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Treinta minutos antes del inicio, parecía imposible que miles de almas pudieran entrar a tiempo al Palau. Los nervios se palpaban en los pasillos detrás del escenario. Carreras, abrazos, sonrisas … Todo listo y en marcha a la hora en punto para un nuevo aquelarre antifascista.
Al otro lado, cuando arrancó la primera canción y Fermin salió a escena, un Palau rebosante participó de una celebración que superó las más de dos horas y media de duración. El sonido de la trikitrixa y los instrumentos de viento lo inundó todo, junto a la fuerza de las voces, guitarra, bajo, batería y percusión, que resonaban como en un sueño en la danza de las primeras filas, mientras más atrás algunos espectadores formaban un improvisado castell, desplegaban pancartas reivindicativas o simplemente asentían con el gesto emocionado del que aprueba lo que está viviendo. Mientras, las imágenes se sucedían en las gigantescas pantallas escupiendo 40 años de historia de la mano de un cada vez más incombustible Fermin Muguruza.
Algunos asistentes murmuraban cerveza en mano contra el “control policial” dentro del recinto. “No se puede fumar, hay que entrar por aquí o allá”, “esperar otra cola”. Difícil contener tantos años de rabia y rebeldía que buena parte del público llevaba encima, mientras coreaba al unísono “he visto las calles ardiendo otra vez”. El estadio parecía venirse abajo a cada nueva canción.
Fue constante desde el escenario, y también desde el público, el recuerdo a la cruda realidad del genocidio a manos del Estado sionista, con la presencia de banderas palestinas y de Líbano. También a los asesinados por el fascismo español.
En realidad, todo había empezado mucho antes, con el montaje del escenario, las pruebas de sonido, preparar el catering, los servicios de asistencia sanitaria, la seguridad y un sinfín de pequeños detalles más. Todo un gran equipo de personas trabajando a contrarreloj para que nada fallara en esta nueva fiesta, en la que la compra de entradas se ha ejercido en cada cita casi como una forma de activismo político.
Al finalizar, un Fermin Muguruza con gesto serio, extasiado y agradecido, acompañado de su grupo e invitados, certificó cómo una vez más desde hace tantos años, y a pesar de todo, se mantiene la línea del frente.
Próxima parada: Madrid.