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Circo
Pasado, presente y futuro de las posibles vidas del Teatro Circo Price en Madrid
Pocos edificios como el ubicado en el número 35 de la madrileña Ronda de Atocha albergan tanta vida en su interior. El Teatro Circo Price se erige como un polo de atracción cultural sin igual en España. En su expediente todavía resuenan los hitos que le han hecho convertirse en una referencia mundial. Un incendio en el Paseo de Recoletos y una demolición en la Plaza del Rey preceden a este enclave donde el riesgo, la ilusión y el espíritu de superación gobiernan la sala circular.
Para conmemorar los primeros 50 años de estancia continuada en este lugar, su actual directora artística, Aránzazu Riosalido, junto con el actor y payaso Pepe Viyuela, escribieron la obra teatral Mil novecientes setenta sombreros. Ahora ve la luz en formato libro gracias a la editorial Pepitas de Calabaza. En ella, un payaso mustio y desesperanzado se da cuenta de que el circo siempre le acompañará. Puedes huir del circo, pero, si lo llevas dentro, el circo jamás huirá de ti. Se abre el telón. Tomen asiento. Pasen y vean la historia del Teatro Circo Price.
Riosalido ubica la llegada a Madrid de Thomas Price, un caballista irlandés, en 1847, traído por otro acróbata y domador de caballos, Laribbeau. Las primeras actuaciones de Price tuvieron lugar en la antigua plaza de toros, ubicada en la Puerta de Alcalá. Las acrobacias pronto tendrían un nuevo hogar en la capital: en 1868, Price decidió instaurar su propio circo en el Paseo de Recoletos, cerca del jardín de las Delicias y del también reconocido Café Gijón. “Esa fue la primera vez que se vio el nombre tal cual, Circo Price, y entre su elenco había dos figuras muy relevantes del momento, el francés William Parrish, domador, y la italiana Matilde de Fassi, amazona”, comenta la actual directora artística del Teatro.
Llega el segundo Circo Price
Un incendio frustró las esperanzas de un Price orgulloso de llevar la sorpresa al granado público que ocupaba las butacas. Fue en 1876, ni siquiera una década después de la apertura. En ese momento, el acróbata, sin descendencia, ya había adoptado a Matilde de Fassi como su hija. “En la Plaza del Rey había otro circo, llamado Teatro del Circo, propiedad del Conde de Polentinos, quien se asoció con Price para levantar un nuevo edificio, precioso, de estilo mudéjar, que acogiera el nuevo circo”, dice Riosalido.
El Circo Price alcanzaría uno de sus mayores hitos al ser el lugar donde se realizó la primera proyección cinematográfica en España, en 1893, a través de un animatógrafo
El edificio fue construido por Agustín Ortiz de Villajos, eminente arquitecto cosmopolita, autor también del todavía vivo teatro María Guerrero. A pesar de que el propio Price murió tres años antes de su inauguración, que llegaría en 1880, su nombre quedaría marcado para siempre en la historia del circo madrileño.
La vida tiene ciertos vericuetos insondables que, casualidad o no, acaban uniendo a personas que solo juntas pueden llegar a lo más alto. Es lo que ocurrió con Matilde de Fassi al casarse con Parish, quien sucedió a Price al frente del circo homónimo. Bajo su dirección, el circo alcanzaría uno de sus mayores hitos al ser el lugar donde se realizó la primera proyección cinematográfica en España, en 1893, a través de un animatógrafo. Una vez fallecido Parish en 1917, el enclave pasaría a llamarse Circo Parish, aunque con el tiempo recuperaría su nombre original.
Desde luego, la historia no terminó ahí. De hecho, Price seguía vivo en el imaginario colectivo de una capital efervescente a principios del siglo XX. Sin Parish, otro empresario se hizo con el circo. Entra en escena Mariano Sánchez Rexach quien, curiosamente, estaba casado con una actriz, con quien tuvo dos hijas. Gracias a él, el enclave volvió a llamarse como originariamente. El Circo Price, que nunca se había ido, volvía.
El Circo también se convierte en Teatro
Y volvía con más fuerza que nunca. Más allá de los equilibrios de los acróbatas, los faquires y su fuego, los trapecistas, los payasos y los funambulistas, el nuevo Teatro Circo Price hacía gala de su nombre: “En él se ofrecían espectáculos de zarzuela y óperas. Con el paso del tiempo llegarían los primeros matinales de rock en Madrid, y los primeros festivales de flamenco”, apunta Riosalido.
Este epicentro de la vida cultural capitalina no se libró de las consecuencias de la guerra civil y los bombardeos del bando sublevado que asolaron la capital. Tras los destrozos, de la joya monumental que era el Circo Price en la Plaza del Rey solo quedaba su exterior. Su circo se realizó en una carpa provisional en la calle Barceló hasta 1940.
“Durante la Segunda Guerra Mundial, el Price era considerado la gran catedral del circo español. En él encontraron refugio muchos artistas de circo europeos”, recuerda Aránzazu Riosalido, directora artística del espacio
“Durante la Segunda Guerra Mundial, el Price era considerado la gran catedral del circo español. En él encontraron refugio muchos artistas de circo europeos”, añade Riosalido. Para deleite de las gentes, el Price siempre tuvo artistas de primer orden internacional en su programación, como Charlie Rivel y Miss Mara. “Y la plantilla habitual tampoco se quedaba corta. La trapecista Pinito del Oro era tan conocida en la ciudad que se movía por ella con un coche con su nombre grabado”, apunta la autora de la obra teatral editada por Pepitas.
