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Anarcosindicalismo
“Ella solía ganar”. Recordando a Jane McAlevey (1964-2024)
Traducción del artículo publicado originalmente en The Nation, con permiso de la autora.
Cuando tenía veintipocos años, perdí por primera vez una campaña sindical. Estaba organizando a lavacoches en Nueva York, trabajadores que a menudo trabajaban 70 horas a la semana, y a veces más, en condiciones terriblemente inseguras por menos del salario mínimo.
En este lavacoches en concreto no había logrado preparar a los trabajadores para construir una organización capaz de resistir frente al poder de la gerencia. Sabíamos que los trabajadores tenían razón y que sus jefes infringían las leyes municipales, estatales y federales. Pero no importaba. Los trabajadores empezaron a desmoronarse bajo la presión, a pelearse entre ellos, rompiéndose en líneas raciales y de origen fomentadas por la gerencia.
Sin una organización lo suficientemente fuerte, los trabajadores interrumpieron su campaña antes de que se celebraran las elecciones sindicales. Por un tiempo, habían creído que podían mejorar su suerte colectivamente, y ahora se había demostrado que estaban equivocados. Yo les había tendido una trampa y estaba destrozada.
Poco después de que las cosas se desmoronaran, llamé a Jane McAlevey, sollozando. Me animó y, después de colgar, me envió un mensaje de texto que todavía tengo guardado en mi teléfono: «La lucha de clase no es fácil. Sin embargo, es urgente y permanente».
Resulta extraño hablar de perder en un obituario a Jane; después de todo, ella solía ganar. Pero creo que es importante, porque parte de lo que Jane nos enseñó es que ganar no es inevitable, como tampoco lo es perder. Jane estaba obsesionada con ganar y con enseñar a otros a ganar. Entendía que perder es peor que mantener el statu quo, que no importa estar en el lado correcto si pierdes, que no hay romanticismo en la derrota.
Nos enseñó que, si hacemos el trabajo necesario para ganar, aprenderemos a ganar más y mejor. Tomó los métodos exitosos que una larga tradición de organizadores ha utilizado durante décadas, y descubrió cómo enseñarlos sistemáticamente a miles de personas en todo el mundo (otra cosa que Jane nos enseñó: escala).
Esta primavera, cuando Jane entró en el hospicio, estudiantes universitarios de todo el país se unieron valientemente y ocuparon sus campus para exigir la desinversión en el genocidio. Al verlos, pensé una y otra vez en lo que Jane me enseñó: que una buena organización rompe los límites de lo posible. Cuando construimos una unidad y una solidaridad inquebrantables, nos vemos a nosotros mismos y a los demás de forma diferente, capaces de un coraje y un poder que nunca antes habríamos imaginado.
Es fácil pensar que, llegado el momento, los movimientos populares son inevitables. La obra de la vida de Jane nos enseñó que no hay necesidad -ni tiempo- de esperar a que llegue el momento perfecto. Mediante un trabajo diligente, podemos crear ese momento. Podemos construir la solidaridad y la organización que nos lleven al momento que necesitamos. Jane nos enseñó a crear las condiciones necesarias para ganar, para que pudiéramos sentir el poder de la unidad y ser más ambiciosos.
Jane tenía una capacidad para afinar el análisis de poder y la estrategia como nadie. Entendía que tenemos que saber contra quién luchamos, cuánto poder se necesita exactamente para derrotarlo y cómo lo conseguiremos. A los que tuvimos la suerte de trabajar estrechamente con ella, nos enseñó cómo era eso en el día a día. A mi, me enseñó a pensar siempre: ¿Qué estoy haciendo ahora mismo para construir poder? ¿Qué haré mañana para construir poder? ¿Qué haré la semana que viene para construir poder?
Un rápido repaso al estado actual de nuestro mundo -creciente desigualdad, poder corporativo descontrolado, catástrofe climática, racismo sistemático, fascismo creciente, la lista continúa- basta para indicar que el momento en el que nos encontramos es urgente. La buena noticia que nos enseñó Jane es que, entre todos, tenemos lo suficiente para ganar, si nos organizamos bien. Porque Jane creía, por encima de todo, en la capacidad de la gente corriente para actuar y ganar. Jane nos enseñó que la gente corriente podemos actuar unidas para cambiar nuestras vidas. Y que si no lo hacemos, estamos jodidos. Nadie vendrá a salvarnos, salvo nosotros. Por suerte, podemos ser suficientes.
Una década después de ver cómo se desmoronaba una campaña, he tenido la suerte de formar parte de muchas luchas exitosas que han ampliado el poder popular, aprendiendo de Jane y de muchos otros: luchas que cambiaron fundamentalmente el equilibrio de poder, luchas que nos mostraron cómo el mundo puede ser diferente y cuánto más podemos ganar. No sé si algún día aceptaré que Jane se haya ido. Pero sé que sus palabras seguirán guiándome. La lucha de clases no es fácil. Sin embargo, es urgente y permanente.
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