Turismo
Free tours: la atracción turística de la precariedad

La popularidad del 'free tour' para visitar las ciudades ha aumentado de manera vertiginosa, especialmente con la proliferación de plataformas intermediarias que se encargan de su comercialización.
1 feb 2025 05:30

Diez de la mañana en la plaza principal de una capital europea. Docenas de turistas se agolpan alrededor de los paraguas de colores, cada una con la bandera de un país. Algunos han encontrado por fin a su guía, Eva (nombre ficticio). Deambulan entre carteles publicitarios y las caras de indiferencia de los pocos trabajadores locales con los que se han cruzado en el transporte público y que, después de un afrontar un madrugón y un trayecto desde la periferia, todavía vienen a trabajar al centro.

Los turistas que parecen más confiados esperan que su guía Eva les lleve a conocer lo “auténtico”. Siguiendo la lógica de la productividad turística, el año pasado ya se “hicieron” Egipto, este año se han hecho Ámsterdam y quizás el año que viene se harán Tailandia.

Como apunta Marco d'Eramo, para recuperar fuerzas tras los trabajos del trabajo, ejercitamos el trabajo del turismo. Lo “auténtico” en realidad no existe, ya que la mera presencia del turista corrompe la idea de alcanzar esa cultura auténtica, y la ciudad se ha convertido en un inmenso parque temático donde los trabajadores locales del sector turístico son, al mismo tiempo, proveedores de servicios y parte del producto consumido. Así, por ejemplo el lenguaje corporal de los empleados del sector de hostelería no debe mostrarse sólo acorde a las tareas de la profesión, sino también a la “tipicidad” nacional esperada, cuestión esencial, ya que a menudo serán la única realidad humana local con la que los turistas entrarán en contacto.

En realidad podría ser cualquier otra ciudad del continente, porque si algo ha sabido hacer el turismo, nuevamente en palabras de d'Eramo, es, a través de los “markers” —las flechas que apuntan hacia la atracción turística en cuestión como algo que se debe visitar y que le confieren el sello de esa autenticidad ya desvanecida—, multiplicar de manera vertiginosa el número de ciudades turísticas. Esto las convierte en espacios invivibles para su población autóctona, que cada vez se las puede permitir menos en términos económicos y es expulsada de ellas a la hora de disfrutar de su tiempo de ocio.

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Esta es una consecuencia de la naturaleza intrínsecamente expansiva del turismo moderno como actividad económica, que construye y se apropia de manera constante de nuevas experiencias y de nuevos lugares.

Si hay un producto que es el ejemplo de estas dinámicas, ese es el free tour, cuya popularidad ha aumentado de manera vertiginosa ya desde los años previos a la pandemia, especialmente con la proliferación de plataformas intermediarias que se encargan de su comercialización. Se trata de un tour de pago libre, que no gratis, como dicta la página de uno de estos touroperadores, Guruwalk, y se ven obligadas a repetir de manera sutil las guías a diario. Sin embargo, para otros de estos “intermediarios de experiencias”, la palabra “gratis” funciona como uno de sus reclamos más preciados para atraer turistas. 

En un paper de 2020, las investigadoras María Victoria Gutiérrez Duarte y Aránzazu Roldán Martínez, de la Universidad Europea de Madrid, apuntaban a la cuestión fundamental que debe resolverse con respecto a estas plataformas, determinar si su actividad “se desarrolla dentro de un intercambio de experiencias (lo que sería el turismo colaborativo stricto sensu) o, si por el contrario, llevan a cabo una auténtica actividad económica que debería ajustarse a las normativa laboral y tributaria y para la que podría exigirse estar en posesión de una habilitación”. En sus conclusiones, apuntaban a lo que denuncian los y las guías consultadas para este artículo, que estas personas no llevan a cabo una “actividad altruista, benevolente o amateur, sino una auténtica actividad profesional”.

