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Centros sociales
El CSC Luis Buñuel se enfrenta a un proceso legal con el Ayuntamiento de Zaragoza
“Aquí llevo toda mi vida y no pienso irme”. Sin duda, “Es el mejor barrio de Zaragoza. La calidad de vida es buena”. Los vecinos de San Pablo lo tienen claro. Su ambiente es distinto. Una línea imaginaria divide unos barrios de otros. En su caso, es inconfundible saber dónde te encuentras: pequeño comercio, mucho contacto humano, vecindad, multiculturalidad, inmigración…
También conocido como El Gancho -en honor a la primitiva parroquia de San Pablo, que solía hacer una romería encabezada por un gancho que desbrozaba la zona por la que pasaban los feligreses en procesión- es un barrio con un color insólito. Cuando hace sol, es inevitable percibir el reflejo de los tonos dorados de sus paredes. Las viviendas son viejas, pero no le falta la presencia de gente joven. En pleno centro urbano de la ciudad, se diferencia por sus vías peatonales, estrechas y decadentes. A pesar de estar en la metrópoli aragonesa, sus aires son rurales.
Sin embargo, desde hace años, el barrio carga a sus espaldas con una fuerte estigmatización. Drogas, delincuencia, inmigración ilegal, chusma. Son algunos de los rumores que se escuchan. Debido al estigma, ha surgido algo nuevo, un contrapeso cultural: el edificio Luis Buñuel, un gigante que se alza guardando su zona. En el corazón de San Pablo se encuentra la plaza Santo Domingo, centro neurálgico de la vida vecinal. Es el protagonista de la historia del barrio, y también de la nuestra. Todos lo conocen, y personas de ideologías y culturas diferentes se reúnen en él.
Perdura su aspecto antiguo, de casa abandonada. Sus vallas altas, grises, puntiagudas y con unos repuntes que miran al cielo en forma de flecha, lo rodean y protegen. Sus puertas son enormes, de madera, roídas por el sol, rusientes por el calor y su curioso interior. En la entrada principal, dos pancartas: “Dale vida al Buñuel” y “El Buñuel se queda”. Dos lemas que encaminan la vida del antiguo colegio.
El edificio Luis Buñuel: un espacio con mucha historia
Barrio de San Pablo. El Gancho. Entre los años 1979 y 1986 el Ministerio de Educación decide reformar un espacio edificado de la plaza Santo Domingo. Tres mil metros cuadrados de extensión. Con el fin de acomodarlo a las necesidades de un centro escolar, sin destruir sus fachadas por ser de interés histórico, se alza el instituto de Educación Secundaria IES Luis Buñuel.
El tiempo pasa sin descanso y junto a él, la falta de cuidados en la conservación del edificio. Durante el curso 2004-2005, sus paredes enferman; no están en condiciones de acoger a alumnos y profesores durante más tiempo. El instituto debe cerrar y trasladarse a otro barrio de Zaragoza, La Almozara. Se trata de un punto de inflexión en El Gancho. Así, un espacio histórico, el corazón de la plaza Santo Domingo, permanece desocupado y en desuso durante seis años.
En 2011, el movimiento 15M predomina en España. Una sublevación pide un cambio en la política. Gritos de “¡Ya basta!” retumban por la ciudad. La democracia real y participativa salía a las calles para luchar contra una oleada de corrupción e injusticia política en el país. “Todos los miércoles había espacios de asambleas en las plazas. Esas asambleas servían para ir generando el cambio. Cuando se acampó en la plaza del Pilar, fue masivo. Luego, la gente seguía reuniéndose en sus barrios”. Son declaraciones de Noelia, encargada de la comunicación del Centro Social Comunitario Luis Buñuel y colaboradora de la Asociación Vecinal Lanuza Casco Viejo.
El 15M llegó a ser un movimiento vecinal que, junto con la situación y circunstancias de El Gancho, llevó a crear una asamblea. El céntrico barrio -de viviendas viejas, calles estrechas, migración, demanda, vida casi rural, relación abierta entre sus gentes y falta de espacios comunes- ha sido abandonado hace años por las instituciones. Estas son algunas de las características propias de San Pablo, y las que han hecho que sus vecinos pidan ayuda.
La asamblea Gancho-Almozara del 15M recogió las quejas y recordó el cierre del Buñuel, un terreno abandonado que tiene mucho que aportar. Cuando aún era un centro académico, como cualquier otro, el inmueble pertenecía al Gobierno de Aragón y a mediados de 2013, se lo cede al Ayuntamiento zaragozano del PSOE. Todo ello, sumado al interés del trabajo comunitario como empoderamiento de la ciudadanía, el proyecto “Dale vida al Luis Buñuel” emerge, dando pie a “una escuela de participación ciudadana, un espacio que permita desarrollar un objetivo común”, según la descripción de la asociación.
El Centro Social Comunitario (CSC) Luis Buñuel es el resultado del conjunto de ideas, deseos y propuestas de los colaboradores. Es una asamblea autogestionada, cuya meta ha sido siempre “construir una comunidad y gestionar de forma colectiva un antiguo edificio municipal abandonado en pleno centro de la ciudad”. “El CSC Luis Buñuel es un servicio público y tenemos el objetivo de satisfacer las necesidades del barrio”, así se definen.
