Andalucismo
El porqué de un partido de soberanía andaluza 

Foto artículo Rojas-Marcos
Fotografía del artículo publicado en 1977. Archivo personal de José Luis Villar. Autor de Por un Poder Andaluz: Historia del Partido Andalucista. I. Los años de la clandestinidad (1965-1976)
Artículo de Alejandro Rojas-Marcos. Comentario introductorio de José Luis Villar.
5 abr 2023 21:19

Las elecciones generales del 15 de junio de 1977 fueron un fracaso sin paliativos para el Partido Socialista de Andalucía. El compromiso y la presencia de sus militantes en la lucha contra el franquismo les había hecho albergar esperanzas de que, cuando alumbrara la democracia, su esfuerzo sería reconocido por la ciudadanía en las urnas. La incomparecencia del PSOE en aquel combate reforzaba más aún esa idea. Algo muy parecido debió sentir la militancia comunista, perseguida a sangre y fuego sin descanso durante toda la dictadura. Pero lo cierto fue que el PSOE amaneció el 16 de junio como el dueño, por aclamación popular, de la marca socialista en Andalucía. Tras las elecciones, la mayoría de los partidos socialistas de las nacionalidades fueron siendo fagocitados por el PSOE. Igual sucedió con el PSP liderado por Tierno Galván. El PSA decidió mantener su proyecto político propio. Ello no fue consecuencia ni de un voluntarismo inconsciente ni de ambiciones de raíz personalista. Fue consecuencia de un complejo análisis y debate en el conjunto de la organización, que se inició inmediatamente después del fracaso electoral, con un exhaustivo Informe Político del Comité Ejecutivo. Análisis y debate que condujeron a una significativa reformulación estratégica basada en la profundización en la identidad nacionalista de la organización. En efecto, aunque la naturaleza regionalista de CP/ASA/PSA está documentalmente acreditada desde sus primeros pasos, la coyuntura política de los años anteriores había empujado al Partido a compartir esa naturaleza con otros elementos ideológicos. Así el combate por la democracia y los insistentes llamamientos a la unidad de la izquierda y de los socialistas, que los andalucistas habían venido proclamando durante su acción clandestina, les pudo haber hecho parecer hacia el exterior, malgré lui, como una más de las numerosas organizaciones que en el tardofranquismo y la incipiente Transición aspiraban a ser los “auténticos socialistas”.

Este artículo de Alejandro Rojas-Marcos, a la sazón primer secretario de la secretaría general colegiada del PSA, debe enmarcarse en las numerosas acciones que a partir del verano de 1977 dirección y militancia andalucista programaron para dar a conocer, precisamente, su nueva estrategia. Pero, aunque aún faltaba más de un año para la celebración del II Congreso del Partido (enero 1979), de la atenta lectura de este artículo, que hay que poner en relación con el citado Informe Político del Comité Ejecutivo, debemos reflexionar sobre si la dinámica que se había puesto en marcha iba más allá de una simple redefinición estratégica. La afirmación nacionalista, como señala Javier García Fernández, se inserta en la tendencia autodeterminista de los nacionalismos de izquierda de los países subdesarrollados y de las naciones sin soberanía de Europa. Este giro de rumbo nos parece que ya se está anunciando antes de que finalice el año 1977 en este artículo. El artículo fue una publicación en el diario ABC el jueves 3 de noviembre de 1977.  La transcipción ha sido realizada por Francisco Cabello miembro de Defender Andalucía y de Adelante Andalucía. Leamos a Rojas-Marcos.

El porqué de un partido de soberanía andaluza 

Tras el revés electoral del Partido Socialista de Andalucía han llovido sobre nosotros, sus militantes, las preguntas acerca del porqué de nuestro empeño en ser un partido de soberanía andaluza, obstáculo definitivo para nuestra unidad con los grandes partidos españoles. ¿No será la causa de nuestra derrota electoral? ¿Podremos sobrevivir así? ¿Vale la pena el esfuerzo? 

