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Opinión
Alemania como Israel
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Es miércoles 19 de febrero de 2025. 9:30 de la mañana. Mientras escribo estas líneas se prepara un espacio alternativo para la charla que debía tener lugar en FU (Universidad Libre de Berlín) de Francesca Albanese y Eyal Weizman, pero que fue prohibida hace unos días. La nueva localización me acaba de llegar por mensaje, no se puede circular por las redes. Tendrá lugar, si no se filtra y no lo impiden, en apenas media hora en un lugar cerca de mi casa y se emitirá por streaming. Decido quedarme aquí y escribir sobre lo que está pasando.
El domingo 23 de febrero, en apenas cuatro días, se celebran elecciones generales en Alemania. Desde El Salto me preguntan si me escribo algo al respecto y no sé bien que decir. Así que lo intento. La prensa internacional se hacen eco de la crisis económica, de la ruptura del cordón sanitario respecto a la extrema derecha, de la deriva autoritaria de este país desde el que escribo (Alemania) que no tendría mayor interés, en medio del caos global, si no fuese porque se trata del destino hacia el que transitamos y que ya es presente en otros territorios con variaciones en su forma pero con una estructura común.
Se puede hablar del mundo entero desde un solo lugar. Se puede hablar desde la desesperanza o se puede mirar a aquello que, a pesar del caos, resiste, y crea. Lo más cercano a la realidad es que cada día pasamos por todos esos estados de ánimo que abarcan desde la ira a la alegría pasando por la desolación, la desesperanza, el pragmatismo y vuelta a cierto anhelo utópico... y así hasta el día siguiente; eso si no has caído por el camino, víctima del burnout, la depresión o la deportación, según la clase social a la que pertenezcas (léase clase en un sentido interseccional) Así que probablemente haya que mencionar al menos un poquito de todo eso que es al final, el batiburrillo que compone el trauma colectivo que habitamos.
Como se trata de hablar de las elecciones diremos primero que nos encontramos ante la recurrente crisis precedente al auge del fascismo. La diferencia es que esta vez Alemania no es precursora
Diría que he aprendido —o entendido— más sobre la sociedad alemana en el último año y medio que en los ocho años anteriores. Como si ciertas lógica del subsuelo cultural teutón hubiesen emergido a la superficie para hacerse visibles y con ello poner en evidencia una lógica que nos resultaba obtusa para revelar una estructura férrea que va más allá de la ideología. Es una cultura forjada, al menos, desde el final de la segunda guerra mundial. Como se trata de hablar de las elecciones diremos primero que nos encontramos ante la recurrente crisis precedente al auge del fascismo. Crisis económica, política y cultural. La diferencia es que esta vez Alemania no es precursora.
Los recortes han llegado al hasta ahora opulento Estado alemán. Hay recortes en educación, en cultura, en juventud, en sanidad, en asuntos sociales y en migración. No en defensa, claro.
Hay una directiva política (“Haushaltssperre” o congelación presupuestaria) que se está aplicando en los distritos para congelar presupuestos porque Alemania tiene que ahorrar, dicen. No sabemos exactamente bien para qué, pero intuimos lo peor. Hace tiempo que Ursula Von der Leyen lo anuncia. Ya estamos ahí (disculpad que no distinga entre Alemania y la cabeza de Europa pero se entiende).
Análisis
Análisis La Unión Europea, desenfocada y en segundo plano
Adoctrinamiento
Hace algo más de una año decía en otro artículo cuán revelador me había resultado escuchar a Nurit Peled para empezar a entender lo que estaba pasando en Alemania al respecto de Palestina. Nurit Peled habla del sistema de adoctrinamiento israelí en su sistema educativo.
El pasado sábado estuve en una charla de una compañera de New Profile. New Profile es una organización Israelí que trabaja contra la militarización de la sociedad israelí. Y volví a pensar sobre observar cómo funciona Israel como máquina de fascismo social nos puede ayudar a entender lo que nos está pasando en nuestro presente: la normalización de la militarización de la sociedad, la creación del enemigo, con su carga de supremacismo blanco en forma de racismo, colonialismo, y otras formas de discriminación, y el uso de valores políticos bien como lavado de cara —el famoso green o pinkwashing— bien como armas arrojadizas —el famoso “weponizing” del antisemitismo en Alemania, o lo que en España es más conocido como la defensa a ultranza de la “libertad” de Ayuso y la demonización como “comunista” de todo lo que se le contraponga. La militarización no es solo que haya más presupuesto para armas que para escuelas, es la incorporación de la lógica de guerra a todas las esferas de lo social, y la normalización de esa lógica. Vamos a algunas cosas que han pasado recientemente.
