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Feminismos
¿Se puede ser feminista y españolista?
El españolismo permea a toda la sociedad española, el campo del feminismo no es una excepción.
El españolismo es el nacionalismo español (el único nacionalismo que niega ser nacionalismo y demoniza a “los nacionalismos”); un movimiento social, político e ideológico incapaz de aceptar que su proyecto HA FRACASADO y que impregna a la derecha, centro e izquierda españolas, y como no, al feminismo español. Este movimiento españolista transversal, que se hizo uno con el franquismo y el nacional-catolicismo, y no ha salido de facto de sus mecanismos de poder, ha tratado de conformar una inexistente identidad nacional de España como única, homogénea, blanca, monolingüe, patriarcal y muy machista, heterosexual, monoreligiosa, muy clasista… Se basa en una idea mítica de una España milenaria, cuasieterna, metafísica, falsa en definitiva, que intentan imponer a otros pueblos, por las buenas, o por las malas.
El españolismo permea a toda la sociedad española, el campo del feminismo no es una excepción. El hecho vergonzoso de que un autodenominado partido feminista de España emitiese un comunicado apoyando la sentencia del procés que condenó a largas penas de prisión a mujeres independentistas pacíficas no les parece contradictorio para nada a un sector del feminismo español. Eso no mancha el feminismo con “otras luchas”, como nos dicen a las feministas de clase y antirracistas cada vez que luchamos contra la situación subordinada de las mujeres trabajadoras, o contra el racismo institucional ejercido contra las mujeres racializadas. Avalar la represión del Estado español es según las feministas españolistas superfeminista, ¡ah! y supermarxista, aunque no hagan en sus frecuentes artículos un análisis de clase de la realidad ni por casualidad. Defender las instituciones burguesas, incluso formar parte de ellas, defender a la OTAN y las guerras imperialistas, callar ante la ley de extranjería o la ley mordaza, o las desigualdades sociales y el racismo institucional, etc etc no es contradictorio con el feminismo, hablar de las innegables opresiones por clase y raza, sí. Según ellas, por supuesto, que creen saberlo todo, aunque la verdad sea que desconocen toda la realidad material a la que no llegan sus ojos puros..
El racismo del españolismo se muestra contra todas aquellas personas que “contaminan” la supuesta pureza del “ser español”. El campo del feminismo lo dividen entre feministas puras (ellas, por supuesto), e impuras (todas las demás). Ese racismo se manifiesta a diario por acción u omisión contra vascas, andaluzas, canarias... etc etc contra personas de origen gitano, merchero, árabe, latino, negro, asiático... sean o no ciudadanas con documentación legal, porque aunque algunas sean ciudadanas de pleno derecho desde su nacimiento, y otras a duras penas consigan “los papeles”, para ellas siempre serán moras, gitanas, negras, etc extranjeras en suma. Otras.
Las hipócritas que no arremeten contra la iglesia católica con la fuerza y energía que lo hacen contra todas las personas de otra religión que no sea la cristiana, especialmente contra las mujeres de religión musulmana (qué casualidad, el “moros fuera” del tradicional racismo carpetovetónico). Dicen que no se puede ser feminista y musulmana, pero nunca se les oyó decir que no se puede ser feminista y cristiana, como muchas compañeras latinoamericanas. Y es que dicen ser laicistas, pero no pueden disimular que ven el cristianismo como SU religión. Oigan, que todavía hay clases, y religiones y religiones: la buena, la nuestra, y luego están las de las demás, la malas, la extranjeras. Las feministas españolistas tienen el atrevimiento racista y machista de decir, por ejemplo, que todas las mujeres con hiyab son sumisas. Ofenden porque les da la gana a cientos de millones de mujeres a las que demuestran desconocer, pero les da igual. Ellas se creen con el derecho imperial de irrespetar a quien les dé la gana, y encima pretenden que las bárbaras no rechistemos. Luego está la realidad. El 8 de marzo, hace solo unos días, las mujeres que se jugaron la libertad o incluso la vida en Marruecos, con hiyab y sin hiyab, no eran por supuesto estas defensoras de la mujer árabe... en Madrid, sino esas mujeres supuestamente sumisas. En Madrid y desde Madrid, donde el problema del hiyab es por ejemplo que no te contraten por llevarlo, o te despidan si decides llevarlo, o no te empleen solo por tener un nombre árabe, callan. Ante ese racismo local callan y callarán… sumisamente.
