Tribuna
El colapso de la universidad

La universidad está dejando de tener un sentido porque nunca tuvo un sentido propio. Pero no hay que olvidar que fuimos las familias trabajadoras las que hicimos crecer esta institución.

Encierro en la URJC 3
Estudiantes de la URJC pintan pancartas hasta más allá de las 4 de la madrugada anterior a la concentración en protesta por el caso Cifuentes. Julio Zamarrón
Frente de Acción Estudiantil (FAE─Murcia). Estudiantes en Movimiento
11 dic 2018 07:53
La crisis lleva diez años devastando España, y los resultados están siendo implacables. Todo lo que en su momento parecía garantizado se está volviendo un lujo solo disponible para las capas más altas de la población: sanidad y educación para comenzar, pero en muchos casos también la luz, el gas y hasta la comida. Casi un 15% de los trabajadores son pobres, a pesar de tener empleo. El modelo de privatización es evidentemente inhumano, en el sentido simple de que mata. La crisis es una convulsión terrible.

Pero ¿es solo una convulsión, o son los espasmos últimos de nuestro modelo de sociedad? La crisis ha durado ya mucho para que podamos seguir llamándola así. En realidad, no es solo un momento de inseguridad general: es ya un modelo de vida que estamos interiorizando. Estos últimos años, reforma laboral y Ley Mordaza incluidas, son años que parecen perdidos. Lo que vemos con la Universidad Rey Juan Carlos, no cabe la menor duda, va a ser utilizado por los responsables para seguir esta línea.

Esta situación no es nueva. En realidad, mientras que en otros países europeos la universidad tuvo un proceso de evolución a lo largo del siglo XX, en España poco pudo hacerse hasta la muerte del dictador. El desarrollismo económico a partir de los años 60 dio a luz a la llamada clase media, y solo a partir de ahí se pudo pensar seriamente el tema; en otros países, la clase media —y el funcionariado— data de principios de siglo. En cambio, a la cabeza de la transición se pudieron debatir realidades que hasta hace diez años permanecían casi intactas: la democracia, el inclusivo Estado social, el sistema judicial y su supuesta separación de poderes, los distintos Estatutos de Autonomía... y la Educación Superior.

A partir de este espíritu de reforma estatal, las universidades españolas tuvieron que adaptarse a la nueva legislación de 1983 con la Ley de Reforma Universitaria (LRU). Este documento, que firma ya Juan Carlos y no Francisco Franco, señala en su primera exposición que “la incorporación de España a las sociedades industriales avanzadas pasa por su plena incorporación al mundo de la ciencia moderna [...], pero la experiencia de otros países próximos nos enseña que la institución social mejor preparada para asumir hoy este reto del desarrollo científico-técnico es la universidad”. El primer objeto de la LRU es este, y su leitmotiv es la “democratización de la educación y la cultura”. Pero de hecho, es la necesidad de utilizar el sobrante de trabajadores de otros ámbitos que incrementaran el precio —y con ello el PIB— final. De modo que el Estado dirigía ahora por activa este trasvase, cuyo cauce antes dirigía por pasiva.

La Ley Orgánica de Universidades de 2001, bajo la presidencia de José María Aznar, daba un mayor grado de autonomía a estas instituciones y las autonomías en las que se inscribieran. De aquí se pasó en 2007 al Real Decreto que firmó el PSOE de Zapatero para abrir nuestras universidades al proceso de Bolonia, igualando diplomaturas y licenciaturas a los graduados europeos y abriendo los másteres a la supuesta excelencia del mercado. Incluso, en el BOE se habla de “estimular la mentalidad emprendedora”; se comienza a hablar de becas-préstamo... Y más directamente, la financiación de las universidades pasa a depender de su productividad. Se consagra, en pocas palabras, como un nicho más del mercado general.

Es decir, como un negocio. Las reformas que han venido desde entonces —como el llamado 3+2, que permite a las universidades bajar el grado a tres años y subir el máster a dos— se han destinado a apuntalar precisamente este imperio.

No sorprende lo que ha venido sucediendo desde la aplicación del Plan Bolonia. Que en su momento coincidiera con la entrada de la crisis ha terminado por jugar en su contra. Lo que las cifras muestran son los graves problemas de la universidad española: con el aumento de tasas y la disminución de la cuantía de las becas, cada vez hay menos matriculados en grado y más en máster... excepto por la privada, cuyo número de alumnos se ha doblado en estos años. Los títulos propios que se pueden implantar por cuenta propia apuntan de manera directa a la demanda del mercado de los negocios y de las pseudociencias; la plantilla de muchas universidades se comienza a saturar de docentes asociados y contratados a tiempo parcial, mientras que, por otro lado, hay un envejecimiento de los veteranos, que se jubilan para ser sustituidos por asociados... En fin, todo apunta al mismo lugar.

