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Opinión
Alegato a favor de las candidaturas municipalistas
El marco discursivo que el PP ha impuesto en estas elecciones municipales y autonómicas y que muchos medios de comunicación acatan a pies juntillas es profundamente distorsionador, perverso e irrespetuoso. Plantearlas como si fueran la primera vuelta de las generales es completamente falso, pues ocurra lo que ocurra, al día siguiente Pedro Sánchez seguirá en La Moncloa. Lo que se dirime no es el gobierno de la nación, sino los alcaldes y alcaldesas, concejales, consejeros y presidentes de las comunidades autónomas. Como si no bastara con todo ese elenco de personalidades para meter además al Gobierno.
Implica, también, una absoluta falta de respeto por los múltiples candidatos que se presentan y por los y las votantes, como si los temas locales y municipales no tuvieran ninguna importancia. Cuando son, por el contrario, espacios esenciales para decidir muchas cuestiones.
Permite, además, repetir hasta la saciedad el enfoque centrado en los grandes partidos y dejar de lado todas aquellas iniciativas más pequeñas, de las que no se habla. En especial de las candidaturas municipalistas, que por definición se centran en lo local y municipal. Tiene una única virtualidad positiva para los partidos instalados, especialmente los de la derecha: que ha permitido que la primera mitad de la campaña se dedicara a estos otros temas que nada tienen que ver con ella, desviando la atención e impidiendo centrarse en los problemas municipales y autonómicos, lo único de lo que no se quería hablar no sea que se desvele la absoluta inanidad de lo hecho desde los gobiernos en los últimos años. Pura maniobra de distracción.
Las candidaturas municipalistas juegan en otra liga. Recordemos que en 2015 dichas plataformas fueron decisivas y lograron un cambio importante en muchas ciudades
Las candidaturas municipalistas juegan en otra liga. Recordemos que en 2015 dichas plataformas fueron decisivas y lograron un cambio importante en muchas ciudades. Lamentablemente su labor se vio dificultada por una campaña mediática belicosa contra ellas y, en ocasiones, por problemas internos que han ido reduciendo su energía. En 2019 fueron menos las que aguantaron y en 2023 vamos a ver cuáles son sus resultados. Pero en muchas ciudades y pueblos siguen siendo opciones alternativas importantes. Tenemos en primer lugar a Barcelona en Comú, encabezada por Ada Colau, que se presenta por tercera vez y tiene perspectivas considerables de ganar. A Zaragoza en Común, encabezada por Elena Tomás que, a pesar de no tener ya a Pedro Santiesteve como candidato, sigue contando con posibilidades después de un mandato en el gobierno y otro en la oposición. Tenemos las mareas gallegas, con Compostela Aberta en Santiago de Compostela y Marea Atlántica en A Coruña. O las confluencias andaluzas como La Confluencia en Jerez.
Sin duda hay más, como el pequeño pueblo de San Pelayo, en Valladolid, donde se presenta por tercera vez una candidatura municipalista que ha estado gobernando las dos anteriores legislaturas. O la propia Valladolid Toma la Palabra en la capital. Y algunas candidaturas municipalistas en pueblos en el entorno de Bilbao.
País Vasco
Elecciones Las plataformas municipalistas confrontan el olvido institucional
En todas ellas se mantienen los principios municipalistas, es decir: primarias abiertas, código ético, carta financiera, programa elaborado de forma colectiva. Compromiso con una gestión abierta, transparente y participativa. Y todas ellas insisten en políticas ciudadanas preocupadas por los temas de vivienda, movilidad, accesibilidad, defensa de la ciudad frente a las prácticas especulativas, etc.
Son plataformas resultado del encuentro de una serie de personas preocupadas por la deriva de sus ciudades o pueblos. No son sucursales de ningún partido por más que, en ocasiones, cuenten con la presencia de personas de partido, especialmente de Izquierda Unida o de Podemos
Estas candidaturas son innovadoras en dos aspectos: en primer lugar, por su forma de elaborar la propia candidatura. Son plataformas resultado del encuentro de una serie de personas preocupadas por la deriva de sus ciudades o pueblos. No son sucursales de ningún partido por más que, en ocasiones, cuenten con la presencia de personas de partido, especialmente de Izquierda Unida o de Podemos. Para algunos eso puede significar debilidad, pues no van a contar con los medios ni los refuerzos de una fuerte estructura partidaria. Visto desde otro ángulo, es una potencialidad: podrán poner en marcha proyectos propios sin necesitar el visto bueno de estructuras superiores y quebrar, por eso mismo, la dinámica jerárquica de los poderes establecidos y de los partidos tradicionales. Si se demuestra que estas agrupaciones son más efectivas y transparentes que la dinámica entorpecedora de los grandes partidos, podrían suponer un gran avance en favor de una democracia de base más arraigada y participativa.