El racismo españolista se manifiesta contra todas las personas diferentes, distintas, las mujeres que no encajan en esa visión tan estrecha de “ser feminista” y “ser mujer”. Y este es otro tabú más de un feminismo patrio lleno de tabúes. Decir que además de la teoría queer, hay un sector del feminismo español que también borra a las mujeres... todas las que no encajamos en su visión rojigualda tan estrecha, racista y elitista.
El españolismo considera que Madrid o Castilla es el centro del mundo y el modelo universal, y las demás somos “periferia”. El centro del sistema solar y del universo está en Madrid. Y España se creó al mismo tiempo que el ser humano. ¡Todavía se publican hoy día “Historias de España” que comienzan en los tiempos prehistóricos de la Península Ibérica! Si en vez de hacer chistes malos sobre botes de colonia las profesoras burguesas conocieran algo el feminismo y la teoría decolonial, sabrían qué dinámicas de dominación implica la dialéctica centro/periferia, pero eso no deben enseñarlo en las universidades españolas, aunque lo sabemos las feministas de base con estudios y sin estudios de Andalucía, Euskal Herria, Canarias, Galiza… En Catalunya el españolismo ha sido el principal responsable del vertiginoso crecimiento del independentismo, creando un conflicto interno dentro del aparato de poder que Rocío, una compañera andaluza, llama “madriluña”. Les da igual: ¡a la cárcel, coño!
Por supuesto el españolismo también es profundamente clasista, burgués, e incluso aristocrático. En Andalucía todavía hoy hay nobleza. Los terratenientes con títulos nobiliarios son los descendientes directos de los conquistadores de Al-Andalus, y las tierras y títulos que todavía hoy poseen sus familias fueron la recompensa por su colaboración en la mal llamada Reconquista (en realidad, Genocidio). No es casualidad que la letra del Himno de Andalucía, escrita por Blas Infante, asesinado por fascistas en 1936, diga: ¡Andaluces levantaos! ¡Pedid TIERRA y Libertad! O que la lucha por la tierra sea una seña de identidad de las luchas de las jornaleras andaluzas y del sindicalismo andaluz desde hace siglos. 1492 no es una fecha tan lejana como algunos quieren hacernos ver, y menos en sus efectos. Tampoco es casual que estos meses se desarrolle en Granada el interesantísimo, fundador y enriquecedor II Seminario de Pensamiento descolonial, estudios andaluces y epistemologías del sur de Europa, que se propone “incorporar a Andalucía y el sur de Europa a la discusiones sobre el colonialismo, el racismo y el patriarcado en el contexto de las jerarquías internacionales de poder global como el imperialismo contemporáneo y la globalización neoliberal”.
En el espacio del feminismo, las feministas españolistas se autoconsideran el feminismo puro, auténtico, y todas las demás, o no existimos, o si no pueden negar nuestra existencia, siempre nos ven sospechosas de algo, y así lo difunden, a poder ser a nuestras espaldas, en ese estilo tan “feminista” que abunda dentro del feminismo español hace décadas, según testimonian las feministas más veteranas. Últimamente nos llaman queer, palabra usada como otras personas usan terf, como término lapidario que pretende descalificarte, impedir el debate de ideas, y llamar a otras a que ni te escuchen. En el caso de las compañeras vascas añaden a su maltrato a las Otras frases propias de fascistas, manipulando de manera maliciosa los lemas en euskara de las V Jornadas Feministas celebradas en noviembre de 2019. Son estas clasistas, que en sus momentos más “marxistas”, dicen que hay que ir a los barrios, reconociendo sin darse cuenta que si tienen que proponerse ir, es porque no viven o trabajan en ellos, y son ajenas a sus preocupaciones, dolores y luchas.
