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Referéndum del 1 de octubre
La democracia de lo posible
Son días vertiginosos para los frikis de la política y los hooligans de la unidad de España, que por fin han encontrado el Tema para discutir en las sobremesas.
Aristóteles, uno de los filósofos old school con más tirón por aquí abajo, dejó escrito que la política es el arte de lo posible. Lo que pasa es que se olvidó pintar la frontera donde acaba ese campo y empieza, digamos, lo inalcanzable. Sabemos que no podemos legislar sobre la velocidad de la gravedad ni podemos reglamentar las horas de luz del día, pero hay zonas fronterizas entre lo imaginable y lo imposible que no tenemos delimitadas.
En la corriente de opinión Defensores de La Consti sí lo tienen bastante clarito: lo posible es únicamente lo que cabe en un texto redactado a catorce manos por siete próceres. No recuerdo que haya sido dictado por una zarza en llamas en el desierto, pero para esta corriente este texto es perfecto, inapelable, síntesis de los auténticos e incorregibles valores democráticos. Fuera de La Consti no hay nada, nada legal, nada políticamente posible.
Cierto es que no oímos a esta corriente rasgarse las vestiduras cuando fueron desahuciadas millones de personas y existían aún más millones de viviendas vacías, a pesar de que el art. 47 de La Consti nos concede derecho a tener una casita digna. Tampoco les he oído exigir todo el peso de la ley contra los bancos –que nos han levantado al menos 40.000 millones, cuatro millones de salarios mínimos anuales y al atraco le llamaron préstamo en condiciones favorables– a pesar de que el art. 28 dice que toda la riqueza debe estar subordinada al interés general. De este se ríen desde los corruptos hasta los saqueadores de plusvalías más afamados del país (los menos afamados también) cuando firman sus rimbombantes manifiestos pro Consti.
La Democracia, con mayúsculas para ellos, ha pasado a ser la exigencia de que la legalidad se imponga a la realidad, aunque para ello el castigo sea preventivo
Estos días, sin embargo, los Defensores de La Consti han entrado en modo imperio de la ley. La Democracia, con mayúsculas para ellos, ha pasado a ser la exigencia de que la legalidad se imponga a la realidad, aunque para ello el castigo sea preventivo. Lo posible para el Estado pasa a ser todo, aunque esté fuera de La Consti impedir la libertad de expresión al cerrar una web sin órdenes judiciales. Lo que haga falta y Cola-Cao para evitar un acto de sediciosa desobediencia y manifiesta peligrosidad: meter unas papeletas en las urnas.
La Democracia pasa a ser convertir un problema político en un problema de orden público y judicial. La materialización de ese problema, las huestes de Piolín, no tiene pinta de que hayan venido de turismo. Vienen a hacer política con la ley del fiscal y a restablecer el orden, un pack de infausto recuerdo para una ciudad como Barcelona. Pero los Defensores de La Consti lo jalean, joder, que esto es la Democracia, el respeto a la ley y a su orden, base de toda autoridad, no hay remilgos. Ni siquiera disimulan: el capi con más mando fue de voluntario con Tejero.
Las huestes de Piolín no tiene pinta de que hayan venido de turismo. Vienen a hacer política con la ley del fiscal y a restablecer el orden, un pack de infausto recuerdo para una ciudad como Barcelona
La democracia es un juego de comunidades, antes conocidas como minorías. Esto lo saben bastante bien las élites, que son una comunidad pequeña pero bien posicionada con gran poder a pesar de su inferioridad númerica. La comunidad catalana, digamos presuntamente desobediente, ya existía previamente y nada parece indicar que la vaya a disolver la represión. Al contrario, la cohesionará y ampliará su lista de agravios percibidos y reales. Continuará con su camino en busca de conquistar sus derechos (me temo, Defensores de La Consti, que nunca os dijeron que los derechos se conquistan, preguntad por Rosa Park) y, sea lo que sea el domingo, será un paso en ese sentido.
La respuesta del aparato estatal será ejercer la política por la vía del orden público, y es probable que eso aliente los realineamientos de otras comunidades en principio ajenas al conflicto nacional. La extraconstitucionalidad de ir a votar será contrapuesta con la constitucionalidad de reprimir hasta vencer. El relato mainstream y machacón de los que se llaman buenos va a ser implacable con la disidencia.
Gracias a ellos se van a resituar muchos de los que desconfían de la manifiesta unanimidad. Y quién sabe si otra vez ampliaremos la frontera de lo posible como salida al conflicto o si saldremos con un posible más pequeñito, con derechos jibarizados y altas tundas represivas, si acabaremos llevando L´estaca de los acordes a los hechos o si nos conformaremos con llevar tabaco a los nuevos presos.