El modelo free tour se impone sobre el prepago

Atanasio, nombre también ficticio de un guía de turismo oficial que ha trabajado con el modelo free tour en varias ciudades de Europa, cuenta que van quedando lejos ya los tiempos que estos momentos previos al comienzo de la visita guiada se empleaban para tratar de convencer a los turistas de los beneficios de hacerse también el tour de pago de la tarde. Era el modo de recuperar la comisión que su “jefe” —que no la había contratado, porque era autónomo— le cobraba por “gestionarle los clientes”. 

Atanasio aclara que, hasta hace unos años, “la fórmula que más repetía era la de compañías fundadas normalmente por antiguos guías españoles en una o varias ciudades de Europa,” que captaban sus clientes al principio gracias a la acción de los llamados “promoters”. Esta acción se basaba en el reparto de flyers por el centro de la ciudad a toda aquella persona susceptible de ser considerada como turista a cambio de una comisión que se materializaba sólo si esas personas además de presentarse como asistentes al tour presentaban el flyer en cuestión con el nombre de la “promoter” escrito a bolígrafo. Después, se estableció un sistema basado en el posicionamiento orgánico de las web de estas operadoras y la inversión o habilidad de su estrategia de Google Ads. 

La competición se ha trasladado desde las plazas donde se movían como peces en el agua esos “promoters” a la jungla de internet, y ahí el pez grande se ha comido al chico

El Tribunal du Travail de Bruselas reconoció en 2021 que una guía de turismo española en realidad mantenía una relación laboral con la compañía Buendía Tours después de una denuncia de la guía, que aportó pruebas de que trabajaba habitualmente para esa misma empresa, que la misma le cobraba comisión por cada cliente de free tour, y luego le pagaban por los tours de prepago. Era una “trabajadora asalariada y no independiente”, determinó el Tribunal. Con ello, se destapó uno de los secretos de este modelo: la posibilidad de que las plantilla de guías de algunas de estas empresas estén trabajando como falsos autónomos y no como “colaboradores”; al igual que pasa en otros sectores como el del delivery.

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En función del porcentaje mensual de ventas de tours de prepago, normalmente hábilmente programados para esa misma tarde o la mañana siguiente, recuperaban parte o todas esas comisiones. El precio de estas visitas guiadas oscilaba entre 10 y 15 euros, y el volumen del grupo podía llegar fácilmente a 40 personas. La guía cobraba de media entre 40 y 70 euros por cada uno de esos tours de prepago que realizaba, mientras la compañía se quedaba con la más jugosa plusvalía restante.

La mayor parte del sueldo de la guía era resultado de las “propinas” del free tour. Aunque la legalidad de este sistema está en entredicho por sentencias como la de Bruselas, Lucía, nombre ficticio de otra guía que ha trabajado bajo el modelo free tour en varias ciudades de Europa y ahora lo hace dentro del Estado español, dice que, a día de hoy, las condiciones de trabajo han empeorado con respecto al modelo de prepago. La competición se ha trasladado desde las plazas donde se movían como peces en el agua esos “promoters” a la jungla de internet, y ahí el pez grande se ha comido al chico.

El free tour ha venido para quedarse, como les gusta sentenciar a los CEO de estos touroperadores. Sus nombres son Civitatis, Guruwalk o Freetour.com. En el caso de Civitatis opera en 143 países, mientras Guruwalk ya está presente en más de cien. Estas empresas —conectadas con fondos de inversión en el caso de las dos primeras— se han ido comiendo a las compañías, a menudo fundadas por españoles expatriados, que operaban bajo aquel sistema mixto de free tours y tours prepago, y que utilizaban como “oficinas” para la venta de dichos tours lugares tan variopintos, recuerda Atanasio, como un restaurante chino en pleno centro de Praga o una cervecería local en el Barrio Judío de Budapest, de la que fueron expulsados porque el trasiego de turistas españoles hacía imposible para los vecinos tomarse tranquilamente una cerveza. 

El modo de viajar y los propios turistas han cambiado. Ahora son más precavidos, viajan con los free tours reservados —algunos desde semanas o meses antes de su partida—, y coinciden en un ideal de perseguir lo inalcanzable: conocer aquello que precisamente por haber sido marcado como auténtico; matando con toda esa previsión, como señala el sociólogo Rodolphe Christin, autor de Contra el turismo (ediciones de El Salmón, 2023), cualquier posibilidad de que su viaje tenga la dosis suficiente de inesperado para que se convierta en una experiencia. 

