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La noche del 23 de junio Yevgeni Prigozhin, lider de la compañía militar privada Wagner se declaraba en rebeldía contra la Federación Rusa y contra su presidente Vladimir Putin. Prigozhin se mostraba a sí mismo en Rostov, que es la capital del distrito militar sur de Rusia y que asegura haber tomado por completo. Desde esa posición ha llamado al ejército ruso y a la ciudadanía a “confrontar el régimen de Putin”. La rebelión, que Bruselas ha calificado de “asunto interno de Rusia”, tiene un peso considerable tanto para Rusia como para el resto de países vecinos, UE incluida.
Sería pecar de simplismo y candidez pensar que la compañía Wagner con Prigozhin a la cabeza se lanzó a Moscú con las premisas que decía defender; liberar Rusia de la corrupción de los oligarcas de la que él mismo forma parte. Un mercenario-empresario no es muy dado a llevar a cabo acciones suicidas, ni mucho menos idealistas. Asumir que Prigozhin estaba solo en su marcha a Moscú, que sólo contaba con sus propios efectivos, y que se lo iba a jugar todo a lo que a todas luces era una marcha con más pérdidas y riesgos que beneficio, sería un error.
Rusia
Opinión Rusia: Estado, burguesía y contrarrevolución
Lo más probable, como bien señalaban Pedro Baños o Inna Afinnogenova, es que se le prometiera un apoyo que después nunca llegó, no ya desde diferentes partes del ejército, sino también desde diferentes sectores dentro del gobierno de Rusia. Probablemente unido a intervenciones que se esperaran de agentes externos como por ejemplo la propia participación del ejército ucraniano, a lo que podría haberse sumado los propios medios de comunicación en su función legitimadora, de haber llegado la marcha a Moscú a mayores.
Es posible que esa ayuda hipotética que se le prometiera a Prigozhin fuera a todas luces falsa y se esperara un efecto de realidad autocumplida a fin de generar una cascada de apoyos que en un primer momento probablemente no estarían, pero que ante el impulso del líder mercenario, se esperaba que salieran de sus puestos para ofrecerle apoyo. Pero lo cierto, es que esa maniobra ha fracasado y la compañía Wagner a todas luces se halla en una situación de derrota en la que va a ser absorbida por el ejército ruso a nivel institucional.
Aunque la maniobra de Wagner haya fracasado, solamente por el hecho de haberse llegado a dar sí que genera una inestabilidad preocupante de cara al futuro de Rusia
Sobra decir que aunque esta maniobra haya fracasado, solamente por el hecho de haberse llegado a dar sí que genera una inestabilidad preocupante de cara al futuro de Rusia. No es ningún secreto el interés de Estados Unidos por desarticular el país en diferentes repúblicas que eliminen la amenaza de la actual Federación. La posibilidad de que si Putin fuese cambiado por otro líder en unas condiciones incontroladas, siendo este un país con cabezas nucleares, nos colocaría como humanidad en una situación potencialmente más peligrosa de la que ya nos encontramos en esta guerra.
Por qué un líder mercenario acabaría eligiendo marchar a la capital contra el que a priori es su socio y contratante? Las respuestas son varias. Wagner como compañía privada, busca el beneficio económico ante cualquier otro criterio. Que una guerra se prolongue y acabe con sus recursos, es algo que puede mermar la influencia de una compañía mercenaria, pues a menor número de soldados, menor poder. Pero la razón no estribaría sólo en eso. Prigozhin ha estado durante mucho tiempo dentro del círculo oligárquico del que Putin se valía para gobernar y el hecho de que desde el kremlin se haya intentado centralizar el control militar bajo el ministerio de defensa, colocando a Prigozhin como un subordinado —hasta ahora había ejercido como un general del ejército más—, implica una pérdida material y simbólica de poder e influencia evidentes. Prigozhin por tanto salió a Moscú aprovechando su poder militar privado para defender una influencia que sentía se le estaba escapando y si siguió ese camino fue porque seguramente sabe que hay otros grupos también en la misma situación. La “Marcha de la justicia” no es sino una muestra de las luchas que se gestan dentro de la cúpula del Kremlin actualmente por imponerse sobre el resto.
En política muy poco ocurre por casualidad y en política internacional ocurre exactamente lo mismo. Los sucesos que se dan están respondiendo a maniobras desde las diferentes instituciones y poderes políticos armamentísticos económicos e ideológicos que están tomando parte en esta guerra.
