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Cómic
‘The Question’ y el nuevo cómic negro de superhéroes
A pesar de que Question ya tuvo su primera aparición como personaje en 1967 gracias a Steve Ditko, en un número de Blue Beetle, no fue hasta que llegó el guionista Dennis O’Neil cuando este personaje se consolidó como uno de los más heterodoxos y fascinantes del universo DC.
De dibujo realista y una atmósfera decididamente oscura, The Question representa la quintaesencia del neonoir de superhéroes. Estamos hablando de un personaje que hace que Batman parezca Superman y Gotham City Los Ángeles, en relación con Hub City, marco geográfico imaginario en el que se suceden los hechos narrados en este cómic.
Al igual que el caballero de la noche, Question es la definición en esencia del antihéroe. Uno para el que O’Neil contó con un inexperto Denys Cowan a los lápices. La elección de Cowan no podría haber sido más arriesgada en su momento. Sin embargo, resulta encomiable la soltura con la que va progresando número a número en la serie.
Armado con un sinfín de herramientas ilustrativas, su concepción de la viñeta parte de un dibujo que bebe directamente del estilo clásico patentado por Steve Ditko, al que le suma una serie de soluciones cinematográficas que alcanzan la metáfora a partir del número seis de la colección, cuando ya se suelta definitivamente en una suerte de progresión hacia la autoría plenamente autónoma. La forma de lograrlo fue mediante una estimulante variedad de recursos como planos cenitales o explicaciones visuales a través de la metáfora, pero nunca sin perder ese estilo seco y sin contemplaciones, también pleno de agilidad cuando se trata de la literalidad e interpretación gestual a la hora de dibujar escenas de acción, en las que no faltan los guiños a la cultura ninja.
Pero si hay algo que hace especial a este cómic es la descripción de Hub City y su desastrada fauna vital. Del alcalde alcohólico a ese reverendo que busca la redención humana mediante la búsqueda de una plaga de dios, nos topamos con toda clase de conceptos perfectamente engarzados en una narración que nunca busca rizar el rizo, sino fluir sin miedo a mezclar conciencia zen con misticismo oscuro y demás ideas cuajadas dentro de una ciudad en la que no falta detalle a la hora de su gestación de cara al público.
Gracias a una multitud de pequeños detalles, Hub City desprende un aroma único. Se trata de un escenario perpetrado hasta el más mínimo detalle, como esa plaza en la que Maud espera eternamente por ese bus que nunca cogerá o por las localizaciones en las que la mafia de la ciudad planea diferentes formas de seguir agrandando la leyenda de su ciudad sin ley. La misma en la que podemos reconocer la influencia que tuvo el cine de Don Siegel en su concepción. No en vano, resulta difícil no establecer un guiño inequívoco en la escena peligrosa de un bus lleno de niños del colegio, tal como sucede en el momento en el que el criminal de Harry el sucio se adueña de un bus escolar. Más allá de este hecho, la brutalidad de películas como La Jungla humana (1968) se cuela en un cómic donde todos los personajes evidencian la necesidad de su autor por jugar con una paleta de grises emocionales, jamás blancos y negros.
Si bien es verdad que los villanos que pueblan estas páginas son exageradamente grotescos en su representación de la maldad, el tono general que alimenta el alma de los habitantes de Hub City es decididamente borroso. O’Neil escapa de las concepciones clásicas del cómic norteamericano de la época, y da una lección interpretativa de las emociones humanas en un devastador fresco vital.
A partir de este crisol, O’Neil va colocando cada una de sus creaciones como si de una partida de ajedrez se tratara. De la misteriosa Lady Shiva y Ricard Dragon al particular compañero de Question, Aristóteles Rodor, pasando por un personaje con la dimensión lupina de Volk y la reportera y mujer del alcalde Myra Connelly. En muchos momentos de la serie, O’Neil deja a Question en un segundo plano para hacer crecer su relato en diferentes direcciones. Esto queda subrayado en el número cinco, clásico incontestable de este arte sobre el que O’Neil llegó a decir que “es lo más experimental que he hecho en un cómic en términos de estructura. Es la historia de Hub City, a la que veo como una de esas ciudades americanas que han estado degradándose durante los últimos 50 años, lo que explica cómo tipos como Fermin acaban como alcaldes. Question no interviene mucho en esta historia, pero sí la vida de la gente de Hub City, lo que sin duda es el eje central de la serie”.
En base a una sequedad narrativa digna del Dashiel Hammett más inspirado, los diálogos brotan con una contundencia sin miramientos. En estas viñetas las palabras cortan, siempre bordeando el estereotipo manido de la frase hecha, lo cual añade incluso más valor a su estilo impuesto.
Todo funciona como un reloj suizo dentro de este carnaval de sombras, donde somos testigos de la corrupción moral a niveles decididamente intimidantes. De la iglesia a los medios de comunicación, el guión hilado por O’Neil no deja títere con cabeza
Todo funciona como un reloj suizo dentro de este carnaval de sombras, donde somos testigos de la corrupción moral a niveles decididamente intimidantes. De la iglesia a los medios de comunicación, el guión hilado por O’Neil no deja títere con cabeza. Y lo hace a través de una forma sutil y clara de transcender los géneros para convertirse en el monolito artístico de un autor con una visión plenamente original.
Sin bajones, todo fibra, The Question es un milagro del noveno arte del cual lo que más interesa es seguir manteniendo los interrogantes que se ciernen en torno a la historia de un antihéroe que tiene que morir para resucitar y darse cuenta de que la soberbia no es el camino. Entre medias, asistimos a un festín de violencia orquestada en torno a la ley del hombre de la máscara, el de las tres caras: Victor Szasz, Vic Sage y Question. Uno para quien el final duro que le aguarda a la serie es la única forma de redención posible con la idiosincrasia que subyace en todo momento, viñeta a viñeta.
Reeditado en cuatro tomos por ECC Ediciones en 2023, la oportunidad de adentrarnos en The Question se hace mucho más fácil que hace años. Sin duda, uno de los gozos más brillantes de una era en la que los británicos Alan Moore, Neil Gaiman o Grant Morrison llevaban la voz cantante en el mundo del cómic. No obstante, no nos engañemos, en The Question, O’Neil no tiene nada que envidiar a estos gigantes. Sobre todo, gracias a su forma de subvertir los cánones para una gran cantidad de lectores acostumbrados al perfil consensuado del cómic de superhéroes.
Lo que O’Neil y Cowan consiguieron en esta desgarbada y brutal mutación de la liturgia noir fue marcar las directrices de un género en sí mismo. Lo que se entiende como un clásico atemporal, a todas luces imprescindible para todo amante del cómic que quiera contar con todas las cartas de la baraja que definen la cadena evolutiva de dicho medio artístico. Uno que antes de la dignificación propulsada por el formato de novela gráfica ya había dado luz la mayoría de las obras que conforman el corpus de influencia mayor. Y en el que The Question forma parte por derecho propio.