Unión Europea
¿Para qué ha servido la presidencia española de la UE?

Militarización, fronteras y extractivismo: sobre estos tres ejes se ha articulado el (no tan) nuevo pack normativo impulsado por la Unión Europea durante el último semestre.
Pedro Sánchez y miembros del Gobierno en la clausura de la presidencia española de la UE.
Pedro Sánchez y miembros del Gobierno en la clausura de la presidencia española de la UE.
Observatorio de Multinacionales en América Latina (OMAL) - Paz con Dignidad
28 ene 2024 06:06

“Un resultado impresionante”. El último día del año, la presidenta de la Comisión y el presidente del Consejo Europeo felicitaban al unísono al Gobierno español por su labor durante el segundo semestre de 2023. Ursula Von der Leyen y Charles Michel alababan su capacidad para concluir una amplia batería de expedientes clave, desde el reglamento de materias primas al pacto migratorio. “La presidencia española del Consejo de la UE ha sido un éxito”, remataba Pedro Sánchez: “Hemos alcanzado acuerdos históricos para avanzar en el proyecto común europeo”.

El cierre del semestre de presidencia española ha sido importante, efectivamente, para certificar el reposicionamiento estratégico de la Unión Europea, que ha pasado por una ofensiva normativa en todos los frentes: migración y asilo, materias primas, inversión y comercio, control y ampliación de fronteras, inteligencia artificial, mercado eléctrico, reglas fiscales... Extendiendo a Europa el liderazgo progre que ya ejerce en el Estado español, el ejecutivo de Sánchez ha liderado las negociaciones a nivel comunitario para cerrar un conjunto de acuerdos con los que la UE pueda seguir apareciendo ante los ojos del mundo como el adalid de la “competitividad responsable”. A la vez que se ha garantizado, entre tratados comerciales e intervenciones militares, el acceso a los recursos materiales esenciales para el sostenimiento del capitalismo verde y digital.

Las declaraciones de Sánchez sobre el reconocimiento del Estado palestino “en algún momento de esta legislatura” no valen de nada cuando Gaza está siendo arrasada y su población aniquilada

La ofensiva normativa de la UE ha abarcado todos los frentes menos uno: a pesar de sus llamamientos al cumplimiento del derecho internacional, la Unión no ha impulsado ni una sola acción efectiva para detener el genocidio en curso. Las declaraciones del presidente del Gobierno sobre el reconocimiento del Estado palestino “en algún momento de esta legislatura” no valen de nada cuando Gaza está siendo arrasada y su población aniquilada. Pueden servir, en todo caso, para aplacar a su base social y marcar perfil propio ante otro año electoral. Pero muestran dramáticamente, una vez más, la asimetría normativa sobre la que se asienta el proyecto europeo: miles de reglas y actuaciones contundentes para blindar el business as usual, apenas un puñado de declaraciones sin dientes y un total de cero medidas concretas para defender los derechos humanos.

El alma de Europa

“El balance hoy es el de una Europa más fuerte, más justa y más cohesionada para afrontar los retos del futuro”. En el último pleno del Congreso celebrado antes del parón navideño, Pedro Sánchez hizo repaso de sus logros al frente del Consejo de la UE. “España representa el alma de Europa”, dijo el presidente al final de un discurso centrado en pasar revista a las prioridades definidas por el Gobierno español para su presidencia. 

Primero, reindustrialización: según Sánchez, en los últimos seis meses se ha avanzado en la “modernización de la arquitectura multilateral” y en “una nueva expansión comercial que garantice los vínculos con el exterior”, con el fin de diversificar las cadenas de suministro y abrir oportunidades para nuestras empresas. Segundo, transición ecológica: partiendo de la idea de que “crecer dentro de los límites planetarios es un imperativo moral y científico”, se quiere lograr que seamos “más prósperos, sanos y competitivos”. Tercero, justicia social y económica: se trata de “dejar atrás los dogmas neoliberales y austericidas” para “apostar por un nuevo paradigma: bajar el índice Gini tanto como subir el PIB”. Y cuarto, unidad de Europa, “el ejemplo más perfecto de entidad supranacional del mundo”.

