Música
L7: ser nosotras mismas

Alimentadas por isótopos de fuzz, óxidos metálicos y sólidas aleaciones de ritmo, las canciones de L7 son el núcleo de un legado que no se extingue. En las partituras del cuarteto californiano —rock de espíritu punk, corpóreo y palpitante— subyace un elemento alquímico que sigue irradiando significados, transformando convenciones y planteando interrogantes.
L7 grunge
La reunión de L7 en 2014 hizo que el grupo volviera a los escenarios europeos. Montecruz foto
21 mar 2021 06:00

A mediados de los años 80, la alquibla rockera más tópica señalaba en dirección a Los Ángeles. La megalópolis californiana —una kaaba de neón con casi 300 días de sol al año— fue destino habitual entre muchos devotos de este credo voltaico durante el segundo mandato del ultraliberal Ronald Reagan. Tenía una actividad musical efervescente y era cuartel general de algunos de los sellos discográficos más poderosos.

Suzi Gardner y Donita Sparks —las cantantes/guitarristas de L7— habían llegado allí siendo adolescentes. La primera desde Oklahoma, con su familia. La segunda desde Chicago, sola. En 1985 fundaron L7. Tenían veintipocos años y se acababan de conocer. La música que dominaba las listas yanquis era de mayoría británica. Blanquecina salvo por Prince. Más pop que otra cosa. Y casi siempre masculina. Solo Madonna y las hermanas Wilson al frente de Heart contravenían tan predecible estadística. En los subterráneos de la Unión, y desde el estallido punk de finales de los años 70, se venía gestando una red de escenas independientes cada vez más consolidada, todavía sin institucionalizar. Pero en la radio, la tele y las tiendas mandaban grupos como Van Halen, Mötley Crüe, Quiet Riot o Def Leppard.

A Gardner y Sparks les ponía más la música de Motörhead y Ramones. También la de Frightwig, grupo de San Francisco que anticipaba los postulados feministas del movimiento riot grrrl. Así que tiraron por la senda del guitarreo sin acicalar y la contundencia expresiva, con textos abiertos al comentario sociopolítico (“Wargasm”, “Pretend We’re Dead”, “Shove”, “American Society”, “The Bomb”) que a menudo estaban protagonizados por mujeres que no se achantan (“Everglade”, “Shirley”, “Diet Pill”). Mujeres con “el clítoris tan grande que no necesitan cojones”, cantaban en “Fast and Frightening”.


El poderío de su repertorio les abrió la puerta de santuarios punk-rock como Epitaph y Sub Pop y las convirtió —también a la bajista Jennifer Finch y a la batería Dee Plakas— en comadres de grupos como Nirvana, Mudhoney o Soundgarden. Cuatro años después de su estreno discográfico, publicaban álbumes bajo palio multinacional —Bricks Are Heavy (1992) y Hungry for Stink (1994) son básicos en cualquier discoteca con marchamo alternativo—, merodeaban por el top 25 de Billboard y eran contratadas por los festivales más importantes del mundo.

César Martín, director de la revista Popular 1, decana de nuestra prensa musical, nos ayuda a contextualizar mejor esta irrupción. “Lo tenían todo: un sonido totalmente personal, grandes canciones, directos acojonantes y toneladas de actitud. Era, además, una banda hecha a medida para aquellos tiempos. Sería una tontería colocarles la etiqueta grunge, pero desde luego encajaban perfectamente al lado de Tad o Nirvana en cuestión de actitud. Como sucedió con todos esos grupos, L7 fue la reacción contra la era del hair-metal, que yo también amaba. Eran lo más alejado que uno podría imaginar a Vixen, por ejemplo”.

La guitarrista Amparo Llanos, conocida por su liderazgo en Dover y New Day, también vivió de cerca la aparición de L7, a las que reconoce como modelo. Y comparte el análisis de Martín aportando valiosos matices: “El primer disco suyo que escuché fue Smell the Magic, de 1990”, recuerda. “Me hice súper fan y mi hermana Cris también. En las pruebas de sonido tocábamos el riff de ‘Shove’, que nos parecía brutal. A principios de los 90 había empezado una ola feminista que encontró simpatía en esa música alternativa, con grupos como Nirvana que estaban más contagiados de ese feminismo. Siempre he pensado que mucha música rock de los 80 era una cosa muy masculina. Porque escalas se pueden hacer, como hacían las Vixen, pero creo que te tiene que apetecer. Esa música de principios de los 90 hizo que las mujeres nos pudiéramos sentir parte del asunto”.