El misterioso retiro en la más absoluta impunidad de Prigozhin a Bielorrusia también merece una explicación. Que Lukashenko haya conseguido mediar entre Prigozhin y Putin no se debe únicamente a su habilidad en la mediación de conflictos, sino que también es resultado de una jugada beneficiosa para los tres integrantes.
En primer lugar, Lukashenko ha conseguido a un líder mercenario dispuesto a protegerle, aunque sólo sea para su propia supervivencia. Tras la marcha fallida de Prigozhin y su hospedaje en Bielorrusia, Lukashenko está ahora a todas luces en una posición de fuerza mucho mayor, unido en alianza con Putin, pero ya no sometido a éste, teniendo de su lado a Wagner.
Por otro lado, Prigozhin consigue un refugio que le proteja de Putin, el cual tampoco puede ahora entrar en conflicto con su único aliado en la zona, para exigir la extradición del líder mercenario. Y por último, el propio Putin, gran perdedor de ésta maniobra, consigue al menos calmar la escabrosa situación para ganar tiempo y poder poner las cosas en orden en sus propias filas.
Asumir que Putin será sustituido por un líder que apoye la democracia y los derechos humanos, cuando no hay ventana de posibilidad ni condiciones materiales para ello, es simplemente irreal
Conviene descartar también la misión que al parecer se lleva defendiendo sobre cómo podría haber acabado el hipotético derrocamiento de Putin o incluso como podría aún ser, dada la inestable situación que hoy día vivimos. Particularmente se ha jugado a teorizar que ésta ha sido una posibilidad perdida de traer la democracia a Rusia. Pero asumir que Putin será sustituido por un líder que apoye la democracia y los derechos humanos, cuando no hay ventana de posibilidad ni condiciones materiales para ello, ni siquiera candidatos posibles en puestos de poder que apoyen esos marcos, es simplemente irreal, por desgracia.
Cuando hablamos en términos de geoestrategia, las maniobras y conflictos de interés responden más a dinámicas de la Escuela Realista (anarquía internacional, búsqueda nacional por el poder y recursos, Estados como actores únicos en el panorama internacional, etc.) y no suelen darse bajo los paradigmas que utilizaríamos como elementos legitimadores dentro de un Estado (democracia, derechos humanos, libertades etc.).
Quienes tienen interés en derrocar a Putin para colocar a un dirigente más afín a sus intereses —hablando claramente de Estados Unidos— colocarían a un dictador igualmente de extrema derecha que reprimiera por la fuerza cualquier movimiento que no les fuera favorable, alguien que no cuestionara la hegemonía de Estados Unidos, y que permitiera el desmembramiento de Rusia para romper este proceso de mundo multipolar que se está generando junto a China y las alianzas latinoamericanas.
Al hilo de lo que se ha visto con la bizarra actuación de Prigozhin, es necesario tratar aspectos igualmente preocupantes.
Esta guerra ha comenzado en la sociedad el proceso de normalizar la idea de los ejércitos mercenarios como aliados válidos, incluso legítimos, de los que valerse para una guerra. Algo terrible dado que los componentes que se integran en una compañía de mercenarios no tienen los estándares, las motivaciones y las ideas que entrarían dentro de un ejército nacional ya de por sí sujeto a un cuestionable marco.
Y es que la normalización y legitimación del uso de mercenarios en los medios de comunicación, también en Rusia, sin duda ha facilitado que la compañía Wagner se vea también con una cierta capacidad para sentir que iba a contar con el apoyo de la ciudadanía, amparada por un aura de institución aceptable.
Que la gente empiece a ver a mercenarios —por lo general y para más agravio de afiliación neonazi— combatiendo sin reglas sin supervisión y llevando a cabo gravísimos actos de crímenes de lesa humanidad, como alguien a quien se puede aspirar a ser, es un golpe enorme a los marcos de legitimación de derechos humanos y de legislación internacional.
La supeditación de las fuerzas armadas como simple herramienta de las instituciones democráticas dista mucho, y puede verse alterada gravemente por la intrusión del modelo contratista de las compañías mercenarias
El ejército es una institución que está controlada, en las democracias occidentales, porque hay estructuras que priman el poder civil sobre el militar, así como por una dinámica democrática —a priori— tanto en el interior del ejército como entre éste y la sociedad civil. La supeditación de las fuerzas armadas como simple herramienta de las instituciones democráticas dista mucho, y puede verse alterada gravemente por la intrusión del modelo contratista de las compañías mercenarias: Al encontrarse al margen de la cadena de mando militar y ajena al control de los gobiernos, su control en las actuaciones es más difícil.