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Muchas guías han pasado a depender directamente de las plataformas, “comprando” su libertad al ritmo de la promesa también defendida en la web de una de ellas de “sé tu jefe en cualquier ciudad del mundo”.

Eva, nuestra guía de hoy, explica la lógica de los nuevos turistas así: “¿Para qué contratar un tour de prepago, si lo puedes hacer “free”? Saben bien que después de un par de paradas, si le estás abrumando con datos históricos, siempre se pueden dar la vuelta y marcharse al doblar la siguiente esquina”, indica. 

En sus años de experiencia Lucía no ha visto que las “propinas”, que recibe como guía de free tour, es decir su sueldo, se hayan incrementado proporcionalmente con respecto a la subida del costo de vida

No obstante en la web de Guruwalk se indica que los asistentes pagarán por un free tour de media entre 10 y 20 euros, cuando de antemano no están dispuestos a pagar 10 o 15 euros por reservar un tour con precio fijo. ¿Es una manera de reconocer la segunda naturaleza del trabajo, el trabajo experiencial? Esto podría deducirse después de ver uno de los tutoriales que esta compañía tiene publicados en su web, donde literalmente dice “existen algunas diferencias con un tour prepago, y principalmente es la energía que hay ponerle, el entusiasmo, y también la atención, y además explicar claramente cómo funciona: esto funciona claramente con el sistema de taquilla invertida”, detalla el vídeo publicitario.

Lucía cuenta que esto no se ajusta a la realidad. Según ella, la media que paga un turista por asistir a sus visitas guiadas, en los destinos del Estado español se acerca más a una cantidad entre cinco y diez euros. Lucía considera que “el modelo free tour es una lacra, algo denigrante para las guías”. En sus años de experiencia tampoco ha visto que las “propinas”, que recibe como guía de free tour, es decir su sueldo, se hayan incrementado proporcionalmente con respecto a la subida del costo de vida.

Marcos, otro guía que ha trabajado con el modelo free tour en Budapest, Praga y Roma, explica por su parte que el pago medio por cliente en capitales europeas está ahora mismo entre 8 y 12 euros, aunque reconoce que para ello es necesario “orientar a la gente de manera educada diciendo que lo suyo es dar 15 euros” durante la visita. Él está contento con el sueldo que gana, aunque le convence más el sistema de tours con precio preestablecido, ya que reconoce que el hecho de que su empresa le cobre entre tres y cuatro euros por turista —dependiendo el canal por el que le llega el cliente— siempre puede suponer un riesgo. Así, Marcos explica, siempre “empiezas perdiendo dinero, pero si todo va bien y haces bien tu trabajo, normalmente el resultado será favorable. Aunque hay factores que no controlas, como por ejemplo la lluvia”.

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Joaquín Rubal, presidente de la Asociación Profesional de Guías de Galicia, indica que el modelo free tour es uno de los “caballos de batalla y de las líneas rojas” para pertenecer a su asociación. “Es como si vas al carnicero o al zapatero y el precio lo eliges tú” Rubal reconoce que el problema no son los guías que trabajan bajo este sistema, a los que “puedo incluso llegar a entender, porque todos queremos trabajar” sino las plataformas intermediarias que son las que realmente ganan con el modelo Free Tour. Comenta que, desde su asociación, no consideran ético un modelo que provoca que la guía se levante y vaya a trabajar sin saber cuánto va a ganar, pudiendo darse el caso de “trabajar por cuatro duros” o incluso “perder dinero por trabajar” porque la gente abandone el tour.

Guruwalk, que se dedica en exclusiva a comercializar free tours como intermediario cobrando una comisión que varía entre los dos y tres euros por cada cliente que aporta a la guía o compañía de tours en cuestión, no reconoce ningún tipo de vínculo laboral con estas trabajadoras, más allá de un registro para el panel de control de usuario y el requisito de introducir los datos de la tarjeta bancaria de la guía en él para ir haciendo los sucesivos cargos de comisiones por cada “walker” (denominación empleada por Guruwalk para los turistas). No obstante, esta compañía, incluso ha llegado a publicar ofertas de trabajo para trabajar como guías de turismo para su empresa en la ciudad de Barcelona. 

