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Tóxicos
Amiga, el vertido de pellets es malo, pero solo la punta del iceberg de la contaminación plástica
La información que dan los medios sobre la contaminación por plástico llega en olas, de la misma forma que la marea sube: poco a poco, pero inexorable. Así, poco a poco, demasiado lentamente, ha ido creciendo la conciencia sobre el problema que representa la plastificación del planeta tierra.
Con estas olas, hemos ido aprendiendo datos científicos tan terribles como que más de 17 millones de toneladas de plástico acabaron en los océanos solo en 2021, que se han detectado microplásticos en la placenta humana o que cada año respiremos más de 22 millones de partículas de micro y nano plásticos. Datos tan brutales que corríamos peligro de caer en una especie de desensibilización, parecida a la de quien es capaz de desayunar viendo los cadáveres de niños de Gaza, sin que se le atragante la magdalena.
Pero estas primeras semanas de 2024, un tsunami de nueva información provocada por el vertido de pellets de plástico desde el buque “Toconao” frente a las costas gallegas ha roto el oleaje cotidiano. De repente, todos los medios quieren hablar sobre los pellets, surgen opiniones expertas de todos los colores, si son o no tóxicos… Y de repente, el debate se dirige intencionadamente a aspectos técnicos complejos sobre si este ingrediente o aquel son tóxicos o no.
Amiga, que no te líen con tecnicismos ni tecnooptimismos: el plástico no es un material inerte. El plástico siempre reacciona, se descompone y libera los tóxicos.
El plástico que llega al mar, como este, antes o después, se rompe en trozos más pequeños, que antes o después, acaban en los estómagos de animales filtradores (pobres mejillones), de peces o de aves. Antes o después, libera sustancias tanto del propio material como alguno de los miles de aditivos que se utilizan en el plástico para protegerlo del sol (puede que a estas alturas ya seas una experta en el protector solar UV622 que llevan los pellets de marras). Muchos de estos tóxicos que libera el plástico (los pellets y todo el resto que está en los mares y en nuestros cuerpos) son disruptores endocrinos. Es decir, afectan a nuestras hormonas, y se relacionan con enfermedades como el cáncer de mama o la endometriosis o con que la edad de desarrollo de los pechos en las niñas se haya adelantado un par de años en las últimas décadas.
De hecho, un estudio reciente, publicado en la Revista de la Sociedad de Endocrinología, estima que en 249 mil millones de dólares el coste de las enfermedades atribuibles al plástico solo en 2018 en EEUU, lo que supone el 1,22% de su producto interior bruto. Y esta cantidad se queda corta porque solo se refiere a los daños que causan unos pocos del montón de aditivos.
Lo que está claro para las y los científicos de la Endocrine Society (más de 18 000 investigadoras y médicas endocrinas de 100 países) no cabe ninguna duda de que el plástico daña la salud humana. Llega a nuestro cuerpo de diferentes formas, a través del aire, de la comida (se estima que cada año te comes 50.000 partículas de plástico). Y estas estimaciones se irán quedando cortas en cuanto se siga investigando la contaminación de los suelos del planeta, que se estima que pueden albergar hasta 23 veces más microplásticos que los mares).
Recuerda estos datos la próxima vez que oigas que un vertido de plástico es inocuo, como aseguraban las primeras declaraciones de la Xunta. Por desgracia, la verdad es mucho más incómoda.
Y que tampoco te líen con debates de legalidad: a estas alturas ya sabemos que legal no es siempre sinónimo de seguro.
Las soluciones frente a todo esto:
Mientras nos enzarzamos en debatir lugares comunes perdemos el foco de lo realmente fundamental: reducir el consumo de plástico. Cada día que no reduzcamos el nivel de exposición actual, las enfermedades y los costes de la contaminación plástica seguirán acumulándose.
Limpiar las playas y los montes de plásticos está bien, claro. Pero no podemos quedarnos ahí, ni permitir a ciertas empresas y medios de comunicación intenten frenar el activismo contra el plástico con un complaciente día de limpieza. Recoge bolitas si lo deseas, pero por favor, pide al mismo tiempo a la clase dirigente que actúe. Es algo muy parecido a lo que ocurre con la emergencia climática: está muy bien el activismo individual, pero el auténtico cambio viene necesariamente de un cambio de sistema.
Ahora se está negociando un Tratado Global sobre Plásticos del que no oirás nada en los medios de comunicación. Si el activismo climático les importa poco, imagina lo que les importa el anti-plástico. En realidad, ambas luchas están estrechamente unidas, ya que el plástico no es más que combustibles fósiles con colores bonitos.