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Música
Pepe Ruiz: “Hay que generar un circuito cultural que respete el tejido del barrio”
Con la llegada del invierno, Pepe Ruiz (València, 1988) presenta Cuadernos de Verano, un disco-fanzine en el que habla de gentrificación, derechos laborales y movimientos sociales, a ritmo de música popular brasileña.
El próximo viernes 16 de noviembre, el cantautor valenciano Pepe Ruiz presenta su cuarto disco Cuadernos de Verano en La Internacional Teatral. En esta ocasión sorprende a su público con nuevos ritmos y acompañado de una banda, además del suculento añadido del fanzine que acompaña el disco.
“No tienes ganas de escuchar algo que no escuchaste antes” (Por qué Bossa Nova).
Pepe, ¿haces canciones para bailar y pensar al mismo tiempo? ¿Tu nueva faceta es la canción política sandunguera?
Si te fijas, antes tenía las mismas letras pero sin movimiento. Así que, como no quería hacer un cuarto disco exactamente igual que los otros, decidí qué música me apetecía hacer. La Bossa Nova no es una música para bailar, en el fondo, cuando se inventa no se crea para bailar. Antes hacía una música más sencilla, y probablemente volveré a hacerla, pero me apetecía investigar un sonido que me pareció muy interesante cuando lo descubrí y que me cautivó hasta el punto de querer hacer algo con él, contribuir de alguna manera, cambiar un poco el rollo…
La canción habla de la necesidad de no atrofiarse, ni ideológica ni estéticamente, porque luego caemos en los generadores automáticos de cultura, en el generador automático de textos y en el generador automático musical: los mismos acordes, las mismas baterías… Un formato que, a mí, me aburre. Así que me gusta cambiar el discurso estético y mantener el discurso ideológico, que al final es lo que pienso.
Pero, ¿cómo se acerca un cantautor valenciano blanco a una música que tiene orígenes en el esclavismo de los siglos XVII y XVIII, que llega al nordeste brasileño y que está fuertemente asociada, en sus orígenes, a rituales religiosos como el candomblé?
Eso es la samba, sí, pero te saltas la pátina de la burguesía blanca de Río de Janeiro de los años 60, que se hace fan de Stan Getz y a partir de ahí se inventa una samba, digamos “sofisticada”, para los blancos. A raíz de conocer la música he tenido un mayor interés por la historia de Brasil, sobre todo contemporánea, y por su realidad actual.
¿Cuál es tu samba, entonces? ¿De dónde viene?
Mi samba viene de Río, creo, pero no viene de los años 60 sino de las reinterpretaciones posteriores. Se inspira más en Gilberto Gil y Jorge Ben. Y luego está la samba-rock de Os Mutantes, que están como un cencerro.
“Elitismo cultural, industria de lo cool” (Ruzafa no me quiere).
Muchas de tus canciones hablan de València, es un disco bien local. ¿Qué va a pasar cuando des un concierto fuera?
Ya lo he hecho. Sencillamente hay realidades exportables. Ruzafa no me quiere es una realidad exportable, porque es un proceso global, aunque en este caso el retrato sea local. Cuando fui a Bilbao a tocar me presenté allí y pregunté: “Oye, ¿qué barrio se está gentrificando aquí?”, y sustituí el estribillo y ya está. Quiero decir, que sí, que soy de València y soy muy de València, y ese es el mal del cantautor: un señor ahí diciendo “pongamos que hablo de Madrid”, nos pasa a muchos. El cantautor y la ciudad están muy pegados, entonces yo no puedo evitar cantarle a —ojo— la que no es mi ciudad, porque yo soy de Burjassot.
Ruzafa era una buena tierra para el cantautor, pero la especulación inmobiliaria hizo que eso se acabara
Hablemos de gentrificación. “Ruzafa no me quiere”. Bueno, no te quiere a ti. Bueno, no nos quiere a ninguno. ¿Van a adoptar los de Veïnat en perill d’extinció la canción como himno?
Buah, a mí me encantaría. Últimamente cuando toco en Ruzafa es para cantar en contra del proceso gentrificador que está sucediendo allí. Por ejemplo hará un par de años, cuando expulsaron a los vecinos del bloque de viviendas de la calle Buenos Aires, toqué la canción desde el balcón del piso que estaban desalojando. Creo que es una canción muy compañera para eso.
