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Criptomonedas
NFT, ¿ángel o demonio en el mundo del arte digital?
Peces enfundados en trajes espaciales naranjas luchando contra ositos de peluche con sables láser. Así es la primera serie animada que basa su desarrollo en NFT. Los capítulos se pueden ver de forma libre, a la vez, puedes comprar cada uno de estos capítulos por entre 100 y 200 dólares. ¿Cuál es la diferencia? Que estos últimos son una serie limitada de capítulos acuñados mediante tecnología blockchain, es decir, se les pone un sello digital que los hace únicos, a pesar de que sea exactamente el mismo capítulo que otras tantas personas verán de forma gratuita en su casa.
NFT significa non fungible token, es decir, una unidad de valor no intercambiable. Samer Hassan, ingeniero informático experto en blockchain, profesor de la Universidad Complutense de Madrid y asociado en la Universidad de Harvard, afirma que la intención inicial detrás de los NFT era algo que sirviera “como un premio, una medallita” por conseguir algo en el mundo digital. Por ejemplo, supongamos que alguien pasa de pantalla jugando a un videojuego, podría recibir una medallita digital, un reconocimiento único de que es la primera persona en pasar esa pantalla, sin embargo, según Hassan, este concepto ha evolucionado y en la actualidad los NFT sirven como certificado de unicidad y propiedad. “Ahora es un token único que representa la propiedad de algo digital, es decir, cualquier persona que tenga algo digital con una URL única, lo puede dar o vender a otra persona y garantizar que la propiedad se ha transferido”.
Vicky Osterweill señala que el NFT es “un fenómeno tecnológico increíblemente complejo que requiere una explicación detallada en lugar de algo tremendamente aburrido que solo sirve para perder el foco de atención”
¿Qué se posee cuando se posee una obra de criptoarte o arte digital firmada por NFT? “Se trata de una promesa entre la persona que crea y la que compra. Creo que es una cosa muy especial, algo que puede servir para que los coleccionistas apoyen a los artistas. Son un certificado de autenticidad firmado entre el creador y el coleccionista respecto a la obra”. Esta es la respuesta que dio Chris Torres el 12 de marzo en el canal CNBC de la televisión de pago estadounidense ante la pregunta de un presentador. Torres es la persona que hizo el primer diseño del conocido como meme del nyan cat, un gif o pequeña animación de un gato con cuerpo de tostada que vuela y deja una estela de arco iris. La razón de la entrevista es que ha vendido la primera aparición de este meme en internet por valor de 600.000 dólares.
Tras esta venta, Torres se embarcó en una cadena de subastas para vender distintos memes al mejor postor. Días antes, Jack Dorsey, creador de Twitter, decidió aplicar la misma tecnología a su primer tuit en la red social y lo consiguió vender por 2,9 millones de dólares. Es relevante señalar que la cifra fue lanzada a la subasta por Sina Estavi, director ejecutivo de la plataforma de criptomonedas Bridge Oracle. Otros poseedores de criptodivisas también han mostrado su interés por las grandes pujas de arte. De momento, todas las ventas realizadas ligadas al NFT se han pagado con criptodivisas.
Un concepto artificialmente complejo
¿Peces con sables láser, gatos con cuerpo de tostada que se venden por millones? La pregunta ¿soy yo el tonto o lo eres tú? remite a varios imaginarios que se han vivido a lo largo de la historia del arte por parte de quienes no somos doctos en estas materias. En cuestión de semanas se ha creado un mercado millonario. No son pocos los y las periodistas que a la hora de referirse a esta tecnología han aludido a que se trata de algo “muy difícil de explicar”.
Esta es una aproximación errónea para Vicky Osterweil, escritora y editora que reside en Philadelphia, autora del libro En defensa del saqueo, por el cual ha recibido numerosas críticas por parte de los medios más conservadores en Estados Unidos, que siguen refieriéndose a ella con su nombre masculino antes de transicionar. En su artículo “Dinero de la nada”, publicado en la revista Real Life critica el hecho de que la tecnología detrás de los NFT se retrate como “un fenómeno tecnológico increíblemente complejo que requiere una explicación detallada en lugar de algo tremendamente aburrido que solo sirve para perder el foco de atención”.