“L7 entendía el acontecimiento feminista que suponía su mera existencia, pero querer ser tratadas como cualquier otro grupo no pone su feminismo en segundo plano, sino todo lo contrario”, opina la periodista Elena Cabrera

El caso es que L7 huían de la categorización grupo-rock-femenino como de la peste. Querían ser valoradas en términos estrictamente creativos, sin hacer renuncias de estilo ni aligerar el componente feminista de su propuesta. La periodista Elena Cabrera considera que “la fuerza, fiereza y rotundidad con la que defienden lo que son, un grupo solo de tías dándole fuerte” no es mero poso feminista, como este redactor sugiere en su cuestionario, sino que se trata de “una declaración como un piano”. Y añade: “Solo el hecho de existir, de crecer, de sacar un disco tras otro es un bastión para todas las que vinieron después”.

Además, Cabrera asegura que “L7 entendía el acontecimiento feminista que suponía su mera existencia, pero querer ser tratadas como cualquier otro grupo no pone su feminismo en segundo plano, sino todo lo contrario. Debe de ser muy cansino enfrentarte una y otra vez a lo mismo durante toda tu carrera. Esto nos lleva a que aquí quienes tenemos que revisarnos el machismo somos nosotras y nosotros, los periodistas musicales”.


Vanessa Blanco fue guitarrista del grupo B-Violet, que desarrolló su trabajo durante la segunda mitad de los años 90 y principios de este siglo. Reconoce el influjo de L7 en su banda, equiparándolo al que tuvieron Soundgarden o Stone Temple Pilots, que se movían en coordenadas sónicas parecidas. Apunta que la de L7 no era “una estética sexualizada en términos femeninos”, y señala que “en ese momento no se hablaba tanto de feminismo en la música, pienso que ahora el feminismo tiene más fuerza entre los grupos formados por mujeres o con mayoría de mujeres. En aquella época nunca nos habíamos identificado como grupo feminista, se nos incluía en carteles porque estaba de moda poner a un grupo de chicas, pagabas esa cuota. Pero nosotras no abanderábamos un movimiento de grupos de mujeres en España ni seguíamos estrictamente a grupos de mujeres. Nadie quiere destacar por ser mujer, porque los hombres no destacan por ser hombres sino por la música que hacen. Podíamos haber dado un poco más la brasa con eso, pero no era el objetivo”.

Cuando el rock gritaba a favor del aborto

En 1991, L7 impulsaron Rock for Choice junto a la Feminist Majority Foundation. Se trataba de realizar conciertos que recaudaban fondos para defender y garantizar el derecho al aborto, cuestionado e incluso atacado por los sectores más reaccionarios de la sociedad estadounidense. Luego se desvincularon del mismo pero, a lo largo de un decenio, se sumaron a Rock for Choice músicos como Pearl Jam, Fugazi, Nirvana, Joan Jett o Bangles.

Para Elena Cabrera, esta iniciativa fue “¡una pasada!” por varios motivos: “Estamos hablando de los grupos más potentes de los 90, y no solo grupos con mujeres sino grupos todo-tíos que se ven apelados por el derecho a decidir de las mujeres, dando un paso adelante sin medias tintas, recogiendo el tema central de la segunda ola feminista veinte años después, porque a pesar de que el aborto es legal en Estados Unidos, muchos estados limitan de una u otra manera este derecho, por no hablar de la censura moral por parte de la población más retrógrada”.

Vanessa Blanco entiende que “es una causa que, por el hecho de ser mujeres, se puede vincular al feminismo de la última ola, pero lo mismo podían haber organizado un festival por la despatologización de las mujeres trans o contra la estigmatización de las enfermedades mentales. Que un grupo vincule un acto a una causa solidaria no deja de ser su relación entre este arte y su compromiso social, algo que no todos los grupos están dispuestos a hacer. Entiendo la conexión, pero me habría sonado igual de bien que lo hubieran hecho en contra del estigma de las enfermedades mentales, por ejemplo”.

Fingimos estar muertas

La historia de L7 tiene tantas luces como sombras. Durante la segunda mitad de los años 90, los problemas empezaron a cercar al cuarteto. Contratos desfavorables, movidas con la multi, orfandad discográfica, pérdida de motivación, cambios de formación y ruptura en 2001. Nada nuevo bajo el sol rockero.

