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Crisis climática
¿Y si la ganadería fuera parte de la solución?
La ganadería puede representar un beneficio incalculable o una amenaza letal en el contexto de la crisis climática.
Reducir el consumo de productos de origen animal ha sido desde hace años una de las recomendaciones centrales del IPCC para mitigar el cambio climático. La hiperbólica crisis del covid-19 no hace mas que reforzar ese cuestionamiento, debido al estrecho vínculo entre intensificación ganadera y enfermedades zoonóticas. Se ha escrito mucho sobre los animales salvajes como vectores, pero no tanto acerca del hecho de que en China estos animales se crían en granjas intensivas para uso farmacéutico. Como señala Grain en un artículo reciente, lo mas probable es que “la transmisión inicial hubiera ocurrido de murciélagos a un huésped animal intermedio, donde el virus evolucionó a su forma actual”. Dado que las condiciones de hacinamiento constituyen una “fábrica de replicación y mutación de virus”, el gobierno chino ha apuntado a las granjas de animales salvajes, cerrando mas de 20.000 en pocas semanas.
Sin embargo, de aquí a establecer una correlación automática entre alimento de origen animal y degradación ecológica o peligro sanitario hay un buen trecho. Los bomberos advierten cada verano de la importancia de los rebaños para gestionar los bosques y evitar los incendios, principal fuente de emisiones no derivadas de los combustibles fósiles. También las agrónomas remarcan que el ganado es esencial para volver a los suelos agrícolas nitrógeno, fósforo o potasio, evitando así el uso de fosfatos y petróleo en declive. Además, múltiples estudios correlacionan la pandemia global de inflamación crónica de bajo grado con dietas hiperglucémicas, centradas en los cereales y con un insuficiente consumo de grasas y proteínas de calidad.
Incluso podemos añadir, desde un punto de vista bioético, que tan cierto es el utilitarismo antropocéntrico con lo que nos relacionamos con otras especies como lo es la desconexión urbanocéntrica respecto a los ecosistemas y la cultura rural. Ya apuntaba la ecóloga Elisa Oteros-Rozas que, si de no matar se trata, el cultivo de vegetales también desplaza y mata animales, “aunque sean menos fotogénicos”: gusanos e insectos al degradar las tierras, peces o aves al embalsar las aguas.
Pero volvamos al principio; nada de esto desmiente que la ganadería está implicada en muchos procesos nocivos. Se calcula que sus emisiones de GEI podrían contabilizar hasta un 15% de las emisiones globales, debido sobre todo a los fertilizantes usados en la producción de piensos, a los bosques talados para expandir la frontera ganadera y al metano eructado por vacas y ovejas. Sin embargo, como explica el agrónomo Luiz Carlos Pinheiro, la clave es diferenciar el modelo industrial intensivo, basado en animales sedentarios, dopados y amontonados, de “una ganadería extensiva que preserva los servicios de los ecosistemas, promueve plantas perennes en las tierras de cultivo, recicla nutrientes de las plantas, configura el paisaje y proporciona beneficios sociales”.
La no-competencia no reside solamente en el hecho de usar tierras no cultivables, sino también en el uso de alimentos no aptos para los humanos como la celulosa
El sistema Gleam, utilizado por la FAO para calcular el impacto de la ganadería, tiene su parte de responsabilidad en esto de meter todas las prácticas ganaderas en un mismo saco. Según sus cálculos, la cría intensiva de animales podría ser incluso más “eficiente”, al necesitarse menos kg de alimento para producir cada kg de carne, mientras la ganadería extensiva utilizaría mucha tierra, agua y alimento para alcanzar una producción equivalente. Sin embargo, este enfoque reduccionista y productivista olvida que el ganado estabulado ocupa también otro tipo de territorio deslocalizado: un tercio de la tierra cultivable del mundo se utiliza para producir piensos, compitiendo así por un suelo agrícola escaso. Y además, como afirma el informe No es lo mismo, ganadería extensiva y cambio climático (Fundación Entretantos), aunque “es cierto que la ganadería extensiva utiliza ciclos de vida más largos y los animales dedican más energía a su propio metabolismo”, también lo es que, con el manejo correcto, los recursos necesarios se renuevan por sí mismos. Nada que ver con lo que ocurre con las gigatoneladas de agua y los alimentos volcados en las granjas intensivas.