No se puede ser feminista y españolista, aunque solo sea por el profundo racismo que hay en el constructo españolismo. El racismo dinamita las mismas bases del feminismo. ¿Cómo vamos a ser libres las mujeres en un mundo racista? Estas mujeres, que antes que feministas, son españolas y mucho españolas, niegan, por supuesto, ser racistas, del mismo modo en que muchos varones niegan ser machistas: confirmando y demostrando a diario que lo son. Solo hace falta ponerles un micrófono delante: rezuman un racismo indisimulable, se les escapa sin que pueden evitarlo porque lo llevan dentro y no lo han cuestionado nunca.
Igual que los varones pueden dejar de hablar y actuar como machistas, estas mujeres que han mamado el españolismo y se creen las más mejores y las más feministas, en realidad las únicas feministas, podrían dejar de hablar y actuar como el centro del feminismo, como racistas, clasistas, misóginas, y en algunos casos, lesbófobas.
Sin embargo su reacción no es esa, qué va. Su reacción es atacar por todos los medios a su alcance, incluidos los más repugnantes, a quienes no se sometan a sus órdenes y dictados, propios de tiranas, no de feministas. Tiranas absolutistas que reproducen la lógica amo/esclava dentro del feminismo, sin comprender que las mujeres que luchamos por nuestra liberación de toda opresión no queremos ser ni amas ni esclavas. No aceptan la realidad: que su reinado feminista de décadas se ha acabado. Tratan, sin éxito, de desprestigiar a las mujeres que nos atrevemos a decir la verdad, que no tendría que hacer falta ni decirla, porque está a la vista de todas aquellas que tengan ojos para ver, oídos para escuchar, y corazón para sentir su soberbia infinita, su desdén altanero, su desprecio racista y su profunda misoginia.
Ninguna feminista dijo que el amor a las mujeres, el corazón del feminismo, excluyera a todas las que no somos o pensamos o actuamos como ellas, unas feministas representativas de una minoría cada vez más pequeña de mujeres. Porque las mujeres trabajadoras y racializadas somos la mayoría. Aunque no les gustemos, somos la mayoría, y tendrán que acostumbrarse a nuestra existencia, y a nuestra participación en lo que han considerado y consideran un coto privado: el feminismo.
Si hablamos de mujeres trabajadoras, según ellas contaminamos el feminismo con “otras luchas” (sic), si hablamos de mujeres racializadas, igual, ni se dan cuenta del profundo racismo que implica decir que el antirracismo contamina el feminismo con “otras luchas” (re sic). Sin embargo estas puristas no ven ningún problema en contaminar su feminismo con un rancio españolismo o con su neocolonialismo. Eso por lo visto no ensucia, ni mancha el feminismo, ni lo que es peor, ofende y es muy irrespetuoso con millones de mujeres, que ellas insultan y desprecian solo por ser lo que son.
Como los fascistas crean independentistas, las feministas españolistas envían a las filas queer a montones de mujeres, que pueden no conocer o aceptar la teoría queer, pero que van donde no son cuestionadas cada día solo por ser lo que son, o por decir lo que piensan, o por no rechazar su cultura en bloque, como un todo patriarcal, como pretenden imponerle las feministas españolistas, cuya cultura por supuesto no rechazan como un bloque todo patriarcal. No se puede estar en un feminismo que quiere imponerte hasta las hipócritas “buenas maneras” de la burguesía castellana. Si hablamos con ellas como hablamos en nuestras tierras con nuestras hermanas, nos acusan de ser brutas, toscas y maleducadas. La sombra del racismo es alargada, quiere llegar a imponernos hasta sus maneras de ser, hablar, actuar y vivir.
