Actualidad africana
La sociedad civil intenta iluminar las sombras que albergan la violencia

Tigray en Etiopía o Cabo Delgado en Mozambique han sido escenario de atrocidades cometidas en los puntos ciegos de los medios. En Níger o en Chad, las crisis sociales se cocinan en el mismo bloqueo informativo.
5 mar 2021 06:00

No es casualidad la relación entre bloqueo informativo y atrocidades. En los últimos días organizaciones como Amnistía Internacional y medios como la CNN han roto ese silencio y han hecho públicos los atropellos que se han cometido en la región de Tigray en Etiopía y en la provincia de Cabo Delgado en Mozambique, cuando nadie podía mirar. Curiosamente, cuando las protestas se desatan en Níger o en Chad, una de las primeras reacciones de las autoridades es cortar Internet, intentar imponer el silencio. Mientras, en Senegal la sociedad civil vuelve a revelarse de manera decidida contra la deriva antidemocrática.

La guerra en Tigray golpea especialmente a los y las civiles

Un informe de Amnistía Internacional ha arrojado luz sobre una masacre de civiles en la ciudad de Aksum, situada en la región de Tigray, al norte de Etiopía. La organización internacional insiste en que no puede determinar el número de víctimas entre la población de la localidad y aunque ha conseguido documentar las identidades de 240 asesinados, considera que la cifra total de fallecidos es mucho más alta. Apenas dos días después de esta información, la cadena estadounidense CNN ha hecho pública una investigación que prueba una segunda masacre, en este caso, en la localidad de Dengelat, a un centenar de kilómetros al este de Aksum, también en la región de Tigray. En este caso, los testimonios recogidos por los periodistas hablan de entre 70 y cien muertos en este enclave que cuenta con una popular iglesia en la que muchos desplazados habían buscado refugio.
Etiopía
En África no hay conflictos étnicos
La violencia en África solo es incomprensible porque no queremos comprenderla, porque lo cierto es que responde a motivaciones mucho más materiales y racionales que la de muchos conflictos europeos.

Los dos episodios que se han conocido esta semana se produjeron entre la toma militar de Aksum, el 19 de noviembre, y el abandono de los militares de Dengelat, en torno al 3 de diciembre. En ambos casos, los testigos señalan a tropas eritreas —contradiciendo la versión oficial tanto de Asmara como de Adis Abeba— que supuestamente habrían avanzado por la zona más próxima a la frontera apoyando la operación desencadenada por el gobierno etíope en la región de Tigray y ensañándose especialmente con la población civil con brutales ataques y asesinatos a sangre fría. Tanto la investigación de la organización internacional como la de la cadena televisiva constatan además acciones de pillaje y de saqueo por parte de los militares.

El 4 de noviembre de 2020, el primer ministro etíope, Abiy Ahmed anunció una ofensiva militar en la región de Tigray para aplastar a las milicias del Frente de Liberación Popular de Tigray (TPLF), al que acusaba de haber iniciado una rebelión. En unas semanas, Ahmed anunció el final de la operación y su éxito rotundo, con la ausencia de bajas civiles. La constante de este conflicto ha sido el apagón de las telecomunicaciones, que ha hecho que la información solo supere el control del régimen etíope a través de los desplazados que logran abandonar el país. Por eso, ha resultado tan complicado verificar y difundir la información sobre estos crímenes que Amnistía Internacional cree que pueden suponer delitos de lesa humanidad.

Pulso de la sociedad civil al gobierno de Senegal

El clima social se está deteriorando a pasos agigantados en Senegal. La sociedad civil ya había alertado de un retroceso del respeto a los derechos y libertades fundamentales en los últimos tiempos del primer mandato de Macky Sall, actual presidente del país, que terminó en 2019. Sin embargo, su reelección ha confirmado esa tendencia. Las denuncias de casos de corrupción o de empeoramiento de las condiciones de vida se han encontrado con una dura confrontación por parte de las autoridades. La amenaza del covid19  justificó una estrategia de unidad nacional que se ha ido resquebrajando y aumentando la frustración, con la falta de transparencia económica de las medidas y, sobre todo, con unos toques de queda mal recibidos por la ciudadanía.
Y’en a Marre ha convocado para la tarde del 5 de marzo una gran movilización. La apuesta lanzada por este movimiento ciudadano supone un serio pulso para el régimen de Macky Sall.

Sin embargo, la espiral de tensión ha ido aumentando y se ha precipitado en las últimas semanas. Ha coincidido ese desencanto provocado por la gestión de la crisis sanitaria y una colisión frontal entre las autoridades y Ousmane Sonko, el principal líder opositor, especialmente popular entre la población juvenil y más proclive al cambio, a cuenta de una acusación de agresión sexual, que el político y sus partidarios consideran que es un montaje para neutralizar su fuerza social.

La crisis se agravó el miércoles con nuevos enfrentamientos después de que Sonko fuese detenido cuando se dirigía al juzgado a pesar de que su inmunidad parlamentaria aún no se ha revocado. El movimiento ciudadano Y’en a Marre ha convocado para la tarde del 5 de marzo una gran movilización en la que han llamado a participar a todos los actores de la sociedad civil, que viene precedida además por una ola de detenciones que ha afectado también a figuras relevantes del activismo y lideres sindicalistas, por sus reclamaciones de transparencia y separación de poderes. La apuesta lanzada por Y’en a Marre supone un serio pulso para el régimen de Macky Sall.