La política en el caso
Gonzalo, voluntario de la asamblea del CSC Luis Buñuel, explica qué es un centro comunitario: “Persigue causas sociales; sin que haya centralismo ni organigramas verticales”. El CSC se ve representado con esto. No quiere ser un centro okupado. Quieren tener una relación “sana” con el Ayuntamiento y que este reconozca la soberanía de la gente para, así, poder autogestionar el espacio. Con el PSOE al mando, dice Noelia, “había bastante voluntad de diálogo e, incluso, se comenzaron a pactar las bases, pero justo salió elegido el partido Zaragoza en Común”.
“Al final y con mucho trabajo, se consiguió el convenio hace cuatro años”, afirma Noelia. En este convenio, el Ayuntamiento permitía el uso comunitario -bajo unas cláusulas acordadas- del antiguo Luis Buñuel. Como antaño, este espacio funciona organizando asambleas todos los miércoles a las siete de la tarde, y con el desarrollo de comisiones de distinto tipo. Por ejemplo, la comisión de cuidados del edificio: “Después de ocho años cerrado [2005-2013], el edificio estaba asqueroso, lleno de ratas muertas, palomas… Un montón de vecinos del barrio lo limpiaron y arreglaron las luces”. De hecho, nada más tomar el espacio, no tenían ni luz ni calefacción: “Al principio, le llamábamos el ‘Luz Buñuel’”. Gonzalo asegura que estos servicios los paga el Ayuntamiento.
Con las elecciones de 2015, Zaragoza en Común comienza a gobernar e impulsa la nueva vida del Buñuel. Tras años de intentar cerrar negociaciones, en 2018 se publica un concurso público entre las asociaciones del barrio para proponer nuevos proyectos. Según la nota de prensa del Ayuntamiento, la actuación se impulsa después de abrir un proceso de concurrencia con las entidades interesadas en solicitar el uso del Buñuel. Se pronunciaron dos asociaciones: “Escuela y Despensa” y “Centro Social Comunitario Luis Buñuel” (en representación del resto de asociaciones del barrio). Solo esta última presenta un proyecto de actividades tal y como se requería.
Pedro Martínez -único colaborador de la asociación Escuela y Despensa y vecino de San Pablo- “es conservador, pero está muy involucrado en el barrio. Lleva una organización que muchos tachan de fantasma porque no tiene proyectos ni socios. Tiene muy buenas intenciones, pero ya nadie quiere trabajar con él”. Así lo presenta Eddy, responsable de los asuntos legales de la Asociación de Vecinos Casco Viejo.
Martínez busca adquirir el edificio para uso privado, a diferencia del CSC, que se instala allí para trabajar en red con otras asociaciones. Ante el resultado del concurso, en el mismo año 2018, emprende una demanda contra el convenio entre el Ayuntamiento y el CSC Luis Buñuel, por una irregularidad en los plazos del contrato. Rocío Durán, periodista del diario Arainfo, sigue el conflicto: “Ahora mismo está paralizado y a la espera de que lo lleven a juicio”. Actualmente, el convenio es legal, pero de 2013 a 2015 la okupación del centro se produjo “ilegalmente”. Tras la denuncia, nace el proyecto #ElBuñuelSeQueda y el Ayuntamiento inicia una reyerta.
“El Partido Popular en aquel entonces nos recibió, y el propio Jorge Azcón llegó a uno de los foros participativos del Buñuel”, relata Eddy. Esos foros son grandes asambleas que han formado la línea estratégica del Buñuel. Hoy por hoy, el Ayuntamiento de Zaragoza está gobernado por la coalición del Partido Popular, Ciudadanos y VOX. Con el cambio de gobierno llegaron la incertidumbre y las turbulencias a una asociación que llevaba años luchando para revivir el antiguo edificio. “Todo lo que deberíamos hablar con el Ayuntamiento tendría que ser a través de esa mesa que se tuvo en la primera reunión con el Gobierno de Zaragoza en Común. Pero ya con el Partido Popular dijeron que ya no asumían la mesa de seguimiento. Incumplieron el convenio en esa cláusula”. Este mismo Ayuntamiento ha llegado incluso a cortar el suministro de calefacción al CSC y ha recortado el presupuesto que se destinaba a los proyectos sociales de El Gancho. “Han empeorado el barrio en algunas cosas”, se lamenta Noelia.
Sin diálogo no hay confrontación
El Ayuntamiento no ha hablado. A pesar de haber intentado contactar con ellos, la institución solo se comunica con notas de prensa y anuncios puntuales, sin contestar a más preguntas. No han asistido a las comisiones de seguimiento pactadas con el Centro Social Comunitario, y el anuncio de un nuevo centro de mayores en la planta baja del edificio pilla a las asociaciones que componen el Buñuel por sorpresa.
