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Bolivia
Adriana Guzmán: “No nos organizamos para que una compañera feminista sea diputada o presidenta”
Adriana Guzmán Arroyo, escritora y activista feminista Ayamara de Bolivia, fue detenida y acusada el 25 de noviembre. Varios coches de policía y seis agentes la detuvieron, la llevaron al cuartel, la golpearon y luego la soltaron. ¿El cargo? Adriana es presuntamente responsable de pintarrajear el edificio de la vicepresidencia del país. La provocación y la violencia afectaron no sólo a Adriana, sino también a otras activistas feministas. Los hechos tuvieron lugar en torno al día internacional contra la violencia machista hacia las mujeres. Lolita Chávez, en Guatemala, por ejemplo, fue amenazada por el alcalde de su comunidad.
¿Cómo vio esta jornada de movilización mundial?
Creo que este 25 de noviembre del 2024 fue distinto a otros momentos, a otros días internacionales de lucha contra la violencia hacia las mujeres. Sobre todo en Abya Yala —en eso que llaman América Latina— porque ha crecido el fascismo, los grupos antiderechos y los discursos antiderechos. Por otro lado, la crisis económica, los conflictos armados que hay en distintos territorios se ha profundizado en muchas dimensiones económicas y políticas. La crisis boliviana no tiene una relación directa con la violencia contra las mujeres, aunque sí indirecta, ya que está vinculada a las políticas extractivistas y a los conflictos armados. Digamos que las cuestiones de género no son lo más importante para el Estado boliviano, nunca lo fueron. Desde el punto de vista de la sociedad podemos decir que se trataba de entender y posicionarse frente a la violencia contra las mujeres, la crisis política actual ha llevado a priorizar otras cosas.
¿Cuáles?
En el caso de Bolivia, la búsqueda de trabajo, la escasez de alimentos, la crisis económica: no hay dólares y eso hace que el peso boliviano de la moneda boliviana ya se haya devaluado un 75%. Hay otros problemas muy complejos dentro de la región que, como en otros momentos de la historia, hacen que las asimetrías de género se invisibilicen. El segundo aspecto es que frente a esa crisis la opción que está asumiendo la sociedad —lo que el sistema patriarcal, colonial, capitalista está planteando— es el 'sálvese quien pueda'.
¿En qué sentido?
Es el camino individual, es la superación personal, son los cursos, doctorados, todos los caminos individuales. La organización, el movimiento no es una opción, y no es una opción porque además ha habido toda una crisis de los gobiernos, llamados democráticos, un fracaso en muchas dimensiones. Entonces hay un descreimiento de la organización.
¿Cómo fue la participación en las movilizaciones?
Este 25N nos ha encontrado desorganizadas, desesperanzadas, con una sociedad que tiene otras prioridades que no es la violencia hacia las mujeres, hacia las niñas, hacia los cuerpos disidentes. Y una prueba de eso es el nivel de las manifestaciones. Yo no he visto de todos los países, pero aquí en Bolivia ninguna manifestación ha sido grande, masiva, como el año pasado, o como hace cinco años. Sé que en México también han sido más pequeñas las manifestaciones, sé que en Chile han sido pequeñas también. Con varias hermanas de distintos territorios habíamos planteado evaluar este 25N porque ya sentíamos que iba a ser así. Porque las organizaciones feministas están fragmentadas, están desesperanzadas, se ha instrumentalizado el feminismo; entonces la mitad de las compañeras están en los gobiernos, lavándole la cara a los gobiernos. Eso ha roto el movimiento feminista, pero no solo eso, sino que ha hecho que haya un descreimiento en las luchas feministas y en nuestra capacidad de organización. ¿Y para qué organizarnos? Porque no nos organizamos para que una sea diputada o sea presidenta, ¿no? Entonces ha sido un 25N que pone en evidencia la profundización del sistema patriarcal, individualista, capitalista, racista.
El feminismo comunitario está de moda, las defensoras de los territorios están de moda y la cooperación convierte eso en una mercancía y en un producto que se consume
En toda la región se producen actos de represión y violencia contra quienes critican el patriarcado y la violencia de género. ¿Cree que existe alguna relación?
Estamos viviendo una crisis económica, política, el crecimiento del fascismo. Para mí esto es el fracaso del proyecto político del Estado, del Estado como un proyecto como se dice de la modernidad. Estos Estados-nación sirven para proteger los intereses de los ricos y tener callados y desmovilizados a las y y los empobrecidos. Estos Estados no han funcionado, no funcionan porque no pueden responder lo suficiente para tenernos callados y desorganizados y no pueden, no han podido, sostener todos los intereses de los grandes capitales porque ellos quieren siempre más.
¿Cómo afrontan eso los grandes capitales?