Todos los lineamientos oficiales de la presidencia española, desde la transformación del modelo productivo al reordenamiento de las relaciones internacionales, pasan por un mismo punto: el crecimiento económico. En esta “nueva prosperidad”, como ha recalcado el presidente del Gobierno hace unos días en el Foro de Davos, el objetivo es “conjugar el crecimiento económico con la sostenibilidad medioambiental”. Y para eso se reclama el compromiso de las grandes empresas, desde las big tech a las transnacionales del Ibex35, porque resultan “esenciales para el crecimiento y bienestar de un país”.

Las referencias a que la UE es “el tejido productivo más sostenible que existe” se reiteran para darle la vuelta al hecho de que, precisamente, es la sostenibilidad del proyecto europeo la que ahora está en cuestión. En cualquier de sus tres dimensiones: a nivel económico, marcada por el estancamiento, la inflación y el endeudamiento; a nivel social, por la extensión de la desigualdad y el empobrecimiento; a nivel ambiental, por la degradación de los ecosistemas y la necesidad de continuar con el saqueo de otros territorios para sostener la lógica de acumulación. De ahí que con la ofensiva regulatoria culminada en el último semestre, más allá de las promesas de transición ecológica y crecimiento sostenible, trate de asegurarse por todos los medios el mantenimiento del metabolismo económico europeo. Y para hacerlo se ha redoblado la apuesta extractivista y neocolonial.

Defensa, migraciones y comercio

El reposicionamiento geopolítico de la Unión se fundamenta sobre tres pilares: defensa, migraciones y comercio. Que además se encuentran estrechamente relacionados, no hay más que ver lo que está sucediendo en el Mar Rojo con los buques de guerra —primero estadounidenses y británicos, pronto también españoles— y los cargueros que transportan el 90%. “Se trata del comercio, la prosperidad y la estabilidad de todo Oriente Medio; en definitiva, la continuidad del orden multilateral”, ha concluido Sánchez en Davos. Para proteger los intereses geoestratégicos, la Unión Europea añade ahora a su tradicional soft power, ejercido a través de la diplomacia económica y los tratados de comercio e inversión, el hard power de las intervenciones militares. Vaya, lo que viene siendo el imperialismo de toda la vida.

El control fronterizo, segundo pilar del reposicionamiento global de la UE, se ha fortalecido aceptando las propuestas de la extrema derecha sin la extrema derecha

El pilar de la defensa europea se sostiene sobre una renovada estrategia de militarización. La excepcionalidad de la invasión terrestre y los bombardeos en la frontera oriental de la Unión han llevado a que se acepten sin demasiadas reticencias tanto el envío de armas a Ucrania como el incremento de los presupuestos militares. Este seguidismo europeo de la OTAN quedó certificado en la cumbre de Madrid, celebrada a finales de junio de 2022, donde se caracterizó la inmigración como una “amenaza híbrida”. Con este cierre autoritario, además, se trata de neutralizar a quienes se atrevan a desafiar los mecanismos habituales de generación de riqueza: los movimientos ecologistas ya son caracterizados como “estructura criminal”. Pero el proyecto europeo muestra sus costuras cuando permanece impasible ante la masacre del pueblo palestino a la vez que se despliega con toda intensidad para proteger el flujo marítimo que alimenta el comercio internacional.

El control fronterizo, segundo pilar del reposicionamiento global de la UE, se ha fortalecido aceptando las propuestas de la extrema derecha sin la extrema derecha. De Macron a Marlaska, es lo que se ha dado en llamar la “lepenización de los espíritus”. Aunque, fuera caretas, esta estrategia ya no tiene demasiados problemas en caminar de la mano de los gobiernos neofascistas: Orban y Meloni se han congratulado del nuevo pacto migratorio europeo, el mismo que Pedro Sánchez ha definido como “un acuerdo histórico”. Es el Gobierno más progresista de la historia el que ha impulsado un acuerdo con el que aumentan los períodos de detención de las personas migrantes, se restringe aún más el derecho al asilo, se facilitan las deportaciones y se fomenta la externalización de fronteras.

El verano pasado, Von der Leyen, Rutte y Meloni sellaron el acuerdo de la Unión Europea con Túnez para la subcontratación de las tareas de control fronterizo, asumiendo así una responsabilidad criminal por dejar morir a las migrantes en el desierto. Pero la UE no solo se dedica a externalizar los abusos sobre los derechos humanos y la violaciones del derecho internacional, también los comete ella misma: Frontex ha compartido con una milicia paramilitar libia vinculada a Wagner las coordenadas de barcos en los que cientos de personas trataban de atravesar el Mediterráneo. Sin olvidar que en el Estado español, como ha atestiguado Caminando Fronteras, han muerto 11.286 personas al intentar atravesar las fronteras en estos últimos cinco años. Lo ha dicho Loueila Mint el Mamy: “Las futuras violaciones de derechos contra personas migrantes las veremos con quienes hablan del derecho a migrar, pero firman acuerdos que vulneran estos derechos”.

