180427 encuentro dos Coreas
Kim Jong Un y Moon Jae-in en la frontera entre las dos Coreas en la Cumbre de 2018.. Foto: Grupo de prensa de la Cumbre de Corea /Pool

Análisis
Guía básica para comprender Corea del Norte

¿Bajo qué lógicas funciona Corea del Norte? Además de la particular historia de la península coreana, tres aspectos son fundamentales para comprender al país: la ideología ‘juche’ (o marxismo-leninismo a la coreana), la doctrina ‘songun’ (prioridad militar) y la familia Kim.

En 1948 fue conformada definitivamente la República Popular Democrática de Corea (coloquialmente definida como Corea del Norte). La creación del nuevo estado fue consecuencia de la conjunción de múltiples factores internos y externos. Históricamente, la fecha no es fruto de la casualidad: en 1945 concluía la Segunda Guerra Mundial y arrastraba consigo al Imperio japonés, quien había estado dominando con mano de hierro desde hacía algunos años vastas regiones del este de China e incluso algunos otros territorios (entre ellos, los que hoy conocemos como las actuales Vietnam o Tailandia). Aunque, sin duda, su expansión imperialista encontró un grado mayor de intensidad en Corea. Con la derrota del Eje y la entrada de Estados Unidos y la Unión Soviética en la península, el pueblo coreano se zafaba de la bota de hierro de Japón. El 15 de agosto se celebra en ambas Coreas este hito (Gwangbokjeol en el sur, Chogukhaebangŭi nal en el norte).

Que el norte diera de sí un estado socialista se explica en cierta medida por lógicas locales. El movimiento nacionalista que opuso resistencia al imperialismo japonés no estuvo exento de desarrollar en su seno contradicciones de clase e ideológicas de hondo calado. Desde 1925, los comunistas dominaban el movimiento de liberación nacional. Las guerrillas se extendían dentro y fuera del país, estando en una de ellas un joven Kim Il-sung (fundador de la RPD y abuelo del actual dirigente Kim Jong-un), y el marxismo coreano impregnaba la cotidianeidad de estudiantes, obreros y campesinos. El independentismo burgués se encontraba en 1945 en seria desventaja con respecto al movimiento comunista coreano y, contrario a lo que podría pensarse, la “derecha nacionalista” no se concentraba particularmente en el sur.

No fue sino la disputa geopolítica entre Estados Unidos y la Unión Soviética la que partió en dos al país y definió la individualidad de Corea del Norte como sujeto internacional. La URSS accedió a la parte norte de Corea, mientras el imperialismo estadounidense se estableció en el sur. En ambos lados del arbitrario Paralelo 38, que fijó los límites al norte y sur de los dos gobiernos, el Partido de los Trabajadores (se conformaron en 1946 dos divisiones: una al norte y otra al sur) atesoraba una considerable capacidad aglutinante. Luego de la fusión de ambos partidos en 1949 en el unificado Partido del Trabajo, los destinos del movimiento fueron totalmente dispares según su ubicación dentro del país. En la parte norte, partido y estado se vincularon enormemente, con la aprobación pasiva de la Unión Soviética. En el sur, el USAMGIK (United States Military Government in Korea) y el presidente cuasi subordinado Rhee Syngman reprimieron masivamente a los comunistas e ilegalizaron al Partido.

¿Cómo funciona Corea del Norte?

Desde la fundación de la RPD, y tras una cruenta guerra civil que se saldó con una reforzada partición de Corea en 1953, el Partido del Trabajo ha gobernado indiscutiblemente la parte norte de la península. ¿Pero cómo lo hace? Lejos del amarillismo y el meme que habitúa a rodear a este país en los medios de comunicación de nuestros países, es fundamental una comprensión básica de unos de los enclaves más importantes de la política internacional (y uno de los mayores focos de interés de Estados Unidos a nivel global).

Sobre el papel, Corea del Norte es un país socialista. Y lo es en un contexto post soviético y en medio de sendos debates entre el marxismo internacional alrededor del socialismo como etapa transicional. En un contexto regional en el que países como China, Vietnam o Laos postulan una particular reformulación de la transición socialista como fase de acumulación capitalista para prepararse para el socialismo, Corea del Norte se reafirma en una cierta rigidez que se opone a las ideas de dirigentes comunistas como Deng Xiaoping. Lo hace pese a nimios episodios de apertura como el que se diseñó con empresas surcoreanas en la región de Kaesong.