Oferta de trabajo Guruwalk
Oferta de trabajo de Guruwalk para Barcelona. Captura de pantalla.


Como atractivo para formar parte de su comunidad de guías que “no para de crecer”,  Guruwalk emplea el ya comentado lema motivador de “Sé tu propio jefe en cualquier ciudad del mundo. Tú decides todo sobre tu tour (itinerario, horarios, idiomas…)”.

Pero para sus trabajadoras, la idea de ser sus propios jefes queda lejos. Lucía define como “muy negativo” el impacto de la manera de actuar de esta compañía en sus condiciones de trabajo. Señala que Guruwalk le impone progresivamente unas condiciones cada vez más draconianas para colocarla en un lugar de su web lo suficientemente visible para generarle un flujo de clientes que le permita — trabajando por supuesto todos los fines de semana— generarse un sueldo digno como autónoma. Por ejemplo, si un día se pone enferma y no puede hacer la visita guiada, explica que debe asumir igualmente las comisiones que le cobra Guruwalk por cada turista que había reservado ese día el tour. 

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Juan, nombre ficticio de un guía oficial de turismo que trabaja en Barcelona, advierte de que las condiciones que le imponen estas plataformas son cada vez peores. “No te puedes poner malo”, ya que si lo haces deberás pagar igualmente la comisión de 2,25 euros/persona. Ahora mismo te obligan a hacer el tour incluso aunque se presente un sólo cliente". Con la intención de optimizar sus ingresos y reducir las cancelaciones de tours por causas justificadas, la empresa ha diseñado un mecanismo.

Si llegaran a cancelar el tour por enfermedad, Guruwalk le colocaría una etiqueta en su web con la “tasa de cancelación” visible para el cliente con el porcentaje de posibilidades de que el tour se anule y le situarían en peor posición en la web de la plataforma con respecto a otros guías. Pero, además, si la guía contactara con alguno de los turistas para informarle de que no puede hacer el tour por cualquier problema, independientemente de si es un asunto de última hora o si les avisa con un mes de antelación Guruwalk le aplicará una penalización de 50 créditos, teniendo en cuenta que cada crédito Juan lo paga a 2,25 euros. Es oportuno recordar que los viajeros en cuestión no han pagado nada por su reserva. 

El Salto ha contactado con el departamento de comunicación de esta empresa que, si bien ha respondido de manera cordial, a fecha de 30 de enero no ha informado a este medio  sobre la disponibilidad de su equipo de dirección para participar en este reportaje.

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Mileuristas del turismo

Lucía también tiene experiencia como guía asalariada para la compañía española Paseando por Europa. Esta empresas con sede social en las Islas Canarias, fundada en 2010, está presente, en cinco ciudades del Estado español y ocho capitales europeas —según su web—. Como guía de turismo para esta compañía, en una ciudad española, su sueldo estaba en “mil y pocos euros al mes”, realizando tres visitas diarias guiadas de una hora y media de duración cada una, entregando todas las “propinas” que recibía por su trabajo en la modalidad de free tour a la empresa, y recargando la cuenta de ésta una vez a la semana con el dinero que los turistas le habían entregado como pago por su trabajo. 

Lucía reconoce que, en el caso de una conocida capital europea, donde también trabajó de guía para esta empresa, el sueldo era algo superior, pero se veía obligada a ingresar en su propia cuenta bancaria extranjera el montante total de las “propinas” del free tour y luego enviarle una transferencia a la empresa.

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Explica que hubo compañeras suyas que tuvieron problemas con la hacienda local al no poder justificar legalmente este sistema de ingresos y pagos por los free tours en su cuenta bancaria. Juan también ha tenido la experiencia de trabajar con Paseando por Europa. Relata con detalle que esta compañía ofrece un sueldo de guía de 1.200 euros mensuales y exige a sus trabajadores realizar un mínimo de 65 tours al mes. Si el guía no llegara a ese número vería penalizado su salario.