1) Prohibir lenguas. Creo que la poca memoria que nos queda en este país (hablo del Estado español) aun alcanza para recordar que tipo de régimen político fue el que prohibió las que a día de hoy son lenguas cooficiales (y otras que, junto a la recuperación de expresiones culturales de la ruralidad, claman por existir, en lo que a mi modo de ver, pero esto no lo voy a desarrollar aquí, es una de las formas íberas más interesantes de la decolonialidad). Prohibir lenguas implica que a algunas personas les prohíban hablar en su lengua materna; tu propia lengua, eso que por activa y por pasiva se ha nombrado como uno de los elementos constitutivos de la identidad, y de la capacidad de expresión y afecto. Lo que nos queda frente al despojo es la lengua materna decía Hanna Arendt. Amnistía Internacional se ha hecho eco de lo antidemocrático de la medida, pero no sabemos bien a estas alturas en que tribunal o instancia puede resonar ese eco.
Trump es una trampa, el señuelo del minuto de escandalizarse mirando el móvil antes de pasar a la siguiente distracción del día. El trumpismo sin embargo ha venido para quedarse
Árabe, hebreo e irlandés han sido prohibidas en manifestaciones para derivar en la prohibición del uso de cualquier lengua que no sea alemán o inglés. En un país donde hace apenas tres meses se ha aprobado una resolución llamada “defendamos las vidas judías” en la que el “antisemitismo” se usa como arma arrojadiza contra las manifestaciones de denuncia contra el genocidio y la ocupación de Palestina, se ha prohibido hablar hebreo. Y luego que si Trump.
Análisis
Análisis Vidas que importan. A propósito de la recién aprobada resolución del Parlamento alemán
2) Narrativas, amarillismo y distracción. Así que quizá, deberíamos dejar de hablar de Trump, no así de trumpismo. Trump es una trampa, el señuelo del minuto de escandalizarse mirando el móvil antes de pasar a la siguiente distracción del día. El trumpismo sin embargo ha venido para quedarse. Es ese que permite investigar a un grupo de activistas por proyectar el saludo de Musk sobre la fachada de la planta de Tesla en Berlín acusados de hacer propaganda del saludo nazi que en este país (Alemania) está prohibido... Oh wait.
Francesca Albanese viene junto a Eyal Weizman a dar una conferencia. Una es relatora especial de las Naciones Unidas sobre los territorios palestinos y el otro, el fundador de un instituto forense y arquitectónico que se dedica a investigar casos de violencia estatal y violaciones de los derechos humanos en todo el mundo, por supuesto también en Gaza. El B.Z. de Berlín —periódico amarillo donde los haya— los presenta, como es habitual en sus titulares, como “Israelhasser” (odiadores de Israel) como nos tacha a quienes asistimos a una manifestación o a cualquier acto de apoyo a Palestina, pero honestamente que lo hagan con la señora Albanese me resulta sinceramente intolerable, qué falta de gusto la verdad. En sus declaraciones al respecto la señora Albanese decía entre perpleja y ciertamente molesta que está deseando salir de este país (Alemania), donde “le falta el oxigeno”. Y es literalmente así a ratos, asfixiante.
Hace unos días iba caminando por Frankfurter alle, en la frontera entre Friedrichshein y Lichtenberg, zona este de Berlín, camino de una boca de ubahn. Las calles están plagadas de carteles electorales, en este tramo me han tocado los de Afd, vaya por dios, y vuelvo a pensar en la normalización del fascismo, e inevitablemente en los años 30 de este país (Alemania).
Se lo cuento a una amiga tomando una cerveza, ella me dice que está haciendo un curso online sobre cambio climático y trauma social, coordinado por una canadiense, y que el otro día, en una sesión, dos personas del curso, de Estados Unidos, rompen en lágrimas mientras relatan lo que les está pasando en ese país. En ese país (Estados Unidos) se están llevando a la gente en autobuses.
