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Crónica
“Bebemos agua contaminada o salada para sobrevivir”
Wesam El Aila contestó a las preguntas de El Salto el sábado 28 de octubre, poco después de que Israel bombardeara su casa. Desde entonces, todo ha ido a peor en Palestina, en general, y Gaza en particular. En esta larga semana, los aviones del ejército ocupante han bombardeado sin compasión Yabalia, el campo de refugiados más poblado de la Franja, provocando casi mil muertos. De allí, de Yabalia, es el tío de Wesam, Riad Ali El Aila, profesor emérito en Ciencias Políticas de la universidad de Al Azhar (Gaza). El profesor El Aila es español y palestino. No estaba en Yabalia en el momento de los ataques porque, desde hace semanas, espera en Rafah la posibilidad de que abra la frontera con Egipto, siguiendo la orden del Consulado General de España en Jerusalén. El ejecutivo español ha prometido a los gazatíes que tienen doble nacionalidad que serán evacuados.
Aunque está en el sur, El Alia remarca que no hay “ni un rincón” seguro en Gaza. A unos cien metros de donde se encuentra él destruyeron una casa de tres plantas y mataron a 25 personas. A unos 40 metros bombardearon varias más con un resultado de 15 personas muertas. Considera que el 7 de octubre se produjo un punto de inflexión respecto a otras guerras en Gaza, marcado por el empleo de bombas de última generación de fabricación estadounidense. “Estas nuevas bombas, con barriles que pesan una tonelada cada uno (equivalente a mil kg de dinamita), han provocado una escalada de terror y un aumento alarmante de muertes, heridos y desaparecidos, además de la destrucción masiva de viviendas y la creación de nuevos refugiados”. Además, están provocando “una nueva Nakba”, según el veterano politólogo.
Wesam reconoce que le cuesta encontrar palabras para describir la vida cotidiana de los civiles durante la guerra
La cantidad de muertos y heridos es tan apabullante que es difícil poner el foco en otro aspecto. Wesam explica cómo es el duro día a día de los supervivientes: “Priorizamos proporcionar comida a los niños primero y tratamos de satisfacer sus necesidades lo mejor que podemos. Les compramos juguetes con la esperanza de que puedan aliviar un poco sus miedos. No podemos ocultarles la realidad de que estamos viviendo una guerra. Escuchan, ven y sienten todos estos detalles que no se pueden ocultar”.
Wesam reconoce que le cuesta encontrar palabras para describir la vida cotidiana de los civiles durante la guerra. Recuerda que hay un sufrimiento colectivo que afecta a todos los miembros de la sociedad civil palestina. “Cuando escribo sobre mi sufrimiento personal y el de mi familia, rememoro más detalles, el sufrimiento empeora y se vuelve más espeluznante día tras día”. A pesar de ello, hace el esfuerzo de responder a las preguntas: “Nuestra casa, que fue destruida, se llevó consigo todo nuestro pasado, recuerdos, presente y futuro, y no hay palabras ni condolencias que puedan describir esta tragedia”.
Su tío Riad explica cómo pasan las noches: “Permanecemos despiertos mientras los niños tiemblan de miedo debido al rugido de los aviones militares y los bombardeos, a veces tan cercanos que nuestra casa se sacude por la fuerza de las explosiones. Nos unimos para proteger a nuestros hijos y asegurar su supervivencia”.
Hacer cola “significa esperar la muerte en cualquier momento”, se queja Wesam
Por la mañana, después del recuento de víctimas, Wesam sale a la calle para conseguir comida junto a sus dos hermanos. Se dirigen al mercado en Nuseirat y cada uno de de ellos asume una tarea específica, como traer alimentos enlatados o artículos que puedan ayudarles a sobrevivir. Todo se agota rápidamente. Los comerciantes intentan limitar las cantidades permitidas a cada familia, para que pueda disponer de ellos el mayor número de personas posible. “El pan y el arroz son los alimentos básicos de la gente aquí”, cuenta, pero las panaderías se han convertido en lugares peligrosos debido a los ataques aéreos israelíes. Hacer cola “significa esperar la muerte en cualquier momento”, se queja Wesam, porque “los misiles israelíes no distinguen entre objetivos civiles y militares”. Además, especifica que el gas de cocina, el combustible y la electricidad escasean, por lo que la mayoría de la gente no puede cocinar en sus hogares y depende de bocadillos o comidas ligeras.
Los problemas no terminan ahí. “Bebemos agua contaminada o salada para sobrevivir”, dice Wesam. “A veces la suerte está de nuestro lado cuando logramos llenar algo de agua potable en algunas de las estaciones de desalinización de agua de la UNRWA que todavía funcionan”, escribe por whatsapp. Hay largas colas para ello y, por supuesto, no es suficiente para todos los residentes. Respecto a la higiene personal, Wesam se resigna: “tienes que acostumbrarte a lo que está disponible, porque no es posible ducharse a diario. Puedes hacerlo cada pocos días, dependiendo de la disponibilidad de agua salada”. Y, por si todo lo anterior fuera poco, matiza que la situación de los desplazados que se encuentran en las escuelas de la UNRWA, o directamente en las calles, aún es peor que la de su familia “en muchos aspectos”.
El resto del día lo pasan siguiendo las noticias, deseando con todas sus fuerzas escuchar la de un alto el fuego. Sueñan con regresar a sus casas y vidas normales, aunque que ni siquiera saben a qué hogar y a qué vida regresar. “¡Lo primero, que este INFIERNO pare!”, exclama Wesam. Y añade: “Nuestro sueño diario es decir adiós a esta vida, ya que la realidad es que tal vez no te despiertes al día siguiente, puedes ser asesinado bajo los escombros de tu casa o por los fragmentos de un misil ciego e insensible.”
A pesar de todo, el profesor Riad no pierde la esperanza: “Nuestra esperanza, la esperanza del pueblo palestino, ha perdurado desde la ocupación británica en 1917 y, posteriormente, desde la creación de Israel en 1948. Anhelamos una Palestina libre y democrática, donde podamos vivir en paz, una vez que cesen las matanzas generadas por los conflictos. Buscamos la libertad para establecer un Estado democrático y abordar la cuestión de los refugiados palestinos, siguiendo las resoluciones de las Naciones Unidas. Deseamos regresar a nuestros territorios ocupados desde 1948, donde judíos, cristianos y musulmanes podemos vivir en paz y armonía, como vecinos y queridos hermanos. Esto es lo que el pueblo palestino anhela, al igual que cualquier otro pueblo en el mundo”. Está convencido de que la historia “la historia juzgará a todos los Gobiernos ‘democráticos’ acerca de las matanzas de civiles, de la guerra y de la ocupación israelí. Y mientras esta no cese, advierte: “No podrán con el pueblo palestino y su resistencia de más de 75 año continuará”.