Efectivamente, a pesar de lo abstracto de la tecnología, no es necesario llegar tan lejos. Podemos entender una página web sin entender el HTML que hay detrás. Osterweil añade una metáfora para tratar de explicar el halo con el que ha llegado envuelto este fenómeno a nuestros timelines utilizando otro lugar común en nuestras experiencias con el arte: “pienso en ello como el efecto Cristopher Nolan: si explicas una premisa extremadamente simple —por ejemplo “un tipo que olvida todo cada cinco minutos” o “puedes entrar en los sueños de la gente para producirles recuerdos falsos”— varias veces de forma retorcida, las personas a las que les estás contando el fenómeno acabarán pensando “creo que no lo entiendo”. En realidad “el NFT son unos cuantos bits dentro de una blockchain. Lo que se está vendiendo no es el NFT, sino la obra que hay detrás”, aclara Hassan.
Los NFT y las criptomonedas, como el bitcoin, están basadas en la misma tecnología, la blockchain o cadena de bloques. Esto significa que información en forma de bits se introduce en un algoritmo más complejo. Esta información, en lugar de estar alojada en un solo servidor, de Google por ejemplo, se aloja en los servidores de muchos usuarios. Al estar la misma información reproducida innumerables veces en miles de ordenadores, hace que esta no se pueda cambiar, ya que muchas personas tienen la misma versión de la información, lo que la convierte en incorruptible e inmutable.
En el caso de las criptomonedas, es necesaria una “prueba de trabajo” o lo que es lo mismo, resolver un ejercicio de cierta complejidad, un algoritmo. A pesar de que esta tecnología empezó a usarse para protección contra bots o spam en 1993, en 2009 surgió el bitcoin, la criptomoneda más famosa. En aquel entonces, para crear un bitcoin tenías que tener a tu ordenador resolviendo estos ejercicios o pruebas de valor, que se iban haciendo más complejos en el tiempo. Por aquel 2009 un portátil estándar podía acuñar moneda —o minar bitcoins, tal y como se dice en la jerga bitcoiner— . Cuanto más crece el número de bitcoins que existe, más compleja se vuelve la prueba de trabajo o algoritmo que hay que resolver y conseguir el siguiente bitcoin requiere más capacidad de computación, más procesadores, más ordenadores y, por lo tanto, más energía.
“No es casualidad que sea ahora cuando aparece el NFT. Vivimos en un momento en el que toda la economía depende fuertemente de la mistificación de la tecnología. Silicon Valley se ha convertido en el proveedor principal de productos que nos permiten extraer valor del mero uso de la electricidad”, señala Osterweil.
El prefijo “cripto” como termino “confuso e imponente”, tal y como lo definen desde el estudio de Cabeza Patata en un post que ha levantado polémica en Twitter, donde señalan a esta práctica como una estafa piramidal. No han sido los únicos. Osterweil añade al respecto “es entendible que queramos participar en estas ilusiones colectivas. Es mejor comentar hasta el infinito una película con tus colegas que pensar que solo la has pillado tú y que es tremendamente aburrida. Esta es la idea que subyace a las burbujas especulativas. No te quieres quedar fuera a solas”.
En muy poco tiempo, las criptodivisas han pasado de obtenerse en ordenadores que minan en sótanos a ser compradas en tiendas a pie de calle. Una start up anunciaba la apertura de 13 sedes en la capital para comprar criptodivisas. En el programa 'A Vivir' de la SER, el que más audiencia tiene los sábados por la mañana, Juan José Millas contaba hace unas semanas cómo fue con su compañera a comprar criptodivisas porque le llamó la atención la tienda. El escritor bromeaba con el hecho de que sentía que no había comprado nada y lo había hecho tan solo por 'vivir la experiencia', somo si fuese un juego.
“El arte es un producto de lujo y sus mercados, tradicionales y digitales, son una respuesta del uno por ciento de la población. El arte es un generador de plusvalías y como burbuja y valor especulativo nunca deja de crecer, por eso interesa a ese uno por ciento de población más rica”
¿Especulación en el arte o una forma de apoyo a pequeños artistas?
Es un juego que multiplica el dinero para quien ya tenía una gran cantidad de estas criptodivisas, que suelen ser sus promotores. El precio del bitcoin ha subido de forma meteórica en los últimos 12 años. Lo que valía 100 dólares ahora vale 500 millones. Los ethers, la segunda criptomoneda más famosa, han subido su precio en un 350.000% desde su creación. Se conocen varios casos de manipulación del precio de una moneda que fluctúa de forma salvaje para ganar ingentes cantidades de dinero en operaciones de compraventa rápidas.
