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Sociólogo, analista político y profesor de la Universidad Central de Venezuela
Cuando en julio Guaidó aceptó volver a la mesa de negociaciones impulsada por Noruega se rumoreaba en fuentes políticas y en las redes que había algo parecido a un preacuerdo electoral y había signos de apertura de ese escenario. Hasta que el 5 de agosto Estados Unidos agudizó las sanciones lanzando una orden ejecutiva firmada por Trump que congela todos los activos del gobierno de Venezuela en Estados Unidos y que algunos analistas han considerado comparable a un embargo como el que han implementado contra Cuba durante 50 años.
Al día siguiente de firmada la orden, Maduro se levantó de la mesa, lo que parece perfecto para él y el establecimiento militar: sin negociación el Gobierno podrá mantenerse hasta el 2025, cuando, según la Constitución, se efectuarían nuevas presidenciales. Sólo una invasión militar, que hoy no parece probable, podría cambiar este escenario.
Antes de esto, varias cuentas opositoras mencionaron que vendrían elecciones presidenciales, incluso llegaron a decir por redes que el candidato del chavismo no sería Maduro sino el actual gobernador del estado Miranda, Héctor Rodríguez. Por su parte, Maduro comenzó a hablar del escenario electoral y pidió a su partido prepararse para el adelanto de elecciones de la Asamblea Nacional.
A finales de julio comenzaba a respirarse, por primera vez en años, la posibilidad de una salida pacífica a la crisis venezolana. Quedaba por esperar un nuevo encuentro en Barbados coordinado por Noruega y pautado para el 8 y 9 de agosto para intentar sellar un acuerdo definitivo.
A finales de julio comenzaba a respirarse, por primera vez en años, la posibilidad de una salida pacífica a la crisis venezolana
No hay otra lectura posible: con la orden ejecutiva del 5 de agosto, Estados Unidos impidió la concreción de un acuerdo y bloqueó la salida europea centrada en elecciones pactadas. El 9 de septiembre Abrams pidió a la Unión Europea más sanciones contra Venezuela.
¿Por qué Estados Unidos no reconoce los pasos que ha dado la oposición en la búsqueda de un acuerdo? ¿Por qué no reconoce las labores de Noruega y la Unión Europea ni favorece un pacto definitivo?
En una entrevista muy franca que concediera Eliott Abrams, enviado especial del gobierno de Trump para Venezuela, a dos periodistas del Instituto Empresarial Americano (AEI), un think-thank conservador con sede en Washigton DC, el experimentado funcionario lo dejó muy claro: “No nos importa qué trato se haga. Si Nicolás Maduro está en el poder, no vamos a levantar nuestras sanciones.”
Dice Abrams que “ha ganado cierta apoyo en la Unión Europea” una “proposición increíblemente pobre y mentirosa” según la cual habría elecciones presidenciales con Maduro en el poder pero con otro candidato por el chavismo: “Este es un trato realmente malo”.
Más adelante queda mejor explicado el fondo del recelo hacia unas elecciones en corto plazo. El chavismo podría dividir a la oposición y “de hecho, podrían ganar unos comicios” (Abrams dixit).
Ciertamente, este es un escenario factible por las ventajas que ha concedido la oposición desde su política abstencionista y por el ventajismo oficial reinante. Y también porque la migración afecta sobre todo a la oposición. Así resulta lógico pensar que unas elecciones como las que se cocinan en Noruega, sean vistas como un riesgo para la administración estadounidense.
Lo que no explica Abrams entonces es cómo piensan salir de Maduro si las sanciones no terminan de lograr un efecto político que tan siquiera se acerque al objetivo. En artículo anterior para El Salto, analizamos cómo las sanciones atornillan a Maduro, legitiman su relato sobre el imperio, unifican al Chavismo y a las Fuerzas Armadas y finalmente terminan incluso dividiendo a la oposición. Encubren la responsabilidad de Maduro en el mal manejo de la economía y de la industria petrolera.
Las divisiones opositoras después de esta última orden ejecutiva se hicieron mucho más visibles. Al día siguiente de ser declaradas, Capriles, un excandidato presidencial que perdió ante Maduro por escasos puntos en 2013, abrió fuego contra quienes calificó de “boltonistas” para categorizar a los sectores radicales que solo ven como opción la intervención extranjera y bloquean una salida electoral. El recién despedido Bolton había sido el funcionario encargado de informar las nuevas sanciones de este agosto.
