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Que no todo el punk ha envejecido bien es algo que todo el mundo más o menos sabe. Es más, digámoslo ya: algunos músicos han envejecido realmente mal. Vista hoy, buena parte de la transgresión de la que hacían gala en su día los Sex Pistols demuestra, en palabras de Angela Nagle, “cuán superficial e históricamente accidental era”, al punto de que, según la autora de Muerte a los normies, ha podido ser cooptada sin demasiados problemas por parte de la alt-right estadounidense.
Que Johnny Rotten apareciese hace diez años en un anuncio de mantequilla es lo de menos, pero que en 2018 se dejase ver con una camiseta con el eslogan “Make America Great Again” ya es más grave. ¿Ironía? ¿Provocación? Casi seguro que no: el año pasado, el excantante de los Sex Pistols se quejó públicamente de que el problema de los sin techo de Los Ángeles se hubiera extendido por la ciudad como una mancha de aceite hasta llegar a la misma puerta del barrio donde reside, Venice Beach. “Soy un tío que ha trabajado duro para conseguir su dinero y lo mínimo que espero es poder utilizar la puerta de mi casa”, declaró a los medios.
Pero no todos los discos ni todos los grupos han envejecido mal. Uno de los que no lo ha hecho es Fresh Fruit for Rotting Vegetables, de los Dead Kennedys, del que este 2020 se cumplen cuarenta años: el primer single de la banda, “Holiday in Cambodia”, salió a la venta en mayo de 1980, en junio le siguió “California über alles” y en septiembre se podía comprar ya el vinilo. No todo el monte es orégano, claro, y hay que mencionar aquí de inmediato las disputas que vinieron después por los derechos por utilizar el nombre de la banda, los intentos de ceder “Holiday In Cambodia” para un anuncio de Levi’s (que Jello Biafra impidió gracias a ganar una demanda contra el batería D.H.Peligro) o la reunión del resto de miembros (que terminaron por darle la razón a Biafra).
La importancia de Fresh Fruit for Rotting Vegetables ha sido diseccionada en el libro Dead Kennedys: Fresh Fruit for Rotting Vegetables: The Early Years de Alex Ogg, editado en 2014. Un viaje por los años en los que los baterías pasaban a la velocidad del rayo y que ofrece el retrato de una banda que, lejos del estereotipo de la cultura Do-It-Yourself (DIY) asociado al punk, trabajaba las canciones de forma exhaustiva y no dejaba nada al azar. El libro cuenta con entrevistas con todos sus miembros rememorando solo esa parte de su historia.
Igualmente, en su 25 aniversario en 2005 el disco fue honrado con trato deluxe, recuperando para su portada el color naranja de las llamas de los coches de policías, que en la edición original quedaron en blanco y negro. Acompañado por un DVD, que casi nada aporta, ya que la mayoría de sus imágenes ya circulaban en anteriores discos, incluso por YouTube.
Las más de 136 ediciones distintas que existen del álbum —legales y piratas— hablan por sí solas, desde una visión meramente cuantitativa, de la importancia capital de este disco
Las más de 136 ediciones distintas que existen del álbum —legales y piratas— hablan por sí solas, desde una visión meramente cuantitativa, de la importancia capital de este disco, que se extiende como un virus desconocido (virus, como la forma de numerar las ediciones de Alternative Tentacles, el sello de Biafra), del que es imposible establecer sus contornos si atendiéramos a su expansión a base de copias en casetes que circulaban entre amigos o las descargas en internet.
La cocina
Cuando East Bay Ray (Raymond Pepperell), Jello Biafra (Eric Reed Boucher), Klaus Flouride (Geoffrey Lyall), 6025 (Carlos Cadona) y Ted (Bruce Slesinger) fundaron los Dead Kennedys en 1978, el grupo atrajo la atención más por su nombre —considerado “de mal gusto” (aunque, según Biafra, se trataba de llamar la atención sobre el fin del sueño americano)— que por su popularidad. Para que el lector se haga una idea, de media asistían a sus primeros conciertos entre veinte y treinta personas. Biafra había conseguido algo más de notoriedad con su candidatura a la alcaldía de San Francisco en las elecciones de 1979, pero la banda carecía todavía de un álbum que funcionase como tarjeta de presentación.
