de reserva natural que componen el páramo de Guacheneque.