1970, un final inconcluso
Después de Sánchez Rexach, la saga Price, que no dejaba de ser un negocio privado con sus accionistas, continuó bajo los mandos de Francisco Perezoff y Juan Carcellé. Tras ellos, las riendas del circo fueron a parar en 1960 a Manuel Feijóo y Arturo Castilla, casados ambos con las hijas del empresario que en su momento sucedió a Parish. El Banco Urquijo realizó tal oferta al accionista mayoritario que se hizo con el Circo Price. Una vez más, parecía que todo llegaba a su fin con el derribo del edificio en 1970. Los madrileños, de nuevo, volvían a ver cómo se apagaba uno de sus grandes faros culturales.
Según rememora Riosalido, la última función se celebró el 26 de abril de aquel año. “En ella, Pinito del Oro se cortó la coleta y dijo que nunca más volvería a actuar en ningún circo”, añade. Pese a ello, la ambición del banco no consiguió apagar las ansias de seguir haciendo circo en Madrid. Con el tiempo, la antigua fábrica de Galletas Pacisa, en el número 35 de Ronda de Atocha, sería el hogar del nuevo Teatro Circo Price, el que ahora dirige artísticamente Riosalido, inaugurado en 2007.
Lo inusual del actual Teatro Circo Price
Lejos ha quedado la etapa dorada del Price, entre los años 40 y 70 del siglo pasado, pero cerca está el esfuerzo, esmero y tesón de unos programadores y toda una plantilla de trabajadores que se esfuerzan por poner al circo y todo lo que le rodea en el lugar en el que se merece. “Es importante resaltar que es uno de los pocos circos estables de titularidad municipal en todo el mundo”, prosigue la directora artística. Además, en España, aunque están los teatros circo de Albacete y Murcia, solo el Price tiene una programación continuada de circo.
El actor y payaso Pepe Viyuela, coautor de la obra Mil novecientos setenta sombreros, conoce bien los entresijos de lo que significa el circo, la vida que proyecta y la ilusión que produce. “Lo que convirtió al Price en un referente fue el hecho de ser estable. Era raro ver un lugar que albergara todas esas actividades un tanto locas, gente capaz de escupir fuego, atravesarse los carrillos con pinchos o jugarse la vida en un trapecio. En definitiva, eso que nos relaciona con lo más atávico, la presencia constante de la muerte en la pista, el riesgo”, relata.
“El circo se transformará, reconvertirá, pero el espíritu libre que invoca, de superación y convivencia de gentes de diferentes nacionalidades, razas y procedencias es un espíritu que no solo no ha desaparecido, sino que sigue iluminando a mucha gente”, afirma el actor Pepe Viyuela
Desde su punto de vista, en 1970 la sociedad había cambiado lo suficiente como para presenciar el fin del Price sin apenas queja alguna. “Aránzazu y yo nos vimos motivados, precisamente, por su renacer, por eso elaboramos esta obra que ahora se edita por el 50 aniversario de su desaparición”, apuntilla. Y continúa: “Nos parece que es una metáfora de su renacimiento, una nueva etapa, lo que nos inspira para afirmar que el circo nunca puede llegar a morir. Se transformará, reconvertirá, pero el espíritu libre que invoca, de superación y convivencia de gentes de diferentes nacionalidades, razas y procedencias es un espíritu que no solo no ha desaparecido, sino que sigue iluminando a mucha gente”.
Poner en valor un enclave único en la capital
Viyuela también remarca su ubicación, en el corazón de Madrid. “Eso es muy importante. A lo largo de su historia, siempre ha estado en el centro de la ciudad, y no sería lo mismo si estuviera en las periferias. Es crucial un lugar así, en medio del tráfico, de los ruidos, de Atocha y la M-30. Lo que falta es darle mayor visibilidad”, reclama. Incansable con el mundo a la par que cansina con quien tiene que serlo, Riosalido no ceja en su empeño de hacer valer el pasado y presente de un Teatro Circo Price que nunca ha dejado de mirar al futuro: “Los madrileños deberían sentirse orgullosos de tener algo así, y la mayoría lo desconoce. Las instituciones tendrían que difundirlo mucho más. Ni siquiera algunos artistas saben quiénes les precedieron en ese escenario”, se queja.
A fin de cuentas, el Teatro Circo Price es de los pocos lugares en los que poder vivir una sensación única. Tal y como defiende el payaso autor de la obra teatral, “en vivo sientes el esfuerzo, el sudor de los artistas, ese momento absolutamente irrepetible y que está dedicado a ti como espectador, y eso lo tenemos constantemente en el Price”. En un momento histórico tan digitalizado, ni siquiera las pantallas son capaces de transmitir la sensación que recorre las venas de cualquier persona que presencia un espectáculo de circo en el Price. Así fue, así es, y así será. Aquí, como en el amor, el que lo probó lo sabe.