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Turismo
Turismo, un sector “líquido” con relaciones muy sólidas
Cada vez más intervenido por los fondos de inversión, los grandes halcones del sector turístico mantienen su capacidad para influir en las administraciones públicas en la búsqueda de beneficios. La crisis del covid-19 no es una excepción.
Al amparo de la “reactivación económica”, durante las últimas semanas y en el contexto de debates parlamentarios reducidos, se han aprobado una serie de medidas destinadas a facilitar las cosas para el sector hotelero. El 13 de mayo, el Gobierno balear del PSOE de Francina Armengol aprobaba un decreto ley que permite a los hoteles incrementar su superficie hasta un 15% —con la prohibición de aumentar su número de camas— sin necesidad de licencia municipal de obra ni de declaración de impacto ambiental y solo bajo una “declaración responsable” por parte de los promotores. Con el mismo enfoque, el Gobierno autonómico de Isabel Díaz Ayuso plantea una nueva Ley del Suelo en Madrid que no requiera más que una declaración responsable. El objetivo, de nuevo, es “liberar suelo” para que la construcción dinamice la “recuperación económica”.
Por encima de consideraciones ambientales y de las críticas de movimientos urbanos, el sector turístico es en este momento el destinatario de una serie de medidas de apoyo, algo consecuente con una historia en la que han abundado las ayudas o “regalos” por parte del poder. Beneficios directos como la compra por parte de Sol Meliá —a un precio muy inferior a lo estimado— de los hoteles del emporio Rumasa, con el apoyo de la administración socialista de Felipe González, o indirectos, como la puesta en marcha de infraestructuras de toda índole para facilitar la movilidad hacia núcleos turísticos privados.
El pánico a que caiga el sector en un momento de movilidad restringida y desconfianza global es la música que suena en la petición de ayudas a aerolíneas, cadenas hoteleras y touroperadores
Crisis económica
El sector turístico, ante el fin de una época
Desde los años 60, la economía ligada a la costa, el buen tiempo y la gastronomía no ha dejado de crecer. España ha sido una pieza central del tablero turístico global. La llegada del covid-19, que hará que el empleo se vea resentido en el corto, medio y largo plazo, abre una serie de incógnitas respecto a un modelo productivo centrado en el sector túristico y sus consecuencias para el mercado laboral y el medio ambiente.
Si el turismo salió sin abolladuras del estallido de la burbuja inmobiliaria en 2008 —pese a que muchas de las inversiones tóxicas estaban localizadas en los litorales—, el pánico a que caiga el sector en un momento de movilidad restringida y desconfianza global es la música que suena en la petición de ayudas estatales a aerolíneas, cadenas hoteleras y touroperadoras. El sector con mayúsculas pide para superar la crisis nuevos desarrollos de infraestructuras, como la llegada de líneas de alta velocidad directamente al aeropuerto de Madrid-Barajas, rebajas en el impuesto de sociedades, en el IVA y en el pago de cotizaciones sociales, así como la puesta en marcha de medidas de higiene y control —con coste público— en aeropuertos, algo que también ha pedido la presidenta de la Comunidad de Madrid. Pero, ¿cómo es el sector que demanda el rescate?
La definición más amplia de turismo incluye pequeños alojamientos, bares y restaurantes, espectáculos y otros trabajos relativos a la cultura. El poder del sector, sin embargo, está concentrado en una serie de empresas hoteleras —Globalia, Meliá, Iberostar, NH o Barceló—, compañías proveedoras de servicios como Amadeus, y las procedentes del sector público y especializadas en movilidad: Renfe, Iberia y Aena.
Sin embargo, la impronta de las viejas familias ligadas al sector —Barceló, Matutes, Escarrer, Fluxá— tapa la presencia cada vez más determinante de los fondos de inversión. En 2018, según el análisis de la inversión hotelera de la firma Christie & Co, más de la mitad de la inversión hotelera vino de fondos de inversión internacionales.
Hemeroteca Diagonal
Gran Hotel España: especulación y burbuja turística
La inversión hotelera en España alcanzó su récord histórico con 2.614 millones de euros. Los hoteles de lujo se hacen una constante en las grandes operaciones urbanísticas como las del grupo Wanda o Distrito Castellana Norte, que cuenta con la oposición de la mayor parte de las asociaciones de vecinos afectadas.
Capitales oscuros
Especialmente a raíz de la crisis de 2008, el turismo ha sido un nicho privilegiado para la inversión por parte de grandes fondos internacionales. La omnipresente BlackRock tiene acciones en el sector hotelero —entró en Hispania con 42 millones de euros en 2016— y también en otras estructuras de la cadena de valor del turismo: Amadeus, la aerolínea IAG, donde se encuadra Iberia, y Aena. Otros fondos como Wanda, Azora o Merlin Properties, conectados a su vez con “tiburones” de las finanzas, se han posicionado en la última década en el mercado de los hoteles en enclaves como Madrid, Barcelona y Málaga.