La idea juche es, fundamentalmente, la supeditación de la revolución socialista a las formas tradicionales de organización y cultura que —según el partido— son inherentes al pueblo coreano

Las bases del marxismo-leninismo ‘a la coreana’ son sintetizadas en torno a un concepto: la idea juche. Es importante considerar previamente el contexto dengxiaopiniano de buena parte de los países socialistas en Asia, así como el contenido nacionalista (para algunos, incluso chovinista) del marxismo coreano, que hunde sus raíces en la etapa de resistencia antiimperialista contra Japón. Ciertamente, la academia norcoreana define la idea juche de una forma un tanto abstracta: “cada cual es dueño de su destino y posee la fuerza para la forja de éste”. En realidad, esta frase no dice mucho por sí misma si no se explica. Lo que el socialismo coreano quiere decir con su idea juche es que cada proceso socialista nacional tiene unas particularidades que deben ser ensalzadas. En palabras de Kim Jong-il, “el socialismo de nuestro país es el socialismo a nuestro estilo. El juche se estudia en diversas asociaciones de amistad con el país a lo largo del mundo, aunque su principal papel es servir como significante diferenciador. La idea juche es, fundamentalmente, la supeditación de la revolución socialista a las formas tradicionales de organización y cultura que —según el partido— son inherentes al pueblo coreano.

Otro elemento teórico dota de sentido al socialismo coreano y constituye verdaderamente su particularidad con respecto al resto del mundo: la doctrina songun, es decir, la militarización del país. Ni el juche ni el culto en torno a la familia Kim (que se explicará más adelante) son tan relevantes para entender a Corea del Norte como sujeto díscolo en la política internacional como lo es la profunda militarización de su sociedad. El Estado norcoreano cree (no sin razón) estar sometido a la presión imperialista de Estados Unidos. En efecto, Washington emplea a Corea del Sur como una suerte de subordinado en términos militares, al tiempo que se vincula con Japón cada vez en mayor medida. Todo ello en el marco de una política injerencista en Asia-Pacífico que va más allá de Corea y alcanza puntos de la región como Taiwán.

En este sentido, el diagnóstico de Pyongyang es simple: o nos armamos hasta los dientes o nos liquidarán. Esta creencia, aunque parcialmente especulativa, encuentra verdaderos anclajes en la realidad, comprobables fácilmente al analizar las huellas de la violencia estadounidense en medio mundo a través de invasiones y golpes de estado. En este sentido, el desarrollo del Ejército —la “prioridad militar” de la que habla la doctrina songun— cobra cierto sentido (interno, como mínimo). También lo hace la proliferación nuclear por la que es conocido el país. El propio Kim Jong-un, máximo dirigente de la RPD en la actualidad, escribe en los siguientes términos: “la superioridad militar y técnica ha dejado ya de ser una propiedad exclusiva del imperialismo. De la misma forma, la época en que el enemigo nos chantajeaba con su bomba atómica ha pasado para siempre”.

El diagnóstico de Pyongyang es simple: o nos armamos hasta los dientes o nos liquidarán. Esta creencia, aunque parcialmente especulativa, encuentra verdaderos anclajes en la realidad, comprobables fácilmente al analizar las huellas de la violencia estadounidense en medio mundo

Lo militar es percibido simultáneamente como necesidad y orgullo en Corea del Norte. Una suerte de “gasto necesario” que, además, legitima un firme disciplinamiento y la dotación de formación militar desde una temprana edad. Lo militar abarca casi todo en el país, incluyendo la educación. No obstante, un comentario se hace necesario a este respecto: la guerra de Corea nunca se cerró, y Estados Unidos sostiene presencia en el sur de Corea y una marcada actitud belicista frente a Pyongyang.

La tercera clave para comprender a Corea del Norte es la familia Kim. Si el socialismo debe ser un movimiento superador de las tradiciones pertenecientes a formas económicas anteriores, sin duda el ‘socialismo a la coreana’ rehúsa hacerlo con el familismo confuciano. Tras la muerte de Kim Il-sung en 1994, el culto a la personalidad en el país se agravó profundamente, trascendiendo a la figura de quien fuera fundador de la república en 1948. El líder —siempre perteneciente a la familia Kim— se erige en padre de la sociedad en su conjunto. Independientemente de la correlación de fuerzas entre los partidos políticos del país y a la interna del propio Partido del Trabajo, la preeminencia de los Kim no parece discutirse en la RPD.

Y al margen de la exageración cuasi racista de ciertos sectores de la prensa y la política occidentales, lo innegable es que Kim Jong-un ostenta cargos de enorme responsabilidad en el país —Líder supremo, Presidente de la Comisión de Asuntos Estatales, Secretario general del Partido, Presidente de la Comisión Militar Central del Partido y Presidente de la Comisión Nacional de Defensa— es decir, el hijo de Kim Jong-il es la máxima autoridad en materia política, militar y estatal, abriendo serias dudas sobre la viabilidad de debates internos en la dirección nacional y sobre la sostenibilidad del socialismo coreano si él muriese prematuramente. Sobre él no pesa en realidad un excesivo simbolismo, pero sí sobre los ya fallecidos Kim Il-sung y Kim Jong-il.

En síntesis, Corea del Norte tiene sentido histórico y agencia propia. Y se equivocan los políticos y periodistas occidentales que le reducen a una rareza distópica e ignoran las complejidades y el contexto internacional que conforman su lugar en el mundo.

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