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Universidad
Las agencias de evaluación y el mito de la excelencia
En última instancia, toda la esquizofrenia universitaria converge en el sacrosanto Plan Bolonia, y la cada vez más absurda e insensata carrera por la excelencia.
Cada vez queda menos para el inicio de las clases, y el fantasma de la incertidumbre ante la evolución de la pandemia empieza a asomarse en la mente del estudiantado, acompañado por el recuerdo del trauma que fue el final del curso anterior. Los telediarios y representantes políticos hablan de la vuelta al cole, un tema, el de la enseñanza infantil, que concierne tanto a las niñas y niños, como a sus progenitores, sindicatos, empresas, etc. Sin embargo, una vez más, queda ignorado un sector de la educación, el cual parece mentira que tenga un Ministerio entero dedicado para él: el alumnado y personal universitarios.
Sería muy fácil hacer una queja general, decir que la universidad pasa de mí o que no ha tenido en cuenta las necesidades del estudiantado. Pero llevo años ejerciendo la representación estudiantil, y sé que es más complicado que todo eso. Los problemas rebasan la individualidad de los centros educativos, el territorio autonómico, e incluso la potencia de nuestro ministro, Manuel Castells. En última instancia, toda la esquizofrenia universitaria converge en el sacrosanto Plan Bolonia, y la cada vez más absurda e insensata carrera por la excelencia.
Universidad
La incertidumbre protagoniza un curso universitario a punto de arrancar
Por fortuna o por desgracia, tuve ocasión de reunirme con diferentes órganos de mi universidad para decidir el futuro del próximo curso. Puedo asegurar que en todo momento se buscó, en la medida de lo posible, el beneficio del alumnado. Considero necesario recalcar ese “en la medida de lo posible”, porque la realidad es que la universidad es una institución subordinada al pontifex maximus, que no es Francisco, sino las agencias de calidad.
Sería muy fácil hacer una queja general, decir que la universidad pasa de mí o que no ha tenido en cuenta las necesidades del estudiantado, pero llevo años ejerciendo la representación estudiantil, y sé que es más complicado que todo eso
Las clases telemáticas deben ser en directo y por videoconferencia porque las agencias de calidad han decidido que éste es el equivalente a las clases presenciales, de modo que una metodología más adaptada como la de UNED o los cursos MOOC queda descartada. El estudiantado se queja de que así aprende menos, que no es justo pagar el mismo precio por una peor enseñanza, pero las agencias dicen que la calidad educativa es la misma, así que el precio se mantiene.
¿Pero quiénes son estas agencias de la que usted me habla? ¿Qué currículum tienen para decidir qué es mejor para los estudiantes? Para ello debemos remontarnos varias décadas atrás, hacia el final de la Guerra Fría. La histórica batalla de Thatcher y Reagan (entre otros) por hacer ver la utopía socialista como imposible, y aplastar cruentamente la lucha de clases, había logrado su objetivo. Ante esta situación, la socialdemocracia del mundo occidental se vio obligada a justificarse por medio de la lógica economicista de coste-beneficio. Así nacen las diferentes agencias independientes de investigación, cuya intención era demostrar las ventajas la intervención estatal y los servicios públicos. El bienestar dejó de ser un fin en sí mismo para ser un argumento a favor del crecimiento económico. Nace el término “capital humano”.
La crisis mundial dejó en evidencia la verdadera naturaleza de estas agencias independientes: eran empresas privadas, con intereses privados, que poco tenían que ver con el análisis de coste-beneficio para justificar la intervención estatal
¡Qué sorpresa la de 2008! La crisis mundial de los Lehman Brothers dejó en evidencia la verdadera naturaleza de estas agencias independientes: eran empresas privadas. Empresas privadas, con intereses privados, que poco tenían que ver con el análisis de coste-beneficio para justificar la intervención estatal. ¡Pero es que además estaban hasta arriba de corrupción!
El Plan Bolonia ha convertido la educación en un intercambio clientelar, donde el estudiante paga y el profesor debe obedecer. El alumnado, no obstante, es un cliente al que no se respeta. Las universidades van a la carrera de los ránkings, el resultado objetivo final y último que le otorga el título de “excelencia”, signifique lo que signifique eso, a expensas de las necesidades reales del estudiante y los trabajadores asalariados. ¿Y qué sucede con la pandemia? Que las contradicciones quedan obscenamente a la vista.
Las universidades van a la carrera de los ránkings, el resultado objetivo final y último que le otorga el título de “excelencia”, signifique lo que signifique eso, a expensas de las necesidades reales del estudiante y los trabajadores asalariados
Cada universidad ha tenido sus propios aciertos y errores. Confieso que, habiendo visto lo que he visto, estoy satisfecho con el trabajo realizado en la mía, pero no es, ni de lejos, suficiente. El margen de acción es absurdamente limitado, y el poder fáctico no pertenece ni al estudiantado, ni al personal docente e investigador (el llamado PDI), ni mucho menos al personal de administración y servicios (conocido como PAS).
Quizás algún día la utopía sea realizable y deseable. Sueño con un sistema educativo organizado desde abajo, en consonancia, por estudiantes, profesorado y el resto de trabajadoras y trabajadores. Hasta entonces, nuestro deber es denunciar la negligencia ordoliberal, y defender y ampliar los derechos de nuestra comunidad educativa.