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Música
‘Violator’, de Depeche Mode, treinta años después
Se cumplen 30 años de la publicación de Violator, de Depeche Mode, una radiografía sonora de las inquietudes que asolaban a Martin L. Gore, artífice de esta criatura sónica inoculada de fetiches sexuales, culpabilidad, religión, misantropía y drogas.
Hace ya 30 años que Depeche Mode revolucionó el universo synthpop por medio de Violator (1990), una obra clarividente que prendió su cibernética binaria de aromas country y blues.
Quizá por el hecho de haber conseguido auparse a un éxito tan rotundo a finales de los años 80, Depeche Mode entró en el mismo saco que pioneros como R.E.M.: sufrir el menosprecio de los pecados del éxito para toda banda que, ya en los 90, alcanzara el mainstream, aunque fuera sin venderse a la mercadotecnia del hit microondas.
En su caso, haberse aupado a la realeza de la corriente principal jamás vino acompañado de una relajación, sino de la misma ambición que empujaba a otros gurús de la canción pop perfecta como ABBA o Prince. Como en el caso de estos dos últimos, cuantas mayores eran las posibilidades de alcanzar un eco mayor, su nivel de exigencia y riesgo se multiplicaba por dos.
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Así fue con Violator, un trabajo que plasma una radiografía sonora de las inquietudes que asolaban a Martin L. Gore, artífice de esta criatura sónica, inoculada de fetiches sexuales, culpabilidad, religión, misantropía y drogas.
El distanciamiento de Gore respecto a la exaltación juvenil desde la mirada adulta redundó en canciones como “Clean”. Sexo y religión se entrelazan en un corte donde la pérdida de la inocencia es filtrada por medio de un esqueleto tecno de relieves rotundos y atmósfera narcotizante.
“Violator es un disco oscuro porque habla del dolor”, explica a El Salto la periodista Elena Cabrera. “Es más: habla de ahondar en el dolor. Pero no es un disco lastimero. Me parece interesante el diálogo entre ‘Sweetest Perfection’ en la cara A y ‘Clean’ en la B en relación a los efectos de las drogas. No creo que ‘Clean’ sea un mensaje de rehabilitación, sino de matiz dentro del dolor. Uno de los aspectos más oscuros de la depresión y también de la adicción es que, sabiendo que estás dentro de algo que no es bueno, te gusta y quieres más. Ese es uno de los argumentos de este disco”.
Que, para Gore, canciones como “Clean” o “Blasphemous Rumours” sean más espirituales que religiosas define la idiosincrasia de un tipo marcado por una lucha constante con sus demonios internos. Este imaginario único les lanzó al top ten de ventas de álbumes en Estados Unidos. Un hito para un grupo británico synthpop con estética andrógina, incluso homoerótica, aunque bien es cierto que Dave Gahan se catapultó como sex symbol durante aquellos años, y más después de su porte de cowboy semidesnudo en el vídeo de “Personal Jesus”.
“Personal Jesus” fue el primer single de un plan aritmético hacia la fama, publicado con nueve meses de adelanto al álbum. Para un grupo que, hasta aquel entonces, era un ejemplo de integridad tecno, los acordes de guitarra blues que marcan el trote suponían todo un riesgo para su comunidad de fans, de tendencias tan o más sectarias que las de quienes seguían a The Cure.
Sin embargo, la jugada les salió redonda: no solo mantuvieron su núcleo masivo de fans, sino que lo extendieron hacia zona prohibida, la comunidad rock. No es ninguna casualidad que Johnny Cash terminara escogiendo “Personal Jesus” como una de las versiones que formaron parte de American IV. The Man Comes Around (2002), el más brillante de sus fascículos desde su resurrección de la mano de Rick Rubin.
Que “el hombre de negro” se tomara la molestia de fijarse en Depeche Mode acabó siendo parte de un destino que, indirectamente, ya estaba vislumbrado en cartas marcadas como “Sweetest Perfection” o “Policy of Truth”. Estos dos cortes cuentan con una marcada fijación por las métricas del blues, hecho sobre el cual Dave Gahan, cantante del grupo, llegó a reconocer que, en aquel momento, estaban intentado fundir la música electrónica con el feeling del blues. A lo que Martin Gore sumó que “en este disco tratamos de combinar las raíces del rock con el sentimiento que inspira la tecnología pesada, la electrónica. Creo que logramos esa combinación de una manera muy soul. Y dimos con algo nuevo sin habernos propuesto que fuera así”.
La sensación de estar ante el híbrido synth-rock más brillante que se haya consumado jamás resulta evidente en detalles como la batería sampleada para “Halo”, extraída de “When the Leeve Breakes”, tema de un grupo como Led Zeppelin, al cual ya habían sampleado tres años antes en “Never Let Me Down Again”, cumbre de los cuatro de Basildon.
La progresiva americanización sufrida por Gore y los suyos no terminó de forma tan impostada y acartonada como con otros grupos británicos que, de aquella, querían conquistar al público estadounidense. Para muestra, U2, que cayeron tan bajo con Rattle & Hum (1988) que no les quedó más remedio que desintoxicarse por medio de la preceptiva etapa berlinesa, tal como David Bowie en su momento.
A diferencia de estos dos casos, Depeche Mode ya habían vivido sus años berlineses, a mediados de los 80, lo cual había arraigado en una idiosincrasia capaz de aunar cosmología western y synthpop majestuoso, tal que “Enjoy the Silence”, el segundo adelanto de un álbum para el que, como recordaba Gore en Mojo en 2012: “La demo original de ‘Enjoy the Silence’ era muy lenta y mínima, solo yo y un armonio. Alan (Wilder) tuvo la idea de darle un ritmo. Añadimos los acordes del coro y el (productor) Flood y Alan dijeron: ‘¿Por qué no tocas algo de guitarra por encima?’. Fue entonces cuando se me ocurrió el riff. Creo que esa es la única vez en nuestra historia en la que todos nos miramos y dijimos: ‘Creo que esto podría ser un éxito...’. La música electrónica parecía estar haciendo todas las cosas emocionantes del punk y de forma futurista”.
La excitación generada durante el proceso creativo de Violator no volvió a ser reproducida en su carrera posterior. Nunca más. No en vano, como revela Kevin May, autor de HALO, a book about the making of Violator, “Martin Gore, quien todavía era el único compositor de canciones en Depeche en ese momento, dijo años más tarde que Violator fue la última vez que se divirtieron haciendo un disco. Resalta el estado de ánimo de la banda en ese momento y, en particular, la emoción que se estaba generando con Flood, que entonces era un productor nuevo para ellos, y cómo se acercaban a todo el proceso”.
“Cuando pienso que este álbum es de 1990, el mundo se pliega a mis pies”, revela Elena Cabrera, quien considera que “el tiempo importa menos. La exquisita programación electrónica y la producción de Flood y Alan Wilder colocan a Violator en un lugar excepcional donde no se envejece, donde su vigencia es eterna, como un texto clásico. La fértil y emocionante escena europea actual de coldwave y synthwave forma una cadena de manos que enlaza este y otros discos de Depeche Mode como si 30 años fueran 30 días. Violator es el disco de mi vida. Mi disco preferido de mi banda favorita. Y aun así, esas palabras me parecen vacías, no logran estar a la altura de la grandeza de esta obra de arte, maestra, eterna, incorruptible”.
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Efectivamente, una obra imperecedera, que cuando salió hace 30 años escuchaba en bucle y que sigo teniendo hoy tan presente como en aquel entonces. Felicitaciones por el artículo!