“¿Quién invierte en turismo?”, se pregunta el investigador Joan Buades: “Grandes fondos especulativos, igual que en el mercado de la vivienda. Fondos buitre que trabajan en paraísos fiscales, y lo hacen mediante la compra de grandes paquetes”, resuelve. Fidelity, Vanguard, Axa, Platinum Estates o Norges Bank, el fondo de pensiones de Noruega, se han situado en la primera línea del mercado.
Turismo
Unas vacaciones baratas en la miseria de los demás
“En España esperábamos encontrar un país próspero, rico, una sociedad que se beneficiase de su condición de potencia turística mundial. No ha sido así: el reparto de los huevos de oro que deja la gallina turística no puede ser más desigual”.
El caso de los Papeles de Panamá, destapado en 2016, señaló a tres de los apellidos nobles del sector hostelero español. La familia Escarrer, propietaria de la cadena Sol Meliá, admitió haberse acogido a la amnistía fiscal de 2012 y las investigaciones sitúan el inicio de sus movimientos en Panamá en el año 1985. El escándalo también señaló a la familia Riu, propietarios de la cadena del mismo nombre y socios de referencia en España del grupo alemán TUI AG, primer touroperador mundial, y a la familia Martinón, grupo de referencia en las Islas Canarias.
Los turísticos son, para el investigador y geógrafo Albert Arias, negocios sustentados en “infraestructuras financiadas con dinero público” (y luego privatizados) y en la “extracción de plusvalías inmobiliarias que compiten directamente con la vida permanente” de los territorios.
La financiarización del sector, es decir, el mayor peso de las inversiones a futuro respecto a la actividad propiamente turística, ha afectado especialmente a dos de los sectores clave para la actividad: el transporte y el alojamiento. Primero, mediante la privatización de empresas nacionales, como en el caso de Iberia y Aena —y próximamente con la apertura a actores privados del sistema ferroviario de tranporte de pasajeros— y, en el caso inmobiliario, mediante la incorporación de fondos oportunistas por medio de las Socimi. Atom Hoteles y Millenium Hotels son las principales sociedades de este tipo en el mercado español, pioneras en cuanto convierten el edificio en el que se encuentran los hoteles en un activo en sí mismo, y presentes también en mercados vinculados al ocio y los centros comerciales. Ambas han sufrido importantes bajadas de su cotización a raíz de la crisis del covid-19.
El uso de la ciudad
Antes del covid-19, la preocupación del sector era lo que se ha llamado la “turismofobia”. Movimientos como La ciutat per qui l’habita (Palma), Assemblea de Barris pel Decreixement Turístic (Barcelona), Entre Barris (Valencia) y Lavapiés, ¿dónde vas? (Madrid) han denunciado algo evidente: que la explotación turística se yuxtapone al uso de la ciudad por parte de sus habitantes.
Esa respuesta frente a la acumulación de suelo en los núcleos urbanos, muy especialmente en el centro de las ciudades, no se entiende ya sin el papel que ha jugado Airbnb, la plataforma que ha terminado de poner patas arriba el mercado del alquiler. Pese a sus pérdidas arrastradas desde marzo, Airbnb es una pieza estratégica para fondos de inversión como Apollo Global Management, Owl Rock Capital, Silver Lake y Sixth Street Street, que han aportado 1.000 millones de euros para que la plataforma rediseñe su futuro en el marco postcovid-19.
Especulación urbanística
La excusa perfecta para arrasar el litoral andaluz
Al igual que otras administraciones autonómicas, el Gobierno andaluz ha tomado medidas de desregulación ambiental y urbanística amparándose en la necesidad de reconstrucción económica. Las organizaciones ecologistas y sociales temen una vuelta a la economía del ladrillo.
Mientras no haya un flujo de viajeros equivalente al año récord de 2019, las fuentes consultadas coinciden en que puede producirse cierta tregua en la disputa entre quienes defienden su derecho a la ciudad y quienes ven en el centro de las metrópolis.
Para Albert Arias, geógrafo e investigador, el turismo “lo tiene todo en contra para hacer frente a la crisis futura”, tanto por consideraciones de sostenibilidad como por la disonancia entre el valor real de mercado y las expectativas de beneficios que dinamizan los mercados financieros.
Joan Buades cree que el sector se encuentra afectado “radicalmente”, al tratarse de un sector frágil, muy dependiente de la movilidad y del incremento en el consumo de segmentos como las clases medias chinas e indias, un aumento frenado en seco desde marzo. En todo caso, para investigador, la crisis actual es “un tráiler” de lo que está por venir con la alerta climática.