Podemos
La Marca España se impone en la moción de censura a Rajoy

Pablo Iglesias pierde la votación de la moción de censura a Mariano Rajoy en un debate marcado por los enfrentamientos del aspirante de Podemos con Albert Rivera y los ataques del portavoz popular Rafael Hernando.

Albert Rivera
Albert Rivera. Dani Gago
14 jun 2017 14:42

Hijo de los marqueses de Valtierra; nieto del que fuera capitán de Francisco Franco en la Guerra de Marruecos; familiar también del comandante del Ejército franquista que asedió Madrid durante la Guerra Civil; el expresidente de Iberia y de Inditex Carlos Espinosa de los Monteros es hoy el Alto Comisionado del Gobierno para la Marca España.

¿Qué es la Marca España? ¿Y tú me lo preguntas? Por partes. La Marca España es un lobby gubernamental destinado a la promoción de las empresas del país. Pero es más que eso, la Marca España es un arma arrojadiza, un sacar pecho de los deportistas españoles, un producto de márketing, un sueño, el material de las burlas y de artículos serios. La Marca España es constitucionalista y de orden. Y, por definición, no es una marca plurinacional.

Si tomamos la parte por el todo, Marca España también son Albert Rivera y Rafael Hernando, los principales cancerberos del Gobierno –uno desde las afueras y otro desde los alrededores–, que han actuado hoy en la segunda y última sesión de la moción de censura a Mariano Rajoy presentada por Unidos Podemos. En sus intervenciones, ambos han defendido las virtudes de la Marca España con elogios a Amancio Ortega, dueño de Inditex, a los deportistas españoles y a la clase media y trabajadora, ese concepto chicle acuñado por los Rivera boys.

Pero hoy no se trataba de glosar a Nadal, a Isidro Fainé o a Ignacio Echeverría, fallecido en el atentado de Londres del 4 de julio. Hoy se trataba de rematar la consigna que marcó ayer el presidente: evitar que Pablo Iglesias saliese como presidenciable (a futuros) de una moción que hoy ha perdido.

Sobre el resultado de ese empeño, dos frases poco Marca España: la risa va por barrios y cada uno cuenta la feria como le va en ella. Sobre la sesión, algo más. Iglesias ha conseguido a duras penas mantener el tono de ayer, sosegado, durante su réplica a Hernando, al final de la mañana. No era fácil. El diputado dóberman del PP nunca será presidente pero sabe cómo complementar a su presidente allí donde Rajoy no quiere o no se permite llegar en el cruce de navajas.

Poco se ha hablado (es un decir) de la posición del PP de la Asamblea de Madrid durante la moción fallida del pasado de viernes. El mismo discurso, calcado y sintetizado en un solo elemento, ha sido el que ha sacado a pasear Hernando. Una mezcla de titulares de OK Diario, unos pocos hechos ciertos –el caso de Pablo Echenique tiene un impacto simbólico negativo para Podemos–, insinuaciones, venezoladas y agitación del “terror rojo” de la Guerra Civil a mayor gloria de historiadores revisionistas como Pío Moa y César Vidal.

Ciertamente, ese cuerpo a cuerpo es negativo para Podemos. También para Rafael Hernando, despreciado por ajenos y también propios. El problema para Podemos es que Hernando hace su trabajo. Sucio, falto de ética, indecoroso, pero su trabajo al fin y al cabo. No es sencillo evitar caer en las provocaciones. Iglesias lo ha conseguido con Hernando. A duras penas.

Pero lo de Rivera es otra cosa. El líder de Ciudadanos tiene algo que le hace especialmente proclive para el denuesto. Será la arrogancia, será su fama de trepa, o será el hecho de que han mostrado una enorme capacidad de retorcer su discurso para conseguir objetivos políticos hasta ahora bien magros.

Poco antes de las elecciones de diciembre de 2015, el periodista Francesc Miralles explicaba el perfil Marca España de Ciudadanos, a quienes representa Rivera: “Es exactamente la generación que ha crecido con el ‘milagro’ económico –muy simbólicamente, Rivera es nacido en 1978– y su perfil sociológico –de clase media ascendente con la burbuja inmobiliaria y financiera– y perfil laboral –profesiones alrededor de la burbuja– condiciona mucho su teoría –barra libre a hoteles, sector turístico y empresas de bajos salarios– y su práctica: opacidad absoluta en cuanto a donaciones y presupuestos. Ése es el espíritu de 1992 que Ciudadanos encarna”.