Fresh Fruit for Rotting Vegetables comenzó a grabarse en junio y apareció en septiembre de 1980 en el sello británico Cherry Red. A veces las mejores ideas son las más sencillas y la portada del disco es justamente eso: el nombre del grupo en letras góticas y una foto granulosa de varios coches de policía en llamas tomada durante los disturbios de 1979 en San Francisco —protagonizados, sobre todo, por el militante movimiento LGTBQ+ de la ciudad— tras las protestas contra la sentencia a Dan White por el asesinato del alcalde George Moscone y el miembro de la junta de supervisores de la ciudad Harvey Milk.
El contacto con Cherry Red lo proporcionó Bill Gilliam tras escuchar el single de “California über alles”, que contó como ingeniero de sonido con Geza Gedeon (más conocido como Geza X), quien había colaborado con bandas como Black Flag o Germs y era él mismo miembro de bandas como Deadbeats y The Bag. Para la grabación del disco, sin embargo, el grupo decidió prescindir de Geza X y contratar a Oliver Di Cicco, cuya experiencia era, sobre todo, con grupos de new age. La grabación costó alrededor de los 10.000 dólares y se realizó, debido a las obligaciones profesionales de Flouride, por las tardes y las noches en un estudio con importantes limitaciones técnicas (había sido reconvertido recientemente a 16 pistas).
Gracias al tiempo invertido en la preproducción no se necesitaron más de una o dos tomas para grabar las canciones, dándoles ese tono crudo, directo y natural que acostumbran a destacar los críticos. Sin embargo, nada de esto evitó que hubiese los primeros choques por diferencias creativas entre East Bay Ray y Jello Biafra, de ahí que en el libreto apareciese como productor un tal “Nom”, que no era otro que el gato siamés de uno de ellos.
Más allá de la etiqueta punk, ‘Fresh Fruit for Rotting Vegetables’ combinaba en poco más de 30 minutos el hardcore con el surf y así hasta llegar al pop turco
Más allá de la etiqueta punk, Fresh Fruit for Rotting Vegetables combinaba en poco más de 30 minutos el hardcore con el surf y así hasta llegar al pop turco. Permitámonos aquí un pequeño desvío por la mente del joven Jello, buscador de sonidos exóticos en una de sus facetas menos conocidas. En este caso, el de la canción “Suya Giden Alli Gelin” de Cem Karaka (uno de los más relevantes cantantes pop turcos de los años 60 junto a Erkin Koray, Baris Manço y Selda), los compases iniciales de la cual reaparecen en “Holiday in Cambodia”. Una referencia oculta que nos pone sobre aviso de la condición de geek musical de Biafra.
Pero también ese sonido instro-surf que ha sido una de las notas características de East Bay Ray —cuyo exotismo, vía Dick Dale, es una influencia innegable en su rasgueo de la guitarra— así como el fantasmagórico uso del delay y el inquietante manejo del clímax, que nunca rompe el umbral espectral que maneja su código sonoro: un uso muy hábil de la contención, en suma. Con todo, East Bay Ray ha negado esas influencias siempre que le han preguntado, nombrando en cambio a Muddy Waters, Scotty Moore o Syd Barrett en la construcción del canon sonoro de los Dead Kennedys.
Si este disco se ha ganado un puesto en la historia de la música es seguramente por la carga satírica de sus letras, escritas en su mayoría por Biafra, que se dirigían no solo contra los objetivos habituales del punk, como la policía, sino también contra una parte de la izquierda
Pero si este disco se ha ganado un puesto en la historia de la música es seguramente por la carga satírica de sus letras, escritas en su mayoría por Biafra, que se dirigían no solo contra los objetivos habituales del punk, como la policía, sino también contra una parte de la izquierda, la más acomodaticia e hipócrita, e iba así más allá de sus coetáneos.
Como escribe Tim Stegall en Altpress, “el punk rock estadounidense rara vez se metía en política antes de 1980”. “Sí, claro, los Dils se hacían eco de la rabia izquierdista de The Clash, pero el tono general del punk estadounidense había sido más apolítico, entumecido, nihilista”, continúa. “Hasta que llegaron los Dead Kennedys”, afirma Stegall, cuyo frontman, señala, “tomó el humor de película de terror de serie B de Alice Cooper y lo aplicó a temas sacados de los periódicos”, casando con “la guitarra psiquedélica y surf y la agilidad de Klaus Fluoride en el bajo y Ted en la percusión”.
