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Economía
Bancos centrales independientes y el régimen de dominancia de la política monetaria
Uno de los rasgos característicos del orden neoliberal, consolidado al albor del hundimiento de la antigua Unión Soviética, fue la profunda animadversión de elites y tecnócratas hacia la política fiscal. Se apostó todo al libre albedrío de los Bancos Centrales “independientes”, como una parte no constituyente del gobierno, y la política monetaria. Sin embargo, un análisis crítico del papel de los Bancos Centrales de las tres últimas décadas no pasa la prueba del algodón. Son unos de los responsables últimos de los problemas alrededor de dos de sus funciones básicas: evitar espirales inflacionistas; preservar la salud del sistema bancario.
Los Bancos Centrales, con su “independencia”, se convirtieron en los vigilantes de dicho orden neoliberal, hoy en clara decadencia. Uno de los rasgos políticos, consecuencia del orden neoliberal que se estableció hace cuarenta años, ha sido el ascenso del fascismo y del racismo. Y a ello también han contribuido de manera notoria los bancos centrales. El mercado se convirtió en la entidad más influyente en la política democrática occidental, bajo una serie de pilares básicos. Primero, el abandono del pleno empleo como objetivo político deseable, que fue reemplazado por objetivos de inflación, controlados por los bancos centrales independientes. Segundo, el aumento en la globalización de los flujos de personas, capital, y comercio. Tercero, el enfoque empresarial basado en la maximización del valor para los accionistas, que dio origen a un auge de la economía fraudulenta. Por último, la “promoción” de los mercados laborales flexibles, que convirtieron el trabajo como mera mercancía. Todos y cada uno de esos pilares se sostenían en hipótesis, digámoslo suavemente, al menos discutibles, sino falsas.
Diversas paradojas que contradicen la macro moderna
Para entender la decadencia de la macro moderna, basta echar una ojeada a la cantidad de paradojas que contradicen dichas hipótesis y supuestos. Algunas de las paradojas macroeconómicas generales, que todo responsable de políticas debería conocer, son las siguientes. Primera, la paradoja del ahorro de Keynes, donde, frente a las chorradas de la macro moderna, lo que sucede realmente es que mayores tasas de ahorro devienen en caídas de actividad. Segunda, la paradoja de costes de Kalecki, donde de nuevo, frente a lo esperado por la macro moderna, en realidad salarios más altos llevan a mayores beneficios empresariales. Tercera, la paradoja de los déficits públicos, también de Michal Kalecki, donde, de nuevo frente a las previsiones de la macro moderna, el déficit gubernamental incrementa los beneficios privados. Cuarta, la paradoja de la demanda impulsada por los beneficios empresariales de Blecker, según la cual, y al contrario de lo previsto por la ortodoxia, el aumento de los beneficios empresariales no necesariamente conduce a un incremento en la demanda agregada o en el crecimiento económico. Al revés, salarios más bajos llevan a un descenso del crecimiento económico. Finalmente, la paradoja de la flexibilidad de Krugman, Seppecher y Dosi nos dice que, al revés de las tonterías que transmiten los medios de comunicación, cuanto más fácil sea para los empresarios contratar y despedir, menos empleo se creará.
A estas añadamos toda una serie de paradojas macroeconómicas relacionadas con la Gran Recesión y el sistema financiero que todo hacedor de políticas públicas debería al menos leer y entender. La paradoja de la tranquilidad de Hyman Minsky 1975 nos dice que la estabilidad es desestabilizadora (ya la hemos tratado ampliamente en otros post). Segunda, la paradoja de la deuda de Irving Fisher y Steindl nos dice exactamente lo contrario a la macro moderna: los esfuerzos por reducir el apalancamiento pueden llevar a ratios de apalancamiento más altos. Tercera, la paradoja de la liquidez de Hyman Minsky, Nesvetailova, y Dow nos dice que las innovaciones financieras parecen aumentar la liquidez cuando en realidad la están reduciendo; y que los esfuerzos por buscar la liquidez transforman los activos líquidos en ilíquidos. Finalmente, nos encontramos con la paradoja del riesgo de Wojnilower que ya nos avisaba que la posibilidad de cobertura individual del riesgo (MBS, CDS) conduce a más riesgo en general.