La tercera pata de toda esta redefinición geopolítica de la UE se asienta sobre la base de reforzar el comercio internacional. Para garantizar el suministro de los minerales imprescindibles para el desarrollo de las baterías, los coches eléctricos y los dispositivos móviles que han de soportar el avance del capitalismo verde y digital, la Unión ha lanzado una ofensiva normativa pro-extractivista. Para renovar la visión comercial, una nueva agenda de asociación con América Latina y el Caribe. Para asegurar el acceso a recursos materiales, el reglamento de materias primas críticas. Para impulsar las alianzas público-privadas, el Global Gateway. Para blindar los acuerdos de inversión, renovados tratados comerciales y asociaciones estratégicas. Y para promover la autorregulación empresarial, una directiva de diligencia debida.

Le pones el adjetivo sostenible y la cosa suena hasta bien, pero el caso es que la Comisión Europea acaba de firmar un acuerdo de asociación estratégica con Groenlandia para explotar sus riquezas naturales: 25 de las 34 materias primas fundamentales para el capitalismo verde y digital. La UE, con una maquinaria tecnocrática lenta y pesada cuando de lo que se trata es de ser un contrapeso frente a los grandes poderes económico-financieros, ha sido extraordinariamente eficaz para redefinir la agenda extractivista tras la guerra de Ucrania: van siete partenariados estratégicos sobre materias primas firmados en un año.

Le pones el adjetivo sostenible y la cosa suena hasta bien, pero el caso es que la UE acaba de firmar un acuerdo de asociación estratégica con Groenlandia para explotar sus riquezas naturales

El reglamento de materias primas críticas en un procedimiento récord por su rapidez, acaba de ser aprobado y solo falta el refrendo final del Europarlamento. La renovación del acuerdo comercial con Chile, el mayor proveedor de litio —y uno de los más importante de cobre— a la Unión Europea, ya ha quedado lista. El acuerdo con Mercosur, que además de productos agroindustriales también suministra a la UE minerales como niobio, níquel y litio, se quiere desatascar muy pronto. La directiva de diligencia debida, celebrada por las grandes ONG y sindicatos europeos como un primer paso para acabar con la impunidad corporativa a pesar de ser una norma vinculante vaciada de contenido, se acordó en diciembre en trílogos. Solo falta cerrar el acuerdo con Milei para completar el pack normativo: esta semana, la canciller argentina y la embajadora española en Buenos Aires han coincidido en la importancia de finiquitar las negociaciones cuanto antes.

Dónde están los derechos humanos

El 6 de octubre, reunidos en la cumbre de Granada, los mandatarios de la Unión Europea sellaron su apuesta por reforzar la tripleta militarización-fronteras-extractivismo. Formalmente, eso sí, llamaron a “proteger y mejorar el orden internacional basado en normas con las Naciones Unidas como eje central”. Pero al día siguiente, al hacer suya —junto a Estados Unidos— la justificación del “derecho a la defensa” de Israel tras los ataques de Hamás, el marco instaurado en 1948 saltó por los aires para no volver. Lo que volvió, para el pueblo palestino, fue la Nakba. Y para todo el mundo, la doctrina de la guerra global permanente.

“Cuando se trata de defender los intereses económicos se actúa con rapidez y eficacia, pero cuando vemos que se está vulnerando toda la legalidad internacional ni se es tan rápido ni tan eficaz. Demuestra una enorme hipocresía”, ha dicho con razón Yolanda Díaz. Efectivamente, la asimetría normativa es la base del capitalismo global: todo para el business as usual, nada para los derechos humanos. Lo que ocurre es que también ha quedado muy claro, desde la masacre de Melilla hasta el genocidio de Gaza, que no vale solo con enunciarlo. Para eso ya hace rato que está el PSOE. 