Para mi, lo he repetido muchas veces la quintaesencia de la filosofía política que defiende la tesis de un partido de soberanía andaluza es esta: la inercia del poder de las grandes formaciones políticas centrales los partidos españoles lleva a impedir que los distintos pueblos de España se expresen directamente con sus propias voces, y fuerza a que la síntesis de esas voces en vez de hacerla los pueblos directamente en la superestructura del Estado la hagan las burocracias internas de los grandes partidos estatales. Así, el Estado español es la síntesis de los partidos españoles en vez de ser la de los pueblos de España. 

En último término, hablar de soberanía andaluza significa rechazar al Estado español como articulación de partidos políticos y rechazar a los partidos políticos “españoles” como articulación de los intereses de los diversos pueblos de España. Todo ello supone, en consecuencia, afirmar al Estado Español como articulación de las nacionalidades integradas en él, y afirmar a los partidos políticos de esas nacionalidades como instrumento de sus respectivos pueblos. En resumen; no hay un pueblo español, luego no debe haber partidos españoles. Hay diversos pueblos o nacionalidades insertas en el Estado Español y cada uno de ellos debe contar con sus propios partidos. 

A veces, el Partido Socialista de Andalucía ha caído en el error de buscar un espacio político entre el PCE y el PSOE. Olvidando que por mucho que vocease ser más de izquierda que el PSOE y más demócrata que el PCE, eso en el supuesto de que así fuese, no justifica la existencia de un partido político. Al ser el único partido de soberanía andaluza, era inevitable que el PSA fuera convir- tiéndose poco a poco en el “partido del pueblo andaluz”. 

En definitiva, nuestro partido tiene un objetivo: la liberación del pueblo andaluz. Y dos Instrumentos: el socialismo (la sociedad sin clases) y el nacionalismo (el poder andaluz). Frente a la opresión: la liberación. Contra el capitalismo: el socialismo. Contra el colonialismo: el nacionalismo. Estos son nuestros tres mandamientos. 

El colectivo del actual PSA no empezó constituyéndose como partido andaluz, sino como organización política que esperaba ver qué formas adoptaban los partidos históricos (PCE y PSOE) y otros que pudieran aparecer en el momento del paso a la democracia. Pero llegaba la democracia y no veíamos que los partidos españoles de la izquierda asumieran la cuestión andaluza. Decidimos asumir el reto histórico, y aquí estamos. Nos resistíamos a hacer la síntesis de los pueblos de España a través de los comités ejecutivos con sede en Madrid. Queremos ofr la voz de los pueblos a través de sus par- tidos propios y soberanos, no del filtro de sus direcciones estatales. 

Últimamente, a veces desde la derecha y a veces incluso desde la izquierda, siempre desde el “centralismo”, se contesta a nuestra reivindicación de “soberanía andaluza” con la proclama de la solidaridad. Se nos echa el “anzuelo” de la solidaridad, a ver si nosotros, hombres de izquierda, nos olvidamos de la soberanía. Pero no, la solidaridad que ofrecemos y exigimos es la “voluntaria”, ya que nace de la base de los pueblos. No la que nace, se reparte y se controla desde el centro. Insisto; la síntesis de la contradicción que se da entre los intereses de los distintos pueblos de España contradicción hoy derivada de los desequilibrios del desarrollo capitalista, mañana ya veremos tiene que lograrse en el Estado, no en los partidos políticos. Queremos una España de los pueblos con partidos con sede en sus respectivas capitales, no una España de partidos con sede en Madrid.