Todo eso fue directo al alambique donde se destiló el primer disco y más: teniendo en cuenta que los Dead Kennedys pertenecen a esa segunda oleada punk, la que dio pie al hardcore y a un punk más crudo, militante y austero, fueron capaces de sintetizar el dadaísmo —Carlos Cadona luego colaboraría con los Residents, la banda neodadá por excelencia—, el lindy hop, la militancia política de izquierdas, la independencia musical y, sí, también el troleo en la música pop (en las letras lo mismo que en las portadas) sin sonar nunca mínimamente derivativos. Aunque, sin duda, es el uso de la ironía más cruel su signo distintivo. Pero eso merece un apartado propio.
La receta
¿Qué explica que Fresh Fruit for Rotting Vegetables haya resistido mucho mejor que otros discos el paso del tiempo? Las canciones son pegadizas, por supuesto, pero además muchas de las letras son aplicables a situaciones actuales, comenzando por la canción con la que se abría el álbum, “Kill the Poor”, en la que se hablaba del uso de la bomba de neutrones —a partir del mito de que esta acababa con la vida de las personas pero dejaba intactas las estructuras— por parte de la élite estadounidense para acabar con los pobres con el aval de los progresistas (“Jane Fonda on the screen today / convinced the liberals it’s okay”) y que ha sido comparada por algunos con la Modesta propuesta de Jonathan Swift.
Otra de las canciones más conocidas, “California über alles”, tenía como blanco de sus críticas al entonces gobernador de California, Jerry Brown, que en 1980 intentó presentarse como candidato a la presidencia de Estados Unidos por el Partido Demócrata.
La letra —como pasa con la melodía, como hemos visto— iba muy llena de referencias culturales —desde la primera estrofa, hoy eliminada, del himno de Alemania hasta El huevo de la serpiente de Ingmar Bergman y 1984, de George Orwell—, algo muy poco habitual en el género, y se mofaba de Brown atribuyéndole la creación de una Gestapo de “fascistas zen” con “zapatos de ante” que se llevaría a sus enemigos a campos de concentración, donde acabarían con su vida en cámaras “de gas orgánico”.
Dead Kennedys la recuperarían dos años más tarde en “We’ve Got a Bigger Problem Now” —una versión en la que se sustituía a Brown por Reagan— y en 2005 Biafra y los Melvins volverían a rescatarla, sustituyendo esta vez a Reagan por el nuevo gobernador del estado, Arnold Schwarzenegger, en Sieg Howdy!.
De no menos humor negro hacía gala “Holiday in Cambodia”, que se reía abiertamente de la izquierda de campus universitario (“Braggin’ that you know / How the niggers feel cold / And the slum’s got so much soul”) enviándola a la Camboya de Pol Pot (“It's tough, kid, but it's life”).
En “Let’s Lynch the Landlord”, Biafra y Flouride, a partir de sus malas experiencias con caseros de la bahía de San Francisco, llamaban a los arrendatarios a tomarse la justicia por la mano y linchar a los dueños de los pisos que alquilaban. De manera similar, “Chemical Warfare” llamaba a emplear métodos de guerra química contra la propia élite estadounidense.
El disco terminaba con una desquiciada versión de “Viva las Vegas” de Elvis Presley —en la que se mencionaba de manera directa su adicción a la cocaína— que más tarde utilizaría oportunamente Terry Gilliam para cerrar su adaptación de Miedo y asco en Las Vegas de Hunter S. Thompson.
De todos los álbumes de entrada al punk rock, Fresh Fruit for Rotting Vegetables es, sin duda, el que ofrece una opción más esotérica al género. Eso no significa que sea superior a los debuts de los Ramones, Sex Pistols, The Clash o Black Flag, pero sí más extraño. Algo así como cuando alguien rasca una pizarra con las uñas: lo escuchas una vez y luego, una vez ha pasado, el sonido te sigue acompañando...
El primer disco de los Dead Kennedys viene a ser como el gemelo maligno del cerebro de Johnny Rotten, en ese momento exacto entre su salida de los Pistols en aquel concierto donde preguntó a la audiencia si se habían sentido estafados y la creación de PiL, todo ello impreso en un cartón con gotas de LSD para un mal viaje, a la velocidad de los dibujos animados de la Warner Bros de Gene Deitch.
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Desnecesaria corelación con Johnny Rotten y PIL o los Sex Pistols..Jello Biafra (antes que los remanescentes integrantes que, esos sí, han envejecido muuy mal) es un grande y incomparable.
En tiempos de oidos pandémicos y amnesicos!! Pedazo de regalazo que nos has dado!! Gracias!