Loro, película de Sorrentino sobre Berlusconi
Toni Servillo caracterizado como Silvio Berlusconi para 'Loro' una película de Paolo Sorrentino.

Análisis
Se busca presidente de la República que evite el colapso de Italia

La elección del próximo presidente de la República italiana, con tintes de concilio vaticano, comienza el 24 de enero, pero podría prolongarse varios días.
@jaimebgl
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23 ene 2022 06:00

Fue Pier Paolo Portinaro el que explicó cómo Italia, debido a una unificación tardía y asimétrica, tuvo que compensar su débil identidad nacional con una hiper politización institucional que llega hasta nuestros días. Una seña de identidad que, como diría el periodista Galli della Loggia, genera una cultura política propensa a la división, polarización y, en última instancia, a la teatralidad. La cultura italiana entronca, pues, con un Estado con escasa legitimidad institucional combinada con una intensa politización. A veces con toques cómicos y otros dramáticos, pero periódicamente el telón sube y la función empieza.

Estos días el espectáculo vuelve de nuevo a la palestra con la elección del próximo jefe de Estado. La figura del presidente de la República, dotada de más poderes que muchos de sus homólogos europeos, amenaza con volver a hacer estallar las costuras políticas del país transalpino. Hace un año el regicida Matteo Renzi lo consiguió, haciendo caer el gobierno de Conte que él mismo ayudó a formar en 2019. La operación maquiavélica, propiamente florentina, se saldó con una crisis que solo Mario Draghi pudo suturar. Renzi consiguió, inmolación mediante, un gobierno político-técnico y de unidad (a excepción de la ultraderecha de Giorgia Meloni, todos los grandes partidos están dentro del ejecutivo). Pero la crisis únicamente se aplazó.

De los trece presidentes que ha habido desde 1948 sólo tres fueron proclamados en el primer turno. Cuatro necesitaron más de 16 votaciones. La de 2022 augura parecerse más a estas últimas

Hoy todos los ojos están puestos en la larga e imprevisible votación para la presidencia de la República. La elección, con tintes de concilio vaticano, comienza el 24 de enero, pero podría prolongarse varios días. 1009 personas (diputados, senadores y delegados de las regiones) son las encargadas de elegir, en seduta comune, a un jefe de Estado cuyo rol no es en absoluto superficial. Entre las potestades del presidente de la República se encuentra seleccionar un tercio de los jueces de la corte constitucional, convocar referéndums, disolver las cámaras, llamar a formar al Ejecutivo, designar hasta a cinco senadores vitalicios, rechazar la promulgación de leyes y comandar las fuerzas armadas. La votación se repite todas las veces que hagan falta hasta conseguir su objetivo; mayoría de dos tercios (673) en las tres primeras votaciones o mayoría absoluta (505) en las siguientes. Todo ello condimentado con el voto secreto, el ingrediente perfecto para las intrigas palaciegas que Italia acostumbra a generar.

La ceremonia, ya adelantamos, promete ser larga y tortuosa. De los trece presidentes que ha habido desde 1948 sólo tres fueron proclamados en el primer turno. Cuatro necesitaron más de 16 votaciones. La de 2022 augura parecerse más a estas últimas.

La paradoja Draghi

Esta se trata de una elección que contiene múltiples contradicciones y paradojas. A diferencia de 2014 y de como suele ocurrir habitualmente, no será ni el primer partido de la cámara ni el Primer Ministro quien lidere las negociaciones para tratar de investir a un candidato que sea favorable a sus intereses. El partido con más escaños, el Movimento 5 Stelle, se encuentra dividido y sin capacidad siquiera de gobernarse a sí mismo; y el primer ministro es a la vez solución y problema de la actual coyuntura italiana. El tecnócrata Mario Draghi, héroe e hijo pródigo nacional, es el favorito tanto para ocupar la jefatura del Estado como para continuar en el Ejecutivo. Y aunque la fuerza de la tecnocracia en Italia es cada día mayor y aspira a ocupar todos los resortes del poder, ambas opciones son imposible al mismo tiempo.