No sorprende que cada vez haya más jóvenes excluidos de la educación superior. Esta es la lógica del lucro, que por inercia se mueve entre algunas pocas familias adineradas, y excluye a quienes no pueden permitirse pagarla. Se habla del máster de Cristina Cifuentes y de Pablo Casado, del graduado en Criminología de los comisarios; de la política de doctores honoris causa —como en Murcia, que han investido al dueño del Grupo Fuertes, que posee El Pozo—; de la Agencia Nacional de Evaluación... Todo esto no ha sido simplemente producido por las políticas del Partido Popular. Es una realidad que atraviesa nuestra institución, la tan laureada universidad.

Entonces, lo que nos debe molestar no es solo el cómo se gestiona la educación superior en nuestro país. Este es claramente un problema pero, en estos momentos, apunta también hacia otro, bien distinto. Si realmente las universidades se han construido en torno a esta lógica, solo bajo la premisa de su función —convertir a España en un “país desarrollado” científica, técnica o económicamente—, entonces preguntar cuál la función de nuestra universidad es en el fondo preguntar qué es la misma universidad. Porque el tráfico de influencias que se presume estos meses en la Universidad Rey Juan Carlos es una extensión política de clara ilegitimidad, pero que está directamente conectada con una educación superior que hemos construido basándonos en un ideal meritocrático.

Al fin y al cabo, la universidad siempre ha sido una promesa. Era la promesa de un futuro mejor. Nos decía que el conocimiento era poder, sí, sobre nuestras propias vidas; nos hacía pensar que teníamos posibilidades de vivir como queríamos, y esto era lo que necesitábamos. Una aspiración que cualquiera con familia y amigos tiene, y que ha acabado por ser devorada por la lógica individualista de la aspiración al mérito propio. Ese es, de hecho, el gran problema de la educación superior: al decirnos que era nuestro lugar natural, nos instalaba en la idea de que uno se “había hecho a sí mismo”. Con ello, perdimos de vista todo lo que había a nuestras espaldas. Ser universitaria era ser clase media, tener una vida acomodada; el pasado en el que había que trabajar de sol a sol por tres comidas diarias parecía haber quedado atrás.

La universidad era una promesa. Y ahora, una promesa rota.

A diez años del comienzo de la crisis, todo parece indicar que lo que queda es otro modelo de trabajo y de sociedad. Un modelo basado en el trabajo precario, en la explotación laboral por turnos de meses, o incluso días. Y con ello, un modelo en que la universidad vuelve a ser una institución elitista, que solo unos pocos se pueden permitir. Cambia un título nobiliario por un máster, y traslada la España del siglo XVIII a la España actual. Felipe V por el Plan Bolonia, el Estado westfaliano por la Comunidad Económica Europea, las intrigas de las camarillas por los susurros en los despachos. No hay problema: no sabe, no recuerda, no le consta.

La universidad está dejando de tener un sentido porque nunca tuvo un sentido propio. Pero no hay que olvidar que fuimos las familias trabajadoras las que hicimos crecer esta institución, y con ella investigamos, creamos e innovamos, escribimos y publicamos.

Tenemos que hacer, parte a parte, una universidad distinta, en la que podamos escribir un futuro diferente, abrir a nuestra juventud y a nuestros hijos a otra idea del conocimiento y del trabajo; en la que no haya ganadores y perdedores. Pero también tenemos que luchar para ello por otro modelo de trabajo y de sociedad, sin los cuales no resulta posible ni tiene sentido nada de esto. Entender que es necesaria otra universidad es entender que otro país es también posible.

Esto hay que decirlo con urgencia, porque el único modo de plantear políticas realistas que revisen desde la raíz los conflictos actuales es afirmar que es posible y necesario, que sin ellas no hay futuro. O, lo que viene a ser lo mismo: que nuestro futuro no será nuestro en absoluto.

Archivado en: Universidad Tribuna
Sobre este blog
Un espacio para gente que está empezando a escribir. Si tienes menos de 25 años y te apetece participar escribe a redaccion@elsaltodiario.com
Ver todas las entradas
Informar de un error
Es necesario tener cuenta y acceder a ella para poder hacer envíos. Regístrate. Entra en tu cuenta.