Es natural que los partidos españoles o de estructura estatal pretendan hacer en su seno la síntesis de los intereses de los distintos pueblos de España, pero pienso que ningún partido por muchos votos que obtenga puede verdaderamente hablar en nombre de un pueblo, ni mucho menos puede expresar la sin- tesis de los distintos pueblos de España. La síntesis de los intereses, a menudo contradictorios, de las distintas nacionalidades - hoy España, mañana Europa, pasado mañana el mundo - no puede obtenerse a través del “filtro” de los grandes partidos estatales, sino directamente a través de los propios órganos de gobierno de esas nacionalidades. El nacionalismo es expresión política de los pueblos sometidos, oprimidos, marginados. A menudo la razón de ser del nacionalismo ha sido la necesidad de luchar políticamente para quebrar la relación de dependencia de un pueblo respecto de su metrópoli, es decir, de su “poder opresor”. Le solidaridad de la clase trabajadora suele entenderse, frente a nuestros planteamientos, como obligación de renunciar a la soberanía andaluza. Nosotros más bien la entendemos como derecho a exigir que los trabajadores de las nacionalidades opresoras nos ayuden a quebrar la relación de dominación de esas nacio- nalidades sobre el pueblo andaluz. 

Precisamente por nacionalistas y por socialistas somos solidarios con todas las fuerzas de la izquierda. Queremos que, salvada la especificidad de cada partido soberano en el seno del país andaluz, y de cada pueblo soberano en el seno del Estado español, la lucha política no sea de cada cual a lo suyo, sino de toda la Izquierda unida. 

Sabemos que la opresión del hombre per el hombre sólo terminará cuando hayan desaparecido las estructuras sociales que la permiten universalmente. Pero sabemos también que nuestra concreta formación social el pueblo andaluz exige soluciones específicas. Y sabemos finalmente que un pueblo no es nada si no ejerce su soberanía, es decir, su autodeterminación. Sin soberanía andaluza no habrá pueblo andaluz. 

No hay contradicción entre la reivindicación del ejercicio de la soberanía del pueblo andaluz y la aceptación de la articulación el Estado español. Creemos que hay un pueblo andaluz; no creemos que exista un pueblo español, sino varios pueblos articulados en el actual Estado español. Creemos interpretar la voluntad y los Intereses del pueblo andaluz al mantener su articulación con otros pueblos de la Península Ibérica, con los que en común lleva tanto tiempo y tiene tanto patrimonio espiritual y material. Por esto y por las cuentas pendientes“ que tenemos con los pueblos del Estado español enriquecidos a nuestra costa, no somos separatistas, pero no por ello dejamos de exigir el reconocimiento de la soberanía del pueblo andaluz, cual decide voluntariamente la articulación del Estado Español ejerciendo su soberanía. 

Ahora, que tanto se habla de autonomía, no se puede olvidar que puede ser hija de la ”descentralización “o hija de la ”autodeterminación“. Los partidarios de la primera ponen ”punto final“ al protagonismo del pueblo andaluz. Los partidarios de la segunda, ponemos ”punto y seguido“. No hemos hecho más que empezar. ¿Se comprende ahora por qué unos hablan de Andalucía como región y otros hablamos de ella como nacionalidad? No es una cuestión de palabras, es cuestión de poder, de soberanía. La región es una circunscripción territorial como el municipio o la provincia; la nacionalidad es la identidad diferenciada de un pueblo. 

El País Andaluz tiene sus propias regiones, que deberán ser tenidas en cuenta a la hora de dividirle administrativamente”. Pero, desde luego, estas regiones no son Andalucía Occidental y Andalucía Oriental, invento tecnocrático que supone el rompimiento de la unidad del pueblo andaluz. En la preparación del Estatuto del Pueblo Andaluz - así debería llamarse nuestro “Estatuto de autonomía”- habrá que afrontar la división regional de Andalucía para no confundir el reconocimiento de una soberanía política con la delimitación de una circunscripción administrativa. 

Sobre este blog
Espacio de enunciación colectiva, encrucijada de ideas y reflexiones en torno a la descolonización de Andalucía, de sus prácticas y de su teoría social crítica. Cooridinado por Javier García Fernández @JavierGarcaFde1
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