Vale, pero vamos a ir un poco más hondo: la relación entre el arte y la gentrificación. De hecho en la canción hablas de dinámicas muy actuales en el mundo de la cultura: al músico no le pagan.
No nos pagan. Es más: a algunos músicos no se nos paga, a otros directamente ni se nos quiere allí. Pero eso es casi un honor, ¿no? Que no te quiera un sitio así. Llega un momento en que sí, lo que pasa es que al principio lo sufrí, porque de los primeros sitios en los que toqué en Valencia fue en Ruzafa. Es que era buena tierra para el cantautor: no está lejos del centro, es un sitio de tardeo… Pero la presión policial y los intereses especulativos e inmobiliarios hicieron que todo eso se acabara.
Entonces, tú no eres de los artistas que contribuyen a la gentrificación... ¿o sí?
A ver… Todos formamos parte del proceso, y yo en algún momento he sido soldado de la gentrificación, inconscientemente. Tanto yo como el resto de artistas, probablemente contribuyéramos a que Ruzafa se volviera un sitio cada vez un poco más guay, sí.
Hay que generar un circuito cultural que se integre en el barrio y lo respete
Pero, claro, también estamos a favor de ir a un bar y que haya música en directo, de la cultura en general. ¿Cómo navegamos esta ola?
Yo no quiero vivir en una ciudad sin cultura, sin una cultura local. No quiero vivir en un sitio donde todo sean macroespectáculos fuera de la ciudad, sin conciertos que pueda ver la gente que vive aquí o que pasa por aquí, un poco más pequeños, un poco más íntimos… Eso no me gustaría, para nada. El problema es si esto se pone al servicio de unos intereses económicos, o cuando generamos barrios escaparate. Está bien que haya garitos en Ruzafa donde se haga música, pero ¿por qué no en todas partes? ¿Por qué está el barrio de salir de fiesta y consumir arte y el barrio de irte a tu casa y no molestar? Hay que tratar de generar un circuito cultural que se integre bien en el tejido del barrio y lo respete.
“Yo ya no quiero ser un dios, preferiría ser cualquiera” (Divina liberación)
En “Divina liberación” Jesucristo se cansa de ser dios, ídolo, profeta, icono. ¿Cuánto de este cansancio es equiparable a la vida real de un cantautor valenciano?
¿Me estás preguntando si soy una metáfora de Jesús?
Más o menos, bueno, no exactamente. ¿Cansa la fama, Pepe Ruiz?
¡Pues no lo sé! Pero esto habla más de una faceta de mi vida que quizá pueda ser compartida por alguien más, porque yo hablo desde mí pero hacia los demás: de cuando te ves encorsetado en unas dinámicas vitales en las que no querrías estar y decides saltar y apostar por algo distinto. El problema, en este caso de Jesús, es que él quiere divertirse, no quiere una responsabilidad impuesta que no ha escogido él… Que es un poco también el argumento de La última tentación de Cristo, de Martin Scorsese, pero llevada al Cabanyal.
Pero bueno, volvamos a las preguntas serias: ¿te estás mofando del pensamiento y la ideología cristianas?
Sí. Sí, me estoy mofando. Pero me río del contexto, del envoltorio, de la posibilidad de que una procesión de Semana Santa coincida con dos tíos desnudos en la playa. La mofa es un añadido, y a la gente le gusta mucho cuando te ríes de Dios en los conciertos, la verdad, pero hay una historia de fondo que es la verdaderamente importante: atreverse a tomar una decisión con todas las consecuencias. Atreverse a ser libre.
La imposición de la felicidad es el cañazo que le das al rebaño para enviarlo en una dirección o en otra
“Derecho a tener un día de mierda” (Derecho al odio)
“Derecho al odio” se ha convertido en mi himno. Pero, ¿es una canción sobre el desengaño, o es que tú también eres un ‘hater’?