Me llega dos días después un mensaje al móvil, piden contacto de redes antideportación. En este país (Alemania) están empezando a deportar personas palestinas a Grecia. Al parecer no queda claro que Palestina sea en estos momentos zona de conflicto, según el deutsche Regierung (gobierno alemán). El BAMF (Ministerio de Migración) ha congelado las solicitudes de asilo. Al menos una persona palestina ya ha sido enviada a ese país (Grecia) y otras dos están detenidas en espera de lo mismo. Es el conocido como convenio de Dublín, por el que una persona puede ser deportada al país por el que entró a Europa si su solicitud de asilo no es aceptada.
Organizar el malestar: organizar la protesta u organizar el cuidado
Hay manifestaciones masivas contra la AfD, manifestaciones contra los recortes, hay manifestaciones por la defensa de la cultura... Y luego están las manifestaciones contra el genocidio en Gaza, ese que, recordemos, no ha terminado. Esta tarde —la del miércoles 19 de febrero— hay una manifestación por la masacre de Hanau, cinco años después del asesinato de nueve personas a manos de un fascista en esa ciudad. Un terreno en disputa, el llamado “antifascismo”, concepto muy mal trabajado en este país (aunque me refiero al primero, esto vale para los dos, Alemania y España). Todo apunta que, por la localización de la mani (Sonnenalle, epicentro de la resistencia Palestina en Berlín) no seremos bien recibidos por las fuerzas del orden.
Desde hace un año y medio las condiciones políticas se han endurecido tanto que muchas personas han pasado por cuadros de depresión y extenuación
Hay dos sociedades funcionando en paralelo y es difícil que se toquen. La fractura se ensancha cada día, como la grieta de esa montaña en Suiza que se abre dos centímetros cada año. Decía recientemente Bifo que hay que desertar de todo esto aunque no sepamos bien cómo y decía en ese mismo artículo, que recuerda la ola de movilizaciones de la segunda década de los dosmiles (él habla del Occupy, nosotres podemos hablar del 15m) como la última gran ola de movilización de masas. Y esa deserción, pienso, podría tener la forma del cuidado colectivo y autoorganizado. Algo que ya se apuntó en tiempos del 15M y que últimamente veo resurgir en esta ciudad, Berlín, como la única posibilidad de supervivencia.
Desde hace un año y medio las condiciones políticas se han endurecido tanto que muchas personas han pasado por cuadros de depresión y extenuación. Los espacios regenerativos se multiplican en el ámbito del activismo. El pasado domingo hubo una convocatoria en Hermannplatz (desde donde arranca la mentada avenida Sonnenalle) para, de forma autoorganizada, limpiar nuestras calles. La convocatoria partía de organizaciones LGTBIQ+ fundamentalmente (también de Mera25). Y la lógica es la de que si las instituciones nos abandonan (el barrio está sucio y degradado) nosotres nos hacemos cargo. Muy en la línea de los movimientos autoorganizados de los setenta en Estados Unidos (cuando la policía acosaba y destruía comunidades negras y estas organizaban desayunos en las escuelas y círculos de salud comunitaria) pero también en la lógica quincemayista en la que cuidar el mundo sustituyó el mero destruir el poder.
La limpieza del barrio de manera autoorganizada es solo un ejemplo, el mensaje se repite: necesitamos cuidarnos entre nosotres, no perder la cabeza, nos quieren distraídas. Todas las personas que portaban una bolsa de basura el otro día llevaban una kufiya al cuello. Mientras, veo cada día brigadas voluntarias con chalecos identificativos saliendo a hacer campaña electoral. Son muy jóvenes en general, se reúnen en un local cerca de mi casa por la mañana y se van a repartir panfletos de Die Linke. Diría que en un noventa por ciento, y quizá me quedo corta, son personas blancas alemanas.
Luego están las que reparten panfletos del SPD o de la CDU. En este caso, no se trata solo de personas blancas alemanas sino que casi ninguna es más joven que yo, al contrario, superan la cincuentena. Ayer mismo una persona me dio un panfleto electoral. Habitualmente no los cojo o respondo “yo no puedo votar” pero el martes iba distraída con el paso acelerado aunque cauteloso por llegar a casa cargando las bolsas de verdura (estábamos por debajo de los cero grados, suelo helado y resbaladizo) y agarré el papel.
