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Amianto
Amianto, polvo blanco en buzo azul
Miles de personas trabajadoras de los astilleros de Ferrolterra estuvieron expuestas al amianto, pero el daño va más allá. En las próximas décadas seguirán apareciendo casos provocados por exposición medioambiental. A pesar de que suene a viejo, lo del amianto es un problema de salud público ni mucho menos resuelto.
Cada lugar construye sus símbolos de un modo bien azaroso. Quien creció cerca de Ferrol en los años 90 recordará ese buzo azul que llevaban nuestros vecinos y abuelos, o los críos y crías para jugar en la hierba sin mancharse. El símbolo viene de Astano, de la Bazán, sustento de casi todas las familias trabajadoras hasta que la reconversión cambió para siempre Ferrolterra, territorio que ni la AP-9 pudo rescatar.
Pero ahondando en la memoria no es posible separar ese buzo azul de todo lo que provocó el amianto. Incontables muertes, todas evitables, calladas hasta que no se podían esconder más.
Una mirada hacia atrás
El tema es viejo, como explica Rafael Pillado, histórico del sindicalismo gallego, fundador de Comisións Obreiras y trabajador en Bazán: “Es antiquísimo, y se sabía bien que era cancerígeno, pero la empresa lo ha ocultado y ha pagado a médicos y quien ha hecho falta para que no se hablase de esto”. Desencantado con el sindicalismo, hoy Pillado es parte de Agavida, la Asociación Gallega de Víctimas del Amianto.
Emilio Espiñeira es su vicepresindente y también ha trabajado en la Bazán de 1954 a 1999. Durante buena parte de ese tiempo ha comido el polvo del amianto, lo que le provocó engrosamientos pleurales que lo tienen, dice, “bastante fastidiado”. “El amianto era importado y tenía que venir con una pegatina que avisaba de que era cancerígeno, pero nada, llegaban a la aduana y se las quitaban. Yo en la vida he visto esas pegatinas en Bazán”.
Primera conclusión, evidente y conocida: la empresa sabía lo que provocaba. Más conocidos se hicieron sus efectos en 1980 cuando Steve McQueen murió por el asbesto que había inhalado limpiando barcos. Pero no por sabido dejó de ser callado.
Cuenta Pillado una conversación que tuvo en los años 90 con un dirigente de la Bazán: “Le expliqué lo que estaba pasando con mis compañeros y me dijo ‘bah eres un exagerado’ por las cifras que le daba, pero me confirmó que la empresa sabía que el amianto era cancerígeno, que mataba”. Pillado lo tiene claro: “Eran unos asesinos en potencia”.
Emilio Espiñeira recuerda las “barbaridades” que se hacían, por ejemplo, en la limpieza semanal de los sábados: “Los engrasadores [limpiadores] cogían una manguera de aire para soltar el polvo del amianto, de forma que hacía una nube de polvo, y en ese ambiente trabajábamos. El amianto no solo se respiraba, se comía”. Él y sus compañeros se tiraban amianto “de broma, por ignorancia”, y hoy lamenta que “de saberlo no hubiésemos hecho esas barbaridades y no hubiese habido tanta gente contaminada”.
Desde Agavida hablan de entre 12.000 y 16.000 personas afectadas. En los años 90, Comisións Obreiras elaboraría un primer listado de afectadas, con el que trabajaría la unidad específica de asbestosis en Ferrol, la que las víctimas habían reclamado y la que consiguieron no sin mucho luchar. En la consulta, aún abierta en 2002, se trataría a los enfermos que habían inhalado fibras de asbesto.
