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Comercio
Trastienda
Mis padres tenían una ferretería. Yo solía ayudar en el negocio familiar y conocí bien el ambiente del comercio local y la relación con la gente del barrio. También viví sus miedos a las nuevas formas de competencia: las primeras galerías comerciales, los primeros hipermercados, los todo a cien... Todavía no habían llegado Amazon ni las ventas por internet y en aquellos años ya parecía cada vez más difícil mantener un pequeño negocio. Quizá por esas vivencias siempre he sido un enamorado del comercio de barrio. Me encanta que su personal me aconseje y dé charla. Cada vez que he cambiado de barrio una de las primeras cosas que he hecho ha sido ir a las tiendas de la zona para empezar a conocer y darme a conocer entre ese tejido social. Y así sentirme un poco más arraigado.
Hace años empecé a hacer una serie fotográfica, Comercios Botxeros, donde fotografiaba tiendas de barrio con solera: droguerías, ultramarinos, charcuterías, mercerías… En mis fotos favoritas aparecían los comerciantes, orgullosos frente a su local, o la clientela, junto a la fachada del comercio, pero poco a poco me fui dando cuenta de que cada vez era más difícil encontrar ese tipo de imágenes. Y quizás un poco por esta frustración comencé a hacer otro tipo de fotos, me dediqué a documentar la ruina urbana, la decadencia de ese tipo de vida de barrio. Entonces me puse a fotografiar locales cerrados, con la persiana bajada, escaparates tapados y rótulos que publicitaban una época mejor.
Me interesan los “locales fantasma", que no sabes si están cerrados, abandonados, son utilizados como almacén o como lonja de chavales... locales que ya no son transitados ni vividos, y que tienen un algo de secretismo y ocultación. Casi todos tienen persianas, papeles pegados al cristal o telas para que no se vea el interior. Ese ocultamiento y esas texturas y veladuras son lo que más sugerente me parece. Son espacios en los que se ha invertido por completo la función, y han pasado de ser un local abierto al público, con un escaparate luminoso y transparente que invita a pasar al interior, a un espacio amortajado que oculta el interior y casi se mimetiza con la pared. Esta imagen del comercio amortajado me parece una buena metáfora de cómo el capitalismo salvaje afecta a la vida de la ciudad.
Esta imagen del comercio amortajado me parece una buena metáfora de cómo el capitalismo salvaje afecta a la vida de la ciudad
Por otra parte, hay una fascinación estética por estos lugares, una búsqueda de belleza en lo abandonado: en esas texturas y materiales usados para ocultar o velar el interior y que esconden incontables historias pasadas.
Después llegó el covid-19, y muchos más comercios tuvieron que echar la persiana mientras los que sobrevivían a duras penas nos abastecían cuando estábamos en la seguridad de nuestros hogares. Y quizá por eso aprendimos a valorarlos un poco más.
Todavía quedan comercios antiguos y nuevos que representan una forma de funcionar desde lo pequeño, desde la proximidad y la responsabilidad. Para mí, esta serie de fotos es una llamada al consumo consciente. A apoyar lo local y lo cercano y a tejer redes de apoyo vecinales que ayuden a construir un modelo de ciudad más sostenible y humano ahora que aún estamos a tiempo.
Aquí puedes ver las fotos de Diego Sanz (Karramarro).