Este es el punto de partida del estudio Impacts of feeding less food-Competing feedstuffs to Livestock donde global food system sustainability (Royal Society), que sostiene que la mejor estrategia de mitigación del cambio climático no es usar la brocha gorda contra todos los productos de origen animal, sino limitar los Food Competing Feedstuffs (FCF). Traducido: priorizar una alimentación del ganado centrada en la ganadería extensiva y el uso de los terrenos de pasto no cultivables. Y en el caso de los animales de granja ─especialmente cerdos y gallinas─, usar solamente piensos hechos con subproductos de otros procesos.
Los terrenos cultivables del mundo constituyen el 10,9% de la tierra firme, mientras que los aptos para la ganadería se elevan hasta el 26,3%
Aclaración: La no-competencia no reside solamente en el hecho de usar tierras no cultivables, sino también en el uso de alimentos no aptos para los humanos. Dada la limitada capacidad humana para digerir la celulosa, la eficacia de los rumiantes en convertir los pastos en proteínas y grasas de alta calidad convierte sus productos una valiosa fuente de densidad nutricional.
La geografía parece reforzar la propuesta de la Royal Society: los terrenos cultivables del mundo constituyen el 10,9% de la tierra firme, mientras que los aptos para la ganadería se elevan hasta el 26,3%. Y mientras que el cultivo convencional de cereales consume la fertilidad del suelo, crea erosión y requiere del uso de combustibles fósiles, la cría de ganado en pastos tiene un bajo consumo energético.
Así pues, si queremos enfrentar el cambio climático con éxito habrá que hilar fino, calculando correctamente el balance entre biomasa producida (fijación de CO2) y biomasa degradada (emisión de CO2) de cada actividad humana. Es decir, no importan solamente las emisiones de cada animal, también cuenta la capacidad de captura global del agrosistema del que dependen. Y si bien es cierto que los pastos intensamente labrados pueden emitir mucho carbono, también lo es que las tierras de pasto bien gestionadas pueden secuestrar y almacenar mucho carbono de forma estable, tal como recogen los informes del IPCC sobre usos de tierra. Incluso el metano puede ser parcialmente oxidado por praderas saludables.
Además, un cálculo bien hecho también debe considerar que el caldo espeso de orina y excrementos de las granjas intensivas, una grave fuente de contaminación de acuíferos y generación de óxido nitroso (otro gas de efecto invernadero), nada tiene que ver con el efecto regenerador del suelo que en la ganadería extensiva tienen estos mismos productos. En resumen, la mirada cambia cuando incluimos datos como la transmisión de fertilidad, la fijación de agua, la conservación de biodiversidad o la prevención de incendios.
Otros aspectos a considerar asociados a la ganadería intensiva son el malestar animal, la acidificación del rumen, el consumo excesivo de antibióticos o el mencionado riesgo de transmisión zoonotica de virus animales a los humanos. En resumen, tal como afirma el biólogo Rob Wallace en La Directa, “los daños de la agroindustria son tan extensos, que si internalizáramos estos costes a los balances de las compañías, los agronegocios acabarían quebrando; ninguna compañía podría soportar los costes del mal que causa ”.
De acuerdo con la FAO “la deforestación es la segunda causa del cambio climático después de la quema de combustibles fósiles”
¿Significa todo esto que podemos seguir comiendo como hasta ahora, dado que hay formas de producir menos nocivas e incluso beneficiosas? ¿Que si las hamburguesas y cartones de leche vinieran avalados por un certificado de buenas prácticas podríamos seguir como hasta ahora? En realidad no. La propuesta de reducción de los CFC implica, de facto, una disminución del consumo de productos de origen animal, ya que la oferta mundial disminuiría. Sin embargo, teniendo en cuenta tanto el bienestar animal como los perjuicios a la salud causados por las dietas hipercárnicas de baja calidad, así como la deuda ecológica ─Europa consume 80 kg de carne al año por habitante, Ruanda 8 kg─, tenemos poco que perder y mucho que ganar. Como afirma Jorge Riechmann, se trata de armonizar la “capacidad de carga sociocultural” de nuestras sociedades con la capacidad de carga ecológica de los ecosistemas. Lo que viene a ser superar “modos de vida imperiales” (Alberto Acosta y Ulrich Brand) que el maná fósil ha normalizado.