El 29 de marzo de 2022, el Gobierno de Zaragoza envía un comunicado en el que expone la primera fase del proyecto de construcción de un centro cívico en el edificio sociocultural de la plaza Santo Domingo. Javier Rodrigo, consejero de Participación y Relación con los Ciudadanos, -del que tampoco se han recibido respuestas- difunde en rueda de prensa esta información: “La primera planta del antiguo instituto Luis Buñuel acogerá un Centro de Convivencia de Mayores para atender las necesidades del barrio”.
El 6 de abril, el CSC Luis Buñuel celebra una de sus asambleas semanales abiertas, donde se discuten todos los temas y afecciones relacionados con la asociación. En ella, Eddy trae en mano una notificación. El Ayuntamiento de Zaragoza denuncia el convenio firmado en marzo de 2018 con la entidad social y la obliga a abandonar el inmueble “en el plazo de seis meses desde la finalización de ese periodo de cesión”.
Esta decisión surge de dos sentencias, según el documento, “que anulan el acuerdo por el que se materializó la cesión: la del Juzgado de Primera Instancia en 2019 y la confirmación en septiembre de 2021 por el Tribunal Superior de Justicia de Aragón”.
Con el obligado abandono del edificio, Gonzalo explica que “el plan es presentar un recurso. Todo esto se puede alargar hasta tres años porque lo llevamos al Supremo, contando también los dos meses desde la alegación de no conformidad de la notificación y otro mes para que respondan, además del juicio posterior”. El Buñuel busca ganar tiempo. Un tiempo que es valioso para continuar sus actividades socioculturales, con las que el Ayuntamiento no está conforme. Según se ha reflejado en medios de comunicación regionales, el alcalde de la ciudad, Jorge Azcón, ha reiterado en diversas ocasiones que “si hay una sentencia en firme, se cumplirá”.
Sin embargo, todo esto queda en el aire. La periodista Rocío Durán testifica, a fecha de 11 de mayo, que el convenio se renovó finalmente en el mes de marzo “porque ni el Ayuntamiento lo denunció en tiempo y forma ni lo quiso romper la asociación que gestiona el centro”.
Para Eddy, aunque se diera el caso de que la asociación perdiera el convenio, no tienen por qué abandonar el Luis Buñuel. Es decir, si el Ayuntamiento verdaderamente quiere forzar su salida, debería comenzar otro procedimiento añadido. En cualquier caso, desde la asociación aclaran que en las sentencias está reconocido que “no se está valorando si el Buñuel es legítimo o no. No importa valorar si tiene que abandonar o no el edificio”.
El problema no está en la labor del Centro Social Comunitario Luis Buñuel. Se trata de un enfrentamiento entre el antiguo ayuntamiento de Zaragoza en Común y Pedro Martínez como asociación. Cuando el juez aceptó el caso, la asociación fue apelada como parte afectada, como terceros: “Si ese procedimiento era válido o no, nos iba a afectar a nosotros sí o sí. Entonces, el juez nos daba la opción de participar y decidimos hacerlo”. Además, critican que solo esté en juicio el trabajo de los últimos cuatro años. Más allá de resolver positivamente el conflicto legal, pretenden que se reconozca lo que se ha hecho desde 2013, “porque son ya nueve años trabajando en el Buñuel”.
Como sentenció Eddy, “todos los partidos políticos reconocen la asociación de vecinos. Incluso el PP, aunque sabe que somos una organización progresista, reconoce nuestro trabajo”, porque la labor social no entiende de ideologías. Así lo sienten en las calles de El Gancho todos aquellos que hacen uso de las actividades y servicios de la asociación, y de su lado se encuentran también quienes no las utilizan, pero sí conocen su labor. Entre todas las opiniones, hay una común a destacar: la apreciación de la vida que tiene el Luis Buñuel.
Todavía no se puede ver el final
El 2023 se acerca y con él, el décimo aniversario del Centro Social Comunitario Luis Buñuel: el homenaje a una lucha social continuada que le ha llevado a reunir fuerzas desde el gigante de San Pablo. Pero también será época de elecciones municipales. Con la política local, la amenaza contra la existencia de lugares democráticos de autogestión es muy cambiante y desestabilizadora, aunque el avance haya sido ilusionante. Alternativas no faltan, como la propuesta del centro de mayores. Pero será la Justicia quien deberá decidir sobre el futuro del edificio.
Mientras se resuelve el proceso, las voces de la calle hablan: para algunos, El Gancho tiene de todo, no le falta nada; para otros, la carencia de servicios debe encontrar responsables. Una asociación más ligada al progresismo que al conservadurismo choca con ciertos habitantes de San Pablo. Pero Luismi -dueño del bar Santo Domingo-, Fátima y Sara -propietarias de la carnicería Al.Olfa- y Ángela -vecina de la calle Santa Lucía- coinciden en que el barrio es lo primero y como tal, se le debe dar lo mejor, cuidarlo y desechar la mala fama que aún conserva.
La vida continuará en la plaza de Santo Domingo. Por el momento, el Luis Buñuel seguirá reuniendo a la gente del barrio como lugar de autoorganización para el desarrollo sociocultural. El Buñuel, además de la reivindicación social que siempre ha llevado dentro, luchará por no dejar de devolver todo el esfuerzo e implicación recibidos a sus vecinos. El bienestar de El Gancho es la absoluta prioridad.