Palestina
Yousef: “No cuentes lo que queremos ser, cuenta lo que nunca hemos dejado de ser: un pueblo que quiere la paz"

Eyad Yousef es profesor en la Universidad de Birzeit, Cisjordania, y comparte su experiencia en una universidad que “representa el pluralismo y la libertad que tanto anhela la sociedad palestina”
Yousef, Universidad de Birzeit (Cisjordania)
Yousef imparte sus clases de educación física en la Universidad de Birzeit (Cisjordania). Foto cedida por Yousef.
13 dic 2024 07:00

Hace poco más de un año que Israel comenzó una campaña de bombardeos sobre la Franja de Gaza dejando una ristra de más de 40.000 palestinos asesinados, sin contar con los miles que siguen enterrados bajo los escombros o los que han muerto de hambre o por falta de acceso a medicamento y atención sanitaria. Es probable que la cifra de muertos y heridos en la Franja de Gaza supere el 10% de la población total.

Hace poco más de un año que Israel convirtió Gaza en un cementerio para la infancia. Hace poco más de un año que la gran mayoría de medios de comunicación utilizan todo tipo de eufemismos, como nunca antes se han usado, para narrar un ataque indiscriminado de tal magnitud contra civiles, para no mentar palabras como sionismo, ocupación, colonos, apartheid e incluso genocidio o exterminio. Pero nada relacionado con este tema es nuevo. Palestina lleva más de setenta años sufriendo el colonialismo de un proyecto sionista que busca la expulsión y aniquilación de la población nativa. Setenta años normalizando una ocupación y un sistema de apartheid con la población palestina sin que tenga consecuencias para Israel ante el resto del mundo. Hace poco más de un año que las bombas israelíes siempre están presentes en Gaza: en la escuela, en la casa, en las huidas y en los funerales. 

“Hace poco más de un año que la gran mayoría de medios de comunicación utilizan todo tipo de eufemismos, como nunca antes se han usado, para narrar un ataque indiscriminado de tal magnitud contra civiles”, Esther Sanz, periodista.

Un año de bombardeos indiscriminados que no solo han dejado miles de muertos sino que se han destruido viviendas, hospitales, campos de refugiados, escuelas y agencias de la ONU. Se ha impedido la entrada de ayuda humanitaria y se ha cortado el suministro de agua y de luz. En definitiva, se ha desmantelado la  infraestructura civil en Gaza. Una vez más, la vida se detiene para los palestinos de la Franja. Y esa destrucción generalizada de las infraestructuras ha tenido un impacto enorme en el sistema educativo universitario palestino. Mientras en España arrancaba el comienzo del curso universitario el pasado septiembre, prácticamente todas las universidades en Gaza han sido destruidas y asesinados rectores, profesores e intelectuales. Los jóvenes no pueden continuar o acceder a la Universidad debido a los bombardeos, el desplazamiento forzoso, el bloqueo, secuestro o la hambruna, entre otros actos de violencia sistemática en la Franja. 

A lo largo de este último año la CRUE (Conferencia de Rectores de las Universidades Españolas) ha publicado varios comunicados tibios y llenos de eufemismos haciendo un alarde de preocupación por el sistema universitario gazatí. Pero nada más lejos de la realidad ya que no se han tomado ningún tipo de medidas al respecto. Debido a la presión de las acampadas estudiantiles surgidas en varias universidades españolas, algunas de ellas empezaron a mostrar públicamente la predisposición de romper relaciones con universidades israelíes que desarrollan o apoyan el proyecto sionista. En la práctica, en muchos casos, no se está cumpliendo. Nada de lo que se hace es suficiente. Ante los ojos del mundo vemos cómo la historia de los palestinos se deshumaniza una vez más. 

“Nada de lo que se hace es suficiente. Ante los ojos del mundo vemos cómo la historia de los palestinos se deshumaniza una vez más”, Esther Sanz, periodista.

Hace poco, Eyad Yousef, profesor de la Universidad de Birzeit al que conocí en mi viaje a Cisjordania hace dos años, visitó la Universidad de Málaga mediante un programa de movilidad y pudimos tomarme un café en Granada. Ha tardado más de 24 horas en llegar a España debido a la presencia de controles internos, puentes y aeropuertos. No puede salir por Tel Aviv sino por Jordania y eso ralentiza el viaje. El problema viene de la demora en la obtención de visados o directamente en la prohibición de viajar por parte de Israel. Yousef cuenta que incluso la mayoría de las veces se siente avergonzado en algunos aeropuertos cuando la seguridad revisa solo sus documentos. ¿Es este un pasaporte legal o hay algún problema con él? Se pregunta indignado.  

Mientras conversamos, Yousef deja de hablar de la ocupación por un instante para recordar su juventud, un fragmento de su vida. Como si quiera atrapar ese momento y quedarse allí, ocultarse en la sombra de lo cotidiano: jugar a la pelota, a las carreras, al baloncesto.  Pero es inevitable que al poco tiempo la tristeza vuelva a sus ojos.  

Yousef nació en Tulkarm, una ciudad ubicada al norte de Cisjordania, que conoce a la perfección el ahogo de la ocupación. No tuvo una infancia sencilla ya que sufrió pobreza y sobre todo, privación de libertad de movimiento. Llegaron a convivir sus padres y sus siete hermanos en una misma habitación. Con tan solo cinco años comenzó a sentir ansiedad, miedo, confusión y tensión cuando veía a las fuerzas de ocupación israelíes entrar en su pueblo y en las casas. Cuando era niño allanaron el lugar donde estaban jugando y agredieron brutalmente a todos sus amigos. 

