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Música
Nando Cruz: “Si el intermediario se impone, salimos perdiendo”
"En escenarios alejados del ‘mainstream’ encuentro formas de organización más equitativas y una relación entre artista y público mucho más sana", explica el periodista Nando Cruz.
Nando Cruz es periodista musical en Barcelona. Ha publicado el libro Pequeño circo. Historia oral del indie en España y el capítulo Romper el marco del libro colectivo Cultura en tensión. Cruz, que fue invitado a Ibaiertzean, habla sobre la situación del trabajo de Iruñea NOLA? en un marco más amplio de transformaciones del panorama musical.
Dedicas buena parte de tu trabajo a documentar y analizar “otros escenarios posibles”. ¿Qué te atrae de ellos?
Llevo más de dos décadas ejerciendo el periodismo musical y dedicando buena parte de ese tiempo a ver conciertos. Unas de las razones por las que siempre me atrajo la música es su manera algo abstracta de enfrentarte al mundo y, por otro lado, su condición socializadora. Pero pese a vivir en una ciudad de más de millón y medio de habitantes, cada vez percibía más que iba a los mismos locales, escuchaba un abanico de músicas muy similar y me encontraba al mismo tipo de gente; cuando no a las mismas personas. Vamos, que estaba en una burbuja. Pero, por otro lado, también notaba que esos conciertos a los que iba no me enfrentaban al mundo, sino que me alejaban de él.
También percibí que cada vez la experiencia de los conciertos era más homogénea, era más predecible, más rutinaria. Por todo ello, empecé a buscar en otros escenarios, otros contextos, otros barrios y otros estilos la excitación que percibía cuando empecé a ir a conciertos de joven.
¿Encuentras elementos comunes entre esos escenarios alternativos? ¿Qué les diferencia de los espacios mainstream?
Intento ir a escenarios de lo más variado. En unos encuentro a todas esas comunidades migradas a la ciudad que jamás vi en esos conciertos a los que iba antes. En otros encuentro formas de organización más equitativas y una relación entre artista y público mucho más sana. En realidad, no siempre son alternativos estos escenarios. Buena parte del circuito latino, por ejemplo, reproduce y multiplica los peores tics de la industria de conciertos occidental. Pero aun así, es un placer escuchar esas músicas.
Si algo tienen en común es que en todos aprendo algo y de todos vuelvo con un montón de anécdotas o detalles que contar. Y con montonazos de canciones que desconocía. Todo eso, periodísticamente hablando, es un tesoro porque te da mucho material. Piensa que la mayoría de veces voy a sitios en los que jamás había estado.
Las ciudades del cambio, como es el caso de Barcelona, donde vives, ¿están generando innovaciones reseñables en las políticas culturales que afectan a la música?
Escucho intenciones, pero muy pocos hechos. Mientras una ciudad del cambio siga acosando a los músicos de calle, desatendiendo el tejido cultural de base, priorizando los grandes acontecimientos y replicando desde las programaciones públicas las inercias que dicta y practica la empresa privada, poca innovación habrá que reseñar.
En tus textos has opuesto la idea de “música como práctica” a la de “música como objeto de consumo” y defiendes la necesidad de una “reapropiación de la música”. ¿Qué puede hacer un colectivo como Iruñea NOLA? ¿Qué tareas son prioritarias en esa disputa por el sentido y la función de la música?
Esto de la música como objeto y la música como actividad viene de una frase del etnomusicólogo Jaume Ayats que me giró la cabeza para siempre. Para mí, reapropiarse de la música pasa por cuestionar el papel de tantos intermediarios que se creen dueños de la música: las marcas, las instituciones, la industria… Siempre que el intermediario impone sus reglas, salimos perdiendo artistas y espectadores, así que cualquier iniciativa que reste poder al intermediario y se lo devuelva al público está avanzando en esa reapropiación de la cultura. Aun así, permíteme que no dé consejos a Iruñea NOLA?