Explica la neumóloga asturiana Carmen Diego, coordinadora de la unidad ya en aquel momento, que “en esa primera lista había 300 afectadas y la consulta se realizaba unos pocos días; pero ahora es una consulta diaria”. La tardanza en la diagnosis y en la apertura de esta área en Ferrol ha afectado a miles de personas, como Emilio, diagnosticado por el médico por el médico de la empresa: “Me dijeron que podía ir a Oviedo al Instituto Nacional de Silicosis, pero no fui, yo era un crío”. Otras veces decían que era cosa del tabaco, según Pillado, que recuerda la situación resignado: “Los cargos sindicales empezamos a preocuparnos cuando observamos que se iban muriendo compañeros uno detrás del otro, y cuando te enteras de lo que pasa ya es tarde”. En un estudio de 2013 coordinado por Carmen Diego, se estimaba que alrededor del 70% de las trabajadoras estaban afectadas y concluía que la exposición era un factor “potencialmente causante” de enfermedad pulmonar.
Explica la neumóloga del Complejo Hospitalario Universitario de Ferrol (CHUF) que las patologías “aparecen muchos años después de la exposición, a diferencia de otras enfermedades profesionales como la silicosis, y en muchos casos aparece cuando el trabajador ya dejó de trabajar y no lo relaciona con su trabajo”. Emilio recuerda que no se nota nada cuando tragas amianto, que ni siquiera es desagradable, como sí pasa por ejemplo cuando inhalas humo. Además en un principio es asintomático, a pesar de que va provocando el engrosamiento de la pleura al tiempo que comprime el pulmón. Las patologías derivadas son muy diversas, siendo las más graves la asbestosis, el cáncer de pulmón y otra que es fatal a largo plazo: el mesotelioma, “un cáncer de pleura que ha afectado a muchas personas de la zona”, explica Carmen Diego.
Un problema de salud pública
La exposición al amianto no terminaba en los astilleros. Cuenta Diego que “muchos trabajadores de Bazán y de las auxiliares (más de 17.000 en sus mejores tiempos) llevaban la ropa de trabajo a casa para que las esposas se la lavasen. Tenemos muchos casos de mujeres con placas pleurales, engrosamientos de pleura y también de asbestosis. Algunas de estas mujeres cobraban algo por lavarle la ropa también a los compañeros de trabajo de su hombre”.A exposición ao amianto non remataba nos estaleiros. Conta Diego que “moitos traballadores de Bazán e das auxiliares (máis de 17.000 nos seus mellores tempos) levaban a roupa de traballo a casa para que as esposas lla lavasen. “Temos moitos casos de mulleres con placas pleurais, engrosamentos de pleura e tamén de asbestose. Algunhas destas mulleres cobraban algo por lavarlle a roupa tamén aos compañeiros de traballo do seu home”.
En el manifiesto por una ley integral del amianto se recuerda que en 2050 se podría llegar a los 130.000 fallecidos por el uso industrial del amianto solo en el Estado español
La problemática es global. La uralita, hecha con hasta un 40% de amianto, fue una marca y producto muy barato y, por lo tanto, muy usado en la época de mayor desarrollo urbanístico, y sigue muy presente en muchas de las construcciones, edificios oficiales y viviendas. En 2020, trabajadores del metro de Madrid siguen pidiendo su retirada de las vías; en el vertedero de Zaldivar (Euskal Herria) donde todavía hay 16.000 toneladas de amianto; o en treces de Renfe cuyos responsables “deberían de estar ante los tribunales”, critica Pillado. Desde Agavida vienen denunciando estas situaciones, como el amianto que había en el aparcamiento de la plaza del Ayuntamiento de Ferrol (por la que la institución fue condenada) o la uralita de la Sociedad Gallega de Historia Natural, de la Xunta. Espiñeira resume así el papel de las instituciones al respecto: “Pasan de todo”. Todavía hoy no hay un censo, reivindicación de las asociaciones desde hace mucho y exigida por el Grupo de la Ley Integral del Amianto, del que forma parte Carlos Piñeiro, médico que investiga la problemática en Ferrolterra ya desde los años 80. Explica Piñeiro que la normativa europea aprobada en 2013 “daba la oportunidad de acabar de hacer el censo de presencia de amianto en las ciudades, pero en España se pasó olímpicamente de este tema. No hubo interés.”