Así pues, mientras pasan los días las formaciones políticas tratan de hacer sus cálculos sobre si les sale más rentable mantener a Draghi en el Palazzo Chigi (sede del Primer Ministro) o trasladarlo al Quirinale (sede del presidente de la República). Esto explica que, hasta el momento, ni el candidato ni las fuerzas que deberían apoyarlo con mayor ahínco, el Partido Democrático (PD) y el Movimento 5 Stelle (M5S), hayan dado señales claras. Que Draghi siga siendo una opción es un secreto a voces, pero también lo es que no termine de convencer a quienes deberían impulsarlo. Enrico Letta, líder del PD y uno de los hombres importantes estas semanas, señaló claramente ante los medios que lo ideal para el país sería que continuase el actual presidente, Sergio Mattarella, algo que ya habían esbozado varios senadores del M5S semanas atrás. Los (ex)populistas, que hasta hace tres años pedían un juicio político a Mattarella, uno de los últimos símbolos de un mundo democristiano en ciernes, hoy piden que permanezca otro mandato más; y es que tanto el PD como el M5S tienen claro lo que necesitan: estabilidad y pocos ajetreos, y para ello, el tándem Mattarella/Draghi es una garantía absoluta.

Mattarella ha repetido por activa y por pasiva que no permanecerá otro mandato, y la opción B, mandar a Draghi al Quirinale, podría poner en riesgo la estabilidad del Ejecutivo

El respeto con el que cuentan los dos mandatarios, las optimistas previsiones de crecimiento de la economía italiana, y la buena sintonía entre ambos aseguraría agotar la legislatura, lo que sería un triunfo absoluto de las fuerzas del centroizquierda, que llevan años maniobrando para lograrlo y posponer la llegada de Salvini y Meloni al poder. El problema es que Mattarella ha repetido por activa y por pasiva que no permanecerá otro mandato, y la opción B, mandar a Draghi al Quirinale, podría poner en riesgo la estabilidad del ejecutivo. Draghi es el pegamento de un gobierno conformado por fuerzas políticas antagónicas que viven esperando la ocasión para descabezar a sus compañeros de gabinete, por lo que sacarle de la ecuación podría precipitar el desastre. Las fichas están en su posición, Letta ha mostrado interés en mandar a Draghi al Quirinale, pero Conte se niega. Hacerlo colocaría a los grillini en una diatriba compleja entre elecciones o nuevo sapo que tragar.

Por ello, tanto Letta como Conte, ex primer ministro y una de las personas con mayor poder dentro del Movimento 5 Stelle, no han dejado de buscar alternativas a Draghi. Conte apostó públicamente por apoyar a una mujer sin mencionar ningún nombre concreto, y durante estas semanas han circulado distintos nombres, como la actual ministra de Justicia Marta Cartabia, la magistrada de la Corte Constitucional Silvana Sciarra o el ex presidente y magistrado Giuliano Amato. Todos ellos parecen lejos de los 505 votos, y ante las dificultades de encontrar un candidato de consenso, la batalla puede volver al terreno más puramente ideológico. Dos bloques enfrentados con una situación institucional que roza el empate catastrófico. Actualmente la derecha, dividida en distintas formaciones, pero compacta en sus objetivos, cuenta con 450 votos. La izquierda, mucho más fragmentada y en constante mutación con la inclusión de los ex-populistas del Movimento, cuenta con 420. El poder volverá a residir en pequeñas formaciones centristas como la de Matteo Renzi (43), los senadores vitalicios (6), las minorías autonomistas (14) y el nutrido Grupo Mixto (hasta 50) formado por desertores y partidos minoritarios.

Probablemente el resultado será muy ajustado, y casi todos los cálculos se dirigen al quórum de mayoría absoluta y no a los dos tercios iniciales. Por ello, es probable que los primeros candidatos sean utilizados como espantapájaros, señuelos que traten de mover el tablero, tejer alianzas para las siguientes votaciones o incluso quemar a adversarios políticos.

Berlusconi: una carrera frustrada al Quirinale

En este escenario, donde parece que no hay ningún actor que lidere las negociaciones, Berlusconi trató de presentarse como la pieza capaz de resolver el rompecabezas italiano. A sus 84 años, el ex primer ministro, sobre el que pesan varias condenas por corrupción y fraude fiscal, soñaba con convertirse en el próximo presidente de la República y poner el broche de oro a su exitosa carrera política. Quienes le conocen afirman desde hace tiempo que es el único deseo en su horizonte vital. Unos sueños, que, tras su renuncia de ayer a la carrera presidencial, no se harán realidad.