Me paré en una cafetería a entrar en calor y lo miré. Era del candidato al Bundestag por Neuköln (barrio ya mencionado) Hakan Demir, del SPD. Yo llevaba mi kufiya al cuello así que deduje que yo no era la única despistada en la interacción o que la persona que me dio el panfleto tenía tanto frio como yo y solo quería deshacerse lo más rápido posible de la propaganda electoral. El panfleto dice “vota estratégicamente” (¿os suena?) y contiene un gráfico estadístico de las estimaciones de resultado electoral para argumentar que mejor votarles a ellos, que tienen más posibilidades que otros grupos frente al grupo rival (en la lógica de dos gigantes) que es CDU.
Pero hasta el gráfico de la estimación revela lo limitado de la apuesta: solo lograrían igualar a la CDU y quedar apenas dos puntos por delante de la AfD. El panfleto es color rojo PSOE (la CDU es negro prusiano y la AfD es azul PP, Die linke solía ser roja pero en el gráfico se ha vuelto berenjena Podemos). No he mencionado que los carteles electorales del candidato del SPD a la cancillería, Olaf Scholz, tienen como fondo la bandera alemana. Y os aseguro que sangran los ojos cada vez que te encuentras uno. Pero me estoy perdiendo, distraída de lo importante una vez más por la propaganda electoral. Volvamos al principio del artículo en el que decía que hay un poso cultural sobre el que se cimenta la fascistización social. Y que mirar a Israel nos sirve para entender la versión europea de la militarización social que es Alemania.
Análisis
Análisis Las FDI, la construcción de la nación y el militarismo israelí
Hago una pausa, voy al streaming de la charla de Albanese y Weizman, que ha arrancado a las 10h. Ya son más de las 11h. Me he perdido la intervención de ambos por escribir esta secuencia quizá algo inconexa de elementos que contextualizan las elecciones alemanas y que quizá nos distraiga de lo importante: que hay un genocidio en marcha y que lo estamos naturalizando con consecuencias irreversibles. Llego al final de la intervención, al momento en que están anunciando que la policía está entrando en la universidad: los estudiantes de la FU a quienes prohibieron celebrar esta charla, han organizado una proyección del streaming en el hall de la facultad, y eso tampoco parece ser tolerado.
Se siente el enfado y la indignación de los ponentes frente a la política alemana, pero consiguen volver al tema: la conexión entre las imágenes de las marchas de la población palestina volviendo a sus lugares tras sobrevivir el bombardeo sistemático y las imágenes de la Nakba; la importancia de la memoria como herramienta contra la amnesia colectiva de este país (Alemania), la importancia de honrar la memoria, de educarse, de seguir haciendo(se) preguntas (Albanese cita a Primo Levi), la destrucción de las condiciones de vida, materiales y culturales de las palestinas, las prisiones como sistema organizado de destrucción de una identidad colectiva, sobre reaprender la decolonización y sospechar siempre de las políticas de reconstrucción, sobre la complicidad de la academia alemana... Sobre el genocidio en marcha. Lo importante. Vuelvo a poner la transmisión en silencio y vuelvo a este texto. Se trataba de escribir algo sobre las elecciones alemanas.
La narrativa de construcción del enemigo está institucionalizada, no hay personas palestinas solo “árabes”, y “lo árabe” es la amenaza
En una de las múltiples teorías que se barajan sobre el triunfo del arraigo del nazismo en la sociedad alemana, se menciona la cultura prusiana. Prusia fundó un estado indistinguible de su ejército. Un estado fuerte proveedor, con un ejército-sociedad que defendería a sus ciudadanos a cambio de obediencia. A esa cultura de obediencia a cambio de protección apeló el nazismo, creando para ello, claro, la amenaza de un enemigo.
Decía que mirar la política del estado de Israel nos puede ayudar a entender lo que pasa, de lo que vuelve a pasar, en Alemania. La compañera de New Profile explicaba en su esclarecedora charla que el estado de Israel, que se rige desde sus inicios por leyes de estado de guerra, hace indistiguible estado, sociedad y ejército. Toda la ciudadanía forma parte de su cuerpo de defensa armada, y la normalización es tal que no es posible diferenciar lo civil de lo militar.
