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Casas de apuestas
Adelanto editorial de 'La apuesta perdida' de Cristina Barrial y Pepe del Amo
Las grandes liberalizaciones, que empezaron con Nixon en los años 70, suponían la creación de unas condiciones regulatorias y mercantiles que propiciaban la expansión del capital financiero a nivel global; en ningún caso una desregulación, sino una regulación en un sentido distinto. Las plusvalías que generaba el sector productivo empezaban a menguar y el capital necesitaba emprender una nueva estrategia, un desligamiento de lo productivo, para así garantizar su hegemonía, más aún cuando daba comienzo todo un proceso de precarización de la fuerza de trabajo con grandes tensiones sociales. En esas décadas se produce la traslación de dos ejes en las estrategias de acumulación: del nacional-productivo al internacional-financiero. Las economías nacionales dejan de ser el espacio central de la organización social para verse sustituidas por un capital financiero, desterritorializado (a mayor liberalización, menor control del flujo de capitales) y mundializado.
Y es en ese contexto donde adquieren mucho poder agentes que, anteriormente, tenían un papel menos determinante en la época del capitalismo moderno. Los llamados inversores institucionales. Compañías de seguros. Fondos de pensiones. Fondos de inversión. La expansión de estos nuevos agentes financieros ha de entenderse como un mecanismo sustitutivo de todo un largo proceso de precarización y desarticulación de los antiguos derechos del Estado del bienestar. El grado de inserción en la economía de compañías de seguros y fondos de pensiones, viene a sustituir la privatización de estos mismos servicios provistos por el sector público. Con la excusa de la insostenibilidad presupuestaria, los fondos de inversión se han convertido en un resorte de poder importantísimo en la economía-mundo, con prácticas predatorias como las llevadas a cabo por los fondos buitre (fondos de inversión con técnicas de apropiación especialmente agresivas; los casos más conocidos en el sector inmobiliario) similares a formas de acumulación primitivas, lo que Harvey definió, enlazando con la teoría marxiana, como modelo de “acumulación por desposesión”. Pero, ¿cómo llegan a tener el control de estas grandes empresas y qué interés tiene un fondo buitre en un negocio como el de las apuestas?
Basándonos en la evolución propietaria de estas empresas podemos entender, a rasgos generales, cómo operan a gran escala y cuáles son las técnicas que hacen que sea un agente tan poderoso en nuestra época. Tanto Codere como Sportium son propiedad de fondos buitre (llamados en la literatura académica “fondos de cobertura” o “hedge funs”) y Luckia acepta recursos de fondos de inversión para ampliar su cuota de mercado. En el caso de Codere hablamos de Silver Point, Abrams Capital y Contrarian; Sportium es cien por cien propiedad de Blackstone, fondo fundado por dos directivos de Lehman Brothers. Estos fondos no están especializados en un sector, no es que tengan un especial interés sobre el mercado de las apuestas, sino que su propia actividad se basa en tomar la propiedad de las empresas mediante operaciones de cobertura financiera.
Los casos de Codere y Sportium nos sirven para entender no solo las estrategias de apropiación y acumulación emprendidas por el capital financiero, en este caso los fondos buitre, sino también su impacto en la llamada economía real
Los casos de Codere y Sportium nos sirven para entender no solo las estrategias de apropiación y acumulación emprendidas por el capital financiero, en este caso los fondos buitre, sino también su impacto en la llamada economía real, en el día a día de nuestras vidas. Si bien Marx y Engels, en el propio Manifiesto Comunista, hablaban de que “una vez el obrero ha sufrido la explotación del fabricante (…), se convierte en víctima de otros elementos de la burguesía: el casero, el tendero, el prestamista, etc”, los temas derivados de lo que definieron como “circuitos secundarios de explotación de la clase obrera” han tenido un interés tardío en las filas de la teoría radical. Pareciera como si la apropiación de la fuerza de trabajo fuese la única forma de desposesión y el resto, cuestiones como la forma de creación de valor en los mercados financieros o la producción del espacio, tuviesen una importancia secundaria o determinada por esta.
No obstante, como bien sabemos por los achaques de la crisis inmobiliaria y sus nuevas técnicas predatorias, el capital ficticio que genera el sector financiero tiene un efecto directo sobre nuestras vidas, aunque en un primer momento nos cueste apreciarlo. El suelo de nuestras ciudades, carne para la especulación, no es una “una mercancía en el sentido más corriente de la palabra”, no es algo como nuestro trabajo o el producto que compramos en el supermercado. “Es una forma ficticia de capital que deriva de las expectativas de futuras rentas”. Es así como funcionan los fondos buitre: toman la propiedad de inmuebles privados, de empresas de vivienda pública (como en el caso de la EMV) o, una vez destopada la propiedad estatal sobre las viviendas de protección social, adquieren estas propiedades y las inflan hasta lo que denominan “precios de mercado”. Eso supone que, en el mejor de los casos, la gente trabajadora que vivía en esas casas se vaya a otro barrio en donde el precio del alquiler sea más bajo o, en el peor, sea desahuciada de su vivienda sin alternativa habitacional.
Es por ello que no podemos definir lo financiero como algo ajeno a nuestras vidas. Pudiera parecernos, por su carácter especulativo de profecía autocumplida, que lo financiero se mueve en un terreno etéreo, de continuo tránsito, con unos efectos circunscritos exclusivamente a dicho espacio. Que por adquirir, en un primer momento, en su forma mercancía una apariencia abstracta y prometedora de un valor en el futuro, no tiene consecuencias reales o materiales en el reducido ámbito cotidiano de nuestras vidas. Pero, como bien sabemos, “no hay nada de materialista en entender la materia como residiendo solo en la cosa, la realidad, lo sensible, bajo la forma de objeto” .
No podemos desligar nuestra economía doméstica de lo que sucede en la economía financiera; sino, más bien, enfatizar en la relación que existe entre ambas esferas artificialmente separadas
Por tanto, no podemos desligar nuestra economía doméstica de lo que sucede en la economía financiera; sino, más bien, enfatizar en la relación que existe entre ambas esferas artificialmente separadas. Más aún en un contexto como el español donde el mercado financiero está íntimamente ligado (sino son la misma cosa) con los procesos de urbanización y las leyes dinámicas del capital. La burbuja inmobiliaria es el claro ejemplo de cómo el problema de la sobreacumulación que arrastra el capitalismo desde los años 70 es atajado provisionalmente por los denominados “remedios espacio-temporales” como forma de absorber los excedentes de capital que el propio mercado genera.
Como hemos visto, los fondos buitre, propietarios de Sportium y Codere, no solo tienen un efecto en la búsqueda de remedios espacio-temporales, la apertura de mercados en nuevos lugares ante la devaluación del capital en los lugares de origen (proceso similar al de gentrificación en las grandes ciudades), sino también en la reconfiguración del espacio urbano (un ejemplo de ello es el incremento desorbitado en el número de casas de apuestas en los barrios). El poder de estos agentes no solo tiene que ver con la expansión de mercados, sino con la alteración urbanística de las ciudades, siendo las dos parte de un mismo proceso de financiarización. Es por ello que enfoques como los de la “producción de la ciudad” se hacen hoy más imprescindibles que nunca para aprehender, de forma holística, la dinámica general del capital y las posibles formas de resistencia aún por transitar colectivamente. A raíz de los nuevos procesos urbanos y la intensificación de las “segundas formas de explotación”, comprender la dinámica de la producción de la ciudad como un todo se hace más urgente si cabe para vacunarnos ante un capital que va camino, cada vez de manera más acelerada, de animalizarse en su especie buitre.