Lo mismo ha ocurrido con las ventas de arte digital con NFT, sin duda. Inte Gloerich, investigadora en la Universidad de Utrecht sobre imaginarios sociotécnicos en blockchain, arte y cultura y colaboradora Institute of Network Cultures de la Universidad de Ámsterdam afirma que “cualquier cosa que se ponga sobre la tierra, y sobre la que se pueda especular, será utilizada por la gente rica con dinero para hacer más dinero”. La cultura económica de invertir y mercantilizar bienes únicos bajo una lógica capitalista “es una cuestión cultural y política que una tecnología no va a cambiar. No podemos esperar que los NFT modifiquen este sistema, pero sí es importante afirmar que han abierto una vía para que los trabajos digitales de pequeños artistas puedan reconocerse y éstos puedan ganarse la vida”, afirma la investigadora.
Gloerich reconoce que estamos siendo testigos de compras masivas y un gran hype, una burbuja especulativa en torno a los NFT, pero también sugiere que es necesario ver más allá. “Los NFT llevan existiendo varios años, y quizás debamos ir más allá de lo especulativo y utilizarlo como algo útil para pequeñas comunidades de artistas. Hay mucha gente estudiando el tema más allá de la información mainstream que de repente ha saltado a las noticias”, reconoce.
Hassan también apunta en la misma dirección. “Estamos ante un fenómeno nuevo, hay un componente de especulación, pero es más complejo”. Señala que para los artistas es una forma de financiación legítima, y para los compradores es una forma de apoyar el arte. “Los NFT permiten que se minimicen los mediadores y que haya un acceso directo al artista o al creador de contenido”. Para el investigador existe una diferencia fundamental entre los NFT y las criptomonedas como bitcoin o ether. “No es lo mismo que el uso de criptomonedas donde compras bitcoin y esperas a que suba el precio. Esto supone apoyar a artistas. Es reduccionista decir que simplemente es una vuelta de tuerca en la especulación en el arte” sentencia.
NFT y su relación con el mercado del arte tradicional
No han faltado respuestas por parte de instituciones tradicionales del arte revolviéndose contra este fenómeno. Es el caso del antiguo Museum Computer Network, ahora MCM, una institución nacida en 1967 en Nueva York con el objetivo de investigar las lineas en las que la computación y la tecnología afectan y cambian los museos y sus formas de negocio. En una publicación en su página oficial catalogan la burbuja del NFT como estafa y señalan que el foco a la hora de hablar de 'revolución en el arte' reside en las posibilidades de viaje y recombinación que ofrece el medio digital respecto al analógico y ya se estaba dando antes de la aparición de los NFT.
Sin embargo, no se puede obviar que esta respuesta viene de una institución artística tradicional. Para Peio H. Riaño, historiador del arte, escritor y periodista, “el arte es un producto de lujo y sus mercados, tradicionales y digitales, son una respuesta del uno por ciento de la población. El arte es un generador de plusvalías y como burbuja y valor especulativo nunca deja de crecer, por eso interesa a ese uno por ciento de población más rica”.
Los NFT suponen una forma de delimitar un producto cultural digital como si se tratara de un producto certificado creando una falsa escasez. Es decir, frente a un mundo material donde el original siempre se diferenciará de la copia por una serie de características intrínsecas, aunque pueda ser replicado miles de veces, en el mundo digital esto no ocurría, las copias y el original eran exactamente iguales“. Los NFT permiten reconocer tanto la autoría como la propiedad, aunque en principio no necesariamente limitan la replicabilidad. Ben Grosser reflexiona sobre ello en su obra digital Tokenize This, una página web que produce en cada nueva visita un objeto digital único, que incluye un gradiente de color personalizado y un código de identificación exclusivo garantizado, todo ello referenciado por una URL única.
Sin embargo, Tokenize This destruye cada obra justo después de su creación. Aunque el objeto digital único sigue siendo visible para el visitante original mientras deje abierta la pestaña de su navegador, cualquier intento posterior de copiar, compartir o ver esa URL en otra pestaña, navegador o sistema, conduce a un error “404 no encontrado”. En otras palabras, Tokenize This genera innumerables artefactos digitales que sólo se pueden ver o acceder una vez. Aunque esta estructura no impide que alguien venda un NFT que apunte a una página de Tokenize This, sí garantiza que la página a la que apunta nunca será vista por el comprador de ese NFT.
Grosser pretende hacernos reflexionar sobre “la creación de escasez artificial a través de la tokenización de objetos digitales mediante NFT. Este empuje hacia la mercantilización amenaza con reconfigurar el enfoque de muchos artistas digitales la red hacia la producción de obras vendibles y no amenazantes que sean fácilmente reconocibles como arte para la multitud de finanzas especulativas”.