El “plan de paz integral” y la “solución de los dos Estados”, propuestos por Borrell, apenas aparecen como el enésimo intento de lavado de cara

El “plan de paz integral” y la “solución de los dos Estados”, propuestos por Borrell en la última reunión de ministros de Asuntos Exteriores de la Unión Europea, apenas aparecen como el enésimo intento de lavado de cara del neoliberalismo progresista frente a las críticas por su inacción ante la sucesión de crímenes de guerra. Meter el dedo en el ojo a Israel, como se vio cuando el gobierno español se cuadró ante Netanyahu tras la crisis diplomática generada por las declaraciones de Sánchez sobre la necesidad de cumplir el derecho internacional, ha demostrado ser poco más que una pose para consumo interno. Impulsar tratados comerciales para garantizar el suministro de recursos materiales y energéticos, subcontratar el control fronterizo a países que violan los derechos humanos, promover soluciones de mercado para el cambio climático y favorecer los negocios del capital transnacional con la transición energética, todo lo contrario.

Cada día que pasa, desde hace tres meses, mientras la Unión Europea sigue reforzando sus fronteras y la armada estadounidense lidera la intervención militar que protege el comercio internacional, el Estado de Israel asesina a cien niños y niñas y pulveriza su territorio para que las más de dos millones de personas desplazadas por los bombardeos no tengan ningún sitio al que volver. Si nuestros gobernantes se niegan a romper relaciones con el Estado de Israel, a imponerle sanciones y decretar un embargo, a llamar por su nombre a la limpieza étnica que está teniendo lugar en Gaza, lo siguiente será mandar a la policía a reprimir las protestas sociales. Y lo harán en complicidad con el genocidio.

“Las instituciones deben reflejar el mundo de hoy, no el de hace 80 años”, ha afirmado António Guterres. La Declaración Universal de los Derechos Humanos, en el mejor de los casos, se ha quedado en eso: una declaración, que ni es universal ni es para todos los seres humanos. La completa demolición del sistema internacional de derechos humanos, en línea con lo que ha dicho el secretario general de la ONU, no deja otra salida: el marco instaurado al finalizar la segunda guerra mundial ha quedado sepultado bajo las bombas en Gaza y los llamamientos al derecho internacional no sirven de mucho, se requieren otros espacios de gobernanza con liderazgo del Sur global.

La demanda presentada por Sudáfrica ante la Corte Internacional de Justicia —a la que hasta la fecha se han sumado muy pocos países europeos— y la campaña de boicot, desinversiones y sanciones promovida por cientos de colectivos de todo el mundo, junto a las manifestaciones masivas para exigir el alto el fuego y poner fin al comercio de armas y a las relaciones con el Estado de Israel, marcan la senda a seguir. La asimetría normativa que preside el capitalismo global no es un principio inamovible: las normas que conforman el derecho internacional de los derechos humanos tienen que resituarse en el vértice de la jerarquía del orden internacional por encima de las reglas de comercio e inversión. Y sus contenidos deben ser dotados de plena exigibilidad y justiciabilidad. Sin obviar que el camino está lleno de trabas, se trata, al fin y al cabo, de tener la voluntad política para afrontarlo.

Informar de un error
Es necesario tener cuenta y acceder a ella para poder hacer envíos. Regístrate. Entra en tu cuenta.