Durante el breve período en el que trabajó para esta compañía, Juan se veía obligado a realizar cuatro visitas guiadas de 1:45h de duración cada una. Comenta que “en el cuarto tour, más que una persona eres un zombi”. Una vez a la semana se veía obligado a ir al banco a ingresar el dinero en la cuenta de la empresa. En un mes trabajando para esta empresa generó y le entregó a Paseando por Europa 7.000 euros de las “propinas” que los clientes le habían pagado pensando que él sería quien recibiría ese dinero. Pero, además fue penalizado por la empresa por no llegar al número de 65 tours y su salario se redujo a 1050 euros. Juan ve “muy lamentable tener que depender de este tipo de compañías para realizar su trabajo” y le apena que no haya más unión entre las guías para defender sus derechos y disfrutar de unas condiciones laborales dignas.

Juan comenta también que empresas como Paseando por Europa o Paraguas Rojos establecen una curiosa alianza con las plataformas intermediarias de free tour como Guruwalk o Civitatis, ya que, al disponer de una plantilla numerosa de guías contratados bajo esas condiciones, pueden ofrecer un gran volumen de tours y variedad de horarios, por lo que las plataformas publicitan antes sus tours que el de cualquier otro guía autónomo que intente ganarse la vida. 

El Salto ha contactado con Paseando por Europa para tratar de contrastar estas prácticas, pero tampoco han respondido a las cuestiones planteadas.

Modelo de explotación en la nube 

Sin entrar en el debate apasionante sobre si los teóricos del tecnofeudalismo están en lo cierto defendiendo que la naturaleza de la información y las redes de datos empujan a la economía digital hacia un modelo de acumulación de “renta de la nube” de carácter feudal, o si esta dinámica es pura lógica capitalista de beneficio y explotación, como apunta Evgeny Morozov; lo que parece claro es que las dinámicas del sector turístico conducen hacia una precarización de las condiciones laborales en el sector, ya que la locura expansiva y agresiva del modelo ha hecho emerger una nueva categoría incluso más precarizada si cabe, la de guías subcontratadas por otros guías “emprendedores”.

Lucía también narra otra experiencia donde se vio estafada por una compañía de tours fundada por un grupo de antiguos guías en una capital europea. Al tratar de expandirse a otra ciudad del país, “contrataron” a una serie de guías. Como la recepción del volumen de turistas no se correspondía con las expectativas creadas, obligaron a las nuevas guías a realizar un pago adicional indefinido de 200 euros mensuales para invertir en publicidad online, además de la pertinente comisión de 2,5 euros por cliente previamente establecida.

Teniendo en cuenta que estas plataformas premian el volumen de tours y la mayor disponibilidad horaria, Lucía explica que ha habido guías que han fundado “compañías” —que en realidad no existen porque no están registradas como empresas— que comisionan de nuevo a otros guías que son los que finalmente realizan el trabajo con la intención de ampliar el abanico de horarios y así recibir más clientes. Estos emprendedores además tienen la precaución de poner como condición que estas personas que trabajan como guías gestionen y paguen directamente las reservas que reciben de plataformas como Guruwalk, Civitatis, Freetour.com, etc. para así “estar completamente libres y lavarse las manos” en caso de multa, ya que algunos de estos trabajadores no están debidamente acreditados para ejercer la profesión. Esa multa la asume la persona que actúa como guía y no la empresa. Como no se puede dar puntada sin hilo, a la comisión que cobra cada una de estas plataformas se le suma la comisión que estos “emprendedores” le cobran a las personas que ejercen como guías. 

Marcos corrobora esta práctica, y argumenta que, aunque su empresa no lo hace, sí que algunos de estos emprendedores incrementan en 0,50 euros la comisión a pagar por la guía con respecto a la ya establecida por la plataforma intermediaria. 

Paula ve el sistema de plataformas intermediarias de free tours como una manera de operar que resulta destructiva para el sector turístico

Paula Ortiz, nombre ficticio de otra guía que ha trabajado como guía de free tour en Budapest da igualmente como veraz la información aportada por Lucía, añadiendo que Budapest (Hungría), puede ser considerado actualmente como uno de los lugares propicios para contemplar esta curiosa manera de practicar el emprendimiento. El Salto todavía espera la respuesta por parte de la “compañía”  que ha sido señalada por estas prácticas, para conocer su punto de vista sobre estas denuncias anónimas.