Everest Pipkin, artista no binarie que diseña videojuegos arte digital y ha recibido varios premios y becas por su trabajo, ha publicado un artículo respecto al impacto medioambiental de las criptodivisas donde confronta la postura de que el NFT permite ganar más a quien trata de vivir de su arte digital. “Estas transacciones siguen necesitando el visto bueno de quienes tienen el dinero, es la persona que compra o tasa la obra la que decide su valor [...] En este sentido, el mercado de los NFT no sustituye las dinámicas del mercado del arte, sino que las reproduce”.
“Todo lo que hace una criptodivisa es extraer recursos para alimentar un mercado. Las criptodivisas nunca van a ser sostenibles desde el punto de vista ecológico. El criptoarte derivado de las NFT crea una escasez ficticia de 'objetos digitales' con el objetivo de coleccionar o especular”, señala Pipkin. Efectivamente, la cantidad de energía necesaria para sostener y hacer criptodivisas supone el uno por ciento de la cantidad mundial, genera alrededor de 37 millones de toneladas de CO2 cada año, superando a la de varios países. Un estudio realizado por la universidad de Cambridge señala que la energía necesaria para sostener el bitcoin superará a la que usa Argentina.
Una de las revoluciones creativas surgidas al calor de lo digital han sido los memes, que también han entrado en este mercado. En su estudio publicado en forma de fanzine La memeización de la política (2020), Daniel Treviño dedica todo un capítulo a analizar cómo y en qué contexto surgen los memes para tratar de identificarlos dentro de la cadena de reproducciones culturales. Treviño señala un hecho relevante. En unas horas podemos llegar a consumir la misma cantidad de imágenes que nuestros abuelos consumían a lo largo de toda una vida. Con esta premisa nos podemos acercar a la concepción del meme como una forma de comunicación lingüística coral más parecida al refranero que a una obra expuesta en un museo. Podemos preguntarnos ¿un meme no es un meme hasta que no se comparte, se recombina y adquiere un significado a través de un contexto colectivo? ¿o lo era ya desde el momento en que alguien en su casa lo diseñó?.
“Todo lo que hace una criptodivisa es extraer recursos para alimentar un mercado. Las criptodivisas nunca van a ser sostenibles desde el punto de vista ecológico. El criptoarte derivado de las NFT crea una escasez ficticia de 'objetos digitales' con el objetivo de coleccionar o especular”
Cuando preguntamos a Treviño acerca de la problemática de la originalidad y autenticidad respecto al meme, que subyace al arte digital por las características que comparten, responde que “si, como decía el pintor Georges Braque, 'toda obra de arte es una crítica respecto a una obra de arte anterior', el meme sería una crítica a la suma de todas esas críticas. No creo que el problema de los NFT esté en rastrear la originalidad de un meme, ya que el arte siempre ha funcionado comercializando lo común, como merchandising de la cultura, sobretodo para las clases pudientes. Los NFT precisamente son la entrada de las lógicas del mercado en el mundo de lo digital”.
Para Riaño, “el mercado tradicional y de las NFT sólo se distinguen en una cosa: el primero ha tratado de privar a los artistas de su derecho de participación, reconocido en la Ley de Propiedad Española en el artículo 24, es decir, de los royalties generados en reventas. En el modelo blockchain esto es imposible porque cada movimiento de la obra de arte queda registrada y los beneficios llegan al artista. Por supuesto, los abusivos porcentajes de venta de la pieza de las galerías desaparecen. Y en el caso del artista español, atado a un mercado sin recursos en un país pobre, le permite llegar a unos coleccionistas que no podría hacer con el movimiento tradicional de ferias y galerías en el extranjero”.
No obstante, las formas de monetizar el arte eliminando intermediarios ya existían antes de la aparición del blockchain. “¿Por qué no han saltado las alarmas con el hecho de que un artista pida una suscripción para asegurar la viabilidad del proyecto y con esto sí? Una vez se consiga crear un mercado estable, habrá poca diferencia entre un Rembrandt y un tuit de Grimes acuñado en NFT”, puntualiza Osterweill.
Una de las cuestiones que sólo podrá desvelar el tiempo, es el impacto de los NFT sobre el uso del arte digital. Samer Hassan apunta que los NFT pueden llevar asociadas múltiples licencias de propiedad intelectual. “No significa que el uso sea privativo, por ejemplo, el artículo de The New York Times que se vendió por 560.000 dólares sigue estando disponible para todos los lectores y lectoras, la diferencia es que “ahora tiene como propietaria una persona que pagó por él” comenta Hassan. Inte Gloerich apunta en la misma dirección. “La cultura debería ser libre y compartida, y los NFT no son necesariamente copyright, no evita que las cosas sean compartidas. Hay una paradoja ahí, que será interesante explorar”.