Relacionadas

Tribuna
Derechos laborales Despidos lingüísticos ilegales en el ‘kibutz’ vasco
Si reflexiones pluralistas se abrieran un hueco en el PNV, EH Bildu, ELA y LAB, sin duda podríamos reconstruir los hoy dinamitados consensos lingüísticos.
Tribuna
Tribuna La externalización amenaza al modelo de reinserción en Euskadi
Un servicio esencial para la reinserción social, gestionado desde lo público pero externalizado, plantea dudas sobre su calidad y sostenibilidad.
Tribuna
Tribuna Migrar por derecho, migrar con derechos
VV.AA.
La criminalización de las personas migrantes justifica la negación de sus derechos y allana el camino para restringir su acceso a servicios básicos como la sanidad, la educación o la justicia.
Sobre este blog
Un espacio para gente que está empezando a escribir. Si tienes menos de 25 años y te apetece participar escribe a redaccion@elsaltodiario.com
Ver todas las entradas
Rap
Poetas Puestos “Tanto los medios como la política quieren que seas un tonto feliz”
Charly Efe y Teko, acompañados de una banda, publican el disco ‘Tontos felices’ donde mezlcan su carrera en el rap con ritmos rock para crear lo que han bautizado como rap‘n’roll.
Análisis
Análisis El PSOE intenta pescar en el río revuelto de la izquierda para acercarse al PP
Entre los votantes del PP solo hay dos cosas que produzcan ilusión: el rechazo a Sánchez y su Gobierno e Isabel Díaz Ayuso. Feijóo no es una de ellas.
Groenlandia
Análisis Por qué Groenlandia es clave en la carrera por las materias primas
El anuncio de Trump parece salido de una precuela de la película 'Don’t Look Up', en la que los intereses geopolíticos y económicos no nos dejan ver el colapso inminente.
Historia
Historia La segunda vida de Joaquín Maurín
Alberto Sabio reconstruye en ‘Excomunistas’ la vida y el pensamiento del fundador del POUM: desde su politización en el republicanismo hasta su giro socialdemócrata y anticomunista durante la Guerra Fría.
Gobierno de coalición
Gobierno de coalición El CIS vuelve a situar la vivienda como el principal problema de la población
Uno de cada dos votantes de las izquierdas sitúan la vivienda entre los tres grandes problemas que afronta el país. La encuesta del CIS muestra a los partidos de la izquierda en la misma situación de desinfle que el mes pasado.
Ocupación israelí
Expansionismo israelí El Golán sirio, radiografía de una joya natural diezmada por la ocupación israelí
Las actividades extractivistas del Estado israelí sobre los recursos hídricos o proyecto de parque eólico en las tierras colonizadas amenaza el sustento diario de las comunidades locales.

Últimas

China
Pulsos bajo el cielo Beijing rave: amor, unidad y respeto
Exploramos los entornos de la música electrónica underground en Beijing, donde los jóvenes siguen creando espacios y nuevas formas de relacionarse y entenderse
Galicia
Literatura Daniel Salgado reformula las claves de la poesía política en la contemporaneidad en 'Poemas realistas'
El discurso de este poemario convoca las dos ideas-fundamento que vertebran la poética de Salgado: la constatación de la ruina y la perseverancia en la posibilidad de un horizonte no clausurado.
Opinión
Derecho a la vivienda Cuando el cuñao eres tú: cinco bulos progresistas sobre la crisis de la vivienda
Ni la compraventa de vivienda la protagonizan los fondos ni las zonas tensionadas bajan los alquileres ni el PP es el único que no las aplica.
Entrevista La Poderío
Entrevista La Poderío Carmen Fernández Gálvez: “El origen de la creatividad está en la naturaleza”
Carmen Fernández Gálvez (1979) nace en Vélez Málaga. Como mujer inquieta y curiosa decide realizar estudios de psicología. Su pasión por la cosmética natural y los remedios vegetales comenzó años más tarde.

Recomendadas

Represión
Represión Cómo descubrir a un infiltrado, el manual
Un grupo de afectadas por el espionaje policial publica un texto colectivo como herramienta y reflexión sobre este fenómeno.
Violencia sexual
Violencia sexual El ocaso de Neil Gaiman, el maestro de la literatura fantástica acusado de violar a varias mujeres
Un reportaje revela los testimonios de ocho mujeres que sufrieron agresiones sexuales por parte del escritor Neil Gaiman, autor del cómic ‘Sandman’ y nombre clave en la ficción contemporánea. Dos de ellas han presentado denuncias por violación.
Sareb
Derecho a la vivienda Civio lleva a la Justicia a la Sareb para que revele cómo malvendió 10.000 viviendas protegidas
La Fundación Civio presenta un recurso contra el ‘banco malo’ por negar el derecho al acceso a la información sobre los compradores y el precio al que fueron vendidas 9.400 viviendas de protección pública.
Brasil
Ana Carolina Lourenço y Fabiana Pinto “Organizar la imaginación es la lucha de nuestro tiempo”
En la vanguardia de los movimientos que plantaron cara a la extrema derecha bolsonarista, las mujeres negras cuentan con una largo recorrido en la disputa política brasileña. Un libro recoge su genealogía y sus miradas para el futuro.