Es por todo esto que Guy Shrubsole, de Friends of the Earth, propone “comer menos carne pero más buena”, como una parte crucial de la lucha contra la crisis climática, “liberando mucha más tierra por los árboles y la agroforestería, absorbiendo cantidades enormes de carbono de la atmósfera”. De nuevo, la ganadería puede representar un beneficio incalculable, al gestionar bosques y sabanas, o una amenaza letal, al expandir la frontera ganadera. Y este tampoco es un tema menor; ya que de acuerdo con la FAO, “la deforestación es la segunda causa del cambio climático después de la quema de combustibles fósiles”.
Pero, ¿si la ganadería extensiva es parte de la solución, que entendemos exactamente por buenas prácticas ganaderas? Una reciente polémica entre el biólogo Allan Savory y el ecologista Georges Monbiot ha hecho aflorar un debate de largo recorrido. Savory sostiene que moviendo los rebaños a partir de la observación del estado de los pastos se puede revertir la degradación de las tierras de pasto áridas y semiáridas ─mayoritarias en el planeta─, incluso aumentando las cabezas de ganado (1). Teniendo en cuenta que, efectivamente, un suelo con cobertura vegetal capta más agua, biodiversidad y carbono que un suelo desertificado, el argumento es goloso. Y además supone un importante matiz a la tesis del biólogo Edward Wilson, que en su libro “Medio Planeta” propone dejar la mitad del planeta en estado salvaje para que se regenere por si solo. Sin embargo, Monbiot replica que no existe evidencia científica que avale la capacidad restauradora del método de Savory. Sea como sea, y más allá de las probables exageraciones de Savory, no se trata de debates ociosos, pues condicionan el cálculo acerca de cuantos cabezas de ganado puede sostener el planeta.
Para lo que si parece existir suficiente evidencia es para sostener que toda práctica que imite los sistemas naturales estará más cerca de la sostenibilidad. En el caso de la ganadería se trata de imitar los grandes rebaños salvajes, que no producen sobrepastoreo ni sobrecompactación. Esa es la lógica que guía el Pastoreo Racional Voisin, iniciado en Francia hace 50 años, según el cual “el sobrepastoreo de las plantas se debe a pastarlas demasiado tiempo o reexponerlas a los animales demasiado pronto, impidiendo el tiempo suficiente para que las raíces repunten”.
En cualquier caso, y tal como afirma la investigadora Marta Rivera, lo fundamental es “contar con las personas que han gestionado los diferentes territorios mediante ganadería durante años, y que tienen en cuenta muchas variables que a menudo no se consideran en los cálculos científicos, como el tipo de pasto, la pendiente, la solana, o la variedad (no solo la especie)”.
Ante la degradación acelerada de los ecosistemas podría ser tentador tomar un atajo, apostar por una estrategia vegana drástica y acabar simple y llanamente con el consumo de productos de origen animal, pero vistos los datos, seria un tiro en el pie. “Lo que tendremos será una mayor fermentación de rumiantes salvajes, hormigas y termitas que también generan grandes cantidades de metano, lo que se une una mayor incidencia y emisiones de los incendios forestales y una pérdida de la capacidad del ecosistema para fijar carbono, lo que, en conjunto, daría un incremento neto de las emisiones” (Fundación Entretantos). Disminuir el consumo de carne y mejorar la capacidad regenerativa de la ganadería extensiva parece el camino con un balance estrés-beneficio más favorable. Por no hablar del sesgo neocolonial de ciertos posicionamiento que parecen olvidar que hasta 1000 millones de personas viven en el mundo asociadas a economías pastoralistas.