Tal es el pasotismo que esta exposición medioambiental del amianto hizo que con el paso de los años la ratio de afectadas por género se equilibrase en la comarca de Ferrol, como cuenta Carmen Diego. Conviene recordar que en la Bazán y Astano la inmensa mayoría de trabajadoras eran hombres.
Los problemas derivados del amianto en 2020
El problema es antiguo, pero no por conocido puede ser olvidado. Al entrar en la sede de Agavida, un lunes de invierno a las nueve de la mañana, hay ya tres personas afectadas y viudas recibiendo asesoramiento. “Vienen a hacer reclamaciones, que les revisemos las pensiones, esas cosas”, explica Rafael Pillado. Lo mismo pasa con la consulta, que recibe entre 1.000 y 2.000 consultas anuales. Y esto no va a cambiar dejando pasar el tiempo: en el manifiesto por una ley integral del amianto se recuerda que en 2050 se podría llegar a los 130.000 fallecidos por el uso industrial del amianto solo en el Estado español.
Carmen Diego critica la poca dureza de la normativa actual: “La directiva europea insta, pero no obliga a retirar el amianto”. Emilio Espiñeira coincide y es más duro: “Para quitar la uralita no hay subvenciones ni nada. En Ferrol solo hay una empresa que lo haga, pero cobra más que lo que cuesta poner un tejado nuevo, y claro, nadie lo hace. Pero esto hay que sacarlo, no queda otra”.
A las instituciones no les interesa el tema y hacen lo posible para que asociaciones como Agavida desaparezcan; buscan el modo de dispersar las luchas, de dificultarlas, de impedirlas”
Las muertes por enfermedades provocadas por el amianto se siguen sucediendo de la mano de la dejadez de las instituciones: “En los últimos años se fueron perdiendo conquistas; a las instituciones no les interesa el tema y hacen lo posible para que asociaciones como Agavida desaparezcan; buscan el modo de dispersar las luchas, de dificultarlas, de impedirlas”, explica Pillado. Tanto él como Emilio tienen un montón de argumentos que señalan esta tesis: “No hace mucho subieron el umbral para poder reclamar la enfermedad profesional: de una TLC (capacidad pulmonar total) del 70% al 80%. Ahora hay miles de personas que ya no pueden reclamar. No hay derecho, esto está todo corrompido”.
Apunta Emilio Espiñeira también hacia la dispersión de la lucha de la que hablaba Pillado, una estrategia que utilizó la empresa para lavarse las manos: “Yo pienso que cuando nos mandaron para casa en el 99% de los casos lo que querían era evitar problemas, porque si cuando se descubre todo nosotros siguiésemos, en la empresa iban a tener muchos problemas de dios, muchos. Lo que pasa es que al echarnos dificultaron que nos organizásemos. Uno fue para Valdoviño, otro para Pontedeume… y pierdes el contacto”.
¿Responsabilidad penal?
Las personas afectadas que reclamaron, recibieron en diferente grado indemnizaciones y pensiones por su enfermedad profesional, un proceso largo. Cada uno tuvo que buscarse la vida, sin ninguna ayuda pública, más allá de Agavida. Emilio, por ejemplo, tiene reconocida la enfermedad profesional, pero no se ha acogido a ella: “Para sancionar a la empresa por no tener las medidas adecuadas, pedimos un recargo de un 30 al 50% en la pensión, y me dieron el mínimo, el 30%, que paga la empresa”.
¿Y qué hay de las responsabilidades penales? Pruebas y víctimas las hay, pero no pudo ser. En un primer momento, según cuenta Espiñeira, fue Rafael Pillado el que organizó la primera denuncia, a finales de los años 90: “Pillado nos llevó a un abogado, seríamos unos 28 o 30 compañeros. El caso acabó con sentencia favorable, en contra de la empresa, y marcando una indemnización. Pero ellos fueron al Tribunal Superior de Justicia de Galicia y el tribunal, muy simpático, dijo que había prescrito. Nosotros cuando denunciamos ya llevábamos un montón de años con el amianto en nuestras espaldas, pero claro, ¿cómo íbamos a denunciar algo que no sabes si tienes o dejas de tener? Esto no les valía, y para el TSXG, había prescrito”.