El histórico líder de Forza Italia lo intentó por todos los medios, y estas navidades trataba de cortejar a diputados y senadores regalándoles valiosas obras de arte de su colección privada, al tiempo que compraba páginas de periódicos para resaltar sus virtudes y trayectoria. No le ha servido de mucho, y como prometió a Salvini, que condicionó su apoyo a que Il Cavaliere renunciase si era incapaz de reunir suficientes apoyos, se bajó de la carrera este domingo al ver imposible su misión de convertirse en el nuevo Presidente de la República.

Berlusconi ha preferido una salida honrosa a una derrota indigna. Su renuncia, sin embargo, no se trata de una retirada del mercadeo político de estos días, sino de un paso atrás

Aunque es la opción que más obras de Sorrentino podría estimular, la composición actual de las cámaras hacía de la designación de Berlusconi una tarea casi imposible. A pesar del apoyo de Salvini y Meloni, la posibilidad de Berlusconi en el Quirinale aterraba a buena parte del elenco político italiano, no solo por la degradación institucional que supondría, sino el enorme triunfo que sería para la derecha colocar a Berlusconi en la más alta institución del Estado. Este escenario siempre estuvo lejos, y ante el inminente fracaso, Berlusconi ha preferido una salida honrosa a una derrota indigna. Su renuncia, sin embargo, no se trata de una retirada del mercadeo político de estos días, sino de un paso atrás; de candidato a “king maker”. Visto que no acabará sus días sentado en el Quirinale, Berlusconi tratará al menos de colocar en la jefatura del estado a un presidente cercano a sus intereses. No tendrá el mismo morbo que la posibilidad de terminar en la Presidencia de la República, pero también tendrá su importancia las próximas semanas. No perder de vista los movimientos del caimán.

Elecciones o crisis aplazada

El río empieza a sonar. En las últimas semanas se han producido tres grandes movimientos políticos con eminentes tintes de cálculo electoral. Los liberales Azione y Più Europa han firmado un pacto de federación para concurrir juntos a las próximas elecciones, sean cuando sean. El progresista Articolo Uno (cuyo líder es el ministro de Sanidad, uno de los políticos mejores valorados del país) ha vuelto al Partido Democrático, de donde desertó en 2017. Y, por último, tanto Sinistra Italiana como Verdi están estudiando una coalición electoral y programática rojiverde.

El Movimento 5 Stelle, que revolucionó la política italiana y ganó las últimas elecciones, se arriesga a seguir cayendo en la irrelevancia política

Otros actores también se juegan su futuro político en esta elección. Más allá del legado que Berlusconi quiera dejar, Matteo Salvini se arriesga a recuperar la hegemonía en la derecha (consiguiendo que algún candidato suyo llegue a la presidencia) o seguir un descenso imparable desde el 2019. Hoy todos los sondeos colocan a la Lega en posiciones de fuerza similares a las que obtuvo en las últimas elecciones (17%), lejos de sus mejores momentos (34%). El motivo de estos hechos tiene nombres y apellidos. Giorgia Meloni también debe demostrar que además de ser fuerza de oposición puede serlo de gobierno. Las críticas constantes al gobierno Draghi pueden tornar rápidamente en impotencia; a pesar de ser primera en muchas encuestas, su formación es una de las más pequeñas en las instituciones. Al otro lado del espectro ideológico, el Partido Democrático ansía volver a ser el partido de la gestión. El retorno de Enrico Letta y las victorias en las últimas elecciones municipales y regionales suponen un viento de cola que pretenden aprovechar colocando en el Quirinale a alguien de su cuerda ideológica. Un objetivo que se verá lastrado por un Movimento dividido y en constante declive. El partido que revolucionó la política italiana y ganó las últimas elecciones se arriesga a seguir cayendo en la irrelevancia política. Si mañana sacan las urnas, los expopulistas perderían dos de cada tres escaños.

En definitiva, agua en este río hay. Todos los movimientos recientes están motivados por la sensación de vivir en un perpetuo clima de elecciones inminentes desde que Conte fue descabalgado el pasado enero. Draghi fue el tiempo muerto que todos se dieron para rearmarse. Y como toda pausa, más pronto que tarde el telón volverá a subir y la función reanudará. Es lo único constante en Italia. Teatro, poder y crisis.

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