Una olla a presión en el Sahel

Las elecciones en Níger habían sido apacibles. La jornada de voto del pasado 21 de febrero había sido tranquila a excepción de la muerte de siete agentes electorales cuando el vehículo en el que viajaban pisó una mina. La esperanza de una transición de poder sosegada se desvaneció cuando la Comisión Electoral Nacional Independiente (CENI) publicó los resultados provisionales que daban como ganador al candidato oficialista Mohamed Bazoum. Él se proclamó públicamente presidente electo y su rival Mahamane Ousmane denunció un fraude electoral. En las calles se produjeron los primeros incidentes, Internet fue bloqueado el pasado 24 de febrero y a partir de ahí se ha producido una escalada del conflicto social. Diferentes fuentes han señalado que durante la primera semana se produjeron alrededor de 600 arrestos.

En Chad, a un mes y medio de las elecciones presidenciales, el clima social también ha estallado. En este caso, una intervención militar en casa de uno de los candidatos opositores, Yaya Dillo, desencadenó un tiroteo

Por otro lado, en Chad, a un mes y medio de las elecciones presidenciales, el clima social también ha estallado. En este caso, una intervención militar en casa de uno de los candidatos opositores, Yaya Dillo, desencadenó un tiroteo. Las fuentes oficiales del gobierno de Idriss Déby, que después de 30 años en el poder volverá a optar a la reelección, reconocieron dos muertos, mientras que el entorno del candidato, que desde entonces está en paradero desconocido, asegura que se produjeron cinco muertos de su familia, entre ellos su madre y uno de sus hijos. Se ha repetido el recurso al control de la información e Internet ha sido parcialmente apagado. El principal aspirante opositor, Saleh Kebzabo ha anunciado que se retira de la carrera presidencial porque no hay garantías democráticas. Este clima de contestación supone un elemento de inestabilidad en Níger y Chad, dos países fundamentales en la región del Sahel.

Sudán: entre la esperanza y la impostura

Desde el derrocamiento de Omar al Bashir, el devenir político de Sudán ha sido un espacio de incertidumbre que se mueve entre la esperanza de la caída de un dictador, la recuperación de la democracia y el protagonismo de la ciudadanía, por un lado; y el secuestro de las instituciones por parte de los estamentos militares y otros círculos de poder, por el otro. El últimos de los movimientos en la transición a la democracia, no hace sino ahondar esa sensación. El nombramiento de un nuevo gobierno el pasado 10 de febrero ha despertado ciertas suspicacias.

República del Sudán
Sudán, la revolución asediada
Hace dos años comenzaba el proceso revolucionario sudanés que acabó con casi 30 años del régimen de Omar Al-Bashir. La transición hacia la democracia se enfrenta con una coyuntura internacional difícil y la puja entre civiles y militares por el gobierno efectivo del país. 

Dentro de la planificación de la transición este gobierno debería ir transfiriendo el poder desde los dirigentes militares hasta estamentos civiles y dirigir los destinos del país hacia unas elecciones que deberían celebrarse en 2024. La complejidad de la operación es que los equilibrios de poder entre civiles y militares se cruzan con el puzle regional que sostiene el acuerdo de paz de Juba, firmado en octubre del año pasado por el Consejo Soberano de Transición (el gobierno sudanés) y una coalición de grupos armados agrupados en el Frente Revolucionario de Sudán.

Algunos de estos representantes de fuerzas territoriales de Darfur, el Nilo Azul o Kordofan del Sur, también tienen que verse representados en el Ejecutivo, que al mismo tiempo debe ir poniendo en marcha algunas medidas a las que no parece poder hacer frente. Esto hace que ese camino hacia la democracia vaya avanzando formalmente, pero genere considerables cautelas.

El silencio y la violencia en el norte de Mozambique

En medio de la falta de información sobre la violencia en el norte de Mozambique, el último informe presentado por Amnistía Internacional resulta demoledor. El primer párrafo de la nota de prensa en la que presentan los resultados de su investigación en la provincia de Cabo Delgado lo dice prácticamente todo: “Cientos de civiles en Mozambique han sido asesinados por el grupo armado conocido localmente como ‘Al-Shabaab’, las fuerzas de seguridad del gobierno y una empresa militar privada contratada por el gobierno”.

La organización internacional ha rebautizado a la zona del conflicto como Cabo Olvidado, para poner de manifiesto el silencio que se cierne sobre todo lo que ocurre en la provincia más septentrional del país y hace especial hincapié en el hecho de que todas las partes implicadas están cometiendo violaciones graves del derecho internacional humanitario y cómo esa violencia impacta especialmente en la población civil indefensa.

Nigeria se cuela en la cultura de plataforma

Decir que Netflix se ha rendido a Nigeria, seguramente, sería mucho decir. Quizá sería más preciso afirmar que Netflix se ha fijado en la creatividad de la industria audiovisual nigeriana, algo que tampoco muestra que los responsables de la plataforma de streaming sean especialmente perspicaces, porque hace años que se repite el mantra de que Nollywood (la industria cinematográfica del gigante africano) es la segunda industria audiovisual mundial, solo por detrás de Bollywood.

La progresiva adopción por parte de Netflix de títulos nigerianos permite inferir que las producciones audiovisuales del país africano se han colado en la industria global del entretenimiento

Para que se entienda la dimensión, Nollywood generó 7.200 millones de dólares en 2016. Por otro lado, Netflix no es la medida de todo, pero sí que es un buen termómetro de la cultura de plataforma y su progresiva adopción de títulos nigerianos permite inferir que las producciones audiovisuales del país africano se han colado en la industria global del entretenimiento.

El anuncio, en plena pandemia mundial de una campaña bajo el título “Made by Africans, Watched by the World” [Hecho por africanos, visto por todo el mundo], da una idea del discurso de Netflix, mientras incorpora títulos africanos en su catálogo trata de convencer al público africano de que sus historias se están exportando al mundo. Lo cierto es que la industria audiovisual de Nollywood ha supuesto una inyección de aire fresco en un momento en el que la plataforma de streaming necesita reforzar su oferta diversa.

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