Al insistirle en la vía penal, recuerda el vicepresidente de Agavida que en aquel entonces también hablaron con el Fiscal General de Galicia, en A Coruña: “El veía posibilidades en la vía penal, pero al remitirle el tema al fiscal de Ferrol, se quedo en nada. No debía de compensarle el tema políticamente, ni nos llamó. Teníamos las sentencias archivadas y preparadas, pero nada, a tomar por el saco”. La empresa mató, la justicia no actuó y la política no reparó, pero para Emilio hay que seguir: “Nosotros seguimos luchando aunque nos quede poco tiempo para luchar; va muriendo gente y muchísimas personas se murieron sin saber de que se morían, y para eso no hay vuelta de hoja”
Para entender hasta dónde llegó la dejadez: hasta 2006 no llegó el Real Decreto que reguló las actuaciones ante el amianto, y hasta 2008, la empresa Navantia (antigua Bazán) no le proporcionó la lista de trabajadores afectados al Servicio Gallego de Salud (SERGAS). En 2020, todavía no hay un censo de los lugares donde sigue habiendo amianto ni un fondo de compensación para víctimas.
“Hay que seguir andando”
Pese a la injusticia manifiesta, merece la pena recordar algunas de las consecuciones. Espiñeira quiere recordar a Paco Rodríguez, diputado del BNG (Bloque Nacionalista Galego) a principios de los 2000: “Llevó el problema al Congreso y gracias a eso tenemos la Unidad de asbestosis”. Recuerda también la exigencia de Agavida al Conselleiro de la Xunta para que la encargada de la Unidad fuese Carmen Diego, con la que están “encantados”: “Ella era muy joven, pero demostró su buen trabajo. Nos ayudó muchísimo; va como perito médico a los juicios sin cobrar un duro y nosotros le estamos muy muy agradecidos… y en Navidad le hacemos un pequeño regalo para demostrárselo (ríe)”. Carmen Diego, haciendo balance, tiene claro que las condiciones de trabajo mejoraron y que la situación, en general, es mejor.
Para Carlos Piñeiro, impulsor de la investigación médica de los efectos del amianto en Ferrolterra en los años 80, estamos también ante una crisis del modelo de salud “comunitaria” que apueste por la promoción de la salud. Lamenta también que con motivo de la pandemia la ley que piden las asociaciones de víctimas de todo el Estado se quedase parada: “Antes de la pandemia ya había acuerdos para desarrollarla, y es bastante preocupante que el gobierno actual no haga los esfuerzos precisos para ponerla a andar”.
Rafael Pillado recuerda que desde 1982, con los que llama “despolitización de los sindicatos”, incluso hubo “una cierta compra de cargos sindicales”, pero pese a todo quiere recordar a todas las personas que desde los 70 lucharon por hacer ver el problema: “Había una minoría preocupada por lo que estaba pasando, pero no había una conciencia plena, ni mucho menos”. Algunas de esas personas y afectadas siguen hoy en Agavida, que según él, “hizo lo que tenían que haber hecho los sindicatos”.
Emilio Espiñeira tiene una obstrucción respiratoria fuere y también padece leucemia: “Ando con la quimio, se me juntaron el hambre y las ganas de comer… Y aún por encima ahora con la mascarilla, los del amianto, con los problemas de respiración que tenemos, nos fastidia mucho, muchísimo.”
Pese a todo, Emilio termina la entrevista de una manera muy gallega que hace pensar que quizás Ferrolterra no está tan aislada del resto de Galiza: “Bueno, la cosa va andando… porque no nos queda otra.”