En segundo lugar, son también innovadoras en sus propuestas: su arraigo en el territorio les permite conocer de primera mano los problemas a resolver que, como vecinos y vecinas, han sufrido de primera mano. Si repasamos sus programas encontramos en primer lugar el tema de la vivienda que se proponen atajar con la creación de vivienda pública, una competencia que los Ayuntamientos pueden desarrollar. Siguen los temas de movilidad y de servicios sociales, que es también una competencia directa de los entes locales. Capítulo aparte merecen las actividades culturales y deportivas a las que estos ayuntamientos dedican recursos abundantes. Insisten en la importancia de la participación, proponiendo la implantación de presupuestos participativos, planes de barrio y actuaciones centradas en dar mayor protagonismo a los habitantes de los barrios, favoreciendo las formas asociativas que hay en ellos con cesión de espacios públicos. Apoyo también a una resolución no represiva de los problemas de convivencia; frente a la histeria punitivista se favorecen formas de seguridad que propicien la resolución de conflictos por métodos más civilizados. No falta la impronta feminista y ecologista con apartados específicos centrados en las políticas de cuidados y las de medio ambiente, incluyendo una gestión alternativa de la energía.
¿Qué hace pues que estas iniciativas se conozcan poco y que tengan poco relumbrón? Seguramente hay motivos diversos pero querría señalar algunos: una amplia desconfianza frente a lo institucional por parte de algunos sectores de los movimientos sociales. Muchos compañeros y compañeras siguen pensando que lo institucional mancha y que mejor mantenerse apartados de un campo tan embarrado. Lo respeto, pero esa convicción deja en manos ajenas una parte importante de las decisiones sobre asuntos comunes que ya tenemos fuerza suficiente para tomar en nuestras manos. “Cien pies en las calles y uno en la institución”, se decía en el 15M. Es un espacio para crear, o intentarlo al menos, instituciones alternativas que no estén superpuestas a la dinámica social y cuya tendencia a autonomizarse se pueda cortocircuitar y controlar. En este sentido pueden propiciar atisbos de autogestión.
Las plataformas municipalistas ponen de relieve que pueden construirse políticas desde la base que cuenten con respaldo público y que movilicen a las personas sin necesidad de recurrir al toque de trompeta de los partidos
Otra razón podría ser la animadversión que despiertan en la oposición, tanto la de derechas como la de izquierdas, puesto que ponen en cuestión su monopolio de la política. Ponen de relieve que pueden construirse políticas desde la base que cuenten con respaldo público y que movilicen a las personas sin necesidad de recurrir al toque de trompeta de los partidos. Ponen en cuestión la política de la representación y la dirigen tendencialmente hacia una política de la delegación, que cuente en todo momento con la presencia de los afectados y afectadas por las decisiones tomadas. Puede decirse que este tipo de política es utópica, porque exige una dedicación que está reñida con las múltiples obligaciones de la vida diaria. A eso respondería que no hay constancia de que la política espectáculo sea la única posible, como demuestra el que desde hace ya ocho años esas iniciativas se mantengan y algunas incluso aumenten su potencial de atracción sin dejarse seducir del todo por los cantos de sirena de la política institucional.
Sin duda presentan una alternativa viable frente a la política clientelar de los partidos clásicos cuyo reclamo está centrado en las propuestas, pero que no introducen ningún cambio en la manera de hacer política. Para ellos sólo hay dos modelos: el modelo neoliberal, propuesto por la derecha clásica, y el socialdemócrata, propuesto por la izquierda con más o menos tintes sociales. Pero olvidan que hay un tercer modelo: el que se basa en la agencia de las poblaciones organizadas en plataformas propias, para quienes lo local no está reñido con lo global pero son capaces de plantear esto último de un modo horizontal, organizado desde abajo, participativo y responsable. Porque no se trata de elegir el mal menor, se trata de construir el bien mayor.
Por eso, querido lector o lectora, si en tu localidad hay una plataforma municipalista, te invito a votar por ella. Con sus errores, será mucho mejor que cualquier otro partido que aliena la política directa en aras de una sedicente jerarquía de los mejores. Si, además, estas plataformas se articulan unas con otras creando una red, serán capaces de apoyarse unas a otras evitando un localismo que podría resultar pernicioso. En ellas y sólo en ellas, reside la posibilidad de una política pública realmente distinta.