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Acabo de concluir la lectura del informe de Oxfam Reparto desigual. Cómo distribuyen valor las empresas del Ibex 35. Como es marca de la casa, el texto gravita en torno a la desigualdad. En esta ocasión, pone el acento en los altos ejecutivos, directivos y principales accionistas de un selecto grupo de empresas, las que integran el Ibex 35.
A la luz del diagnóstico y las recomendaciones planteados en el texto, quiero compartir con los lectores algunas reflexiones sobre las políticas de represión salarial llevadas a cabo, desde hace décadas y con espacial virulencia en los últimos años, en la economía española y en el conjunto de la Unión Europea.
Primera. Si utilizamos con propiedad el lenguaje -sin subterfugios ni enredos- hay que decir que, en sentido estricto, no se ha aplicado una política de contención de salarios en lo que concierne a los percibidos por los directivos y ejecutivos de las empresas -de las grandes corporaciones, sobre todo-, que han aumentado de manera sustancial o se han mantenido en niveles astronómicos. De hecho, el aumento de la brecha salarial -además de la que separa a las rentas del capital y del trabajo- está entre las causas más relevantes del avance de la desigualdad.
Segunda. Economistas conservadores, grandes medios de comunicación y gobiernos han pretendido justificar la necesidad de la “austeridad salarial” para reforzar la productividad y la posición competitiva de las empresas. En apariencia, puro sentido común. No sólo se presupone, erróneamente, la existencia de un nexo causal entre la presión a la baja de los salarios y la mejora de los estándares de rentabilidad de las firmas. Se ignora, además, que, como señala con acierto el informe de Oxfam, un porcentaje sustancial de los beneficios generados por ellas se han destinado a pagar jugosos dividendos a los grandes accionistas; en su mayor parte, gestores de fondos que operan en los mercados financieros especulativos. Resulta pues, evidente, que la secuencia contención salarial/recuperación de los márgenes empresariales/aumento de la inversión productiva simplemente no ha funcionado.
Economistas conservadores, grandes medios de comunicación y gobiernos han pretendido justificar la necesidad de la “austeridad salarial” para reforzar la productividad
Tercera. En la liturgia de la economía convencional se presenta a la empresa como una “comunidad de intereses”, lanzando el mensaje de que si el proyecto empresarial va bien, todos, de una manera u otra, ganan. Una retórica vacía, falsa y cargada hasta la médula de ideología que nada tiene que ver con la realidad. Al contrario, en los episodios de crisis, los ajustes siempre recaen sobre los trabajadores, especialmente sobre los más vulnerables, y las clases populares. Y cuando la economía recupera el tono, cuando crece el Producto Interior Bruto, como ha sucedido en los últimos años, también predomina la inequidad a la hora de repartir los buenos resultados, que sobre todo van a parar a las élites empresariales y a los grandes accionistas.
Cuarta. El informe de Oxfam califica de “extravagantes” las retribuciones percibidas por los dirigentes de las firmas analizadas. Y es cierto. Sus ingresos son varios cientos de veces -y en algunos casos más de mil veces- superiores al salario promedio recibido por los trabajadores de sus empresas. Esta “extravagancia” sólo se puede entender en clave de privilegios y relaciones de poder. Se trata de unas retribuciones que nada tienen que ver con el (supuesto) “capital humano” que aportan o su contribución a la productividad del trabajo. Sus ingresos, sobre los que ellos mismos deciden (una escandalosa endogamia oligárquica), alimentan tanto los mercados financieros como el consumo suntuario y representan un factor de descapitalización y empobrecimiento de las empresas que dirigen.
Estas son algunas de los argumentos por las que hay que cuestionar el relato y enfrentar los injustificados privilegios de los que gobiernan los destinos de las grandes corporaciones. Tenían el poder económico y político, y en estos años de crisis lo han reforzado. Por esa razón, urge la aplicación de una decidida política encaminada a repartir el ingreso; y esto significa, hay que ser conscientes de ello, debilitar el poder y el estatus de los de arriba. Avanzar en esa dirección es necesario para salir de la crisis de manera sostenible y solidaria, sanear las finanzas públicas, mejorar las condiciones de los trabajadores y ejercer dentro de las empresas el pleno ejercicio de los derechos de la ciudadanía.
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Y me pregunto yo, SALTO, porque no dais nombres y apellidos de las grandes empresas y de sus directivos? Porque tanta abstracción a algo tan concreto?
Tiene usted razón. Lo veo a diario en mi trabajo. Los jefes saben que lo están haciendo mal y son conscientes de ello. En mi sector (la construcción) comparando los salarios de la base de pirámide con nuestro vecino del norte es evidente la diferencia.