En definitiva, a la pregunta de si la independencia de los bancos centrales ha generado mayor bienestar de la ciudadanía, la respuesta es no.
Cuando hay tantas paradojas económicas que contradicen la visión dominante de la economía algo no funciona. Y claro que no funciona. El régimen neoliberal en extinción, por las buenas o por las malas, ha llevado a un descenso de la tasa de inversión productiva, a un menor crecimiento de la productividad, a un aumento de la desigualdad, a un descenso de la seguridad laboral, a un aumento de la pobreza, y a unas crisis financieras y de deuda privadas recurrentes.
¿Bancos Centrales Independientes? Un análisis crítico
Los principales aspectos donde los Bancos Centrales tuvieron un papel relevante fueron los siguientes. Por un lado, la promulgación de leyes que desmontaron el estado social y de derecho en el conjunto de países occidentales, que hasta ese momento habían sido ejemplo de cohesión social y desarrollo económico. Por otro, la eliminación de la separación de banca comercial y banca de inversión; junto a una relajación de los criterios geográficos de dónde y cómo podían operar los bancos; y una desregulación de los mercados financieros. También, haciendo dejación de responsabilidad, promovieron una “suavización” supervisión bancaria, confiando en absurdos códigos de buenas prácticas. A todo ello unamos algo que hemos detallado desde estas líneas, el aliento y soporte a la financiarización de la economía y de derechos humanos básicos –agua, alimentos, electricidad, vivienda, pensiones, …-; así como la reestructuración, bajo el fundamentalismo del libre mercado, de sectores productivos, como el eléctrico. Las consecuencias más inquietantes, burbujas y “spillovers” en los precios de la energía y alimentos no elaborados, aumento del poder de mercado de las empresas; y una extracción de rentas descomunal. Esta sería una nueva paradoja, los bancos centrales, adalides de la liberalización, desregulación y reestructuración de sectores productivos, contribuyen a un aumento de los precios y de la inflación que difícilmente se pueden solucionar con política monetaria.
Análisis
Análisis Financiarización, extracción de rentas y acuerdos público-privados: tiempos de maleza
La otra paradoja, consecuencia de todo lo que hemos señalado, sería el aumento de la fragilidad y opacidad del sistema bancario occidental. Frente al objetivo final del banco central de velar y vigilar el sistema bancario, las políticas auspiciadas por los bancos centrales han devenido en lo opuesto. Tras la Gran Recesión, por ejemplo, se produjo una concentración todavía mayor del sistema bancario. Ciertos bancos han alcanzado un tamaño excesivamente grande y constituyen un auténtico riesgo sistémico para nuestra economía y la economía global. Nos referimos al riesgo moral “demasiado grandes para quebrar”, bancos subsidiados por los contribuyentes de las distintas naciones. Además, el cartel bancario decide aumentar sus márgenes trasladando inmediatamente las subidas de tipos de interés oficiales a los préstamos e hipotecas, pero olvidándose de remunerar a los depósitos de sus clientes. Nueva extracción de rentas, que acaban en las manos de una gerencia y unos consejos de administración excesivamente bien remunerados, y, fuera de nuestro país, vía un reparto de dividendos descomunal y desproporcionado.
En definitiva, a la pregunta de si la independencia de los bancos centrales ha generado mayor bienestar de la ciudadanía, la respuesta es no. Solo un comentario final, al hablar de los bancos centrales me refiero a la entidad como un todo abstracto, al cual se le ha confiado un papel excesivamente protagonista en nuestras democracias, y no a los magníficos profesionales que allí trabajan y que muchas veces publican y comparten estudios y análisis que se desvían y contradicen la misión última de los mismos.