La narrativa de construcción del enemigo está institucionalizada, no hay personas palestinas solo “árabes”, y “lo árabe” es la amenaza. Una sociedad hiperjerarquizada en la que la igualdad de participación en el ejercito se traduce en posiciones muy asimétricas dentro del mismo. Israel es un estado profundamente clasista y racista (más en la línea de frente cuanto más oscura sea tu piel). Es un estado fundado sobre la violencia y la sociedad israelí que lo sostiene es una sociedad cultivada en el trauma.
Alemania ha reconstruido un camino de vuelta hacia su rearme fundado de nuevo sobre un trauma colectivo, un estado fuerte proveedor y una fuerte cultura de burocratización y obediencia. Desde la invasión de Ucrania por parte de Rusia la narrativa política ha virado escandalosamente rápido hacia la autodefensa para amparar una práctica de inversión armamentística. Alemania, recordemos, es uno de los tratantes de armas fundamentales con Israel. Y ahora confluye con éste en el enemigo construido para su adoctrinamiento social. El paralelismo en la forma de modelado social es revelador (y escalofriante). Cuan valiosas se revelan algunas de las experiencias recientes, de las ultimas décadas, que atesoramos (en el Estado español) y cuya memoria nos conviene mantener presente (la insumisión entre ellas) porque nos va a hacer falta. No dejar de hacer(se) preguntas, no obedecer, no permanecer en silencio parecen algunas de las formas de cuidado colectivo frente a la normalización del fascismo.
Así que más allá de las estimaciones y resultados electorales (lo electoral en general no es mi fuerte, ya se lo advertí a la redacción de El Salto), sí sé lo que está pasando, lo vivimos cada día, y no por ello nos deja menos perplejas (nadie de mi generación pensaba vivir esta etapa de la historia). Y lo cierto es que ya habitamos la forma posmoderna del fascismo que ha venido para quedarse, así que más nos vale no dejar de inventar nuevas formas de resistencia y deserción, y cuidarnos.
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Hitler fue confirmado en su poder absoluto por cerca del 95% de votantes alemanes… ahora el capitalismo siglo XXI, no necesita a la socialdemocracia en sus diferentes versiones, como freno, blanqueamiento a su expansión…son otros tiempos, con problemas viejos, en sociedades cambiantes, dichas sociedades cambiantes, han y están siendo moldeadas por un sistema actual, el capitalismo financiero, que como todos sabemos, es un sistema económico, social, “cultural”… habrá que dejar las redes tecnológicas del entretenimiento y la distracción, y pisar más las calles y las asambleas, volver al conflicto social…
Alemania se militariza mientras reprime toda disidencia. El país abandona cualquier fachada pacifista y sigue el modelo israelí: ejército en expansión, censura brutal y una política exterior agresivamente sionista. El Biodeutscher promedio ( Biodeutscher es un alemán que finge autocrítica mientras refuerza la obsesión racial que dice rechazar.) acepta esto sin pensar, adoctrinado en la sumisión absoluta. No hay debate, solo obediencia.
Mi suegra y mi suegro (de nacionalidad alemana y siendo él pastor protestante) viven con el convencimiento de que hay una invasión de delincuentes y maleantes, mayormente islámicos, en su país. "Es una cultura machista, gente atrasada, el trato a las mujeres...". Propaganda engullida por seguir a los medios de comunicación generales. Lo cierto es que la sociedad alemana es profundamente machista y racista. Yo, como canaria, soy solo una chica morenita, de mal carácter (como buena latina, claro), que se ha llevado a su hijo a un país extranjero.
Son excelentes en su trato conmigo, pero puedo ver en su fondo (y a veces no tan fondo) ese sentimiento de superioridad, paternalista, de alguien que se considera perteneciente a una sociedad más elevada.
Mujer, claro que son una sociedad más elevada.
A ver qué sociedad ha participado en 3 genocidios, comenzado 2 guerras mundiales ...
Tienen pocos rivales a su altura, está claro.
Ese macabro historial tiene que responder a algo profundo de su sociedad, no sé el qué. No sé si la cuestión de la cultura prusiana puede explicarlo del todo.