Sus ojos se aguan cuando intenta explicar momentos con palabras, deseando reconstruir lo desaparecido. Quiere contar para que el resto del mundo entienda el sufrimiento del pueblo palestino pero se siente impotente. Siempre se encuentra en un espacio diferente. Rodeado de un mundo invisible, incapaz de actuar ante tanta barbarie. Lo escucho cuando habla y lo escucho cuando está en silencio. Para mí, tanto las palabras como su mirada forman parte de este texto.  

Actualmente Yousef vive en Nablus y trabaja en la Universidad de Birzeit (Cisjordania). Los palestinos tienen restringido el movimiento entre los pueblos y entre ciudades a través de los puestos de control que Israel custodia con mano de hierro. Esperan largas horas en ellos para poder volver a sus casas o ir al trabajo. Una media de seis a diez horas. 

El papel que tienen las universidades palestinas es de resistencia ante la ocupación Israelí

Cuando hablamos de la Universidad de Birzeit a Yousef se le ilumina el rostro. Me transmite que representa el pluralismo y la libertad que tanto anhela la sociedad palestina. Trabajar allí para él es un sentimiento de pertenencia a ese espacio donde fluye la vida en su estado más puro por unas horas. Por eso pasa la mayor parte de los días en el campus. Aun así,  la Universidad está siendo objeto de ataques, redadas y arrestos de profesores, estudiantes e incluso el cierre de la entrada a la misma por parte de las fuerzas de ocupación. Yousef recuerda que poco antes de llegar a España hubo una incursión del  ejército israelí en la Universidad que consistió en arrestar a profesores y a estudiantes, además de atacar y destruir aulas y todo tipo de materiales. 

Desde el pasado 7 de octubre la situación en Cisjordania ha empeorado y se ha vuelto más difícil y peligrosa, sobre todo en los checkpoint donde el gatillo de las armas que llevan los soldados israelíes parece estar más flojo que nunca. Más de setecientos palestinos han sido asesinados en la zona. Pasar por los controles israleíes es más peligroso que nunca y por eso han decidido que las clases pasen a ser en remoto. Yousef explica que lo más duro es enseñar al estudiantado mientras llegan noticias de familiares asesinados en Gaza o imágenes de masacres. En muchas ocasiones tiene que parar la clase ante la mirada perdida de su alumnado. 

“No cuentes lo que queremos ser, cuenta lo que nunca hemos dejado de ser. Un pueblo que quiere la paz y rechaza la violencia. Un pueblo que ama y anhela la libertad y quiere vivir con seguridad, sin miedo”, Eyad Yousef, profesor en la Universidad de Birzeit.

Yousef tiene claro que la Universidad de Birzeit representa hoy un escudo protector, inmunidad y una incubadora palestina por excelencia. Actualmente han lanzado una campaña representada por la mayoría del profesorado para enseñar a los estudiantes de Gaza de forma online y así puedan completar su viaje educativo mermado por las bombas israelíes. Buscan una forma de que, a pesar del horror diario que viven, puedan por unas horas sentir que sus vidas no están rotas y olvidar que están solos. Un punto y seguido a la espera de que no se convierta en un punto y final.  

Acompaño a Eyad al autobús de vuelta a Málaga. Soy consciente de que la despedida puede ser definitiva porque la vida de los palestinos allí está en manos de la arbitrariedad con la que los soldados israelíes quieran actuar. También soy consciente de la dificultad de redactar el llanto o la impotencia que me trasmite y que una vez redactados perderán importancia; la versión escrita saltará al primer plano y la literatura sustituirá la vida. ¿Qué quieres que cuente más, Yousef? le pregunto. “No cuentes lo que queremos ser, cuenta lo que nunca hemos dejado de ser. Un pueblo que quiere la paz y rechaza la violencia. Un pueblo que ama y anhela la libertad y quiere vivir con seguridad, sin miedo”. 

“Recordar asusta, pero no recordar es aún más terrible”, Eyad Yousef, profesor en la Universidad de Birzeit.

Los palestinos son conscientes de que han sido abandonados, de que el mundo que habla de derechos humanos y de derecho internacional miente. De que esos conceptos están diseñados para los occidentales y de que la rendición de cuentas no está pensada para sus opresores y asesinos. ”En realidad hemos sido desechados como basura. ¿A quién le importamos?, ¿dónde está la frontera entre lo humano o lo inhumano? se cuestiona Yousef. No tengo respuesta y soy incapaz de sostenerle la mirada. A pesar de la crudeza de sus palabras sonríe de nuevo y es cuando le pregunto cómo se puede vivir en el infierno sin odiar. Se toma su tiempo para volver a sonreír y me responde: “querida amiga, es imposible tener un corazón para el odio y otro para el amor. El ser humano tiene un solo corazón, y yo siempre pienso en cómo salvar el mío”.

Mientras me despido pienso en Palestina como ese trozo de tierra al que arrancaron un gran pasado y lo echaron a un presente insoportablemente pequeño. “Recordar asusta, pero no recordar es aún más terrible” se despide Eyad Yousef.  

Esther Sanz es periodista y funcionaria de la Universidad de Granada.

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