“¿Por qué no obtuvieron el mismo reconocimiento que sus compañeros de generación? Es imposible responder a eso. Ser mujeres y sonar tan duro probablemente actuó en su contra”, observa César Martín, director de la revista Popular 1

A lo largo de los años, César Martín ha estrechado su vínculo con el grupo, al que siempre ha apoyado desde Popular 1. Incluso ha trabado amistad con Jennifer Finch. “¿Por qué no obtuvieron el mismo reconocimiento que sus compañeros de generación? Es imposible responder a eso”, afirma. “Ser mujeres y sonar tan duro probablemente actuó en su contra. Nunca intentaron ser como The Bangles o The Go-Go’s, lo suyo era algo mucho más sucio y underground. Si hubiesen sido tíos, quizá habrían tenido más suerte. O no. Es imposible saberlo. Y su actitud probablemente repelió a los grandes medios. Era perfecta para Popular 1, pero no para los medios masivos. No vendían un look sexy, no grababan baladas como ‘Eternal Flame’ de The Bangles. Yo no establezco distinciones entre grupos de hombres o mujeres, pero muchos medios sí que lo hacen, y supongo que L7 no encajaban con su concepto de ‘grupo de chicas’, una etiqueta totalmente ridícula, por otra parte”.

Elena Cabrera sugiere que su música aún no ha sido descubierta por mucha gente aquí. “Tengo la sensación de que en España no es un grupo escuchado, que su legado no ha saltado de una generación a otra. Por ejemplo, a los Rage Against the Machine los sigues viendo en camisetas de gente joven. O a Nine Inch Nails. Pero, más allá de ‘Pretend We're Dead’, o al menos el resto del maravilloso Bricks Are Heavy, ¿lo está escuchando esa genial generación juvenil que está haciendo ahora punk oscuro? No tengo datos, pero mira que me parece que no”.

“El rock es una cosa de espíritu joven y ellas lo tienen a lo bestia porque tienen mucho talento. Es tremendo tener que estar diciéndolo porque, si no, pasa desapercibido. Y pasa desapercibido porque son un grupo de mujeres”, afirma Amparo Llanos, guitarrista de Dover

L7 se reunieron en 2014 y, desde entonces, se han entregado a una actividad febril —giras por todo el planeta con presencia habitual en festivales de categoría— que trasciende la mera explotación nostálgica. En 2019 publicaron Scatter the Rats a través de Blackheart Records, el sello de la imprescindible Joan Jett. “Ha sido un gran retorno, desde luego”, confirma César Martín. “Es un fantástico disco y me encantó ver su actuación en el Download Festival de hace un par de años. La gran lástima de este retorno ha sido la pandemia. L7 necesitaban seguir haciendo giras. Espero que esto no provoque una nueva disolución. Sabemos que Suzi Gardner casi cayó en una depresión en los años de inactividad de la banda, y supongo que también fue un período muy duro para las demás. Ojalá la situación se normalice y L7 puedan regresar a la carretera y nos sorprendan pronto con otro gran disco”.


Amparo Llanos ofrece una última pista sobre la esencia del grupo, que conviene subrayar: “Tenían esa cosa de llegar al público porque lo valían. Sin ninguna duda. Es que son muy buenas. Escuchas el nuevo disco y es sorprendentemente grunge, joven, con un sonido de una frescura ingenua, como si estuvieran prácticamente empezando, que es algo que aprecio muchísimo en la música. Guardar esa llama, que no envejezca mucho lo que haces. El rock es una cosa de espíritu joven y ellas lo tienen a lo bestia porque tienen mucho talento. Es que es tremendo tener que estar diciéndolo porque, si no, pasa desapercibido. Y pasa desapercibido porque son un grupo de mujeres”.

Archivado en: Rock Feminismos Punk Música
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#86982
10/4/2021 21:56

Fabulosa banda, fantásticos discos, carisma apabullante. Y su directo del Hellfest en 2015 es uno de los más espectaculares retornos en décadas.Pero basta de fanfarrias políticamente correctas. No triunfaron a lo grande, no por ser mujeres, sino por el mismo motivo por el que decenas de bandas masculinas plenas de talento, actitud, canciones y directo no llegaron, no al nivel de popularidad de L7 (que no es despreciable en absoluto. Respetadas en todo el mundo), sino a ningún lado: combinación de mala suerte, actitud poco dócil, canciones poco comerciales, etc.

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#85472
22/3/2021 16:30

Yo me compré el "Smell the magic" a principios de los 90, cuando estaba empezando con mi grupo (todas mujeres), y en esa línea musical... Incluso en un concierto nos atrevimos con uno de sus temas. ¡Inolvidables!

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#85446
21/3/2021 22:14

Gracias por este artículo que, efectivamente, me descubre a un grupo.

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