Con ese pasaporte, quizá no es extraño que Pablo Iglesias tenga especial inquina a Rivera. El líder de Podemos ha mostrado especial respeto, incluso inconfesada admiración, por algunos políticos de la Transición, obviamente por los de izquierdas –incluyendo algunos aspectos de la biografía de Felipe González– pero también por los de derechas. Hoy mismo, ha ponderado las virtudes de Manuel Fraga para contraponer al fundador de Alianza Popular con Hernando. También ha habido un elogio en la distancia de Miguel Herrero de Miñón, uno de los hombres clave de la UCD, al que ha citado Xavier Domènech esta mañana al defender el derecho a decidir. El discurso de ayer de Iglesias, una parte hecha en clave de regeneración, está ligado históricamente a algunos de los consensos que suscitó la “correlación de debilidades”, una afortunada frase de Vázquez Montalbán que Iglesias ha rescatado hoy, que dio lugar a la Transición.

Pero su admiración, es cierto que no exenta de crítica, de los políticos del ciclo 75-82, no es extensiva a la generación que representa Rivera, nacido poco después de Iglesias pero mucho más apegado a la tradición del neoliberalismo que arraigó en Estados Unidos y Reino Unido y fue exportada a Europa durante los 80 y a España poco tiempo después.

Quizá ese es el motivo de que Iglesias difícilmente se contenga en sus ataques al líder de Ciudadanos. Y tal vez haya sido el motivo de que el candidato a presidente hoy haya vuelto a aprovechar su intervención en la Tribuna para sacudir a Rivera a cuenta de su cultura de planta de caballeros de El Corte Inglés, de sus tics de “vendedor de productos bancarios” o simplemente de su función auxiliar del Partido Popular.

Esa réplica a Rivera ha sido el único momento en el que Iglesias, atacado por un sector mayoritario de la sala durante los últimos dos días, ha sacado su lado más mordaz. No la única en la que ha tenido que atacar. Así lo hizo ayer contra Ana Oramas, diputada de Coalición Canarias, con una misteriosa alusión a cuenta de la enésima vez que Venezuela ha salido en el debate. Pero el goce con el que Iglesias atiza a Rivera es especial. Ya se vislumbró en los debates de investidura de Sánchez y de Rajoy y hoy se ha vuelto a desatar. Ha sido divertido. Punto.

Pese a los golpes recibidos, Rivera tenía hoy las de ganar. Antes de la hora de comer, la votación estaba hecha. Iglesias no será presidente en este periodo de sesiones, como ya se sabía. Con la moción, presentada por “imperativo ético” según el candidato, tres de los cuatro líderes de partidos de ámbito estatal representados en el Parlamento han visto cómo la Cámara baja les impedía llegar a la Moncloa en cuatro votaciones distintas. Sólo Rajoy lo consiguió, en segunda ronda.

El voto clave, aunque hubiese sido insuficiente, era el del PSOE, y con ese partido Iglesias ha tratado de tender puentes. Le ha favorecido la actitud de José Luis Ábalos, también la confesión de éste de que en el pasado había sido del PCE, de aquellos que apoyaron los Pactos de la Moncloa, incluso como servicio de seguridad del partido en algunas manifestaciones. El socialista ha afeado la conducta del pasado –la no abstención de Podemos en la investidura de Pedro Sánchez la pasada primavera– y del presente continuo, esgrimiendo un argumentario interno de los morados en el que lamentan la victoria de Sánchez que, por motivos evidentes, complica a Podemos presentarse como única oposición a la corrupción del PP.

El entendimiento entre el PSOE y Unidos Podemos es el objeto de deseo de gran parte de la izquierda. A pesar de la brecha generacional, sobre ese entendimiento pende la posibilidad de que Rajoy pierda una próxima moción de censura o bien se vea obligado a anticipar elecciones. Pero será la situación en Catalunya la que determine en buena medida si el acuerdo es posible. De momento, el PSOE se ha acogido a los designios de la Brigada Aranzadi (en expresión del periodista Enric Juliana) para la clausura de todos los cauces legales para el diálogo y el reconocimiento del derecho a decidir en Catalunya. Ese seguirá siendo el principal motivo de conflicto entre Podemos y los socialistas. Y hoy no ha habido avances.

La Marca España hoy ha salido triunfante. El PP ha consolidado la victoria de Rajoy, como lo hizo con la aprobación de los presupuestos generales. Rivera ha dado un ‘no’ sonoro a su archienemigo. Y la estrategia de cerrar España no ha sido puesta en peligro, a pesar del empeño de Iglesias en que el PSOE no dé pasos atrás y mantenga su visión de una España plurinacional que no necesite marqueses que la defiendan y la promocionen en saraos internacionales.

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