El sector político de oposición que el líder opositor categorizó como “boltonista” está liderado por María Corina Machado quien ya había zanjado su distancia con el movimiento de Guaidó a partir de las investigaciones que hiciera un medio de su familia, Panam Post, sobre la corrupción de dinero recaudado para la ayuda humanitaria por parte de cuadros políticos nombrados por Guaidó. Ya esto implicaba una fisura en la derecha más radical que no es la única grieta opositora. Con la publicación arreció una campaña en redes de este sector radical contra Guaidó reclamándole por no hacer un llamado abierto a una intervención extranjera y por considerar el camino del diálogo. Aunque luego se ha expandido hacia varios líderes de los principales partidos opositores que van a la mesa de negociación.
Hay que recordar que el partido político de María Corina Machado nunca ha tenido gobernadores o alcaldes de peso y que su fuerza electoral es muy reducida en las internas opositoras donde ha llegado de cuarta en las previas presidenciales. Pero posee un arsenal de cuentas en diferentes redes sociales con un alcance extraordinariamente persuasivo.
Influencers y medios de venezolanos en Estados Unidos decapitan a todo aquel que pretenda asomar la vía del diálogo, incluso la noruega
Los partidos socialdemócratas con fuerza electoral, que han apostado por diversas salidas, incluso participando en la asonada militar del 30 de abril, no quieren cerrar el camino electoral porque saben que el camino violento o militar ha fracasado reiteradamente y es muy peligroso para el liderazgo que reside en el país. Mientras tanto, influencers y medios de venezolanos en Estados Unidos decapitan a todo aquel que pretenda asomar la vía del diálogo, incluso la noruega.
Más allá de las redes, la oposición se dirige hacia la resignación política. Inmovilizada podrá seguir viendo a Maduro presidir el país.
También habrá que valorar el impacto que pueda generar la obstaculización de un acuerdo por parte de Estados Unidos en algunos países que reconocieron a Guaidó y demandaron una salida democrática, especialmente en la Comunidad Europea que impulsa las negociaciones.
Finalmente, el 16 de septiembre Guaidó dió por finalizada la participación opositora en la mesa de negociación.
Estrategia a largo plazo: Venezuela un “país fantasma”
Una vez decretado el fracaso del levantamiento de Guaidó, el objetivo de tomar la reserva de petróleo más grande del mundo no parece tan inminente como en enero de este año. Obedece más claramente a una estrategia a largo plazo.En la misma entrevista mencionada, Abrams tranquiliza un poco a los inquietos periodistas que quieren una invasión en Venezuela: “Constantemente le digo a la gente, si le hubieras dicho a George H. W. Bush en 1988 cuando era vicepresidente: “Vas a invadir Panamá en un año o dos”, habría dicho ¡estás loco!”
Sabemos que el gobierno de Estados Unidos tiene su propio calendario pero no se puede comprender que hayan quemado la opción Guaidó con un resultado tan decepcionante en relación con el tiempo y esfuerzo que brindó el alto funcionariado desde Pence, Pompeo y Bolton. Su política parece muy improvisada.
¿Obedeció el levantamiento de Guaidó a un plan estratégico a largo plazo para tomar las reservas de petróleo o fue una imprudencia nacida del deseo ideológico de los halcones?
Ya a finales de junio, fracasada abiertamente la estrategia de reconocer un gobierno paralelo, Trump, entre mofas a sus halcones por el caso Venezuela y su frustración, hizo retumbar una imagen: “Venezuela va a ser un pueblo fantasma”. A las semanas redoblaría la apuesta con la nueva ley ejecutiva que, como decíamos al principio, es comparada por analistas de izquierda y derecha con un embargo como el de Cuba. Pero luego echó a Bolton y lo acusó de “extralimitarse” con Venezuela.
No sabemos cuáles nuevas sanciones y medidas estarán por venir. Lo que si podemos palpar es que la estrategia sobre Venezuela por parte de Estados Unidos ha pasado de una alta presión a un fuego medio, como esperando otro momento, mientras la situación económica del país va empeorando.
Las miradas políticas ahora se ubicarán más en lo que pueda o no hacer efectivamente el gobierno de Maduro para driblar las sanciones, y en los errores que puedan acelerar su debilitamiento interno. Mientras, se agudizará la crisis económica y aumentará la migración y la violencia. Mientras tanto no habrá salida pacífica salvo que Europa y algunos países de América latina como Uruguay y México puedan hacer prevalecer el camino democrático ante Washigton. ¿Es esto posible?
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