En la ganadería extensiva, la mitigación y la adaptación al cambio climático pasa por líneas clave, bebederos inteligentes, vallas forrajeras, sombras comestibles, y una mejora de la gestión de los sistemas silvopastorales
Debemos entender que el modelo industrial no está fallando solamente por sus emisiones, sino también por desorganizar las colonias de hongos y bacterias, destruyendo la capacidad de suelos agrícolas para almacenar carbono y agua. Incluso algunos métodos tradicionales, como el de incendiar las praderas para reavivarlas, especialmente común en África, estarían aportando su parte en esta degradación. Por eso necesitamos una apuesta global por la regeneración, especialmente de las tierras áridas y semi-áridas. El policultivo, la agroforestería, la cobertura vegetal, los acolchados y la limitación de los CFC son la verdadera agricultura inteligente del futuro. Se trata de reducir la energía fósil lineal y aumentar la recirculación de la energía microbiológica.
En la ganadería extensiva, la mitigación y la adaptación al cambio climático pasa por líneas clave, bebederos inteligentes, vallas forrajeras, sombras comestibles, y una mejora de la gestión de los sistemas silvopastorales, “sembrando especies de pasto más resistentes, introduciendo mas leguminosas, respetando los ritmos biológicos de los pastos” y avanzando “en la multifuncionalidad y una mayor conexión con la agricultura” (Fundación Entretantos). Todo ello en el marco de un cambio sustancial en las leyes que regulan la propiedad de la tierra y el abastecimiento alimentario, lo que incluye poner coto a los grandes ganaderos y a los monocultivos de soja, principales impulsores de la frontera ganadera.
En cuanto al consumo de insectos, esta puede ser una estrategia complementaria, ya que con menos recursos se producen igualmente nutrientes esenciales en los que destacan los alimentos de origen animal, como vitaminas A, K2 o B12, aminoácidos esenciales u omega 3. Sin embargo, por ahora los intentos a escala industrial reproducen el modelo del agrobusiness, basado en un uso intensivo y deslocalizado de recursos y energía.
Mas allá de las múltiples vertientes de un tema complejo, lo que es sin duda impactante es que por razones tan ciegamente mercantiles como avanzar la madurez de los terneros ─seis meses estabulados, 24 meses al aire libre─ se esté jugando a la ruleta rusa con el clima. El problema no es pastar, el problema de nuevo es la constante erosión que ejerce la dictadura del mercado sobre las capacidades autorreguladoras de las comunidades.
Necesitamos pasar de ser colonizadores a ser regeneradores; abandonando de una vez por todas la idea delirante según la cual podemos sustituir con bioingeniería industrial las cadenas tróficas que sostienen la vida, la nuestra y la de todos los animales.
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Artículo para la galeria...denota persecución de la ganadería intensiva.
Es una falacia achacar en Europa las Zoonosis a la ganadería intensiva, denota el desconocimiento y la intencionalidad del que escribo el artículo. Soy veterinario y te reto públicamente a demostrar lo que dices....
Ademas de la tienda de barrio hay muchas posibilidades en internet. Hay que comprar animales 'felices' los que todavia somos carnívoros
Muchas gracias por transmitir esta interesante y necesaria visión!!!!
Aunque las citas a la "fundación Entretantos" se deberían cambiar por "Plataforma por la Ganadería Extensiva y el Pastoralismo", al que pertenecen las autoras del informe y en cuyo seno se ha fraguado.
O al menos mencionar las dos para que se reconozca también a quien siembra colectivamente y no solo a quien cosecha
Muy interesante articulo, enhorabuena. La gandería extensiva que convive con la fauna salvaje y que no persiga a rapaces, zorros, lobos, osos, y que mantiene arboles y arbustos,incluso reforesta; SI, yo pagaría el doble por sus productos, pero no se encuentra o no se identificar ese producto en el mercado con esos niveles de calidad.
Que no se encuentra???? Pide en carniceria producto nacional....con el sello que lo garantiza.....veras como no te dan carne importada de ve tu a saber de donde viene.... Ve a las pequeñas carnicerias de barrio......busca en google donde vivas carnicerias de morucha avileña etc etc
No esta bien diseñado un texto de estas características excluyendo al ser humano como consumidor de los alimentos del desperdicio que hay en alimentos que se compran más por la presencia que por el valor alimenticio incluyendo los envases.
El problema de la ganadería extensiva aparece cuando se suplementa a los animales con comederos móviles que no se mueven y en donde los animales se hunden en mierda hasta la barriga para llegar al alimento. Son verdaderos intensivos sin techo. Y sin posibilidades de recojer las detenciones.