Además, el vínculo entre el Estado y el ejército funciona no solo porque el estado es la razón misma de la existencia del ejército, sino que existe una conexión entre éste y la ciudadanía, en el sentido de que los militares “representan” a la población, y es de ella de la que reciben la legitimidad para actuar. Frente a eso, las Compañías Militares Privadas (CMP) trabajan para los gobiernos bajo contrapartidas económicas, y su obligación para con ellos reside únicamente en el contrato, lo que no solo mercantiliza la cuestión de la defensa nacional, sino que vuelve su legitimidad más dudosa que las del ejército. Los propios valores de defensa de los principios democráticos y la instrucción en normativa internacional que las fuerzas armadas reciben, son para las CPM innecesarios para sus prioridades, que como empresas que son, se resumen a las cuentas y beneficios de su negocio (y que, dadas las actuaciones para las que se les contrata, tampoco tienden a seguir, ni se les exige que sigan).
Antimilitarismo
Antimilitarismo ¿Está alcanzando la locura de la guerra a la clase dirigente?
Con unos 5000 u 8.000 soldados, el líder de Wagner puso en jaque a la Federación Rusa mostrando una debilidad acrecentada con la serie de errores que se llevan exponiendo desde el principio de la guerra. Y se vio especialmente cuando el gobierno ruso mostró que no tenía fuerzas en el país para detener una rebelión que se estaba llevando a cabo rumbo a su capital por parte de tan solo unos pocos miles de mercenarios. Actualmente, todo el ejército ruso está en el frente y no hay fuerzas suficientes en la reserva del país, eso ha quedado patente.
La respuesta sólo calificable de “magnánima” de Putin respecto a los combatientes de Wagner, se explica tan solo por la dependencia que mantiene con ésta empresa de la que actualmente no puede prescindir, quiera o no. Es precisamente su posición de debilidad en el Kremlin la que hace que aún no se hayan llevado a cabo detenciones en todos los mandos militares que por incompetencia o traición no se opusieron al avance de Wagner.
En ese intrincado laberinto de alianzas y puñaladas entre los diferentes grupos oligárquicos, familias y lobbies, Putin no puede apartar a cargos elegidos a dedo por estas élites, los cuales están ahí para representar sus intereses, no por su competencia, aunque la labor que hayan llevado a cabo vaya en contra del propio presidente. Su posición actualmente, no pudiendo tampoco reaccionar a la rebelión con ceses, es muy difícil.
Augurar un futuro para la Federación Rusa es hoy y a cada día que pasa, un trabajo de creciente dificultad ante el número de sucesos y sorpresas que se suceden en el plano internacional. Pero sí conviene por simple realismo estructural, que abandonemos la idea de que los cambios que se vayan a dar van a dar pie a mejoras en los derechos humanos y las libertades democráticas en el territorio. En Ucrania y desde el Kremlin no se está luchando por la democracia, el antifascismo o la libertad. Se está luchando por esferas de influencia que beneficien a los Estados hegemónicos en disputa. Ninguno de esos actores internacionales dejarán sus intereses a los impredecibles designios de la soberanía popular, a menos que se fuercen desde abajo, algo hoy harto difícil en estas regiones.
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Empresarios que deciden dedicarse a la política, comprarse un canal de televisión, un equipo de futbol, y presentarse a las elecciones. Empresarios que compran redes sociales globales, que organizan viajes al espacio o al fondo del mar. Empresarios que son dueños de un ejército y deciden marchar sobre la capital. Dios nos libre de los empresarios.
El motín de los Wagnet ha dejado claro que existe una dispuesta interna entre las elites estatales y oligarquicss rusas. Hay que saber, que a pesar del carácter autoritario y derechista de Putin, este acto en corto a los oligarcas que saquearon el país en los 90, y esto les duele mucho.
El papel irresponsable de EE.UU y la UE, esperando un cambio de régimen por parte de una compañía de mercenarios, es una lokura.
Espero que el pueblo ruso despierte tal y como hizo hace un siglo.