Se han dado cuenta que pueden profundizar sus ganancias prescindiendo de los Estados, prescindiendo de los partidos, de tener una cara, un candidato de derecha. Por eso creo que todo eso apunta a ese fracaso del Estado. Por supuesto no responden al pueblo, el Estado no tiene capacidad de responder ni al pueblo ni de responder a los intereses que hoy tienen el extractivismo y las transnacionales. Entonces hay movilización frente a esa crisis económica, hay movilización frente a esos discursos antiderechos, hay organización que denuncia, no como antes, no tan articulada, pero sí por desesperación. En Bolivia, por ejemplo, se ha salido a manifestaciones, bloqueos de carreteras.
¿Cómo están las cosas en Bolivia?
Realmente no hay qué comer. Ha habido crisis alimentaria por la exportación porque el gobierno ha decidido exportarlo todo. Entonces va así el mercado interno: hay días en las que no había arroz, que no había papa. Ha sido desesperante, la gente ha salido a manifestarse. Y les han reprimido. Este fracaso del proyecto de Estado hace que este se esté enfrentando con la sociedad y la única respuesta que tiene es represión.
¿Se pueden encontrar formas de lucha común entre contextos urbanos y rurales, formas de unión entre feminismos de diferentes geografías?
La articulación entre los feminismos no solo es posible sino que es indispensable. Existe la intención de articular, lo que pasa es que la cooperación internacional, las subvenciones, la 'oenegización', y otras formas de intervención del Estado cooptan a los movimientos feministas. Fragmentan el movimiento feminista en las ciudades tanto como en las comunidades. El feminismo comunitario está de moda, las defensoras de los territorios están de moda y la cooperación convierte eso en una mercancía y en un producto que se consume. Entonces puede llevar una defensora a dar una vuelta de popularidad por Europa para cumplir con sus agendas, para justificar sus grandes sueldos y grandes financiamientos que sobre todo sostienen la burocracia de la cooperación. Ese financiamiento no llega a las comunidades. Eso lo hacen utilizando las luchas de las mujeres y eso fragmenta el movimiento feminista. Eso enfrenta, eso pone a competir a los feminismos del campo y de la ciudad.
¿Qué es lo que más le preocupa de este proceso?
Veo dos dificultades: el rol del Estado que nos fragmenta, que copta a mujeres indígenas, mujeres del medio rural, copta a mujeres políticas, a las líderes en las ciudades. Nos pone a competir por sus financiamientos, por los discursos, por los espacios, por la convocatoria, por quien va a estar al lado de la foto del embajador o de la presidenta o del presidente. La otra es la academia. La academia insiste en su apuesta teórica, coptando también los conocimientos de las comunidades, de los pueblos, de los saberes ancestrales, de los feminismos que vienen de una memoria, los convierten en un producto, los ponen de moda dentro de la academia ¿para qué? Para traer igual nuevamente a una feminista comunitaria que sea una anécdota dentro de la academia.
¿Así que ahora no hay nada bueno para ti dentro de la academia?
Yo no conozco que se hayan planteado nuevas interpretaciones u otras herramientas que puedan servir para prevenir la violencia, que puedan transformar un poco las políticas de los Estados o que ayuden más bien a reconstruir esos tejidos sociales que siempre hemos tenido las mujeres. Siempre nos ha acompañado frente a la violencia entre hermanas, compañeras, entre vecinas, dentro de la familia. Las ONG y el Estado han venido a romper eso. La institucionalidad se ha metido en nuestra comunidad en nuestro barrio y han empezado a atender ellos la violencia.
¿Crees que el caso represivo que te involucró tiene algo que ver con lo que está sucediendo en Bolivia hoy en día?
Lo que está sucediendo en Bolivia es muy parecido a lo que está sucediendo en el Perú o a lo que está sucediendo en Ecuador. Es lo que yo decía hace un momento, este límite del Estado, esta crisis del Estado, no tiene respuesta posible. Entonces lo único que le queda es la represión, el amedrentamiento y la persecución, porque ya ha logrado imponer la idea de que no hay que organizarse, no hay que movilizarse. Pero hay gente como yo que somos tercas, que venimos de la comunidad, que creemos hay responsabilidad política con la vida, con las personas, con la naturaleza. En el caso de Bolivia creemos que hay responsabilidad política con un proceso que hemos construido por más de 14 años, que no tiene que ver, ni empieza ni termina con Evo Morales. Es un proceso político hecho desde los pueblos.
¿Cómo?
Nosotros hemos construido, con muchas otras organizaciones, por supuesto, la descolonización, la discusión sobre la comunidad, una educación comunitaria, productiva, el volver a producir la tierra. Esas personas somos perseguidas, esas personas que seguimos creyendo que hay que seguir luchando, que la salida no es desde el capitalismo, no es desde la industrialización, que la salida no es el Estado, es la comunidad. El gobierno de Luis Arce es liberal, está gobernando para los empresarios, está entregando el país a los empresarios, ha cerrado los negocios de litio a la gente que como yo y las organizaciones de las que yo vengo. Estamos denunciando este saqueo que está haciendo Luis Arce. Así se nos persigue y se buscan distintas causas para enjuiciarnos. Yo he sido detenida y a las tres horas estaba imputada. Eso no sucede en ningún caso, puede ser detenido en agresor, pero es imputado diez, veinte días, seis meses después.