Paula comenta que resulta sorprendente que estas plataformas intermediarias, que dicen abogar por la libre competencia, generen “triángulos oscuros” entre ellas, las guías que prestan finalmente el servicio y estos “nuevos emprendedores” que finalmente van apoderándose del mercado de free tours de una ciudad. Al final las más perjudicadas suelen ser las guías que intentan trabajar conociendo de antemano el salario que van a recibir.

Ella sigue trabajando como guía en Budapest, pero ya no hace free tours, no porque no tenga la oportunidad, sino por decisión propia. Explica que es un tipo de trabajo que “te da la falsa sensación de que estás ganando mucho dinero, pero que no te proporciona, ni de lejos, los mismos derechos que te debería garantizar un contrato laboral en ésta o cualquier otra profesión”. Esta trabajadora ve el sistema de plataformas intermediarias de free tours como una manera de operar que resulta destructiva para el sector turístico, aunque apunta que es simplemente otro ejemplo más de la economía uberizada. Dice que “con el turismo de masas lo que se está haciendo es lo mismo que con cualquier otro producto de consumo. Se persigue poca calidad y una gran cantidad de consumidores”. Paula añade que lo más importante es que “nadie se pare a pensar”. 

Grupos de sesenta personas

Paula señala que la primera pregunta que deberíamos hacernos es “si realmente nos gusta viajar”, ya que la sensación que tiene es que “se ha creado una necesidad que no es vital, y que no va en paralelo a las ansias de adquirir conocimiento”. Para ella, estas plataformas intermediarias de free tours lo que hacen es “dar seguridad a esas personas que buscan cubrir esa necesidad”. Paula también ve que “el turismo ha sido integrado en el engranaje de las sociedades de consumo”, pero que, cuando hay algún problema como la pandemia del covid-19 es el Estado el que debe hacerse cargo de la situación y salir al rescate de los actores económicos de ese sector. Comenta que tiene constancia de guías de turismo húngaras que se vieron obligadas a abandonar su profesión a raíz de la pandemia, porque su Estado no puso en marcha ninguna medida para salvarlas. Al no estar dispuestas a afrontar el cambio a ejercer su profesión bajo la tutela extractivista de estas plataformas intermediarias de free tour, no les quedó más remedio que intentar ganarse la vida de otra manera.

Preguntando por la dimensión de los grupos, Paula Ortiz da fe de que “son verdaderos ejércitos, grupos muy muy grandes”. Marcos recuerda que el grupo más grande que ha guiado en Budapest ha sido de 63 personas, aunque afirma que un compañero hizo una vez un tour con 90 personas. En su opinión, “grupos de hasta 50 y pico personas pueden ser complicados, pero manejables”, pero de más de 60 ya los define incontrolables.

Mientras tanto, nosotros y nuestra guía Eva hemos terminado ya el free tour. Son casi las 13h. Hoy se irá a comer a casa porque  ya se han anotado para el restaurante “típico” que recomiendan a los turistas el mánager y otras dos compañeras. Explica que, a cambio de recomendar este local a sus clientes, les permiten comer gratis a tres personas cada día.

Antes de despedirse revela que de guía, fuera del Estado Español, tampoco se vive tan mal. “Al final trabajas menos horas que en España y ganas algo más”, aunque reconoce que las condiciones cada vez son más precarias y que hacer dos tours de tres horas de duración al día exigen un esfuerzo físico significativo, y que eso castiga también su voz. Admite que, después de haber estudiado una carrera de letras, el trabajo de guía es lo más parecido que ha tenido a “ algo de lo mío”. Dice que prefiere no pensar en toda esa maraña de intermediarios y “jefes” entre ella y los turistas que impiden, según ella, que pueda ganar un sueldo acorde a su esfuerzo y dedicación. “Total, seguiré un poco más para ahorrar y luego me pondré con unas oposiciones”, concluye.

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