No sé cómo las feministas españolistas no se dan cuenta de que su feminismo es pesimista, elitista, exclusivo, excluyente y repelente. Repele a todas las mujeres que no les gustan, y es que su feminismo burgués no responde siquiera a lo mejor del pensamiento ilustrado, sino al despotismo ilustrado, sosteniendo una especie de despotismo feminista: todo por las mujeres, para las mujeres, pero sin las mujeres. Se nota mucho que no escuchan a las mujeres que una y otra vez decimos en todas nuestras luchas que no, que no, que no tenemos miedo.
Hemos llegado las bárbaras desde “las periferias", y todavía ni siquiera se han enterado de que somos las Otras y no reconocemos ni aceptamos su decadente autoridad. Serán si aceptan ser unas más, y si no, serán derrocadas. El feminismo será de clase, internacionalista y mestizo, o no será.
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Yo ni siquiera entiendo cómo se puede ser feminista, o incluso de izquierdas, estando a favor de la propiedad privada de los medios de producción y reproducción económica que son el origen de toda desigualdad social; cómo para entender que alguien sea nacionalista cuando la nación es fundamentalmente una forma de exculpar a las clases dominantes de la explotación que realizan a los habitantes de su territorio.
Soy hombre. Soy feminista. Soy español. Y soy españolista.
Y, en virtud de las dos últimas, me siento profundamente ofendido por este artículo. Porque este artículo dice que mi patria no es mía, sino de mis enemigos los fascistas. Es más, dice que yo, por español, soy un fascista, un racista, un cristiano y un machista.
Pues no es verdad. Yo soy español, español, español, porque cuando alguien se ha criado, como es mi caso, a cien metros de la Puerta del Sol de Madrid no puede ser otra cosa sin caer en el ridículo. Yo no puedo presumir de ser asturiano, ni andaluz, ni catalán, ni nada de todo eso, pero tampoco puedo presumir de ser castellano porque Madrid capital no es Castilla -se pongan algunos como se pongan-, y de hecho Madrid, con sus casi quinientos años de historia metropolitana, no es nada por sí misma. Nada, salvo la capital de España.
Abramos el foco: Si España es un proyecto fracasado, por una parte, y patrimonio exclusivo de fascistas, por otra, ¿por qué, cuando la invasión francesa de 1808, surgieron en todas las provincias españolas, desde Cai a Biskaia, desde Coruña a Murcia y Barcelona, Juntas Populares que no surgieron en Lisboa, Oporto, Andorra o Gibraltar? ¿Y por qué pasó exactamente lo mismo durante el 15M de 2011?
Gran angular: Según la autora, ¿a qué demonios se refieren historiadores de la talla de Eric Hobsbawm cuando hablan de la guerra civil ESPAÑOLA? ¿Sabe la autora que Noam Chomsky escribió su primer artículo precisamente tras la caída de Barcelona durante esa misma guerra, a la que el propio Chomsky sigue llamando ESPAÑOLA? ¿Qué piensa la autora que tenía en la cabeza la integrante ucraniana de las Pussy Riot cuando se presentaba en su propio juicio con una camiseta con el lema “No pasarán”? ¿Y los revolucionarios de Rojava, mientras se grababan cantando canciones republicanas ESPAÑOLAS? ¿Y los franceses a los que yo mismo tuve el privilegio de escuchar cantando en francés el “¡Ay, Carmela!” cuando la Marcha Indignada a Bruselas acampó en la plaza del Ayuntamiento de Poitiers?
España es, señora, y lo es en España y fuera de España. Y es muchas cosas. Es, ciertamente, tierra de fascismo, de nacionalcatolicismo y de Reconquista. Pero también de federalismo, de anarquismo, de comunalismo, y del más poderoso movimiento antifascista de Occidente. Y a mucha honra.
El feminismo catalanista no es racista? No hace de menos a la mujer andaluza, castellana, marroquí...? La respuesta es sí, sobre todo si no le da la razón.
. . . Feminismo y nacionalismo, antitético.
Sea éste Carpeto-Vetónico, Galaico o Sardo. No hacen falta 3.000 palabras para esto comay.