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Ecofeminismo
Voces: un poema de María Sánchez
Porque creemos que nuestra relación (o pelea) con la Naturaleza, con nuestros cuerpos mamíferos y también culturales, lo impregna todo, cómo vemos el mundo, cómo nos relacionamos, cómo leemos las estrellas y también la poesía, queremos editar una sección literaria. Les pedimos a distintas voces creadoras que nos regalen textos. Poemas, relatos, cómics... ecofeministas. Para dejarnos sorprender y para hacernos reflexionar, sentir, luchar, disfrutar… de otra manera.
A la poesía de María Sánchez (Córdoba, 1989) se le nota "el campo". Esta autora, veterinaria de profesión y devoción, nos deja sentir su amor por lo vivo, por la naturaleza, entremezclado con su indignación por siglos de un funcionamiento social que obliga a callar a todo, a todas, para que solo una voz se oiga. Compagina el cuidado de los animales, con el arrope a las ganaderas y los ganaderos, y una intensa labor como escritora. Sirva de ejemplo que es una de las firmas en la revista Mujeres, que ha empezado a publicarse el pasado marzo.
Su Cuaderno de campo, publicado en la editorial Bella Varsovia, en 2017, es un canto de resistencia, una loa a la recolección frente a la caza, donde las nanas y las gallinas son la herencia que nos fortalece. Un poemario íntimo, y, a la vez, colectivo. Esa mirada, personal y social a un tiempo, nos llevó a pedirle a la autora que nos regalara un poema, y aquí está. De nuevo, María, muchas gracias.
Monólogo acerca del instinto y de la entrega
mi soledad se ve mejor. Sophia de Mello
San Francisco de Asís se dirigió a las aves las
llamó hermanas impuso el silencio les dijo
—ahora me toca hablar a mí a mí
que sueño con todas las alas de mariposa
arrebatadas
una a una
para enterrarlas junto al cuerpo de miles que
perecieron
hace miles y miles de años
(pétalos, pequeñas deidades animales hechas
de barro, vientres que se vaciaron para dar
paso a la mirra)
pero me toca hablar a mí
que soy un organismo como cualquier otro,
infinidad de posibilidades, de células
chocándose las unas con las otras, una
multitud de impulsos
—repito—
como los de cualquier otro debatiéndose
dentro por igual
entre los estímulos de la destrucción y de la
supervivencia
a mí
que estoy escribiendo estas líneas que tienes
ante ti porque he vuelto a buscar
la técnica de datación por carbono, los
entierros en el paleolítico, el proceso de
embalsamamiento y preparación del difunto
en el antiguo Egipto
a mí
que como tú
quieres
el remedio la bondad
el ejercicio exacto para perpetuarse
el reconocimiento el refugio
la venda el duelo
todo
todo lo necesario
a mí
que miro mis dientes y mis manos
cada parte de mí abreviada
como escribir siempre ADN y no intentarlo con
ácido desoxirribonucleico
a mí
que me gusta situar las cosas
en la región exacta
darles un significado
proveerlas de una historia
a mí
que no soy San Francisco
ni vosotros mis hermanas, las pobres
golondrinas
a mí
que no soporto la idea de verme hablar a un
animal
para pedirle que se calle
que prefiero la cura y no el silencio
pero cada vez que escribo
estoy contradiciéndome
a mí misma
convirtiéndome en la hermana,
en el profeta que se sienta delante de los
pájaros
pidiéndoos por favor de nuevo
silencio
porque al fin callan
las alas de mariposa, el hermano y las
golondrinas,
y me toca hablar a mí.
(de Cuaderno de campo, La Bella Varsovia, 2017)