Relacionadas

Opinión
Opinión El debate europeo… contaminado
Hoy más que nunca necesitamos abrir un debate europeo que supere los lugares comunes y el regate corto porque es mucho lo que nos jugamos.
Tribuna
Tribuna Unión Europea: malos tiempos para los derechos humanos
La directiva sobre sostenibilidad de las empresas es el reflejo de una huida hacia delante neoliberal frente a la crisis global, impulsada por los lobbys de las multinacionales que gobiernan la UE.
Derecho a la vivienda
Elecciones catalanas El futuro de la regulación de los alquileres en Catalunya se juega el 12M
El decreto que regula los alquileres de temporada que lanzó el Govern era la pieza que faltaba para que funcionen los topes de los precios. Pero la norma debe ser revalidada con los votos socialistas y convergentes, que se han opuesto a la medida
1 de mayo
1 de mayo “Nuestro mundo, en el que cabemos todas, es la única alternativa”, reivindican desde el 1M Interseccional
Por cuarto año consecutivo marchan, de manera festiva y sin incidentes, colectivos del sindicalismo social de toda la región madrileña en el Día Internacional de las y los trabajadores.
1 de mayo
1 de mayo La transición ecosocial y frenar el genocidio de Palestina, ejes de la clase trabajadora de Bilbao
En una ciudad acostumbrada a buscar consensos y apartar las siglas abrazando un eslogan común y caminar detrás de una sola pancarta, hoy es el día de sacar pulso, ondear bandera propia y tomar la Gran Vía, el Arenal y la plaza Santiago.
Opinión
Opinión El debate europeo… contaminado
Hoy más que nunca necesitamos abrir un debate europeo que supere los lugares comunes y el regate corto porque es mucho lo que nos jugamos.
En el margen
Francisco Godoy Vega “El ojo del blanco es como el ojo de Dios: es abstracto, es superior y puede verlo todo”
Doctor en Historia del Arte, Francisco Godoy Vega forma parte del colectivo de arte colaborativo Ayllu. Este activista antirracista aborda las consecuencias del supremacismo blanco. En 2023 publicó el libro ‘Usos y costumbres de los blancos’.
Reducción de jornada
Laboral Los convenios colectivos del País Vasco tienen la jornada anual más baja y los de Canarias, la más alta
La jornada anual varía muy lentamente desde que el Ministerio de Trabajo tiene una serie histórica, apenas 22 horas desde 2001. El País Vasco aventaja en 49 horas a esa media estatal en los convenios colectivos firmados.
Laboral
Laboral Xavier Minguez: “Ni la rabia contra la empresa ni el orgullo de éxito de una huelga son solo tuyos”
Xavier Minguez es profesor de psicología social y análisis de resolución de conflictos en la UPV/EHU y ha realizado para el sindicato ELA la investigación ‘Un acercamiento psicosocial a la huelga’.

Últimas

El Salto n.74
Revista 74 Cuando los algoritmos te explotan: no te pierdas el número de primavera de la revista de El Salto
De cómo los algoritmos y la IA gestionan el trabajo de cientos de millones de personas con ritmos y condiciones del siglo XIX, y de mucho más, hablamos en nuestro número de primavera. Ya disponible para socias y en los puntos de venta habituales.
Eventos
Evento Un Salto al periodismo del futuro: súmate a nuestro primer evento para estudiantes y jóvenes profesionales
El viernes 10 de mayo, El Salto organiza una jornada de periodismo joven para profundizar en temas clave, nuevos lenguajes y formatos, desde un enfoque eminentemente práctico.
Formación El Salto
Formación El Salto Fotoperiodismo y movimientos sociales: Una mirada a las luchas desde abajo a través de un objetivo
La Escuela de Periodismo Crítico de El Salto ofrece su primer curso presencial, en el que abordaremos, de la mano de nuestros fotógrafos, cómo plasmar a través de la imagen movilizaciones y resistencias.
Tribuna
Tribuna Se trata de recuperar nuestra vida
Pese haberse demostrado que la productividad aumenta con la disminución de la jornada, seguimos teniendo la misma jornada laboral.
1 de mayo
1 de mayo Un centenar de sindicalistas de CGT ocupan el edificio de la patronal catalana en Barcelona
“Ahora que la tecnología, la digitalización y los medios de producción han avanzado, es el momento de poner encima de la mesa la reducción de la jornada laboral sin recorte salarial en todos los centros de trabajo”, han reclamado.
Más noticias
Opinión
OPINIÓN Snt from my ihpone
Sobre la serie de Richard Gadd se han dicho muchas cosas desde que se estrenó hace apenas tres semanas, ya ha recibido elogios, pero sobre todo críticas. Muchas con ánimo de cancelación.
Crisis climática
Crisis climática ¿Cómo abordar transiciones ecosindicales?
Con aun mucho que recorrer en este camino, queremos compartir algunas de las reflexiones que extraemos de este proceso de construcción ecosindical.
El Salto Radio
El Salto Radio Barrios e identidad
Salimos a pasear por los barrios onubenses y palpamos en este recorrido local una verdad universal: que los barrios son siempre escuelas de cooperación y solidaridad.
Cuidados
Cuidados Lavar el cuerpo de una anciana
Ir contra el pudor impuesto es sin duda una acción feminista, como también lo es defender el derecho al mismo en distintos contextos o situaciones.
Reducción de jornada
Resultado consulta a socias A nuestras socias les parece bien que trabajemos 32 horas a la semana, nosotras dudamos
Una encuesta lanzada a las socias de El Salto refleja una alta simpatía hacia la reducción de jornada laboral a 32 horas a la semana, tanto como apuesta política en general como medida a aplicar en nuestro medio.