Soy muy ‘hater’. Pero en realidad reivindica el derecho a estar de mal humor, porque últimamente hay una imposición social de la felicidad que, creo, nos está minando: la obligación de ser felices nos hace infelices, de la misma manera que la obligación de trabajar convierte la actividad en algo desagradable. O sea, la obligación de ser feliz pervierte toda la situación. Hoy en día la alegría, el buen rollo, el “liderazgo positivo” son una filosofía corporativa lamentable. En el fondo es el cañazo que le pegas al rebaño para enviarlo en una dirección o en otra. Y a mí no me gusta que me digan cómo tengo que sentir, ni lo que tengo que hacer, ni a quien tengo que sonreír, ni nada. Luego también hay un problema que es la utilización de los delitos de odio por parte del poder judicial español para clavarle treinta años de cárcel a un tipo. A los Jordis, concretamente.
“Sonrisa rota y cabeza abajo pasas por el aro” (La samba del asalariado)
Pepe, el trabajo es el timo de la estampita.
Abajo el trabajo.
O sea, que el viejo “abajo el trabajo” está muy vigente.
Trabajar es una mierda.
El gran timo laboral es el ‘encuentra un trabajo que te guste y no trabajarás ni un solo día de tu vida’, citando a Confucio
¿Cómo encaramos “La samba del asalariado” en la época del precariado? ¿No queremos acaso un trabajo digno? ¿No quieren los músicos un trabajo digno? ¿O queremos tirarnos a la bartola, como dice Chicho en "Hoy no me levanto yo"?
Lo que queremos es no sufrir por no tener dinero, y eso es lo que dice la canción. El gran timo laboral es el “encuentra un trabajo que te guste y no trabajarás ni un solo día de tu vida”, citando a Confucio, además. Y te voy a decir una cosa: todo mentira. Encuentra un trabajo en el que no te importe trabajar y regalarás horas extra a la patronal sin darte cuenta. Este sistema no funciona si no existe la amenaza de la miseria.
El trabajador cultural e intelectual también es parte del proletariado
¿Qué es el artista de hoy en día? ¿Intelectuariado?
Lo del intelectuariado… El trabajador cultural e intelectual también es parte del proletariado.
Entonces ¿profesionalización en las artes, sí o no?
No, o sea… Esta pregunta es súper tramposa. Quiero decir: si trabajas, que te paguen. Que te paguen por tu trabajo, eso es básico. No lo des gratis. Pero, por otro lado… Trabajar no puede ser todo en la vida. Es que trabajar es una mierda, trabajar es horrible. Si todos tuviéramos servicios básicos garantizados (vivienda, sanidad, transporte) nadie aceptaría trabajos de mierda, y entonces no tendríamos que trabajar, sino que realizaríamos otras actividades.
“¿Dónde vas con treinta años?, te preguntan los demás” (Complejo de secreta)
“Complejo de secreta” es una narrativa autobiográfica, ¿sí o no?
Sí, sí, claro. Se viene gestando desde hace unos años, desde antes de que tuviera treinta, incluso.
Abre las puertas a la gente y asume que si vives en una dictadura estás vendido y no tienes derechos, y si te quieren empapelar, te van a empapelar
Es cierto que en algunos círculos activistas hay una actitud muy cerrada. Pero si vemos esta actitud a la luz del panorama represivo actual, lo cierto es que te empapelan por tener libros en tu casa y vas a la cárcel por escribir canciones. Entiendo que hay un cierto componente de prevención en esta estrategia. ¿Dónde encontramos el equilibrio entre cambiar el mundo y acabar en el cuartelillo?
Primero, abre las puertas a la gente y asume que si vives en una dictadura estás vendido y no tienes derechos, y si te quieren empapelar, te van a empapelar. No es el hecho de que tú hagas cosas prohibidas, es que te quieran meter o no te quieran meter. Pienso en Patricia Heras, por ejemplo. Entonces, garantías no hay. Segundo, ¿qué pretende el poder con todo esto? Creando un clima de paranoia consigue que cerremos las puertas, no dejemos pasar a nadie, y no alcancemos ese horizonte de posibilidades que hay detrás de cada puerta de centro social.
O sea, que la solución es la comunidad. La comunidad, el barrio… La unión.
Sí. Efectivamente. Es asumir riesgos, es abrirse. Los espacios tienen que estar abiertos a todo el mundo, y si se hacen conciertos, cafetas, charlas o expos, no deberíamos estar pidiendo un carnet estético, ni mucho menos un carnet ideológico.